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CAPITULO 9 - Cómo en Dios no puede haber engaño en las
penas y mortificaciones que envía a un hombre, y cómo son muchos los yerros que
en esto hacen los padres spirituales por no tener la sciencia que deben
1. Traemos inferidoa que en Dios
no puede haber yerro en las penas, trabajos y mortificaciones que Dios envía a
un alma por pasar todas ellas registradas por su infinito saber, ante cuyos
ojos está hecho muy al justo el tanteo de las fuerzas de cada uno para quien se
labra la cruz y mortificación. Como se vido en la licencia que el demonio pidió
a Dios para afligir al sancto Job y en lab que le dieron, pues
entregándole los bienes temporalesc del sancto patriarcha, le
reservaron y pusieron estanque en su personad, diciéndole: Ecce
universa quae habet in manu tua sunt, tantum in eum ne extendas manum
tuam1; mortifícalo en quitarle cuanto tiene, dice Dios, a él no le
llegues. Y después,
quiriendo más apretar la mano, el demonio tornó a pedir otra licencia para
meter más la lanza y herire su persona: y tanbién se la dan con
limitación diciéndole: Ecce in manu tua est, verumtamen animam eius
serva2; que le hiera en el cuerpo y le guarde el alma. Es, como hemos
dicho, Dios el que tira el cordel del edificio de donde no quiere Su Majestad
pase nuestro cordelejo. Porque, cuando sean mortificaciones de las que nosotros
llamamos burlas, ésas nota, considera y pesa, como dice David: Omnes vias meas
previdisti et funiculum meum investigasti3. Mis caminos tenías tú,
Señor, premeditados antes que yo los anduviese, et funiculum, el cordelejo,
pena, trabajo y mortificación que yo daba, aunque fuese por burla y
entretenimiento; porque el peso con que tú pesas los sinsabores que tiene y
padece un alma es tan justo que, por añadidura, no sufre burlas añadidas a las
veras; todo quiere que venga al justo.
2. [64r] Pues digo quef en Dios no
puede haber yerro ni sobras en materia de penar al hombre, porque siente mucho
de verle desnudo. Y si castigos sobrados merece, los quiere Su Majestad echar
sobre sí y que él sólo sea el que pasa la raya y el que en esa mercaduría por
nuestros delitos y pecados quiere dar y ofrecer al Padre medidag
revertida
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y peso
corrido; causa por donde el sancto Job le vino a decir a Dios: Utinam
apenderentur peccata mea, quibus iram merui4. Parece que el sancto Job,
viendo en spíritu padecer a Cristo, estaría haciendo el tanteo de sus peccados
y de todos los hombres, y que puniéndolos en el un brazo de la cruz donde por
ellos estaba Cristo colgado y hecho fiel, viendo cuán hacia nuestra parte
corríah y se inclinaba el lado y balanza de sus méritos y cuánto
sobrepujaban sus penas a nuestros peccados, pues con una gota de sangre podían
todos quedar perdonados y remediados, pónese a decir: Ojalá, Señor, se pesasen
mis peccados yi todos los del género humano, por quien merecimos ira y
enojo. ¿Qué decís, Job? ¿No
se pesan en la cruz? ¿La Iglesia no llama a la cruz peso, estatera facta
corporis?5 Pues ¿cómo pedís peso? Digo que es verdad que la cruz fue
peso, pero como Job no ve pesar al justo, pide peso. Ve que son más sin
cuento los trabajos de Cristo y las penas que la satisfación que de ellos podía
Dios hacer si quisiera, pues pudo con sola una lágrimaj, y así le
parece que no es peso. ¿De
qué sirve el peso si cuando yo voy a comprar una libra de alguna cosa me dan el
peso tan corrido que llevo arrobas por libras? Si así pesáis, Señor, vuestras
penas, no mereciendo nosotros ni aun adarmes, éste no es peso sino pagar a ojo,
sin cuenta ni medidak. Esa cuenta y medida sólo se ha de guardar para
el hombre que es flaco, delicadol y limitado en las fuerzas. Y así digo que de
parte de Dios para con el hombre no puede haber demasía ni sobra en el enviarle
trabajos y tribulaciones.
3. Puesto caso que en Dios en esto no
puede haber yerro, todos los que hay [64v] y se ofrecen a un alma en el camino
de la perfeción (que no son pocos) todos son causados de manos de los hombres.
Mendaces filii hominis in stateris suis6; son mentirosos en sus pesos y
en sus medidas, contra lo que Dios tenía mandado (Deuteronomii 25,
n.13m), diciendo al pueblo hebreo: Non habebisn in saculo tuo
diversa pondera, maius et minus, neque erit in domo tua modius maior et modius
minor. Pondus habebis justum et verum, et modius aequaliso et verus
erit tibi, ut multo tempore vivas super terram. Mándales Dios que no tengan dos
pesos y dos medidas, grande y pequeño, sino uno y ése justo, recto y verdadero;
y que con esto vivirán largo tiempo sobre la haz de la tierra.
¿Bueno será que vaya el penitente y el
dicípulo que apriende y desea aprovechar en el camino de la perfección, que
vaya afligido y desconsolado a quien le da el agua a la garganta, y que no le
falta un sorbo para del todo afogarsep, y que en esta ocasión el padre
spiritual no tenga cuatro palabras de consuelo con que animar a la tal persona
que así va afligida, y que no sólo tenga peso y medida pequeña pero
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aun ninguna
para consolarq y animar al caído? ¿Y que quien en esto es tan falto,
tenga medida tan r desmedida y peso tan grande para os
mortificars, que por hombrazo que seáis no tendréis saco donde quepan
tantas pesadumbres como os darán, diciendo que es menester mortificar? Que parece no
aprendieron en la escuela que ellos estudiaron sino a majar hierro. Que fuera
bien que advirtieran que si Yubal fuet el queu inventó el
labrar hierro a martilladas, su hermano fue el que al son de los martillos
inventó el cantar7.
4. Bien me parece que mortifiquen un alma
que tiene necesidad de que la ablanden, si está entera, y que le den uno y otro
golpe, pero al son de esos martillos es necesario haya algunos consuelos y
entretenimientos. Que el herrero, cuando saca [65r] la barra encendida de la
lumbre, bien sabe templarla en la pililla del agua y a los carbones encendidos
asperjarlos con el hisopo; que no ha de ser todo fuego, porque fuego sobre
fuego aun hierro consumirá. De que nos fue ejemplo aquel desatentado y
desacordado sacerdote Elí: que iba Ana, madre del gran Samuel, afligida y
desconsolada delante de Dios y derramando ella lágrimas y ruegos a sólo Dios, que
era el que la podía consolar y dar lo que pedía; oyéndola Elí sacerdote, le
dice palabras pesadas y llama temulenta y borracha; y quien así se muestra
riguroso con quien viene llena de desconsuelo, ésev no tiene una
palabra mala y pesada contra sus hijos que cada día cometen delitos en la casa
de Dios8. Esto es tener dos pesos y dos medidas en casa: una para los
forasteros, grande, de trabajos y mortificaciones, y otra, de contentos y
disimulaciones, para los de dentro de casa.
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