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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 11 - De tres estados que el justo tiene en el camino de la perfección, y cómo el padre spiritual se ha de haber en cada uno de ellos aplicándole mortificaciones
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CAPITULO 11 - De tres estados que el justo tiene en el camino de la perfección, y cómo el padre spiritual se ha de haber en cada uno de ellos aplicándole mortificaciones

 

            1.         Para que descubramos otros yerros y inconvenientesa que suele haber en aplicar mortificaciones a los que por este camino dificultoso del estado de los perfectos caminan, quiero que notemos que el justo en este camino de la perfección padece o tiene tres estados: el primero es de principiantes; el segundo, de los que ya llegan; el tercero, de los que ya están1. En cada uno de estos estados el padre y maestro se ha de haber diferentemente. Esto bien claro es: que no se ha de cargar la mano a los que enpiezan tanto como a los que llegan o ya alcanzaron algún grado de perfección. Porque sucede muchas veces, estando un hombre delgado en la virtud, sib luego enpieza a descubrir grande cruz y trabajos, retroceder y tornarsec donde salió. A cuya causa con los principiantes se ha Dios con grande dulzura, según lo que dice David del trato que Su Majestad tiene con los que se determinan de le amar renunciando todas las cosas del mundo: Prevenisti eumd, Domine, in benediccionibus dulcedinis; posuisti in capite eius coronam de lapide precioso2. Que parece se ha Dios en aquellos principios con un alma como un galán en las primeras vistas con la que pretende sea su mujer: que haciéndole manifestación de sus tesoros y riquezas, le dice mill requiebros llamándola "mi reina", "mi señora ye vida" y otros nombres, con que le descubre cuánto desea su compañía; hasta que, ella enterada por sí propia, no sea necesario gastar tantas palabras ni hacerle guirnalda o corona de rosasf, flores o piedras preciosas. Que es lo que Dios hace, deseoso de aficionar al justo que aún no ha llegado a excudriñar sus secretos, dulcedumbres y regalos; después, como en el amor va creciendo esta tal persona yg ya más de casa, dale parte de sus trabajos, cruz y desconsuelos que en este mundo tuvo y padeció por los hombres.


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            2.         [69r] Estos tres estados y modos de padecer en ellos, o de aplicarles mortificaciones, pienso que por un exemplo quedarán entendidos y sus dificultades entendidas. Cuando era muchacho vi encerrar toros para correrlos en las plazas, de esta manera: traíanlos hasta la entrada del pueblo acompañados con otros bueyes mansos, apartando y quitando la mucha gente que los podía ablentar; no consentían los toreasen ni diesen vocesh; antes, con miedo y temor no se les fuesen, los vaqueros los traían con caricias y regalo según lo consentía su fiereza. En entrando en la calle por donde habíen de ahilar al corral del encierro y donde ya con grande dificultad se habíen de tornar, los silbaban, daban gritos y los hacíen mal, para que con esto no se pudiesen divertir para echar por una u otra parte, sino ir su calle derecha. Ultimamente, ya metidos en su corral, los sacan a correr a la plaza, donde les tiran garrochasi y aguijones, los pican y molestan de suerte que, por estar por todas partes cercados de barreras, les es fuerza sufrir todos cuantos males les hacen hasta dejar la vida en el coso, sirviendo con ella y a tanta costa suya de juego y entretenimiento a los circunstantes y a los que miran. Ojalá acertase yo a aplicar este exemplo, que bien a pelo viene del propósito.

 

            El justo en su vida perfecta no es otra cosa sino una risa, fiesta y entretenimiento para los del mundo. Así lo dice san Pablo: Spectaculum facti sumus angelis et hominibus, se asombran los ángeles y los justos de vernos hechos tragedia y entretenimiento de los malos; omnium peripsema usque aduc3, stiércol, scoria y andrajos que pisan. Pero antes que el justo llegue a este estado, es necesario atraerle, como decíamos de los toros, en compañía de varones justosj, a quien ya los trabajos amansaron; es necesario traerlos con caricias y regalos hasta que estén en lugar más seguro que con facilidad no puedan huir. Porque si a los toros los silbasen y toreasen cuando están en el campo anchurosok, seríales fácil huir y echar cada uno por su lado, y después no ser posible juntarlos, antes, atemorizados y espantados, no los podrían tornar al puesto.

 

            3.         Este es un yerro [69v] que muchas veces sucede con los que enpiezan a aprovechar en la virtud: que apenas se han determinado, cuando ya los cargan de mortificaciones buenos y malos, maestros y discípulos; que a las primeras vistas del poblado quedan atemorizados y asombrados. No tienen un grado de virtud, y ya los quieren silbar, despreciar y correr. Ellos como no llegaron a lugar por donde pudiesen enhilar sin volver a una y otra parte, sino que los tales silbos y mortificaciones los cogieron en un estado como en campo escueto y libre por donde pudiesen huir, parecióles vida muy dificultosa aquella y, volviendo la cabeza atrás, dieron lugar a sus sentidos para que cada uno huyese por donde le pareciese, tornando su lengua a sus antiguas conversacionesl, sus ojos a la vista agradable y así de los demás sentidos.


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Y esto de suerte que, si hecho este yerro queremos tornar a juntar la gente que ya huyó y se desperdició cada uno por su parte, no podremos, porque llevaron tan inpresos en sí las mortificaciones, penas y trabajos que sin tiempo les ofrecieron, que sólo el retintín de las voces, silbos y vayas que les quedaron inpresas en las orejas eso basta para que no haya quien ya se averigüe (como dicen) con los sentidosm y con el hombre interior y exterior para los tornar a juntar y recoger. Lo cual no sucediera si los padres spirituales que mortifican, disimularan y aguardaran un poco a que, habiendo este varón juston alejádose de los campos espaciosos y anchuras de su trato y estado antiguo, llegara a otro más estrecho, donde el mismo estado, virtud y perfección adquirida le sirviera de cerco y muralla para no volver atrás por más silbos y vayas que les dieran.

 

            4.         Aquí está pinctado el segundo estado y modo de cargar la mano de los maestros en las mortificaciones que aplican al justo que le posee. Es certíssimo que, si ya ha llegado el justo a entrar por la puerta del bien que desea, le ayudan las mortificaciones, las vayas, afrentas e injurias que les dicen, y son causa de que más alarguen el paso hasta entrar [70r] en el corral y lugar estrecho del estado y vida perfecta que pretenden, donde, como toros, a costa de sus propias vidas son entretenimiento de los hombres. Donde, como dice san Pablo, maledicimur et benedicimus, persecucionem patimur et sustinemus, blasfemamur et obsecramus4. Donde, como a toros, nos agarrochan, pican y hieren con maldiciones, persecuciones y blasfemias. Todo lo sufrimos y llevamos porque el officio y estado que tenemos pide todo eso, y trai consigo obligación de dar buen olor de Cristo5, que es a quien vestimos y representamos. Aquí es donde ya un justo sufre, sustenta, llevao, calla y tiene paciencia sobre todas las cargas que echan sobre él. Aquí es ya donde, cercado de favores del cielo como en plaza donde le obligan a no salir, puede decir las palabras de san Pablo: Quis nos separabit a charitate Cristi? Tribulatio, angustia an fames anp periculum? Certus sum quod nec mors, nec vita, etc.6 ¿Quién será bastante a hacernos saltar las barreras de la plaza? Ni la tribulación ni la angustia de vernos allí cercados y como ahogados, ni la hambre ni el peligro de dejar la vida. Cierto estoy que ni la muerte presente ni la vida que puedo aguardar o se me puede prometer, será bastante a que yo haga lo que no debo. ¿De dónde tanta fortaleza, glorioso Pablo? ¿De dónde tanta osadía? El propio lo dice antes: Si Deus pro nobis, quis contra nos?7 Si Dios hace nuestras partes, ¿quién será bastante a dar con ellas en tierra? Quien nos dio a su Hijo ¿cómo con él no nos dará todas las cosas? Y quien todo lo tiene, nada le puede faltar. Y quien es tan ricoq, a todos puede desafiar.


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            5.         De aquí querría que sacásemos para nuestros hermanos, a cuyo cargo están los novicios y religiosos que crían y pretenden aprovechar, que en sus principios les mostremos grande amor, grande charidad; los acariciemos y regalemos como arbolillos flacos que están recién plantados en la viña de Dios, que después de grandes y crecidos, entrará la podadera. Miremos lo que hace el padre de familias cuando planta un sarmiento: que le deja fuera de la tierra muchas yemas, por donde pueda echar y brotar a sus anchuras y por donde él quisiere; pero, después de grande y hecho vid, en cada sarmiento no le deja sino sólo una o dos yemas por donde pueda echar, lo uno porque dure y no se desustancie en un año, lo segundo porque en aquellos pocos cogollos o tallos que echa lleva el fructo [70v] que pudiera en muchos. El siervo de Dios, cuando enpieza y se planta, ha de ser así, que no se ha de podar y estrechar de suerte que de una vez hemos de querer que ni hable ni mire, oiga ni toque a cosa. Hémosle de dejar si quisiere hablar cosas sanctas y ejercitar los sentidos interiores y exteriores en cosas de Dios. Que, cuando haya crecido y sea vid, se chapodará y encaminará de suerte que, quitándole todos esos ejercicios, sólo se le deje el del entendimiento y voluntad: el entendimiento que descubra y la voluntad que ame lo que el entendimiento hallare, que en esos dos sarmientos y tallos dará la fructa y provecho que diera en otros muchos. Y también conviene así porque, como dice Aristóteles, pluribus intentus minor fit quoad singula sensus8; se desustancia un alma ocupada y divertida en muchas cosas.

 

            6.         Pero como en el principiante no sabemos por cuál parte producirá, brotará o dará fructo, es necesario dejarle guíe él, ayudado de Dios; que cuando se vea y conozca qué es lo que más ama, si es la contemplación o acción, entonces entrará la podadera que decimos y se puede cargar la mano en la mortificación y penitencia, según a cada uno le va dando Dios las fuerzas. David mandó poner a Urías en el encuentro de la batalla, ubi fortissimum est belum9, siendo soldado ordinario y bastándole ser cabo de escuadra o ir en la retaguardia, donde ya las balas van cansadas y los golpes sin fuerza. Pero si al flaco le ponen ubi fortissimum est belum, donde el tiro y saeta penetra, el golpe se despide y cai con fuerza, donde como granizo cain balas y como relánpagos llueve fuego, llano es que, no siendo muralla el soldado sino tierra flaca, que habíe de morir; así lo dice Joab en su carta: Et etiam Urias Eteus mortus est r10.

 

            De esa misma suerte digo que a cada varón perfecto se le ha de dar su lugar según sus fuerzas y estado que profesa, no antepuniendo el flaco al fuerte y el que no puede llevar cuatro libras de trabajos, cargarle arrobas de ganapán, porque será fuerza echarse con la carga.


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Aquellas vacas, de quien dice la Sagrada Scritura (Regum) cuando llevaban el arcas del testamento sobre sí, dice que aunque los becerrillos daban voces no volvían atrás [71r] ni adelante, sino que iban su camino derecho11. No me espanto, porque el arca llevaba dentro de sí la vara de Moisés, que volvía los ríos en sangre, y las tablas de la Ley y el maná que sustentó al hebreo en los desiertos12. Y las vacas significan a los justos y aprovechadost, en quien la vara del rigor y justicia de Dios, con que Su Majestad saca sangre, la llevan en su alma y consideración, en quien la ley de Dios va escrita y dibujada, y el maná y sustento de su doctrina. ¿Quién, llevando encerradas dentro de sí estas tres cosas, ha de volver atrás aunque más voces y gritos les den las criaturas, aunque más porfíen los sentidos? El hombre que aún no llegó a poner sobre sus cuestas estas tres cosas: la vara de la disciplina, penitencia y rigor, el cumplimiento de la ley de Dios y la presencia de sus misterios, no hay que espantar que con pequeñas ocasiones vuelvan las vacas atrás y que cada una busque sus hijos para los sustentar y alimentar. Quiero decir que el justo que ahí no llegó, pequeña ocasión le basta para volver en sí y sobre sí a alimentar sus hijuelos, que son sus sentidos y hombre exterior, dejando los primeros intentos.




a  ms. inconvevenientes



1 Incipientes, proficientes y perfectos, según la nomenclatura tradicional. Cf. STO. TOMÁS, Sum. Th., 2-2, q.183, a.4.



b sigue dende tach.



c  sigue de tach.



d corr. de eos



2 Sal 20,4.



e sigue mi tach.



f  sigue ni tach.



g  sobre lín., en lín. como tach.



h  ms. vocen



i   ms. garrochan



3 1 Cor 4,9.13.



j  sigue que ya tach.



k sigue esles fa tach.



l   ms. mortificaciones



m sigue para tach.



n  sigue a camino más estrecho tach.



4 1 Cor 4,12-13.



5 Cf. 2 Cor 2,15: "Quia Christi bonus odor sumus Deo...".



o sigue y tach.



p ms. am



6 Rom 8,35.38.



7 Rom 8,31.



q ms. arrico



8 "Pluribus intentus minor est ad singula sensus". Adagio escolástico anónimo; se encuentra, por ejemplo, en: BEDA EL VENERABLE, Liber proverbiorum (ML 90,1106); y PEDRO EL CANTOR, Verbum Abbreviatum (ML 205,113 y 119).



9 2 Sam 11,15.



r  sigue de manera tach.



10           2 Sam 11,24.



s  sigue a questas tach.



11           Cf. 1 Sam (= 1 Regum) 6,12.



12           Cf. Ex 25,16.21; 16,34; Núm 17,10; Heb 9,4.



t  sigue los tach.






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