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CAPITULO 16 - El amor de Dios hace fuertes a los justos y
les descubre los bienes encerrados en los trabajos y las persecuciones. Uno de estos bienes es la purificación del
alma
1. En
aquella última cena que Cristo tuvo con sus sagrados discípulos, cuando el
corazón vierte a la clara los secretos con sus amigos sin guardar nada para
otra ocasión porque aquélla es la última en que el amor se manifiesta haciendo
de las suyas, entre otras cosas que descubrió del pecho de Cristo, "donde
estaban encerrados los tesoros de la sabiduría y sciencia de
Dios"1, tres particulares fueron: los inmensos e innumerables
trabajos que al mismo Cristo le cercaban y ya le estaban aguardando, pues
dentro de tan pocas horas rebalsa tan grande de ignominias, afrentas y penas se
derramaríen sobre su cabeza hasta llegar al alma; lo segundo que este propio
amor les descubre es los trabajos que los propios discípulos por su Maestro
habían de padecer; lo tercero es pedirles que no se turben ni tengan miedo. ¡Oh
amor sabio y discreto! ¿Cómo juntáis estas cosas: muerte y fortaleza, ánimo y
trabajos que tanto sobrepujan las fuerzas humanas, alegría y tanta diferencia
de persecuciones? ¿Quién ha de poder mirar a su Maestro, Padre y Señor en un
madero, sin ver en él aspecto ni hermosura2, antes afeado sobre todos
los hijos de los hombres, y no turbarse? Llegan las cosas a que os venda el que
entróa la mano en vuestro plato3 y a quitar la vida al que
tantas ha dado, y ¿decís que no tengamos miedo, y más añidiendob las
palabras que decís: que no es el discípulo sobre el maestro y que, si al señor
persiguen, también perseguirán a los siervos?4 No hay que encarecer
esto, que encarecido se está en las almas que estos misterios contemplan, las
cuales, después de todos estos encarecimientos, hallan las palabras [80r] que
el amor en aquella ocasión derrama fieles y verdaderas. Que el ánimo es para
aquella ocasión y que, si lo pide el amor, el amor lo da y él es elc
que a los que son verdaderos discípulos de Cristo los hace fuertes en las
batallas, donde dejan la vida y el cuerpo despedazado, según aquello de [san
Pablo]: Fortes facti sunt in belo5. Porque si los trabajos son agua, el
amor con que se padecen es fuego de alquitránd que con ella más arde y
con el viento de las persecucionese se enbrabece; y si enf esos
trabajos dejan los cuerpos, es que se desnudan para zabullirse en ese piélago y
de él sacar las riquezas que en esos trabajos Dios les promete.
2. ¿Quién ha de sentir trabajos en que
Dios les promete que vendrá y los verá y estará con ellos?6 ¿Cómo ha de
sentir el labrador las espinas que nacen en su sembrado si en medio de ellas ve
sus trigos
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floridos y colmados? ¿Quién ha de sentir las picaduras de
la abeja pues, picando, ella muereg y el picado vive? ¿A quién le han
de entristecer las lágrimas pues son aljófares y perlas preciosas que se
siembran para coger dones y gracias sobrenaturales? ¿Quién ha de mostrar mal rostro a males
llenos de bienes? ¿Quién ha de desechar el erizo de la castaña y arrojar la
almendra dura si dentro tiene el núcleo o tuétano que sustenta al hombre? ¡Oh
amor divino y celestial!, y qué bien sabías tú la miel que en sí encerraban los
trabajos cuando, proponiéndolos a los justos, dices que no se turben, sino que
tengan buen ánimo porque con él desharán el encanto, que en ellos está hecho,
de nuestros bienes y tesoros antiguos.
3. Antes del peccado, al descubierto
jugaba Dios con el hombre criándole en el paraíso, puniéndole su descanso en
jardines y prados amenos y deleitosos; pero, en el punto que el hombre se
apartó de Dios, los bienes y gloria se escondieron y, como ríos que por lo
secreto y poros de la tierra corren a la mar donde salieronh, así
huyeron las gracias y dones, que para los hombres en Adán estaban depositados,
a Dios, que era su fuente y origen, piélago y mar donde infinitos atributos
están encerrados. Pero, como Dios lo que pretende es nuestro bien y él es
bueno, de cuya propiedad es buscar a quién communicarse7, buscó otro
modo secretoi para que tornasen a salir aquellos propiosj
ríosk que en sí se habíen recogido en la fuga que hicieron al tiempo de
la mala cuenta que Adán dio de sí pretendiéndolo despojar el demonio.
Pues no
siendo Dios avariento [80v] de tantos bienes como de su cosecha tiene, buscó
trazasl secretas para que esos ríos de sus gracias, premios y glorias
tornen a salir y a verterse por las almas de los justos. Estos secretos por
donde vienen y se comunican son los trabajos, denuedos y persecuciones que los
justos padecen. Estos son el muladar en quien está encerrado el reino de los
cielos; el campo y soledad donde la oveja perdida se halla con su dueño y su
pastor; la basura donde se halla la dragma que buscaba la mujer
cuidadosa8; son el agua de colirio que aclaran nuestra vista para mejor
ver y gozar de Dios. Finalmente, sonm bienes encantados y vestidos de
males, cuyo hechizo deshace el amor sólo para quien tiene ánimo para verse con
ellos rostro a rostro sin les volver las espaldas, creyendo que Dios es
poderoso para de males sacar bienes. Así les dice Cristo a sus discípulos
cuando les pide fortaleza: que crean enn Dios y en él, que es una misma
cosa9.
4. ¡Oh, qué engañados andan los del mundo!
Quieren las primeras vistas de gloria y contento; la corteza la quieren a su
gusto, sin tomar un poquito de trabajo buscando la gloria de Dios escondida
queo tiene preparada para los que le aman10. En esto se
diferencian las bestias
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de los hombres: que, como no tienen manos para preparar
la comida, aprovéchanse con la boca y dientes de la cáscara y corteza que las
cosas tienen por de fuera; y así vemos que, si comen grano, comen más paja y,
si hierba, más espinas y, si fruta, cáscara. Pero el hombre, a quien le dio
Dios manos para preparar y aderezar su sustento, adentro pasa buscando las
cosas ascondidas, sin reparar en la mala cara de fuera; haciendo buen rostro a
estos trabajillos esteriores como gente que sabe, según lo que san Pablo dice,
que non sunt condignae passiones huius temporis ad futuram gloriam11,
que es todo risa lo que en los trabajos experimentamos en comparación de lo que
por esos caminos aguardamos. ¡Oh hombres sin consideración!, que os haya dado
Dios entendimiento y potencias para que, como de manos, os aprovechéis y
quitéis la paja y cortezap de las cosas que vemos y por nosotros pasan,
y como si fuéramos bestias, es más [81r] paja lo que comemos que grano. Huimos
de los trabajos y mortificaciones que en sí tienen encerrado nuestro bien,
buscamos consuelos y entretenimientos que en sí tienen disimulado nuestro mal.
El amor es el que hace los avisos verdaderos y ciertos desengaños.
5. No sé yo, amor, por qué te pintaron
ciego, pues así ves en las cosas contrarias tus bienes y en las penas manjar
con que te sustentasq. Tú eres el que haces nuestros aciertos y enpleos
dichosos, aunque sean de nuestra propia vida. Tú eres el que hallas r
nuestras ganancias en nuestras pérdidas fingidas, nuestra gloria en nuestras
penas, nuestra alegría en nuestro desconsuelo, y en nuestra soledad la compañía
de Cristo, que, si se va, viene para los desconsolados, quia si abiero, itero
venio et videbo vos, et gaudebit cor vestrum12. Quien este amor no
tiene es el que no ve, el ciego, el desacertado, el ignorante, el que en sus
pensamientos vanos cada día se halla perdido y menoscabado.
¡Ay,
hombres, los que vivís en el mundo! Abrid los ojos para ver vuestros yerros, y
advertid que para ver es menester que cerréis los ojos con que os miráis y
buscáis a vosotros propios. Que así lo hace el amor: que se venda por la frente
tapando sus ojos para mejor ver y más acertar, porque sus tiros no los hace con
espada ni lanza, sino con saeta que tiene lejos su corrida y vuelo; y así, para
acertar a aquellos bienes eternoss, cierrat el un ojo, que es
el exterior, porque con el interior ve, mira y acierta. Cerrad, almasu que
deseáis mejoros en vuestra vida, los ojos a las cosas de acá; no se os dé nada
de que la vista y parecer os la hayan quitado las afrentas y deshonras de la
tierra, que, si feas y denegridas estáis por de fuera, hermosas quedáis por de
dentro13, y con esposo y Dios tratáis que todo lo ve y
contemplav aunque de lejos14.
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6. ¡Oh, quién pudiera decir qué limpia y
jabonada sale un alma de los trabajos padecidos por Cristo! Asombróse san Juan
de la hermosura que llevaban los que en la gloria vidow
acompañarx al Cordero. No le sufrió el corazón sino, deseoso de saber
la fuente y agua que tal lustre daba y tal color poníay, no
atreviéndose a preguntar, para ello le dio pie y sacó a barrera uno de aquellos
venerables viejos que allí venían, preguntándole: Hi, qui amicti sunt stolis
albisz, qui sunta et unde venerunt?15 Di, Juan,
¿atreverte has a saber tú qué gente sea esta que aquíb está con vestido
tan blanco y de dónde vino? El glorioso sancto, dándose por vencido de no saber
de qué batán salía tal hermosura y limpieza, dijo: [81v] Tu scis, Domine mi;
tú, Señor mío, lo sabrás. Entonces le respondió y dijo el sancto viejo:
Hi sunt qui venerunt ex magna tribulatione et laverunt stolas suas in sanguine
Agni. Ideo sunt
ante tronum Dei et serviunt illi die ac nocte16. Esta limpieza (como si
dijera) se saca de la tribulación y de un lavatorio que se hace con sangre del
Cordero. ¿Qué hombre habrá que con ojos de carne mirara una tinta y jabón que
se diera a un vestido en sangre, que no viera y juzgara que salía y que habíe
de salir manchado, no blanco sino denegrido? Por eso Juan no lo sabe hasta que
le descubren el secreto en el cielo. Y allá nos dicen qué diferentes juicios se
deben echar en las cosas de Dios que en las del mundo, pues lo que por de fuera
según razón mancha y tiñe, por de dentro blanquea. Esta es la sciencia que
saben y han aprendido los sanctos en la casa de Dios, cuando están deseando ver
sus vestiduras bañadas en sangre derramada por Cristo, porque saben que de ahí
les ha de venir el estar del color que conviene para acompañar al Cordero y
alabarle de noche y de día.
7. Bien significó Cristo este provecho y
efecto de los trabajos cuando, cercano a su pasión, dijo a san Pedro: Simon,
ecce satanas expetivit vos ut cribraret sicut triticum17; pedido ha
satanás licenciac para acribaros como trigo. Veamos qué petición es
ésta. Lo que Cristo aquí quisod decir [es] que el demonio procuraba
afligirlos, atormentarlos y perseguirlos, como lo hizo en ele día de su
pasiónf. Pues ¿por qué a tantos males y trabajos los llama Dios y pone
nombre de ahechar y acribar, pues al parecer habíe otros en quien con más rigor
se pudiera explicar lo que padecierong aquellos días? Digo que ninguno
otro habíe en que más claro se manifestase el trabajo y tribulación que sobre
ellos habíe de venirh. Porque, cuando acriban un poco de trigo, el
grano que en la zaranda está junto, meneándola, sale cada grano pori su
agujero, no obstante que después a cabo de poco rato se torna a juntar. Pues
para dar a entender Cristo que uno de los mayores trabajos del siervo de Dios
era andar a solas y apartado de los demás, que es lo que el
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demonio hizo aquella noche, que es lo que [Zacarías]
dice: Percute pastores, et dispergentur oves18, hirieron al pastor y
derramáronse las ovejas; de donde vino que Pedroj negó19, Judas
vendió20 y los demásk lo desampararon21; [82r] pero a
cabo de pocol, después de los haber el demonio zarandado y
desperdiciado, los tornó Cristo a juntar22.
8. Digo
lo segundo, que el llamar Cristo a los trabajos zaranda y criba es para darnos a
entender los bienes que están encerrados en los males de la tribulación y
trabajo; porque cuanto mal hacen al grano de trigo zarandándolo, trayéndole
dando vueltas a la redonda, golpeando uno con otro, levantándolo en el aire,
golpeándolo con la mano, tanto provecho le hacen porque con eso le sacuden el
polvo y quitan la paja y lo dejan limpio.
Esto quiso Cristo decir a sus
discípulos en las palabras que les propuso de que el demonio habíe pedido
licencia para acribarlos: que si el demonio por una parte los habíe en aquella
ocasión y en otras de ablentar, perseguir y afligir hiriéndolos con las manos
de los hombres, entendiesen que de esas persecuciones y trabajos habíen de
salir limpios de polvo y paja, pues los propios trabajos les consumirían los defectos
y descuidos que tuviesen y los dejarían cual convenía para el secreto trato con
Dios. Esto propio es lo que decía el glorioso san Ignacio cuando se vido
cercano a las bocas de las bestias, a quien lo habíen de echar: Dentibus
bestiarum molar ut dignus Christi panis fiam23; bien me podrán a mí
despedazar y moler los dientes de las bestias, pero será para que de mí, como
de harina floreada, se haga pan blanco para el gusto de Cristo.
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