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CAPITULO 31 - Cómo las aflicciones y trabajos son causa
de que el alma se recoja adentro; y cómo deste recogimiento son grandes los
provechos que le vienen. Y por esta parte, muchas veces Dios es causa de
nuestras aflicciones y trabajos
1. Escusando a los prelados espirituales
en los ahogos y apreturas que suelen tener sus súbditos y discípulos, hemos
dicho en los dos capítulos pasados cómo los propios ahogados y afligidos suelen
ser causa de sus males por no se querer animar a padecer un poquito y llevara
una poca de carga algo pesada por amor de Dios sin darse por vencidos a los
primeros golpes, y tanbién por no querer tenerb desaguaderos en su alma
para Diosc, como la casa pequeña que con facilidad se anega
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por no tener
arbañales o vertientesd a la calle. Hemos también dicho de cuánta
importancia le es al justo en cualquier ocasión destas acudir a Dios, en quien
solamente se halla el remedio cual el afligido y desconsolado lo ha menester.
En este capítulo ahora nos falta por
tratar cómo muchas veces estos trabajos, aflicciones y ahogos son causados por
parte del mismo Dios. Lo cual me parece de gran consideración saberlo, así para
excusar las personas que en nuestros trabajos no tienen culpa como para saber quién
hace la llaga, para obligarlo acuda con la medicina.
2. No son pocos ni pequeños los desvelos
de Dios para buscar en nosotros nuestros mayores aprovechamientos. Uno de los
mayores, y aun la fuente y origen de otros millares de bienese, es tener
un siervo de Dios el alma recogida y el spíritu abreviado y dentro de sí
propio. Y aunque para probar esta verdad no tuviéramos más de la razón natural
que para ello da Aristóteles, ésa bastaba: quef la virtud más unida es
mayor que ella propia cuando está derramada y esparcida1. Porque poca
lana, y ésa tendida en zarzas, menos o ninguna se vuelve (como en los capítulos
de arriba, tratando la causa de nuestros trabajos y aflicciones, hemos dicho). Nuestro spíritu es pegajoso, como lo es cualquier
licor (a quien de ordinario lo comparamos) cuando [115r] se derrama, que si lo
queremos coger, será poco lo que tornaremos a su vasija y eso lleno de tierra.
Así es nuestro spíritu, que derramado y fuera del vaso en que Dios lo puso y lo
recogió, si lo queremos tornar a nosotros, tornaremos bien poco y eso bien
lleno de la tierra a que estuvo aficionado.
3. Amenazando
Dios a su pueblo por Jeremías 50 n.11, entre otras culpas y cargos que les
hace, es decirles: Quia effusi estis sicut vitulus super herbam, et mugistis
sicut tauri; sois una gente, dice Dios, derramada, como el becerro que pace
hierba y como el toro cuando brama. Que son dos animales que cada uno de ellos,
puestos en esas ocasiones, andan como derramados, inquietos, desperdiciados, sin
ningún género de quietud: el becerro, cuando pasce hierba, buscando con la
gordura y lozanía cada momento diferentes prados; y el toro cuando brama anda
en celos sin calentar un sólo lugar porque el celo y fuego que en sí tiene lo
trai perturbado corriendo sitios y mudando lugares. Por te haber tú, pueblo
mío, hecho de esta condición, inquieto y desperdiciado como el becerrillo,
apacentándote cada día en prados y hermosuras de las criaturas de acá abajo, y
por andar como el toro celando cosas caducas y perecederas, de cuyo amor
desordenado estás encendido, por eso vendrán sobre ti grandes males. Y ¿cuáles, Señor,
serán éstos?
4. Primero, lo dice el sancto propheta en
el mismo capítulo2: Et eritg Caldea in praedam; omnes vastantes
eam replebuntur. Que vendrán sobre
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ellos los caldeos, y serán llenos sus deseos y
pensamientos de los que los acometieren. No parezca que aquí el propheta habla
fuera de propósito diciendo de parte de Dios que sobre ellos ha de venir
castigo grande, y es que los caldeos vendrán sobre ellos y enllenarán la rabia
y enojo que train, porque ellos andan derramados y disparcidos; que esto es
como si, guardando algunos soldadosh un castillo, saliéndose a pasear
cada día y no estando en guarda ni a cumplir sus obligaciones, les dijésemos
ellos perderán la fortaleza, vendrán sus enemigos y, no hallando guarda y
defensa dentro, fuerza es que enllenen las manos los enemigos. Habíe Dios puesto a aquel su pueblo por
guarda de su templo y heredad. Dejábanla por acudir a las cosas [115v] de su
gusto, así lo dice el propheta: Quoniam exultastisi, deripientes
hereditatem meam3; os holgáis y festejáis a costa de mi heredad. Llano
es que viniendo los enemigos sobre ella, no hallando defensa, que se han de
entregar y enllenar de lo que en ella hallaren. ¡Qué propio dibujo de
las pérdidas de un espírituj derramado y desperdiciado!
5. Crió Dios al hombre y diole un espíritu
a su imagen y semejanza y púsolo en sus manos para que lo guardase; a él propio
lo hizo su castellano4 y lugartiniente. Así lo dice David: Anima mea in manibus meis semper5.
"Mik alma está en mis manos"; que es decir: mi alma yo la
puedo guardar y librar de mal con los dones y gracias con que Dios acude, como
el soldado el castillo con los socorros de su rey. Pero, si este hombre que es
guarda de sí propio sale de sí, se derrama y desperdicia como el becerrillo por
los prados y como el toro en sus celos, es fuerza y muy llano que, viniendo el
enemigo sobre la heredad de Dios que es su alma, que se ha de entregar y
aposesionarl de ella.
Treta es muy usada en la guerra
procurar un ejército desbaratarm el de su contrario, porque el
escuadrón que primero se desbarata y descompone ése es el que primero es
vencido. Y aun por eso el Spíritu Sancto llamó a la esposa fuerte y terrible,
porque era ut castrorum acies ordinata6, estaba bien concertada y
ordenada. Y por el contrario el alma y espíritu desbaratado y desconcertado es
vencido, flaco y de poca resistencia. Y, si no, díganme por charidad ¿cómo
podrá resistir un pensamiento torpe y movimientos lascivos quien no está en sí
sino en los negocios vanos y en las aficiones ilícitas? ¿Cómo tendrá ojos
para ver sus propios daños quien los trai enpleados en la vanidad? Y así de los
demás sentidos de quien no es señor de recogerlos aunque más a priesa toquen a
rebato adentro, que cuando acudan al remedio ya está el daño hecho. Destos
daños e inconvenientes que le vienen a un alma por andar estragada y perdida
fuera de sí, fuera nunca acabar quererlos resumir ni abreviar debajo de pluma y
papel.
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6. Pero aún digo más para los que profesan
más perfección: que no sólo hace daño salir fuera de sí [116r] pero aun digo
que dentro del propio hombre hay diferentes aposentos en que, dejando nuestro
spíritu los de adentro y saliendo a los de afuera, recibe grandíssimo daño y
menoscabo la alteza y perfección de vida que en otros tiempos hayamos
granjeado. Dos aposentos principales, no obstante que haya otras cuadras,
consideramos en el hombre: el hombre exterior y el interior; y sacando nuestro
spíritu acá fuera al gobierno y vida exterior, pierde el spíritu nombre de
spíritu y se llama alma. Ahora pues, si por apartarse tan poquito de sí propio,
como es dentro de su propia casa salir al aposento de afuera, pierde la
grandeza de un nombre como es llamarse spíritu y lo trueca en otro nombre mucho
más bajo que es alma, tomado este nombre del officio que hace animando este
cuerpo, ¿cuál será la pérdida que le vendrá de salirse del todo de casa y irse
por esas calles y plazas tras las locuras de la tierra?
7. Bien pudiéramos traer aquí aquello de
los Cantares, que otras muchas veces hemos traído a diferente propósito, donde
la esposa pidió a su esposo que le dijese dó reposaba al mediodía porque quería
ir tras él a buscarlo, y el esposo le respondió: Si ignoras te, o pulquerrima
inter mulieres, egredere et abi post vestigia gregum tuorum et pasce edos tuos
juxta tabernacula pastorum7. Que fue decir el sposo a su esposa: Vos,
esposa mía, me queréis buscar al mediodía y que os diga dónde yo me recuesto y
apaciento mi ganado, para que allí me busquéis sin falta. No debéis de saber
los peligros que hay de salir un alma fuera de sí propia, andar por las calles
aunque sea a buscar lo que tanto ama como su esposo. Pues si no lo sabéis, para
que lo sepáis y escarmentéis, salidn, idos tras las pisadas de vuestros
cabritos y apacentad vuestro ganado junto a las tiendas de los pastores (como quien
dice) y ahí veréis lo que pasa y cuánto más valiera buscar a vuestro esposo
dentro de vos propia, en vuestra alma, que allí lo hallárades sin tantos
menoscabos vuestros.
[116v]
Díganme, mis hermanos, si un alma queda desmedrada y distraída buscando a su
esposo por las calles y plazas, como se vido en la propia esposa a quien,
andando en estos pasos, toparon las guardas que rondaban la ciudad y le
quitaron y despojaron del manto y vestido, ¿cuál será el desmedro y perdición
del alma que sale fuera de sí no para buscar a Dios, sino para buscar mundo y
el cumplimiento de sus deseos y pensamientos desordenados? Y si por alejarse el
spíritu de sí propio de suerte que aún no se pierde de vista cuando acude a dar
vida al cuerpo su compañero, a quien Dios se lo dio para que lo vivificase, no
puede ejercitar ese officio sin alguna pérdida de su perfección, ¿qué dirán a
esto los que en todo el año no entran en sí propios, que parece ni tienen
espíritu que trate con Dios ni alma que vivifique los cuerpos, según están de
muertos y enajenados? Con
quien
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hablaba
David diciendo: Redite, prevaricatores, ad cor8; volved a vuestra
propia casa, pecadores, entrad en ese corazón, principio de vuestra vida, y
veréis qué poca tenéis para tratar las cosas de vuestra salvación y aun las de
vuestro propio cuerpo, pues por estar fuera de vuestra casa y avecindada
vuestra alma en la ajena, que es en la casa y vida de la manceba, no tenéis
salud ni contento.
¡Oh, válame Dios!, y cómo no era
necesario hablar parabólicamente esta materia, pues vemos queo toda la
perdición de la vida del alma y del cuerpo la tienen los hombres puestos en
tener sus almas avecindadas y aposisionadas en mill deshonestidades y locuras,
de suerte que el cuerpo ya no siente la falta del comer ni dormir porque el
alma lo dejó solo y se fue por los bodegones y lugares inmundos de la tierra.
8. Dejemos
esto, tornémonos a nuestrap conversación. Digo más, que dentro de la
propiaq alma aun los sanctos y siervos de Dios consideran diferentes
lugares, de suerte que el mismo espíritu hay tiempos en que, estando [117r]
recogido en sí propio, se ve y considera más afuera y más adentro. De suerte
que pueda decir que en sí hay tiempo y lugar en que se halla consigo mismo más
solo y menos acompañado para acudir al bien que desea; de suerte que, sin estar
en el aposento del entendimiento haciendo sus discursos ni en la memoria con
sus acuerdos ni en la voluntad con sus afectos, en sí, sin saber cómo se ha
metido allá dentro en lo más ascondido r de sí propio, halla un
altíssimo conocimiento y una presencia de lo que desea y una voluntad que sin
llama se abrasa y consume en deseo del que de veras ama. Aquí es donde el alma
está de veras recogida, donde está sola, donde, cuando le venga visita de
pensamientos y consideraciones, no entran, porque aquel aposento, íntimo lugar
y fondo del alma, sólo se guarda para Dios y él es el que al alma mete y
esconde allí para de veras tratar y communicar con ella. Y este lugar digo que
es tan secreto que, estando en el alma, la propia alma tiniéndolo no lo sabe
porque, como digo, ella por sí no puede entrar si Dios, yendo delante, no la
recoge y mete haciendo que pierda el miedo. Porque, como es lugar tan secreto y
escondido, está obscuro y en tinieblas y sólo tiene luz la que le entra del
cielo, y así, para entrar donde uno no sabe y está obscuro, es menester ánimo y
quien nos guíe, todo lo cual hace Dios.
9. Aquí
recogida el alma es donde siente sus provechos, sus mejoros y sus creces, de
quien dijo David: Uxor tua, sicut vitis abundans in lateribus domus
tuae9. Cuando un alma está metida en los escondridijos tenebrosos, que
eso quiere decir in lateribus, entonces está como una vid abundante, entonces
es cuando el alma está llena de celestiales y divinos fructos. Y ¿qué más, sancto
rey? Que et filii tui, sicut [117v] novelae olivarum in circuitu mensae
tuae10. ¿Qué? Que, cuando tus hijos están amontonaditos y cercan tu
mesa, son como los renuevos de la vid. Que a mi parecer
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quiso David decir: Cuando el alma se entra allá dentro
con su esposo y le pone la mesa administrándole diferencias de manjares, si sus
hijos que son las potencias y sentidos interiores se van tras ella y le cercan
y rodean la mesa, no falta qué darles porque, de la fertilidad que allí se le
communica al alma, ellos quedans renovados y derechos como los
pinpollos y varillas que echa la oliva a la redonda de sí.
10. Y aun pudo ser fuese esto lo que dijo el
glorioso san [Pablo] cuando nos pedía que nos renovásemos en el spíritu de
nuestra mente: Renovamini -dice- in spiritu mentis vestrae11. Pues pregunto yo: ¿es
el spíritu el que renueva las cosas que están dentro de nosotros? Y ya que sea
el spíritu, ¿por qué lo llama spiritu mentis? Digo que muchas cosas hay que
pueden renovar las cosas que se hallan dentro del hombre, como son los sentidos
interiores y las tres potencias del alma, sin que sean renovadas del spíritu.
La sciencia y la sabiduría y la experiencia suelen renovar todas esas cosas,
con que un hombre parece otro de lo que antes era, y aun las riquezas y
prosperidades, las cosas de gusto y de contento. Pero san Pablo pide que no sea
cualquier renovación la que esos sentidos y potencias recibieren, sino la que
da el spíritu; y como en el spíritu considera diferentes estados, no quiere que
sea cualquier renovación de spíritu, sino del spíritu interior, del spíritu
recogido, retirado y metido allá dentro de sí con Dios, que eso quiere decir
spiritu mentis vestraet.
11. Yo
pienso que así se llama el alma con más propiedad cuando la consideramos como
ahora vamos diciendo. [118r] Podrálo enmendar quien lo leyere. Parece que el
entendimiento, cuando hace sus discursos, no se puede llamar tan nuestro como
cuando el alma conoce allá dentro, ayudada de Dios, como tenemos dicho, con
modo extraordinario y sobrenatural. Porque el entendimiento, cuando conoce y
discurre, todas las criaturasu en cuyo conocimiento viene le prestan
una semejanza y retrato de que se aprovecha el entendimiento agente, y ése allá
da preparadas esas imaginaciones al entendimiento posible de manera que, cuando
el entendimiento conoce, se hallan muchos a la ayuda de la obra: las cosas que
conocemos dándonos sus retratos, los sentidos por donde entran, la imaginación
y el entendimiento agente, de suerte que, después de haber el alma conocido por
ese camino, no podrá decirv con tanta propiedad que aquel conocimiento
es suyo, por las partes que en él tienen las cosas exteriores y los sentidos.
Pero cuando el alma sin ayuda de
estas cosas allá dentro -como decimos- conoce, entonces se puede llamar
"nuestro spíritu", spiritus mentis nostrae. Pues en ese spíritu, que
siendo dado de Dios es spíritu nuestro y propio conocimiento nuestro sin que
las criaturas ni los sentidos ayuden, en ese spíritu quiere Dios que renovemos
las cosas que estuvieren dentro de nosotros. Y esta renovación ha de ser sicut
novelae olivarum,
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que son unas varas derechas que aún no han tenido
lugar de torcerse, unos pensamientos y sentidos rectos a lo que Dios ordenare;
sicutw novelae olivarum, como renuevos de oliva, por quien es
significadax la misericordia y la piedad, que el hombre se renueve de
pensamientos blandos, amorosos, misericordiosos y llenos de piedad.
12. Y para que no entendamos iba David
hablando fuera de este propósito que decimos, en la semejanza [118v] de la
vidy, por quien entiende la mujer en los escondridijos de su casa, y de
los renuevos de la oliva, concluye diciendo: Ecce sic benedicetur homo, qui
timet Dominum12. De esa manera que decimos que es abundante la mujer en
los rincones de su casa y los hijos que le cercan la mesa, lo es el hombre que
teme a Dios, las propias bendiciones alcanza el hombre temeroso de Dios. Pues
¿qué tiene que hacer? Estar
escondido en los rincones de casa con temor a Dios. Digo que lo propio se es,
porque el que es temeroso siempre está recogido y anda huyendo de los lugares
públicos donde le puede venir algún daño, siempre anda encogido como huyendo y
por cuevas. Y si el temeroso tiene la propia condición que la mujer
que vive en los escondridijosz y aberturas de sus aposentos, razón es
que se le den las propias bendiciones: Ecce sic benedicetur, etc.
13. Y el comparar el Spíritu Sancto la mujer
a la vid fértil y abundante, también nos dio a entender la necesidad que tenía,
para llevar fructo, de estar escondida en lo secreto de su casa, porque entre
todos los árbores si a la vid la llamamos árbor, ni en todas las matas si la
llamamos mata, ninguna cosa hay que tenga tanto peligro de suyo como la vid,
porque parece está convidando con su fructo a chicos y grandes, pues para
cogerlo no es necesario escaleras, varas, palos, horquillas ni andamios, ni aun
es necesario apartaros mucho del camino porque ella estiende sus sarmientos a
los que por él pasan. Y aun por todos estos peligros que de suyo la vid tiene,
aquel gran padre de familias de quien dice el evangelio que plantó una viña,
puso tanto cuidado en guardarla que la cercó y puso en ella torre, casa y
lagar13, porque, de otra manera, antes de tiempo la hallara vendimiada.
Ya porque el hombre tiene toda esta necesidad de guardarse, lo comparó
el Spíritu Sancto [119r] a la vid, para que sepa, si quiere llevar fructo, que
ha de estar escondido, retirado y recogido dentro de sí propio de suerte que,
como vid, esté cercado para que ni palabras ni obras no salgan de la raya y
lugar que Dios le tuviere puesto; y dentro de sí ha de tener una torre que es
el entendimiento, de donde ojee y conozca por dónde le pueden venir los daños;
y juntamente, el lagar donde se pise la uva y se dé el fructo a su dueño.
¡Oh qué gran cosa es que el fructo lo
demos dentro de nosotros, que no lo saquemos fuera, que se nos volverá vinagre
si no lo ponemos en la misma tierra que lo lleva! En todo esto nos va avisando
el Spíritu
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Sancto cuán dentro de nosotrosb hemos de vivir y
estar para no perder los fructos y bendiciones que Dios nos ofrece.
14. Esto propio parece nos dio también a
entender el glorioso san Pablo en otras palabras como las que denantes
decíamos: Spiritu vivimus, spiritu et ambulemus14. Todo lo que en
nosotros hubiere quiere que sean obras del espíritu: vida, pasos y palabras. La
razón es porque, como el spíritu es el alma allá dentro de sí recogida, tanbién
lo serán las obras y los pasos que de ahí salieren. ¡Qué linda doctrina que la
vida y el ser de todas nuestras acciones no sea vida exterior ni del cuerpo, sí
del alma hecha espíritu! Suelen decir que el agua más honda es más dulce,
delgada y sabrosa. Y así quiere san Pablo que sustentemos nuestras acciones con
una vida que salga de lo hondo y ascondido de nuestro spíritu. Porque la vida
que puede dar este hombre exterior a nuestras obras ¿qué vida puede ser sino
vida de carne y de tierra y un agua rebalsada, estantía, turbia y cenagosa?
Pero la vida del spíritu es vida y ser divino, celestial, y un agua de gracia
communicada de Dios.
15. Bien podríamos concluir este capítulo
infiriendo lo que en el principio propusimos, diciendo que, si tantos fructos y
provechos a un alma le vienen de recogerse dentro de sí propia y este
recogimiento se lo causan las fatigas, [119v] los trabajos y ansiedades exteriores,
que Dios serác autor de tanto bien, incitando o moviendo cosas
exteriormente que, por huir de ellas, el hombre sea como el ave en
tiempod tempestuoso, que con accelerado vuelo se recoge a su nido donde
vive con seguridad. Esta nos dé Dios por su misericordia, etc.
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