- 611 -
CAPITULO 22 - Los prelados y padres espirituales,
haciéndose una misma cosa con sus súbditos y discípulos, deben aplicarles con
prudencia y discreción paternal las mortificaciones más convenientes
1. ¡Oh
Dios mío!, de cuánta importancia es que el prelado y padre espiritual sea una
misma cosa con su súbdito y discípulo a quien enseña, para que, midiéndole con
su persona el tamaño que tiene, sepa la vida que ha menester, como hizo
Eliseoa con el niño de la viuda, que se apocó y estrechó para lo haber
de resucitar1. Y es de notar que, cuando envió a su criado Guieci con
su báculo o cayado, no lo resucitó2; para darnos a entender que pocas
veces los prelados hacen bien a sus súbditos con palos, particularmente si son
descompasados. Mejor se vivifican con soplos y con estrecharse los prelados y
medirse con su pequeñez y poco ánimo que en las tales ocasiones suele el
súbdito tener. Y este hacerse una misma cosa el prelado con el súbdito es decir
que, en esto del imponerle trabajos y cruz, sean un Cristo y un Cirineo, que el
uno ayude a llevar al otro la carga; y ayudando, el prelado echará de ver el
sabor que tiene, si acaso es tan amarga que no sea lícito darla, por sancto y
justo que un súbdito sea, pues vemos que la que a Cristo le ofrecieron los judíos,
como la gustase, no la quiso beber3. Si aquella [91r] gente desapiadada
la probara, es certíssimo que no se la diera. De aquí es que las
madres que aman a sus hijos, particularmente cuando son pequeñitos, prueban
todo lo que les dan a comer y aun, tomándolo en la boca, lo mascan y ablandan;
y aun, si son niños de pecho, el manjar que les dan es lecheb que
primero fue sangre en el cuerpo de la madre.
2. ¡Oh, si los prelados advirtiesen que
con sus súbditos hacen y deben hacer officio de madre piadosa! Así lo dice san
Pablo: Filioli, quos iterum parturioc4; hijuelos, que una y
otra vez os paro. Que fue decir que siempre los consideraba por pequeñuelos y
que no los dejaba ser
- 612 -
grandes, según el amor que les tenía, sino que una y
otra vez los paría; y que no los amaba como si sola una vez los trujera en el
vientre y una vez sola hubiera pasado trabajos para los parir; y que esto era
causa para que el manjar que les diese no fuese sangre, sino de sangre hecha
leche, y así dice: Lac vobis potum dedi5. Que en esto todo era enseñar
a los prelados que las mortificaciones y trabajos que a los súbditos aplicaren
las maznen y ablanden primero entre los dedos y las masquen con la
consideración; y si vieren que son trabajos sangrientos, pues hacen officio de
madre, vuélvanlos leche de suerte que los pequeñuelos los puedan llevar. No den
comida que no puedan llevar estómagos flacos y les hagan dar mill arcadas, como
suelen hacer los religiosos demasiado de apretados y afligidos, y aun vomitar
lo que comen y lo que allá dentro tienen. De este jaez son las mortificaciones
que los prelados dan cuando por livianas ocasiones dicen malas palabras,
aprisonan, encarcelan, ponen preceptos y descomuniones con que un religioso se ve
tan apretado y constriñido que, si tiene poca virtud, todo lo echa, como dicen,
a trece; y si tiene mucha virtud, sufriéndolo, padece el cuerpo.
3. Contra estos tales prelados pienso yo
se debe Dios mucho de enojar, como se enojó aqueld hombre reye
con el criado: que, habiendo él dado malas cuentas, porque a él se las diese
buenas un compañero suyo [91v], dice el Evangelio que sufocabat eum dicens:
Rede quod debes6; que lo ahogaba y constriñía de suerte que no lo
dejaba resollar diciendo que pagase lo que debía. Y el otro, en la forma que
mejor podía, le decía: Pacienciam habe in me, et omnia redam tibi7;
ruégote que tengas alguna paciencia, me des alguna espera, no me ahogues,
déjame resollar, aguarda un poco, que yo te pagaré todo lo que debo. Pero no quiso este siervo cruel, no quiso,
sino fuese y hízolo meter en la cárcel y calabozo hasta que le pagase el último
cuadrante: causa muy bastante para que con él se usase de la propia crueldad en
las deudas que tenía. Y así lo hizo el rey cuando supo la tiranía que habíe
usado con su compañero: que lo mandó entregar a quien lo atormentase hasta que
pagase todo lo que él debía8. Grande exemplo es éste para enseñar a los
prelados a tener paciencia con sus súbditos, a los aguardar y esperar que con
virtud y fuerzas puedan pagar lo que a la obediencia deben y hacer lo que les
piden sin afligirlos demasiadamente, considerando que los prelados también
deben y, tanto cuanto son mayores, tanto más deben y mayores son sus deudas. Y es certíssimo que
con la medida que ellos midieren les han de medir y, si ellos reprimen a quien
les debe, han de ser ellos tanto y más comprimidos.
4. El
pastor que guarda ganado, cuando ve la oveja atrasada o que con ellas quiere
marchar a otros prados, para las llevar adelante, primero que les tire la
piedra acertada, tira muchas erradas y torcidas
- 613 -
contentándose
primero con el estallido de la honda sin que salga la piedra; y cuando forzado
y obligado de la detención de la oveja golosa le tira a acertar, no es pedrada
que mata ni encoja, porque eso ya fuera perder una res y dar mala cuenta del
ganado que se le entregó. Al contrario de esto hace el lobo cuando entra en una
manada: que echa la boca al pescuezo de la pobre oveja donde, acabando en un
momento, queda hecha manjar de su enemigo. ¡Oh, qué de prelados
ignorantes!, que por no saber [92r] el modo con que han de regir y gobernar, en
lugar de ser pastores se vuelven lobos que, inpuniendo a sus súbditos
penitencias y mortificaciones, más es ahogarlos y comer de sus carnes que
encaminarlos y llevarlos adelante en la perfección. Debiendo ser pastores discretos que al
súbdito descaminado primero le avisen, amonesten, corrijan, doctrinen con
spíritu de blandura, como dice san Pablo9, y si luego fuere necesario
hacer algún ruido, sea estruendo que atemorice, pero no lleve piedra que
descalabre; y si alguna vez, forzado y obligado del atrevimiento del súbdito,
fuere necesario descalabrar, no se dé el golpe donde se encoje la oveja y quede
de suerte que no pueda pasar adelante o sea herida, que desconsolado y
afrentado, un religioso ya no se atreva a entrar en cuenta con los demás. Que
de esta manera el súbdito quedará aprovechado y el prelado hará su officio como
debe y obligará a Dios a que le dé gracia y gloria, etc.
|