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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 20 - En que se responde a la duda propuesta
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CAPITULO 20 - En que se responde a la duda propuestaa

 

            1.         A estos tales justos quiero decir una cosa, a ver si este consejo les fuese causa de algún quieto y sosegado sufrimiento. Digo que, pues a los trabajos hemos comparado en el capítulo pasado al fuego, que considero dos maneras de fuego, según arriba apunté a decir. Uno es como el natural, que sin leña se conserva y es fuego más perspicaz y penetrante; pero no quiero poner exemplo en ese fuego por ser más intelligible que el que ahora diré. En Sicilia hay unos montes, que llaman los montes de Etna, que siempre están ardiendob y echando llamas de sí sin que allí haya leña o les echen algunos materiales con


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que se conserve aquel fuego; sin que lo soplen o hagan aire, siempre allí hay fuego que queme. Quieren decir algunos, filosophando de esto, que aquellos montes son de la calidad de la piedra azufre y que, heridos en sus principios de algunos rayos que bajaron de las nubes, los encendieron de suerte que, una vez enprendidos, ya no tienen remedio sino que han de arder y se han de quemar. Bien al contrario de el fuego material, que con sólo leña [87r] y aire arde y se enciendec.

 

            Ordinariamente los hombres para que tengan trabajos y penas es necesario darles cruces, las cuales las vienen a tener de muchas maneras: o porque les quitan la hacienda, la honra o la salud, o porque les sucede alguna desgracia. Y estas ocasiones, sopladas con nuestra imaginación y discurridas con nuestro entendimiento, arden, nos quemand y afligen de suerte que nos parece estamos en un vivo fuego. Y estas penas se acaban y consumen cuando falta la leña y se quitan las ocasiones y nosotros cesamos de soplar y considerar en nuestros males.

 

            2.         Pero las penas interiores de quien vamos tratando son como el primer fuego natural elementar o como el fuego que decimos de aquellos montes. Y este fuego se suele hallar en algunas almas de algunos justos, las cuales las hizo Dios de tal calidad que son bien parecidas al alma sanctíssima de Cristo, la cual dende el instante de su concepción estuvo llena de inmensidad de penas que luego al punto se ofreció a padecer por todo el género humano. Estas almas que Dios por singular merced les dio esta calidad, las encendió en este fuego no con ocasiones de acá abajo, sino de un rayo o relámpago que de lo alto vino, y las enprendió de suerte que, sin que les echen leña, hagan cruces o ellos piensan, siempre penan, siempre arden y siempre les parece que se queman. Y si esto es así, cuando un alma se viere penada sin que nadie le haga mal ni daño, considere, para cuando se le ofrezcan las ocasiones, que no son los hombres los que así la tienen puesta y que eso ya no tiene remedio por vía ordinaria, porque así le agrada a Dios le sirva por singular merced que él le ha hecho.

 

            3.         Quiero decir más de otros trabajos que a estas tales almas en este estado y fuego les sucede, que el saber el estado que tienen podría servirles de algún remedio y alivio. Digo que suelen estas penas llegar como a hacer [87v] división entre el cuerpo y el alma. Así como si estuviese una poca de cerae helada en una vasija, entramas cosas estaban trabadas, asidas y pegadas y son una misma cosa. Pero, si le diésemos fuego, derretiríase la cera, despegar se hía y estaría bullendo por salirse fuera; y como cosa que, después que se derritió no cabe en vasija tan pequeña, está penada y estrechada todo el tiempo que en vasija tan pequeña la detienen. De esa misma suerte estas penas de que vamos tratando, como son fuego, derriten el alma y la despegan del cuerpo, de suerte que la que primero por estar tibia y helada era una misma cosa con el cuerpo, ya después que se derritió está llena de mill penas como quien no cabe en vasija tan pequeña como es el cuerpo, y está


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hirviendo y dando como saltos para salirse fuera; y con estas penas está y estará mientras estuviere detenida en casa tan angosta y estrecha.

 

            4.         Pues digo más y descubro una pena, podrá ser como inaudita, que le sucede a esta tal alma en esta ocasión. Y es que, como se ve con este fuego arrancada, despegada y como despedida del cuerpo, está con unas penas bien semejantes a las que padecen las ánimas del purgatorio, que ni bien están en el cielo ni en la tierra sino penando hasta que se cumpla la voluntad de Dios, que es el que las tiene en aquel lugar apartadas y detenidas por el tiempo que él fuere servido. De esta suerte estas almas en quien las penas fueron tantas y el fuego tan penetrante que quemó las ataduras con que el alma estaba ligada y atada con el cuerpo, y como no aún era llegado el tiempo en que del todo se habíen de apartar, tiénela ahí Dios detenida como en purgatorio de suerte que ni ella está en el cielo ni en la tierra. No está en la [88r] tierra porque no se aprovecha del cuerpo para tener en él algún género de descanso, para hacer cuando y como quiere los discursos y pensamientos que los demás hombres hacen y tienen; no se pueden aprovechar de los cuerpos para holgarse en las fiestas y recreaciones, en las comidas y banquetes, según denantes decíamos; y así, por esta parte, no puede tener descanso la tal alma. Tanpoco lo tiene por la parte de arriba porque tanpoco está en el cielo y, si alguna vez por singular merced tiene alguna luz, color u olor del cielo, eso es un relámpago que en un instante se pasa, y todo lo demásf del tiempo se queda para que padezca como en purgatorio y pene como a quien eso le han dado por officio.




a  Capítulo-propuesta al marg.



b al marg. (pregunta)



c  corr.



d corr. de quemas



e  sigue en una tach.



f  sigue se queda tach.






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