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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 6 - De cuánto provecho sea la mortificación a un alma y cómo no se le debe aplicar más de la que buenamente pueda llevar según las fuerzas que Dios le diere
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CAPITULO 6 - De cuánto provecho sea la mortificación a un alma y cómo no se le debe aplicar más de la que buenamente pueda llevar según las fuerzas que Dios le diere

 

            1.         Tanto cuanto es de más provecho y valor una cosa, tanto más se ha de mirar y procurar el acierto que de ella y con ella se debe hacer porque no se mal logre o se pierda. De donde vemos que el padre que mucho ama y quiere a su hija (particularmente cuando ella tiene también partes para ser querida, que entonces se junta y hacen a una el amor natural con el apreciativo o interesado) anda con mill desvelos y cuidados por verla bien empleada y darle el marido que ella merece y él quería. Y si en esto hubiese yerro y desacierto, piérdese lo que mucho vale, y tanto cuanto se pretendió ganar tanto se perdió. También lo vemos en la purga que dan a un enfermo: que, dada a buen tiempo y cuando conviene, acierta a dar salud, vida y fuerzas al enfermo y, salido de ahí, da con él en la sepultura.


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            Una de las cosas de más estima en el camino de la perfección y vida espiritual es la mortificación que los padres spirituales aplican a sus hijos y discípulos, porque con ella les pretenden dar salud, vida y acrecentamiento de fuerzas spirituales; y ésta, dada a buen tiempo y cuando (como dicen) el enfermo tiene fuerzas o disposición para tomarla, hace todos esos provechos. Y si en eso se yerra, hace otros tantos males, ayudando no a ir adelante, sino a volver atrás y a dar con un hombre en la sepultura.

 

            Para esto, como queda dicho en otros capítulos, conviene medir las fuerzas del enfermo y hacer el tanteo según ellas para ver las dracmas y onzas que se le han de dar de jarabes y purga y las scudillas de sangre que le han de sacar. Porque si un enfermo es toda la sangre que tiene mala y los humores de que estaba compuesto están todos corrompidos, ni le han de sacar toda la sangre ni purgar todo el humor, sino que, a medida de cómo los humores y sangre se fueren corrigiendo y trocando en buenos, a esa medida se han de ir evacuando los malos, que, aunque malos y torcidos, por entonces sustentan al enfermo. Las mortificaciones que se aplican a los que pretenden crecer y ir adelante en la perfección, sirven de sangrías y de purgas que nos evacúan y limpian de todo lo que no es Dios, y nos desasen y desaficionan hasta de nosotros propios. [57v] Pero entiéndense que estas mortificaciones fuertes sólo se han de dar a los fuertes y a los que ya tienen virtud y sanctidad, de que están compuestos de buenos humores, porque, si se aplicasen a quien por todas partes es flaco y compuesto de mill defectos, o vomitaría la purga y alanzaría la mortificación sin entrar al lugar y asiento donde hace su provecho o haría más daño ayudando a quitar antes con antes la vida al enfermo. Como vemos muchas veces que sucede a los predicadores y padres spirituales: que, llegando a reprehender o mortificar una persona, suelen volver con las manos en la cabeza; y si ellos de burla pretendieran mortificar a las tales personas tocándoles en el pelo de la cabeza, ésos se vuelven contra ellos diciéndoles palabras pesadas y tocándoles no en el pelo sino en la honra, como algunas veces me ha sucedido a mí, de que pudiera poner exemplos.

 

            2.         La materia de este capítulo es clara y fácil. Y pienso la dejo scrita arriba, y así no será necesario alargarnos en ella. Basta para exemplo y confirmación lo que san Pablo dice: que no consiente Dios ni consentirá que seamos tentados más de lo que buenamente nuestras fuerzas pudieren llevar1, porque lo demás fuera edificar sobre arena y ir Su Majestad contra lo que tenía dicho y predicado, y dar con todo el edificio en tierra antes de tiempo por la flaqueza del suelo en que se cargaba2. ¡Oh cuánto importa que los padres spirituales adviertan que somos tierra, polvo y ceniza! y aun de menos fortaleza que el arena, que ésa fragua mezclada con la cal y, en fin, tiene y es de pedrezuelas aunque pequeñas y menudas; pero el hombre es polvo menudo y tanto que no ha menester fuerza o golpe para desaparecerse, que bástale el viento, y así es insuficiente para carga pesada.


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            3.         Cuando determinó Abrahán de hacer aquellas muchas réplicas a Dios volviendo por los de Sodoma, a quien estaba determinado Su Majestad de asolar, como parece en el capítulo diez y ocho del Génesis, que no una vez rogó por ellos sino seis veces le replicó encarecidíssimamente, y hase de notar que a la segunda réplica que hubo de hacer se preparó y armó con decir que era polvo y ceniza: Loquar ad Dominum meum, cum sim pulvis et cinis3. Pues veamos, sancto patriarca, ¿no os armárades y preparárades con otras armas más fuertes que con polvo y ceniza, materia tan flaca? ¿Qué os ha de hacer el polvo y ceniza si Dios se enoja contra vos, por ser tan importuno y por [58r] rogar contra gente tan depravada y obstinada? Y como suelen en ocasiones semejantes de riñas trabadas y sangrientas sacar los terceros y los que meten paces las manos sobre la cabeza, bien fuera que os pertrechárades con fuertes escudos y cosas enaceradas, reparáradesa vuestra persona en castillos fuertes, murallas incontrastables. Así lo hizo Moisés cuando pedía perdón a Dios para su pueblo, que le dijo: Memento, Domine, Abraham, Isac et Jacob, quibus jurasti per temetipsum, [dicens]: Multiplicabo semen tuum sicut stelas caeli et pulverem maris, ne dicant queso Egipti: calide educxit eos ut interficeret in montibus et deleret de terra4. Pónele a Dios delante y guarécese con los amigos de Dios para meterse en medio de tales enojos; abroquélase con grandes sanctos para recebir el golpe que de resultida le viniese sobre la cabeza; y no sólo se encastilla y fortalece con sanctos fuertes, sino con la palabra que Dios tenía dada a los hebreos de los llevar a la tierra de promisión. Pero, siendo los pecados de Sodoma mayores y, por el consiguiente, los enojos de Dios más encendidos, Abrahán para se poner en medio no se abroquela con sanctos, nada le acuerda a Dios, sólo le dice que el que habla, ruega y replica es polvo y ceniza.

 

            Veamos qué misterio tiene esto. Respondo que, si bien notamos lo que adelante por dos veces repite Abrahán, echaremos de ver lo que pretende, que es lo que vamos diciendo: que Dios mide las fuerzas de aquellos a quien envía trabajos antes que se los envíe. Dice, pues, Abrahán en dos replicas que hace a Dios: Ne queso indigneris, Domine5; ruégote, Señor, que no te enojes porque soy tan importuno (como quien dice) y, si te enojares, mira que el que habla es polvo y ceniza sobre quienb pequeño golpe basta y pequeña carga sobra, pues sobre polvo y ceniza pequeña avenida es suficiente para llevársela adelante. Bien veo la razón, Señor, que tienes de te enojar; bien conozcoc cuán terrible es tu justicia y que, si tú quieres sentar la mano, no habrá quien aguarde, pues delante de ti enojado las columnas más fuertes del cielo temblarán, pero yo determino en esta ocasión de parecer delante de tu tribunal a rogarte por esta gente. Ruégote, Señor, que mires que soy polvo y ceniza, y no columna fuerte para parecer en esta ocasión, y


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que en este juicio, si sobre mí lloviere, mires que soy polvo y ceniza, de pocas y flacas fuerzas. Es lo propio que dijo [58v] Job: Contra folium, quod vento rapitur, ostendis potenciam tuam6. ¿Tanto poder para tanta flaqueza? ¿Rayos tan fuertes para hojarascas tan delicadas? Basta viento, Señor, que eso se las lleva. Y si David compara al hombre a heno y a la flor del campo7 y a una imagen pintada8, paréceme que para el heno basta el sol para secarlo, y para la flor el hielo para marchitarla, y para la imagen basta agua para borrarla, y un pequeño trabajo y mortificación al hombre para consumirlo.

 

            4.         Según esto, bien, bien que el padre spiritual piense y premedite muchas cosas antes que descargue el golpe de la mortificación. No consiste el hacer un barbero buena sangría en meter mucho la lanceta -que tanto la puede entrar que rompa las cuerdas y los nervios y deje a un hombre manco-; antes consiste en tener la mano no pesada sino liviana, en romper la vena lo que inporta para que por esa abertura salgan las cuatro onzas de sangre y con facilidad luego, con un trapillo de lienzo mojado en agua, se torne a cerrar, porque también hemos visto afistolarse un brazo y venirse a pudrir de solo aquella picadurilla no bien hecha, y a buen librar volvérsenos la sangría enfermedad nueva que tenga el zurujano que curar. De esta misma suerte, digo que la mortificación ha de venir de buena mano, liviana, acertada, medida y atentada, no sea que por mortificar nos manquen a nuestro enfermo o nos lo destruyan en el camino que lleva comenzado, que acaso sea necesario busquemos otro maestro para que cure la mortificación que el pasado hizo y aplicó como sangría no bien hecha. No creo digo doctrina que no sea bien necesaria y que no haya muchos casos a que no sea necesario aplicarla. Cada día se ve los prelados hacer capítulos, reprehender faltas de suerte que salen los súbditos bien necesitados de buscar otros médicos y padres que los consuelen y reparen algo de lo que en ellos destruyeron las palabras pesadas y razones rigurosas que allí les dijeron.

 

            5.         Aquella piedra, de quien dice Zacharías que habíe Dios de entregar a su pueblo para que fuese piedra angular del edificio de su casa habiéndola primero con golpes y martillos labrado, dice que sobre ello ha de poner siete ojos: Super lapidem unum semptem oculi sunt. [59r] ¿Para qué, Señor, tantos ojos? ¿No bastan dos? No, sino sieted, quia ecce ego celabo sculturam eius9. Piedra que ha de ser entregada y puesta en manos de los hombres para que ellos la labren, menester es pongamos muchos ojos sobre su labor, porque el hombre es tan desatentado y desmedido en los trabajos, castigos y persecuciones que envía sobre el justo que, si no hubiese en el cielo quien mirasee con siete ojos y con particular atención no pase de raya, acabarían con él, sin mirar cuántas son las fuerzas del que lleva la carga.


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            6.         Va tratando san Juan en el Apocalipsif, capítulo 11, del martirio y crueldad con que serán tratados a la fin del mundo en tiempo del anticristo aquellos dos grandes prophetas y columnas de la Iglesia que para aquella empresa tiene Dios guardados en lugar secreto, y dice que sus cuerpos los dejarán sin sepultura para que todos los vean en medio de la ciudad de Jerusalén, y que después de estos tres días y medio resucitarán: Et corpora eorum iacebunt in plateis civitatis magnae per tres dies et dimidium et, post tres dies et dimidium, spiritus vitae a Deo intrabit in eos10. ¿Por fuerza, Señor, habéis de contar, en el rigor que se ha de usar con vuestros siervos, el medio día? O se han tres o se han cuatro, pues el día comenzado se da por cumplido, y no os mostréis tan tasado y ajustado, que poco importa contar o no contar medio día; o, si no, aflojad la mano y no consintáis que tengan allí a la vergüenzag tanto tiempo a vuestros siervos y amigos sin que les den sepultura; basta que sean tres días. No, que ya tiene Dios tirada la cuerda y tomada la medida de lo que ha de ser, y de esa mitad de día se ha de hacer acuerdo y mención; que no es Dios como los venteros y mesoneros que, hecha la cuenta, porque salgan reales cabales, no reparan en echar medio más. Cuenta, peso y medida para todas las cosas quiero en mi casa; y si tengo de consentir que el justo llore, han de ser lágrimas con medidah: Dabis nobis lacrimas in mensuram11, porque soy yo el que las tengo de limpiar.

 

            7.         Con esto queda suficientemente probado los ojos que deben tener los padres spirituales cuando labran una piedra para este espiritual edificio. Que no se den más golpes de los necesarios, según pide la regla y escuadra que sobre esa tal piedra se echa. Y que no sean más días los que ha de durar la mortificación, pena y trabajo de lo que echan de ver conviene. Que no sea en ellos la cuenta que decimos del ventero que, a trueco de que su mal cuenta y tanteo que hicieron salga buena, le quieran [59v] llevar al pobre pasajero lo que no debe y que pague lo que su bolsa y caudal no alcanza, y al que camina y apriende virtud lo que no puede hacer ni sus fuerzas alcanzan.

 

            Jhs.




1 Cf. 1 Cor 10,13.



2 Cf. Mt 7,24-27.



3 Gén 18,27.



a  ms. reparades



4 Ex 32,12-13.



5 Gén 18,30.32.



b sigue poco y tach.



c  sigue la tach.



6 Job 13,25.



7 Cf. Sal 102,15.



8 Cf. Sal 38,7.



d sigue quia celabo sculturam tach.



9 Zac 3,9.



e  sigue no pase de raya tach.



f  al marg. vide



10           Ap 11,8-9.11.



g  ms. vergenza



h  al marg. vide



11           "Cibabis nos pane lacrymarum, et potum dabis nobis in lacrymis in mensura?" (Sal 79,6).






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