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CAPITULO 14
- El alma que goza de la unión perfecta con Dios se siente segura frente a los
trabajos e incentivos terrenos
1. [75r]
¡Oh, válame Dios!, y quién se pudiera hacer lenguas diciendo la fortaleza,
tranquilidad, quietud y sosiego que un alma tiene cuando tiene a Dios en este
estado que vamos diciendo, y qué poco caso hace de los trabajillos y
mortificaciones que se le ofrecen. Quoniam a dextris est michi, ne conmovear,
dice David1; téngole a mi mano derecha para que nada me conturbe. Bien
así como el niño a quien su padre lleva de la mano: que con ese favor y amparo
no se asombra ni atemoriza de las cosillas que por la calle topa. Como el
búzano que, metido debajo de las aguas, no se ahoga; como el aceite que con
nada se mezcla, sino que siempre nada y está encima; como el avestruz que con
el fuego ardiendo que traga no se muere. ¡Oh qué estómago tan ancho tiene el
justo!: en él todo cabe, un Cristo crucificado con su cruz y espinas. Nada le
ahoga, nada le turba, todo lo dijiere; zabullido en penas, en ellas halla lo
que busca sin que se ahogue ni desmaye; junto con las tribulaciones, sobre
ellas nada; con nada admite mezcla si no es con sólo Cristo, con quien
perfectamente está unido. Quien allí se atreve a entrar a llevar algún recado
al justo, pierde su nombre y se vuelve de la condición del trato que allí hay,
como lo que se echa en una cornaza2 encendida, que todo se vuelve fuego
aunque sea un bronce. Así lo está un alma puesta en Dios: cualquier cosa que
allí entra, aunque sean trabajos y penas, se vuelve Dios, y todo le es en
aquella ocasión al justo dulcedumbre sin que nada lo juzgue por mortificación.
2. Bien es verdad que a la entrada se
sienten los trabajos, porque así los llaman los porteros de nuestros sentidos
por donde entran, pero
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en alejándose de sí y llegándose al spíritu endiosado
y lleno de gozo, ya maduraron de suerte que de agraces desabridos del cuerpo se
vuelven licuor y cálix sabroso para el justo. Son como la vara de
Moisés que, echada en tierra, es serpiente y, en la mano del profeta, es báculo
y vara derecha3. Cuando los trabajos y mortificaciones tienen asiento
en sólo este hombre exterior, culebras y serpientes son que parece nos están
tragando, como las que picaban a los hebreos, que de sus picaduras morían,
pero, levantada una serpiente en alto y puesta [75v] en un madero, no sólo no
pica ni mata sino da vida4. Así son los trabajos en los que son tierra,
en los que por bajo caminan. Pero estos propios trabajos, levantados y puestos en
la cruz de Cristo con quien un alma amiga de Dios está unida, no sólo no le
hierena ni matan sino le dan vida y sirven de báculo que la sustenta y
arrimo que la levanta, de quien dijo David: Virga tua et baculus tuus ipsa me
consolata sunt5; no me afligen ni congojan, Señor, los trabajos que me
enviáis porque, aunque tienen nombre de vara y azote, báculos se vuelven que me
sirven de consuelo. Non accedet ad te malum, nec flagelum apropinquabit
tabernaculo tuo6; que no llegan males a Dios ni a su tabernáculo.
Porque ése es el bien y el previlegio del alma en quien Dios mora comob
en templo y casa de Dios vivo: que le communica Dios sus condiciones, y una de
ellas es que no llegue allí trabajo con nombre de castigo.
3. El sol dice David que es tabernáculo y
asiento de Dios: In sole posuit tabernaculum suum7. Y el sol tiene [que] no se puede eclipsar
por la parte de arriba con que mira al cielo impíreo. Sólo se eclipsa por esta
parte de acá abajo porque el planeta con que se eclipsa es la luna, y ésta está
en este cielo primero y no le puede tapar la claridad de la parte superior sino
sola esta parte que mira a nosotros. Y así es el alma del justo: sol en quien
Dios puso su asiento, a quien los trabajos sólo eclipsan y escurecen esta parte
de acá fuera que ven los hombres. Y así, con penas, trabajos y mortificaciones
parecenc los justos ahilados, amarillos, flacos, descoloridos, porque
entre este cuerpo y el alma cada día se entreponen mill crecientes y menguantes
de penas y de trabajos. Pero allá dentro en el alma, que mira y goza de Dios
con un particular grado de unión, siempre está clara y resplandeciente, siempre
está contenta.
Digámoslo de otra manera. En el
cielo [76r] siempre es de día porque quien allá alumbra es el Cordero, apud
quem non est transmutacio nec vicisitudinis obumbracio8; no se muda ni
alumbra a tiempos, siempred hay luz y claridad. Acá abajo, que el sol
sale y se pone, viene y va, ahora es de día y presto será de noche; cuando sube
es verano y cuando baja es invierno. ¡Oh, válame Dios! y qué dos mundos
diferentes veo en casa del justo: uno por de fuera donde si un rato tiene de
gusto
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mill tiene de sinsabores. Aquí es donde los favores salen
y se ponen, donde la bonanza cuando sube abrasa y cuando baja, hielae.
En el cuerpo es donde el justo se abrasa y se quema, donde losf
trabajos son noches de invierno donde el justo padece desabrigo y anda helado.
4. Que allá dentro en el alma, que después
de grandes trabajos y penitencias la unió con Dios y llegó a particular estado
de perfección, allí siempre es de día, siempre el alma tiene luz; jamás le
viene la noche mientras goza de esta unión. Porque, aunque es verdad que Dios
por su mayor aprovechamiento algunas veces se esconde, bien sabe que es
disimulo, porque como es sol que no se fue ni traspuso, no se esconde de suerte
que no quede el alma como por la tarde o por la mañana cuando el sol está
cerca, que aunque no se ve, los crepúsculos son bastantes para hacer que sea de
día; y como cuando se pone tras alguna nube, que no es ocasión bastante para no
saber que el sol está cerca. ¡Oh buen
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Dios míog!, encubríos cuanto quisiéredes, haced vuestros
disimulos; que, como no huís y cerca os quedáis, nada hay bastante para que os
pueda tapar y hacer desparecer del lugar donde estuviéredes. Y así el alma,
sabidora por algunas conjeturas que estáis en casa, y aun sin que lo sepa
estándolo vos, deshacéis [76v] todas sus tinieblas y obscuridades; derretís
todos sus trabajos y mortificaciones porque éstas, cuando lluevan y caigan tan
espesas como caía el maná, si siempre hay sol, siempre las derretirá, como se
derretía el maná cuando salía [el sol] de suerte que sólo gozaban del maná los
que no gozaban del sol y los que lo cogían antes que saliese9. Sólo
gozan de trabajos los que los cogen sin este sol de que vamos tratando que puso
su asiento en el alma del justo. Estos cuajan yh duran en el alma que
está en tinieblas y obscuridad. Que en el justo, en quien el sol está subido,
no consiente cuaje la nieve. Allá en tierras frías donde el sol baja, allí es
donde no se deshacen los hielos. ¡Oh pecadores que andáis alejados de Dios! No
os espantéis que os hallen tantos males y en vosotros duren tanto los castigos
y trabajos, que no hay sol que los deshaga.
¡Oh
hermanos de mi alma, y qué dichosa es el alma que tiene a Dios! ¿Quién con
veras no lo busca y, hallándole, no le tiene de suerte que no se le vaya,
siquiera para que no sintamos tantos trabajos, mortificaciones, afrentas y
denuedos como en este mundo se pasan, para sufrir y llevar bien y de buena gana
las penitencias y rigores de la religión, para estar y vivir siempre alegres,
para que la noche ni obscuridad no nos halle, para ser fuertes y desafiar al
mundo, para poder levantar la cabeza en el día de la tribulación?
5. Un lugar se me ofrece a este propósito
de san [Lucas], por quien Cristo dice, tratando del juicio y volviéndose a los
justosi, habiendo dicho algunos de los trabajos que entonces habrá, les
dice: Cuando esto viéredes, levate capita vestra, [77r] levantad vuestras
cabezas10. ¡Oh buen Dios mío! Habéis dicho por todo el capítulo 21
de san Lucas los grandes trabajos y tribulaciones que harán la cama y
prepararán el día de nuestroj riguroso juicio y vestirán de miedo y
temor a los corazones más erguidos y levantados; y decís a vuestros discípulos:
Cum videritis haec fieri, nolite terreri, quia capilus de capite vestro non
peribit11. Y poco más abajo, habiendo contado las señales rigurosas
que aquel día de Dios han de preceder, les dice que levanten la cabeza. Pues
pregunto yo, Señor: si hay guerras, encuentro, sediciones y una gente se levanta
contra otra gente y un reino contra otro reino, y por diversos lugares hay
diversos terremotos, pestilencias y hambres, asombros y miedos que causarán los
cielos, ¿y decís que no teman? Rara cosa. Aunque fueran de bronce y aunque
fueran fuertes y firmes como los montes, habíen de temer, puesk a facie
Domini mota est terra12; temblará la tierra y temblarán los montes de
verse delante de la cara y rostro de Dios.
Y más
dice Cristo a sus discípulos: Antes destas cosas pondrán en vosotros y en
vuestros sucesores sus manos y os perseguirán y entregarán al juicio inicuo y
malvado que hacen en las juntas de sus sinagogas; y os pondrán en guarda y
custodia; y os trairán (como se dice de Cristo, de Herodes a Pilatos13)
de presidentes a reyes; y seréis entregados de vuestros padres y hermanos,
parientes y amigos; y últimamente, morte aficient vobis, et eritis odio omnibus
hominibus, seréis aborrecidos de todos los hombres, acabando con vosotros con
la muerte14. Pero
después de estas cosas, capilus de capite vestro non peribit, un solo cabello
no perecerá de vuestra cabeza; y así no hay que temer. Antes, cuando
viéredes señales en el sol, luna y estrellas, y apresuras en las gentes por
lal confusión que tendrán del ruido de la mar y de sus olas; cuando
viéredes que los demás hombres se marchitan, arrugan y entristecen, y tiemblan
las virtudes de los cielos, vosotros levantad vuestras cabezas, levate capita
vestra15.
6. ¡Oh buen Dios mío! En semejante ocasión
¿no fuera mejor buscar dónde guardarla y defenderla? Cuando el cielo lloverá
globos de fuego ¿decís vos, Señor mío, que los vuestros levanten la cabeza y
que no teman? Rara cosa.
Sí, que no tienen por qué bajarla. Y quien el padre tiene alcalde, seguro va a
juicio. Vosotros -dice Cristo en el sermón de la cena- vocatis me
magistrumm, domine, et bene dicitis16; llamáisme maestro y
señor, y decís bien, que lo soy vuestro y vosotros mis discípulos. Y en otro
lugar les dice que uno es su Padre, [77v] que está en los cielos17. Y
así no hay que temer porque tienen a Dios, con quien perfectamente están unidos
por gracia, "a quien no llega mal ni azote a su
tabernáculo"18. Porque
como en el alma del justo está
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sentado como un sol en otro sol, esos globos de fuego
que lloverá el día del juicio, esos temores y temblores ya bajarán como copos
de nieve derretidos que correrán hechos avenidas a los valles y bajeza de los
malos llevándoselos al profundo del infierno. Notable cosa que la
nieve, que en lugares cálidos y donde da el sol se derrite, en los bajos y
lugares humbríos se torna a cuajar y hacer hielo de más dura que la primera
nieve que antes era. El día del juicio vendrá Dios hecho un sol por la parte
que mira a los justos resplandeciente y alegre; y así les dice que levanten las
cabezasn porque las penas, cuando a ellos lleguen, vendrán deshechas.
Pero por la parte que mira a los malos vendrá eclipsado, enojado, airado y
lleno de saña y temor, porque entre ellos y Dios pusieron peccados y
abominaciones, escurecieron de su parte aquella luz que los habíe de alegrar; y
así, como gente que estarán a la mano izquierda en parte humbría, las penas,
que deshechas pasan por las cabezas de los justos, en ellos se congelarán y endurecerán
de suerte que, abrasándolos y consumiéndolos, los dejarán enteros para que
vivos siempre penen.
7. Pues veamos si, al fin al fin, los
justos morirán con tantos trabajos y tribulaciones como se levantarán contra
ellos. ¿Cómo dice
que no perecerá un cabello de su cabeza? Torno a decir lo de arriba: que se
entiende del alma y de sus pensamientos, contra quien no podrán las fuerzas del
mundo ni resistirán los poderosos de él, porque el alma es a quien guarda y
defiende aquella junta y unión de quien vamos tratando; que la parte inferior
que mira [78r] a la tierra quedará en los justos eclipsada, perseguida y
maltratada según los más o menos crecientes de trabajos que les vinieren, de
quien el justo no hace caso; antes, eso les es causa de regocijo, porque con
esas persecuciones rompen esta funda y guarda esterior en quien está dibujada
una vida mortal, pasible y llena de mill trabajos, para que se descubra y
parezca la vida inmortal, impasible que dentro han ya empezado a poseer en
compañía y presencia de aquel gran Dios.
8. ¡Gran
Dios eres, Dios mío y Señor nuestro! Una y mill veces te ruego y suplico te
compadezcas de estos tristes gusanillos que viven en un tan estragado mundo
sujetos a tantas miserias de cuerpo y del alma, donde cada día experimentamos
nuevas e inauditas dificultades y, lo que más es, peligro de tropezones
espirituales. Poséante, Señor, nuestras almas, téngante de suerte que no te
dejen hasta que las entres en casa de nuestra madre19 la gloria, que
para nosotros como para hijos la tienes preparada, donde estaremos con eterno
contentoo y perpetua seguridad, mejorada la unión que contigo un alma
sancta aquí alcanzare, pues aquí es por sola gracia y allí se aumenta la
gloriap.
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