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CAPITULO 32
- De la mala vecindad que nuestra carne hace a nuestro spíritu; de cuánto
estorbo le sea para su pureza de vida. Y cómo con los trabajos pretende Dios
dividirla y apartarla y recoger el spíritu adentro
1. ¡Oh,
buen Dios! ¿Qué lenguas hay en el cielo y en la tierra que puedan descubrir
tanta y tan inmensa bondad como tienes para con el hombre, puniendo tu infinito
saber en buscar modos nuevos e invinciones viejas con que más te dar y
communicar al hombre? Y como esta comunicación se hace de spíritu a spíritu,
del spíritu de Dios al spíritu del hombre, todas son trazas cómoa el
hombre sea spíritu y cómob la carne, que tan junta y pegada está a
nosotros, no nos puedac impedir, porque ésta es la nube que tapa y
escurece los rayos del sol, que no hieran la tierra, y la tierra que eclipsa
nuestra alma por ponerse y demediar entre Dios y nuestro spíritu. Y es un spíritu y
vida la de
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nuestra carne que no hay anhélito de basilisco que tan
presto mate quien a él se llega, ni soplo que tan presto empañe el spejo
cristalino como la carne destruye y escurece el alma en que Dios se mira y
recrea. No hay amigo tan ingrato ni enemigo tan cruel como es la carne del
spíritu, pues, después de le haber regalado, es como aquel de quien dice
Moisésd: Incrasatus, impinguatus, et recalcitravit1; que le
daréis de comer y de beber y será para que, cobrando fuerzas, os dé una
zancadillae con que os arroje en el infierno. Y ¿qué enemigo hay tan
cruel que, si os ha quitado y robado la hacienda y bienes [120r] que
trabajastes, os quite la vida y, si os quita la vida, para os hacer perder la
eterna os haga primero renegar del nombre de Dios? Pienso que ninguno, fuera de
Lucifer y nuestra propia carne; la cual, habiéndola regalado y puesto a una
mesa con vos propio, cuando estáis más seguro os saltea y roba los bienes del
spíritu, las obras y pensamientos y aun os degüella y quita la vida de la
gracia; y no contenta con esto, os hará blasphemar def el nombre de
Dios, como lo vemos en muchos a quien hizo esta miserable carne dar tantas
arcadas que, después de haber vomitado las virtudes, les hizo vomitar la sangre
de Cristo y perder la fee.
¡Ay,
cuerpo y quien contigo tiene amistad!, quien traba treguas y ofrece parias,
pues contigo no tenemos un momento de reposo, dispiertos ni dormidos, pues
contra ti en la vela hemos menester la disciplina en la mano y el cilicio
vestido y, dormidos, el agua bendita al lado y la cruz a la cabecera. ¡Qué bien
dijiste glorioso Pablo: Quis me liberabit a corpore huius?!2 ¿Quién me
librará de la muerte de este cuerpog? Que los sanctos y
siervos de Dios no tienen vida con él sino guerra y muerte.
Aristóteles,
con ser gentil, dijo que corpus quod corrumpitur agravat animam3; que
este cuerpo que se corrompe, apesga y agrava el alma. Que fue decir: no hay
grillos que así detengan en la cárcel al preso ni cepo que así apremieh
el galeote como el cuerpo detiene y estorba los pasos del alma. No hay
ligai con que los muchachos cogen pájaros que así estorbe el vuelo a
nuestro spíritu para que no vaya a Dios.
2. Va David en el psalmo 44 llamando a
Dios con grandes ansias y fatigas: Exurgej, quare obdormis, Domine?
Exurge, et ne repelas in finem4; levantaos, Señor, no durmáis ni nos
olvidéis (va hablando a nuestro modo), no nos desamparéis hasta el fin. ¿Qué es vuestra necesidad, sancto rey, que
con tanto ahínco clamáis e inportunáis a Dios? Torna y con eso [120v] no
descansa, sino que parece quiere tomar el cielo con las manos y reñir con Dios
con la lengua y palabras: Quare faciem tuam avertis? ¿Por qué, Señor, volvéis
vuestro rostro y nos olvidáisk en nuestra pobreza y
tribulaciónl? Et oblivisceris inopiae nostrae, et tribulacionis
nostrae? ¿Cuál es, David, vuestra pobreza, cuál vuestra tribulación, que
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tan poco
sosegáis deseando remedio para ella, invocando el favor y auxilio del cielo?
Cuál, él lo dice luego: quoniam humiliata est in pulvere anima nostra,
conglutinatus est in terra venter noster5. Llano es que el sancto no
hablaba allí de esta tierra que pisamos cuando dijo que su aflicción era que su
alma estaba humillada y abatida y derribada en el polvo y que su vientre estaba
conglutinado y pegado con la tierra, sino que quiso decir en pocas palabras: Mi
espíritu, Señor, se ha hecho tierra y vuelto carne, hase juntado alma y cuerpo
y héchose el spíritu de la condición de la carne. Porque ella es
elm polvo y la tierra; así lo dijo Dios en [el Génesis]: Terra est et
in terram ibis6. El hombre es tierra, y el que obran según las
condiciones del hombre en tierra se convierte. Finalmente, queda puesto del lodo y del polvoo, que es lo
menos que acá podemos decir pues por encarecimiento solemos decir: "Fulano
se levantó del polvop de la tierra" -para decir que se levantó de
nada-. Humiliata est in pulvere anima nostra; se hizo nuestra alma nada, siendo
una cosa tan preciada, cuando se juntó y pegó con este triste polvo de nuestra
carne y cuando con esta tierra se conglutinó, sirviéndole, como digo, de liga
que le estorba el vuelo para Dios. Y pues mi mal es tan grande, no me doy mucha
priesa en llamar a Dios y buscar mi remedio; no dilatarlo un momento porque de
su dilación se podrían seguir inmensos e infinitos daños. Y así, después de
haber dicho David su enfermedad, torna y dice: Exurge, Domine, adiuva nos et
libera nos propter nomen tuum7. Levantaos, Señor, y ayudadnos, que esta
[121r] obra no es obra de burlas que se puede hacer sentado; necesario es que
os levantéis porque es obra de peso y de cuidado. Que parece en esto pide David
el cuidado y encarecimiento que la Scritura hace cuando se abrieron los cielos
en el martirio de san Esteban y se apareció Cristo levantado para socorrer y
ayudar al que apedreaban8. De esa misma suerte, viéndose David apedrear
y maltratar de la carne cuando su espíritu se abajó a aquel polvo y su alma se
juntó con la tierra, pide a Dios que se levante porque él está caído en el
polvo; y un caído no puede ser levantado de otro caído. Es necesario que el Hijo de Dios se
levante de la silla do está sentado en el seno de su Padre y venga a
socorrerlo.
3. Pudiera
yo responder a David, cuando pregunta: Exurge, quare obdormis, Domine? Quare
faciem tuam avertis? -que por qué Dios se duerme y vuelve su rostro-, pudiera
yo responderle lo que él propio dice: porque humiliata est in pulvere anima
nostra et conglutinatus est in terra venter noster. Si vos, David, decís que
vuestra alma está envuelta en el polvo y vuestro spíritu vestido de tierra,
¿cómo queréis que no vuelva Dios su rostro? Spejo enlodado y spíritu
polvoriento, ¿cómo ha de volver Dios su rostro a mirarse en élq? Si tú,
hermano, le das a Dios con tu
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polvo y lodo en los ojos, haciendo vida perdida y
estragada, ¿cómo quieres que tenga Dios ojos claros y no dormidos para te mirar?
Si tú, por te haber vuelto tierra, no quieres subir donde él te llama, ¿cómo
quieres quél baje cuando tú lo dispiertas?
Y aun
por eso dice David: Et libera nos propter nomen tuum. Bien veo, Señor mío, que
de parte mía nada hay que os obligue r. ¿En qué obligación y cortesía
os puede poner la tierra y el polvo? En ninguna, por cierto; antes a que
huigáis de semejantes torbellinos como en mí ses levantan dispertados
de mi sensualidad. Pero
[121v] yo no busco razones de mi parte. Sólo os pongo delante, Señor mío, mis
trabajos, para quien pido socorro por vuestro sanctíssimo nombre. Tenéis nombre de
misericordioso, y para que con el nombre correspondan las obras, es necesario
que os levantéis a nos ayudar.
4. De aquí sacamos cuán grande mal es que
el alma se haga de la condición de la carne, se junten, hagan sus meriendas y
celebren sus fiestas, pues de tales juntas el spíritu queda hecho polvo y el
alma tierra. Y aun suelen ser causa estas amistades de spíritu y carne de
alborotar el cielo, inquietar la tierra y hacer que Dios se arrepienta de haber
formado al hombre (si en Dios pudiera caber arrepentimiento). Así lo dice la Sagrada Scritura en el
Génesis: Penitet met fecisse hominem, quia caro est9. Que le dio a Dios grande
pesadumbre viendo que el hombre se habíe hecho carne, y que se la juró
diciendo: Non permanebit spiritus meus in homine, quia caro est10; no
permanecerá ni dejaré mi espíritu en el hombre, porqueu es carne.
Veamos,
Señor, ¿por qué son tantos enojos? ¿Vos no nos hecistes de tierra, y somos
hechos de carne? ¿Qué novedad es ahora la que veis en el hombre? ¿Que queréis
hacer divorcio y apartamiento entre la carne y el spíritu? ¿Vos no los
juntastes y hecistes esta mezcla? ¿Qué ha hecho el hombre ahora de nuevo, que
le hacéis y ponéis por cargo que es carne? Verdad es que yo los junté, pero no
para que el spíritu fuese esclavo de la carne ni sujeto a sus leyes, sino para
que la carne se sujetase al spíritu y condición. No los puse juntos para que el
spíritu fuese carne, sino para que la carne fuese spíritu. Y pues tales y
tantos agravios recibe el spíritu de la carne, menester es apartar el uno del
otro y que no coman más a una mesa. Esto lo hizov Dios cuando con las universales aguas del
diluvio envolvió toda carne, asoló y destruyó al mundo11.
5. [122r]
Este remedio que entonces puso Dios para hacer estas paces fue remedio muy
costoso, a costa de un mundo entero y para una vez. Fue remedio eficacíssimo y
como enviado de la mano de Dios, pero no para muchas veces, que ama Dios mucho
al hombre que sus manos hicieron y formaron. Y así, cuando Dios ve la mala
compañía que le hace al spíritu nuestra propia carne y que muchas veces el
spíritu
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se vuelve de
la condición baja de su vecino, busca otro remedio Su divina Majestad menos
costoso que el pasado del diluvio, aunque algo parecido. Y es que, cuando ve Su
Majestad que un spíritu, que fue hecho para Dios, tuerce los caminos que debe a
ruegos y persuasión de la carne, envía sobrew esa tal persona un
diluvio de trabajos y aflicciones, en que se liberta el spíritu de la sclavonía
que con la carne tiene, ahoga este hombre exterior, lo zabulle y envuelve en
trabajos, de suerte que, sirviendo estos trabajos dex cuchillo, dividen
el alma del cuerpo para que el espíritu viva sin carne.
Ahora pregunto yo: si tuviésemos un
mal vecino a nuestra puerta, infame, ocasionado a murmuraciones, inquieto,
alborotador que un momento no os dejaba reposar, ¿qué diérades por apartar de
allí vuestra casa o desterrar la dey tal vecino, o siquiera que vuestra
casa fuera de tornillo para volver la puertaz a otra parte, para no ver
ni oír tales cosas? Esto propio hace Dios con el hombre: que, viendo cuán
infame es nuestra propia carne, cuán inquieta y cuán alborotadizaa, en
el diluvio destruyóle su casa y apartó tan mala vecindad. Pero en los justos
ahora pone en ellos un spíritu que es de tornillo y como puerta de quicial:
que, metido este spíritu en trabajos y aflicciones, vuelve la puerta a otra
parte de suerte que [122v] el que primero, por estar boca con boca y orejas con
orejas de su propia carne y sensualidadb, atendía y oía lo que la carne
decía, ya por estar trocado el spíritu y vuelto a Dios, nada oye de lo que en
la carne pasa. Esta merced y beneficio singular lo recibe el alma de Dios
cuando es recogida dentro de sí, trocada y vuelta spíritu mediante los ahogos
que decimos que Dios suele causar en un justo cuando con trabajos y aflicciones
lo aprieta y congoja, etc.
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