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CAPITULO 29 - Cómo no siempre los prelados y padres
spirituales son causa de las cruces de los súbditos y ahogos grandes que
tienen, sino ellos propios, por no acudir a Dios en la oración, donde se halla
cierto remedio para todas nuestras penas
1. Y porque dejemos bien concluido todo lo
que se puede ofrecer acerca de esto de ahogos y apreturas interiores en los
siervos de Dios y en los que viven en religión, me parece [108v] será bien
consideremos otras causas, demás de las dichas, de donde nacen, para que no les
echemos siempre la culpa a los prelados y padres spirituales; pues vemos que,
con pequeñas ocasiones y mortificaciones que nos dan, nos vemos agonizar y
palpitar, que parece se alcanzan unos palosismos a otros, según le parece a la
tal persona está ya acabando. Bueno
fuera que, si el otro se ahogó con una guinda o con un bocado de gallina no
bien mascado, que tenga la culpa el médico que se lo mandó dar. Esta culpa a él
se la echaremos, que quiso tragar la guinda entera y el bocado por mascar, lo
cual pudiera remediar con gran facilidad el enfermo, por delicado que
estuviese, animándose a le dar dos o tres vueltas más en la boca. Si el religioso
y persona que camina para Dios es tan delicada que con una mortificacioncilla o
trabajuelo da consigo en tierra, ella tiene la culpa, que no quiso desmenuzarlo
y deshacerlo con la consideración, y tragarlo su poco a poco si no pudo entero
y de una vez; que el padre spiritual no sabe otras medicinas ni leyes con que
curar y sanar sus enfermos.
2. Suelen
proceder estos ahogos muchasa veces, cuando nosotros somos causa de
ellos, de que no tenemos levantado el corazón a Dios ni tenemos consideración
sancta; y son indicios manifiestos de falta de oración. Así como, si en una
cocina encendiésemos mucho fuego y no hubiese chimenea o estuviese tapada,
ahogarnos hía el humo y resplandor, no tiniendo por dónde salir. No tiene el
hombre otro desaguadero de sus penas y trabajos sino el cielo, de donde dice
David le viene el socorro y auxilio: Levavi oculos meos in montem unde veniet
auxilium michi1; y en otro psalmo: Os meum aperui et atracxi spiritum
meum2. Parece que
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se me habíe
hundido, deshecho y anichilado mi spíritu; abrí mi boca y tornéle a atraer;
abrí mi boca para lo pedir y recebir, que el cielo lo está dando al que se
vuelve a él. O, si no, digamos que lo que David quiso ahí decir fue lo que
sucede a los que en el río se ahogan: que, después de haber bebido mucha agua,
abriendo la boca la vomitan, y cobran [109r] spíritu y vida que ya parece del
todo la tenían perdida. Así David con sus trabajos y persecuciones, grandes
cuidados y ansiedades del reino, parece que estaba sin spíritu y vida; abrió su
boca para que saliese tanto humo, tanto cuidado y trabajo como se la tenía
ahogada, y trujo el spíritu que se le habíe ido.
3. Llano
es que, si un hombre hoy es afligido con una pena y mañana con otra y no busca
desaguadero, que juntándose muchas, harán una mar que anieguen al spíritu más
encumbrado, porque, si cada un trabajito de por sí es poco, muchos juntos son
muy poderosos, según aquel ansioma que dicen los artistas: Singula, quae non
possunt, multa colecta iuvant3. Para quien trata de Dios y de
aprovechar su alma, yo no hallo otro desaguadero si no es la oración, descansar
con Dios, descubrirle el corazón y hablar con Su divina Majestad como con
persona que nos puede ayudar y socorrer.
4. Los
desaguaderos, para que sean buenos, hanse de hacer por parte que el agua no se
torne al mismo lugar donde antes estaba, porque eso ya es trabajar en vano;
como el que quisiera vaciar y agotar un pozo y derramara el agua que sacara
donde se tornara al mismo lugar por algún sumidero secreto. Muchos hay que, en
el remedio que buscan para sus trabajos y desconsuelos, les sucede esto propio:
que van a tratar sus aflicciones con quien se las dobla, o por lo menos, con
quien ningún género de alivio recibeb, como es tratarlas con los
hombres, particularmente si fuesen hombres de carne y poco espirituales, que
éstos no nos podían dar sino lo que tenían. Bueno fuerac que estuviera
yo lleno de calor, ahogándome y carleando como un perro que se ahoga, y que me
fuera a la boca de un horno a resollar y a descansar o [a] algún resistero de
sol; esto era ayudarme a ahogar porque, cuando yo echo el resuello caliente, he
menester estar en lugar frío para coger otro que me refresque. ¿Qué hay en el
mundo sino fuego abrasador que consume hasta los güesos? ¿Qué son los trabajos
y aflicciones sino fuego que me congojad y fatiga? Luego para resollar
no será bueno el mundo, que no me puede dar sino otro fuego, y fuego sobre
fuego es más presto consumirme y acabar; según verdadera filosophía, buscar
tengo lugar y tiempo fresco. Solo
el Spíritu Sanctoe es el que con este tiempo y lugar refrigera [109v]
un alma; así lo canta la Iglesia: In labore requies, in estu temperies, in
fletu, solacium. O luxf beatissima, reple cordis intima tuorum
fidelium, etc.4; descanso en los trabajos, en el
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estío templanza; ¡oh luz beatíssima!, enllena lo más
secreto de los corazones de los fieles -como quien dice- que están ahogados y
abrasados con cuidados y trabajos.
5. Quiero philosophar en esto un poco,
deseoso de persuadir a los que en este estado de padecer se hallaren. Que
busqueng a Dios y a su divino Spíritu, con quien de veras descansarán.
Los que navegan por la mar, recín entrados de tierra es certíssimo el marearse
y alterárseles los humores. La razón es casi lo propio que vamos diciendo de
los que en lugares no acommodados se quieren refrigerar. Los que entran de
tierra están enseñados a coger con el anhélito este aire saludable que corre
por la tierra, campos y buenos lugares. Pero, en entrando en la mar, cogen
cuando resuellan aquel aire destemplado y deshecho que corre por ella y, como
no están enseñados a él, luego se sienten destemplados y con doloresh
de cabeza hasta que salen a tierra.
¡Oh
almas que estáis acostumbradas a tratar en el cielo, tierra de los que viven, y
tenéis los cuerpos en este mar tempestuoso del mundo! Por las entrañas de
Jesucristo os ruego que no resolléis ni queráis descansar en lugar donde los
aires, las condiciones y humores de los hombres están y andan tan alterados;
que, si con ellos tratáis, sobre vuestros males os causarán mill dolores de
cabeza, mill alteraciones e inquietudes. Si por algún rato os vistes obligadas,
almas sanctas, a las leyes del mundo, las cuales os ahogaron y afligieron,
sursum corda, no hay sino levantar los ojos al cielo, poner nuestros cuidados
en las manos de Dios, que ellas son las que nos defienden de males y tornan
bienes.
6. Acá
solemos decir que un bordonero no puede ver a otro bordonero. La causa debe de
ser porque el uno noi puede remediar al otro y porque los lances se los
quitan los unos a los otros de delante los ojos. El mundo es pobre y tanto que
dice el profeta que: Extrictum est palacium et breve palium, ita ut utrumquae
operire non potest5; [110r] es un aposento angosto y una capa corta que
para dos no alcanza. Si esto es así ¿quién ha de acudir a ti, mundo pobre y
bordonero? ¿Quién contigo se ha de hallar bien que no esté (como dicen acá) como
dos con un zapato? Pues, si no tienes más de un aposento y ése estrecho, una
capa y ésa corta, mal podrás cubrir mi desnudez y desahogar mis apreturas.
7. A tu puerta, Dios mío, me
hallej la necesidad y el trabajo, que ahí certidumbre tendré que seré
bien socorrida, porque tú, Señor, eres rico para todos los que te invocan: Qui
dat omnibus afluenter et non improperat6; a todos dice que da bienes y
mercedes que van de paso, que eso me parece quiere decir afluere: correr, manar
y verterse. Que fue decir: la bondad y excelencia de las mercedes que hace, que
no son
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como si las
sacara de algún rebalso; que allí, cuando se saca el agua, se echa de ver por
lo que se desmengua, pero el que coge agua del río no se puede echar de ver la
que se saca porque siempre corre. Si hubiera millares de mundos y todos juntos
acudieran a coger bienes de aquellas manos poderosas y largas de Dios, nada se
echara de ver, porque era inposible desmenguarle una gota; tan rico se queda,
después de haber enriquecido esos mundos que hubiera, como antes.
Esa es la causa por qué no zahiere
las mercedes que nos hace, como dice el propio Sanctiago: que non improperat,
porque no le hacen a Su Majestad falta ni le disminuyen sus bienes ni se echan
de ver. Aquí sí cain bien mis vacíos, mis penas y aflicciones; para aquí se deben
guardar mis descansos y consuelos. ¡Oh, qué mal hacen los que estas cosas las
libran para el mundo, el cual es tan corto que, si a mí me da su capa y
consuelo, es fuerza que mi hermano se haya de quedar desconsolado y desnudo! En
fin, sus bienes son rebalsados y agua cogida a las goteras de las canales, que,
si dos días no llueve, todo es secura y esterilidad. Esto consideraba el
propheta Jeremías cuando decía: Quid vis ut vivas in via Egipti, nisi aquam
turbidam?7 ¿Qué queréis beber, hombres sedientos que acudís al mundo
[110v] a que os mate la sed? ¿Vosotros no sabéis que no tiene agua sino en unos
charquillos turbia y cenagosa? Acudid, almas sanctas, a Dios en la oración, que
es donde Su Majestad se communica en un celestial y divino rocío que refresca,
alienta, conforta y fortifica a un alma con gracias y dones
celestialesk.
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