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CAPITULO 25 - Cómo una de las cosas que al hombre le
hacen insufribles los trabajos, es ver que quien se los inpone son hombres que
tanto se deben apiadar. Y cómo la razón que tienen de sentimiento, ésa propia
les obliga a los amar y perdonar
1. Bien entiendo quea una de las
cosas que más siente un alma en esta aflicción y ahogo interior de que vamos
tratando es ver que quien así aprieta los cordeles son los hombres, unas veces
por malicia y otras por ignorancia y poco saber. Y cuando es voluntad de Dios
que la tal alma padezca, en ella pone un enpacho o poco poder para pedir o
rogar que aflojen o desaten los cordelesb; sólo conocen en sí una
duración, perpetuidad o longura en el padecer, un serles forzoso elc
aguardar y esperar a que de lo alto venga el remedio. Pero aflígense
sobremanera porque quisieran estas tales personas que, siendo hombres por cuyas
manos se traman y urden estas telas de cilicio áspero y aflicciones, en su
padecer, que pues son hombres como los que padecen, que tuvieran entrañas de
hombres y se compadecieran como de hermanos. Vensed, por una parte,
heridos y llagados de quien no pueden aborrecer y, por otra, mayor crueldad que
si cayeran en los cuernos de un toro o en las uñas y dientes de un león, porque
de estas bestias vemos inmensidad de mártires libres, y ningunos conocemos
haber salido con la vida de la impiedad y crueldad de un hombre porque, cuando
éste da en ser cruel, mill ventajas hace a los tigres, osos y leones y aun a
los demonios del infierno. Así
lo dice Cristo cuando, tomando en sí la semejanza de labrador, habiendo
sembrado buena semilla, vino
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el demonio y sobresembró cizania, de suerte que se
vido en peligro toda la simentera que Dios habíe hecho, para quedar ahogada y
perdida.
Preguntando,
pues, los siervos de este gran labrador quién habíe hecho tanto mal, respondió
que el hombre enemigo lo habíe hecho1, [97v] dando a entender cuánto
mayores son las fuerzas del demonio si se encarna en un hombre que por sí solo,
pues vemos desta manera el hombre endimoniado sale con impresas que el demonio
por sí solo no podría. Como lo vimos en la muerte de san Juan Baptista, que
siendo ángel y ángel bueno, que es tan fuerte que en el cielo pudo más que los
ángeles malos pues vemos que allí vencieron los buenos y fueron vencidos los
malos2, y siendo así que es tan fuerte y tan poderoso un ángel bueno,
pudo más que él una mujercilla pues lo hizo degollar3. La razón es
porque el demonio encarnado es más fuerte que sí propio. Estraño caso que sea
yo herido de persona que por la naturaleza tengo yo obligación a amar, y que
por esa parte que yo me veo obligado a querer, por ésa tenga el enemigo más
fuerte, más desapiadado y cruel. También vemos que las bestias, para herir y
maltratar, han menester enojarse, azorarse o enperrarse y que el hombre, sin
nada de eso, riyendo, holgándose, festejándose, ejecute su enojo, derrame su
ponzoña y siembree su ira.
2. ¡Oh,
qué de justos hay mártires en el mundo, cuyo martirio está escondido con una
rissa disimulada, con un celo desordenado y con una mortificación y prueba (que
dicen) descaminada! Al justo, cuando lo martiriza el tirano, trágalo de una
vez, persuádese al martirio, aguarda el premio, espera el fin. Y gloria es
acometer tal inpresa. Pero, sin saber cómo o por dónde le vino, ve en sus
entrañas un fuego levantado de alguna pequeñuela centella, que le hace reventar
sin saber cuándo se ha de acabar ni si tendrá finf con la muerte, que
en ella se juzgará por dichoso sabiendo que allí enpieza nueva vida. Pero que
sepa que muere no para acabar, sino para enpezar a vivir vida que ha de ser
muerte prolongada y por manos de quien quejarse no puede, rogar no sabe,
esperar son esperanzas en hombres que de ordinario salen vanas y frustradas.
3. [98r] ¡Oh, qué bien le debe de ir a
Dios con los hombres cuando con ellos trata con trabajos y desabrimientos, pues
parece que en eso se ocupa y esmera! El otro dijo que, si hubiera de tomar
officio, escogiera hacer escaleras por donde los hombres subieran y bajaran,
que es lo que más se usa en el mundo, pues apenas vemos un hombre levantado cuando
ya lo vemos abatido, y ninguno perseverante y estable en la bonanza. Bien
parece, Señor mío, que vos sabíades en qué estaría vuestra mayor ganancia y la
mía, pues, siendo crucificado, tomastes por officio hacer cruces; y porque de
ellas haya abundancia, metéis officiales en vuestra casa que os ayuden, pues
apenas ya podremos hallar un
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hombre que con su vida o con sus palabras no mortifique y
persiga. ¡Qué bien cumplís, Señor, la palabra que por vuestro profeta distes de
que habíedes de cercar nuestros caminos de espinas4! Si los caminos del
hombre están llenos de espinas y abrojos, ¿por dónde hemos de andar que no nos
espinemos y derramemos sangre? No hay por dónde en el mundo, todo está cercado
y rodeado de espinas, porque Dios se ha con el hombre como el capitán que
quiere vencer hace con su contrario: que en el campo que sabe ha de entrar,
arroja y vierte muchedumbre de abrojos para que huir no pueda, acometer no
valga y que le sea fuerza el entregarse.
4. ¡Oh, alma cristiana, que por tantas
partes te ves penada y afligida sin saber por qué camino echarás que halles
algún resuello o descanso! Mira que quiere Dios que no le huigas ni acometas
cosas ilícitas sino que, cruzadas las manos, te entriegues. Y si los caminos de
la tierra te cerca y inposibilita tus pasos por ellos, procura echar por los
caminos y senderos del cielo, que están sembrados no de penas, sinog de
gloria, no de aflicción sino de contento, no de abrojos sino de rosas y flores.
Los que estamos y vivimos debajo de los planetash es fuerza gozar de
sus [98v] buenas o malas influencias, pero no los que sobre ellos viviesen. ¿Qué hay en el mundo que no sea maldad,
como dice san Juan? El cual, considerando tanta malicia como en sí tiene
encerrada, redujoi los males que de ahí salían a tres avenidas: a
soberbia, codicia y concupicenciaj5. Los que viven en el
mundo y están debajo de sus leyes, gozar tienen de sus males, pero el que sale
y deja estos caminos y con san Pablo tiene su conversación en los
cielos6, no tendrá abrojos que pisar ni males que gozar; y si el cuerpo
por ser de tierra no lo pudiere hacer volar tan alto, no le dé pena, que bien
sabe y puede communicarle el alma de sus bienes para que sus males sean
menores.
5. Y si por ser los trabajosk que
tiene de manos de los hombres, le parecen insufribles, mire la obligación que
hemos dicho tiene a llevarlos y a buscar con qué se consolar y a rogarl
por quien le persigue y mortifica. Y advierta que todas las razones que tiene
para mayor sentimiento de sus trabajos, ésas le obligan y hacen fuerza a más
amar y rogar por ellos.
6. Dice que su sentimiento nace de ver que
quien le mortifica y pena suelen muchas veces ser sus mayores amigos, maestros
y padres spirituales. ¿Qué mayor razón para escusarlos yo que estar persuadido
a que son o han sido mis amigos, maestros y padres, y que si por alguna vía al
presente no hacen obras de tales, tendrán escusa o suficiente ignorancia que
los escuse del mal que hacen? Y si
no la tienen, puesto caso que no se mueve la hoja del árbor sin la voluntad de
Dios,
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hemos de entender que haberse trocado de amigos y
padres en verdugos y correctores que ha sido ordenación del cielo para que, por
medio de las personas que me amaban y yo estimaba, Dios me quiere destetar y
desaficionar de las criaturas, dándome ocasión para que yo haga este discurso:
si quien me ama y es pagado en la propia moneda y quien es mi padre y maestro
así se truecan, tuercen y en ellos se rodea la fortuna, ¿qué [99r] hay que
aguardar de las otras criaturas? ¿Qué tengo que esperar de los extraños? Y con
esta consideración diga aquellas palabras de Jeremías: Vere mendaces erant
colles et multitudo montium, et tantum salus est in Domino Deo nostro
Israel7. ¡Oh, qué de veces sucede a un hombre, fundado en amistades y
favores de padres y maestros, hacer torres de viento, levantar quimeras y
soplar torbellinos! Que, a no ser Dios el que hace bajar la cresta, batir las
alas y derribar las velas, ya hubiera caminado uno cien leguas más allá del
infierno, o por lo menos, como humo que no tiene chimenea por donde salga,
haber ya desvanecido y derribado al más valiente. Por eso provee Dios de
desaguaderos y que nuestros amigos y padres spiritualesm maten el fuego
y viertan agua de mortificación y pena sobre el que, sin licencia y orden de
Dios, se levanta y quiere subir donde pocos hay que acierten a abajar sin
descalabrarse.
7. ¡Oh, qué bueno es ir agua abajo! Sucede
el pescado que va agua arriba hallarse muchas veces en seco porque, mientras
más sube, más se llega a la fuente estrecha den donde nace. El río en
sus fines es caudaloso. Al
contrario, el pescado que va agua abajo, mientras más camina, mayor golpe halla
de agua, porque siempre se le van al río pequeño juntando más arroyos y más
ríos hasta que su poco a poco viene a llegar a la mar hecho un golpho inmenso y
grande. ¡Oh, qué verdad tiene esto en los que viven en el mundo! Unos, que van caminando agua arriba,
haciendo fuerza a las pretensiones, a los officios y dignidades. Y es verdad
que, mientras más suben, menos gustos y contentos tienen, menos sobrellevados
andan, más pobreza gozan por tener más cosas a que acudir. Tanto suben y
quieren valer queo topan lodo, sacan cieno y dan en seco. Así lo dice
David del malo, que lo vido levantado sobre el cuerno de la luna y enpinado
sobre los cedros altos del monte Líbano; y a [99v] vuelta de cabeza, dice de
él: Et ecce non erat, que en un momento se le despareció8. La razón
debiera de ser porque, como ya habíe llegado a la cumbre de donde deseaba, sin
poder pasar de allí dio en seco y, como los peces que salen del agua luego
muerenp y fenecen, de esa misma suerte el hombre ambicioso, en el
puncto que le falta qué pretender y dónde subir, se consume y acaba viendo ya
sus pensamientos que no tiene en qué ejecutarlos. Por el contrario el justo y
perseguido, que como éste va agua abajo, mientras más se humilla, mayor
amplitud y dilatación halla en su corazón. Por
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esa bajeza se van descolgando mill fuentes y
arroyuelos de virtudes queq van y topan con el humilde hasta dar con
él, engrandecido, en la mar grande que es Dios. Así lo dice el mismo Cristo:
"Aprended de mí que soy manso y humilde, y hallaréis descanso para
vuestras almas"9. Toparéis con una inmensidad de bienes y gozos
eternos donde de veras dice un alma: Et tantum salus est in Domino Deo nostro
Israel10; aquí sólo hay salud y cumplimiento de todos nuestros deseos.
Amigos, parientes, conocidos, padres y maestros ¡afuera, afuera!, que ya no me
quiero tratar con gente tan sujeta a todos vientos, pues así se mudan r
y cada día los hallo de su color, procurando vestirme a mí del que trai y viste
la muerte. ¿Qué otra cosa puede dar el hombre, tan corto de bienes y mezquino
en la condición, sino poco y estrujado si es bueno, mucho ys revertido
si es malo?
8. De manera que los intentos que Dios
tiene cuando nos mortifica con quien nos debía amar, son dispertarnos a un
verdadero desengaño de las criaturas para que, huyendo de ellas, sólo busquemos
al Criador, fuente de todo bien. Y el poner estas penas y mortificaciones en
estas tales personas es para que les escusemos el mal que nos hicieren, y que
eso no es [100r] causa de aborrecerlas, pues son o han sido padres, amigos o
maestros.
9. Decíamos más, que la causa del
sentimiento en nuestros trabajos era ver los recibíamos de manos de hombres más
crueles y desapiadados que bestias. Debemos aquí considerar que en esto, como
en todas las cosas que Dios nos ordena, busca nuestro mayor bien y
merecimientot. Envía los males por manos que, recibiéndolos de nuestra
parte, no aborreciendo a quien el mal nos hace, nos hacemos hijos de Dios y llegamos
a un grado inmenso de perfección. Si el mal que nos venía fuera incitadou o provocado de
alguna cosa a caso o de alguna bestia o animal incapaz de lo poder amar, el
mérito no era grande, porque sólo podíamos merecer en recebir y llevar con paciencia
lo que nos venía, pero no en el amor de la persona por quien nos venía. Pues,
para que por todas partes tengamos ciertos nuestros granjeos, enviándonos los
males, nos los envía con quien nos los suba de punto, para que también así suba
nuestra paciencia y merecimiento yv que, recibiendo los males y amando
a aquellos por quien nos vienen, por muchas partes se nos aumente nuestra
corona, crezcan los méritos y suban los premios.
Y si bien advertimos, tratando
Cristo del amor de nuestros enemigos, no tanto encareció el recebirlos y el
llevarlos con paciencia cuanto que amásemos y hiciésemos bien a quien nos
hiciese mal11, porque en eso estaba encerrado el mayor premio. Y
también, amando a mi enemigo, se deja entender que el mal que me hiciese no lo
había de recebir
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como de
enemigo, pues por tal yo no lo tenía, sino por amigo, que es aquel por quien yo
rezo y hago buenas obras; y así, diciendo Cristo lo uno, en eso encerraba lo
otro. El argumento es fácil. Yo
rezo por éste que me hace mal y le hago buenas obras [100v], luego lo tengo por
amigo; si yo lo tengo por amigo, ¿cómo puedo yo considerar que el mal que me
hace es de enemigo? Cuánto más que males trocados en tantos bienes como
resultan de los trabajos y mortificaciones que por sus manos me vienen, no se
pueden llamar ni decir obras de enemigos, sino de amigos y bienhechores. Vemos
que por sus manos nos envía Dios encaminada paciencia, sufrimiento, aumento de
mérito y bienes de gloria juntamente con ser hijos de Dios. ¿De qué nos debemos
quejar ni hacer nuestros sentimientos?
10. Bien veo que somos hombres en los
trabajos que nos vienen, que no somos piedras ni cantos. Sentirlos tenemos. Lo
que digo es que nuestras quejas y querellas las tengamos con Dios, pues el
intento de Su Majestad en los tales trabajos es que levantemos los ojos al
cielo. Y que, si molestados del sentimiento algunas veces miráremos a la
persona que nos ofende y mortifica, no le miremos a las manos, que podrá ser
las tenga ensangrentadas usurpando el officio a las aves de rapiña; sólo
debemos mirarle al rostro, que lo hallaremosw a la imagen y semejanza
de Dios. Y si por sus crueldades y tiranías viéremos borrada la semejanza, allí
se quedó el lienzo en quien a Dios le es fácil tornarlo a su primor; pues
terrible cosa sería que, por cualquier ocasión por grave que sea, aborrezca yo
la imagen de Dios y el lienzo en quien Su Majestad por su misericordia y gracia
puede tornarse a retratar.
¡Oh buen
Dios y Señor mío! Si mi enemigo me hace hijo tuyo porque, amándolex, en
él cumplo tu precepto y mandamiento, ¿por qué no será razón yo le pague en la
propia moneda pidiéndote a ti por él, te sirvas de lo hacer también hijo tuyo
desarraigándole del corazón cualquier enojo y rencor, y poner en él tu gracia,
etc., y después gloria, etc.?
Jhs. Mª
[101r]
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