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CAPITULO 17
- En que se resume lo arriba dicho y confirma de cuánto provecho sean los
trabajos al justo
1. Mucho
pienso que me he divertido en los capítulos pasados, en quien hemos procurado
ver cómo un justo que tiene a Dios y ya llegó a tal estado de perfección que
por particular gracia mereció unirse con Dios, no siente los trabajos,
mortificaciones y disgustos que se le ofrecen guiados por cualesquier manos,
porque Dios, que aquella sancta alma la tiene llena, no deja lugar vacío donde
ellos entren a tomar posada de asiento sino que, llamando y hiriendo por de
fuera, [82v] se quedan a la puerta de este hombre exterior sin que una tal y
tan buena compañía como dentro hay les dé lugar a que aflijana un alma
de
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suerte que pierda el bien que posee. Y si alguna vez Dios
da lugar (para que más y mejor quede un alma asemejada a su Maestro) que entren
estos trabajillos y disgustos exteriores allá dentro, pierden el nombre de
trabajos, llamándose consuelos spirituales. Así como si un arroyuelo de agua
turbia y salobre entrase en Tajo y Guadalquivir pierde el nombre y el mal sabor
que traía y se trueca en las buenas calidades que esos ríos caudalosos tienen,
de esa misma suerte es tan grande el raudal que un alma tiene cuando posee a
Dios y camina para la gloria que, entrando en ella pesadumbres y
mortificaciones, sin detenerla ni enturbiarla, las convierte en gustos y
entretenimientos. Un poquito de vinagre a un guisado que está muy dulce, el
apetito dispierta para que sepa mejor; un ñubladillo que se pone ante el sol no
lo tapa, antes mejor nos deja gozar de él. Es tanta nuestra flaqueza mientras
en este mundo vivimos que es menester aguarnos el vino, mezclarnos lo dulce y
taparnos la luz del sol para queb de Diosc gocemos
mejord en la forma que se puede en este mundo, lo cual se hace cuando
envía Dios mezclados gustos con trabajos.
2. Hemos dicho tanbién cómo si alguna vez
dissimula y deja a los suyos padecer trabajos, no se aleja y esconde de suerte
que si los justos están en la mare de las tribulaciones, como los
apóstolesf de quien dice san Marcos, capítulo 6, que cum sero factum
esset, erat navis in medio mari et discipuli laborantes in remigandog,
Jesus autem solus in terra1. ¡Qué de trabajos juntos les vinieron a los
discípulos de Cristo en aquella tormenta que padecieron! Lo primero dice que
era ya tarde, que venía la noche, que no es lo que menos aflige en un trabajo. Lo segundo, que la nave estaba en medio de
la mar. Lo tercero, que hacían lo que podían. Pero no estaba Jesús lejos, que
sólo dice el evangelio que estaba en la ribera mirándolos. Lo primero dice que
estaba solo, para darnos a entender que en un trabajo todos nos dejarán y nos
desampararán, pero no Dios que es el que sólo y a solas acompaña a un alma
afligida y solah; y "si mi padre y madre me dejare, Dios me
recebirá", dice David2. Lo segundo dice [83r] que, puestos los
discípulos en este aprieto, estaba Jesús donde los pudiese mirar, para que
entendamos cuán abiertos tiene los ojos para que nadie se nos atreva sobre lo
que podemos sufrir; y que el que mandó a la mar no pasase la raya que en el
arena la tenía hecha, el propio es el poderoso para que las olas de los
trabajos y mortificaciones se quiebren y detengan sin cubrir ni zabullir un alma.
Que es lo que David dice: Non relinquet Dominus virgam peccatorum super sortem
justorum, no dejará Dios el poder de los malos para que los justos sean
perseguidos; y la causa es ut non extendant justi ad iniquitatem manusi
suas3. No quiere por ninguna causa ver Dios en el alma del
justoj
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unak mínima imperfección, que es lo propio que
en otra parte dicel: Cum ceciderit, non colidetur, etenim suponit manus
suas4. Cuando Dios deja y da lugar que un alma que Su Majestad ama
caiga en trabajos, no la deja que en ellos se offenda, porque ahí están sus
manos recibiéndola y detiniéndola no se hiera; son como el fuego de la zarza
que, si arde, no se quemam 5. Finalmente, estos trabajos que Dios
envía no son las tareas de los hebreos en poder de los egiptos: que,
quitándoles la paja con que trababan su obra, querían que les diesen cada día
las tareas cumplidas6. Es
Dios muy fiel amigo, no tirano; da fuerzas si da trabajos, da gustos si da
desconsuelos, para que lo uno se trabe con lo otro y con tal ayuda de costa no
haya hombre, por flaco que sea, que no cumpla con la tarea y officio que Dios
le hubiere señalado, aunque más tenga de dificultad.
3. También
hemos dicho cuán dichosa es un alma que padece por Cristo y que, cuando Su
Majestad abre la mano para que el justo padezca, es por el particular amor que
le tiene y los grandes provechos que los propios trabajos le acarrean. El amor
es una abeja artificiosa que de los trabajos, como de flores amargas, saca con
qué labrar un dulce panar de miel; y así como la abeja se sustenta de la miel
que labra en lo recio del invierno, cuando no hay flores en el campo, y
juntamente da fructon y cosecha a su tiempo, de esa misma suerte el amor
de Dios en el pecho del justo se sustenta de trabajos y de la miel que saca y
labra de ellos. Así lo dice David: Cibabis nos pane lacrimarum7;
nos sustentas y das de comer con pan de lágrimas. Y lo propio dice por san
Matheo, llamando a los perseguidos y cargados: Venite ad me omnes qui [83v]
laboratis et honerati estis, et ego reficiam vos8. Reficere quiere
decir dar de comer y satisfacer al que tiene hambre; y ¿sabido qué plato es el
que da Cristo a estos que llama? Es el que él tomó y recibió en la cruz, que
fue de hiel y vinagre; y la propia que ofrece a los que le siguen. Y así es que
es comida del amor los propios trabajos, pues de ellos hace panar de miel
sabroso de que se sustenta el alma en el invierno scabroso de los desamparos y desvíos
que tiene de Dios. Digo más, que siendo el amor fuego y sustentándose el fuego
con leña, siempre que da Dios su cruz al justo y le envía trabajos, le aumenta
el amor y crece en él el fuego y queda sustentado con cruz y mortificaciones. Y
este amor y cruz son quien a Dios le dan el alma bien sazonada para que, siendo
ése el manjar de Dios, con ella se recree y quede pagado del reficiam vos que
promete a los trabajados, quedando Su Majestad satisfecho de aquello que bien
desea; y en este plato y banquete que el justoo hace a Dios, la cruz
sirve de asador y el amor de fuego que asa y guisa el alma y la vuelve al gusto
de Dios.
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4. ¡Oh buen Dios mío! Si los trabajos me
aumentan el amor, como leña con que más arde y sube arriba el fuego, sustentan
como pan mi alma y dan fructo y cosecha a Dios, ¿quién no los ama? ¿Quién no los quiere? ¿Quién, cuando a
vista de ellos cuando los ve venir cruzados y trocados de su gusto y voluntad,
no les dice los requiebros que san Andrés decía a la cruz cuando dende fuera la
vido y saludó diciendo: O bona crux, diu desiderata?9; ¡Oh buena cruz,
muchos días ya amada y deseada, que fuiste altar en quien ofreciendo Cristo
sacrificio al Padre, saca tantas ánimas de purgatorio! ¡Oh dichosos trabajos, quep
despegáis mi corazón de las cosas de la tierra y lo levantáis a un cielo
divino! ¡Oh buena cruz, que heciste espaldas a mi Señor Jesucristo mientras
puso en huída al enemigo y dél tomó venganza! ¡Oh dichosas mortificaciones,
trabajos y penitencias, que domáis mi carne, fuerte enemigo, y ahuyentáis los
demonios y hacéis temblar los infiernos cuando ven un fuerte soldado de Cristo
cargado [84r] de hierro y de cilicios, como de cotas y mallas con que repara
los golpes de las tentaciones sensibles y sensuales! ¡Oh buena cruz, que fuiste
un asador que en ti el fuego del amor asó el Cordero que quita los peccados del
mundo!10 ¡Oh dichosos trabajos, que en mí queman, abrasan y consumen
los peccados e imperfecciones que en mí hallan! ¡Oh buena cruz, que
eres un mástil breado en quien estánq subidos y puestos los premios de
los justos! ¡Oh dichosos trabajos r, en quien el alma sancta halla su
cielo y gloria! Y finalmente, ¡trabajos dichosos, en quien un alma se derrite
para más y mejor unirse con Dios!
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