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CAPITULO 35 - Cómo Dios tiene puestos grandes bienes en
un alma para que, sin salir de sí, goce y halle su descanso y el bien que quisiere.
Y cuánta miseria es ignorar este bien que dentro de nosotros tiene Dios puesto
1. Hemos ido tratando cómo ela
alma recogida y retirada en sí propia está más fecunda y llena de bienes. Causa
muy suficiente para que, deseando con tantas veras Dios nuestro bien, busque
medios aunque [127r] sean algo costosos para que el alma se retire allá dentro,
pues en sí tiene Dios hecho moradas y aposentos donde hallará celestiales
dibujos de lo que debe hacer. Porque en ella está el lienzo en quien la
Majestad de Dios se retrató y dibujó, de tal manera que diga el Spíritu
Sanctob en el Génesis que factus est homo ad imaginem et similitudinem
Dei1; y esta semejanza y pinctura sólo es para la contemplación y
consideración, en quien los ojos del alma, que no pueden percebir la grandeza y
hermosura del rostro de Dios, lo vean y contemplen en su retrato y retrato tan
propio y vivo. Que para la verdad en el alma del justo está Dios no sólo por su
presencia, esencia y potencia, sino por particular gracia2; y si este
justo es de los escogidos, esta gracia sube tanto de puncto y se vivifica de
tal manera que el alma se siente unida y pegada con quien tanto ama y desea. Ahí desea Dios al alma, ahí la quiere y
ahí la procura tener escondida. Que parece se ha Dios como la buena madre que
tiene una sola hija a quien de veras ama, que no la querría ver un instante
asomada a la ventana ni por los agujeros o corrales mirando lo que pasa en el
pueblo y por las calles, sino allá retirada en su aposento, porque sabe que
allí recogida no ha de estar ociosa sino que ha de tomar el almohadilla y
labrar, y haciendas de consideración.
2. ¿Quién
es este nuestro cuerpo sino una casa terrestre, como dijo san Pabloc:
que habitamos en casas de tierra?3 Estos nuestros sentidos son ventanas
por quien vemos lo que pasa en este mal mundo en quiend vivimos; y, ahí
puestos, gastamos tiempo entretenidos en cosas de poca consideración y aun en
muchas vanas y de ofensa de Dios. Por cuya causa dijo Dios por [Isaías]:
Redite, prevaricatores, ad cor4; entraos, peccadores, dentro de
vosotros propios, cerrad esas puertas por donde salís a rondar la vanidad y por
donde ella entra a morar con vosotros. Y aun por eso dijo David: Averte oculos
meos ne videam vanitatem5. ¿Qué otra cosa hoy pasa en el mundo sino
vanidad? ¿Por dóndee se goza y
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trata con
ella sino por los ojos? Pues ruégoos, Señor, que tapéis estas dos
ventanasf para que no la vean.
[127v] Advirtamos el término con que lo
dice: averte, que quiere decir "volver" y "rodear". No pide
que le quite la vista, cierre los ojos, sino que los vuelva y rodee, como si
dijera: estos ojos, Señor, que miran afuera, de hoy en adelante miren adentro,
y si afuera quedaren lodados y tapiadosg, adentro queden tan
acrisolados que ahí os contemplen y mediten. Ahí es donde el alma, como
doncella y virgen, se ocupa en hacer sus labores muy a lo divino con menos
peligro y más seguridad. Causa muy bastante por qué la Majestad de Dios puso
dentro de nosotros suh reinoi; porque viendo nuestra flaqueza
no quiso que, por buscar a Su Majestad acá fuera donde tantos enemigos nos
cercan, por venir por lana tornásemos trasquilados, como le sucedió a la esposa
cuando salió a buscar a su esposo, que, yendo de calle en calle, le quitaron el
manto y volvió desnuda a su casa6.
3. Dotrina
es ésta común. Millares de veces se trata, los libros están llenos y
nadie se cansa de repetir lo que tantas veces sucede en daño de las almas y tan
poco se obra. Qué de problemas, qué de repeticiones y dichos de sanctos: que
jamás salió religioso de la celda que tornase a ella con la integridad de
pensamientos y afectos con que salió. Causa para Dios muy bastante, no sólo para
encerrarse con un religioso en su celda, sino dentro de su propia alma,
habiéndose como los discretos capitanes y maestros de campo: que en tiempo de
guerra entran en el castillo y fortaleza lo que han menester, por el peligro
que puede haber de lo salir a buscar fuera. Y por faltarles este mantenimiento
y provisión de su cerco y murallas adentro, hemos visto y leemos así en
historias divinas y humanas tantos desastres en el mundo: unos, de que
totalmente han desconfiado y tentado a Dios pareciéndoles que para ellos ya no
habíe libertad; otros, que de hecho se han entregado en manos de sus enemigos.
¡Oh
padres y hermanos míos, y si considerásemos cuántos y cuán grandes son los
males que en este mundo [128r] nos cercan, y cuán poderosos los enemigos que
están puestosj en vela para clavarnos el corazón cuando lo topen acá
fuera! Si esto de veras y como ello es lo considerásemos, ¡con cuántas veras
ayudaríemos a Dios, que es el que pone y quiere poner dentro de nosotros
suficiente mantenimientok y sustento con que el alma se entretenga
mientras en este mundo estuviere, sin salir a buscar ni a mendigar a las
puertas bordoneras de las criaturas!
4. Diránme: ¿Cómo tengo de ayudar a Dios y
cómo es esto que en mí hallel yo lo que puedo buscar y hallar fuera?
Tratando voy con los varones spirituales, que buscan cada día su mayor
aprovechamiento y procuran evitar sus menoscabos. Digo, pues, a éstos que hay
muchos
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que están enseñados a buscar cosas exteriores en que
meditar y contemplar, de suerte que el día que esa materia les falta, ora sea
porque se fueron al campo o se fueron a otras partes a entretener, dicen que no
pueden tener oración. A estos tales digo que, si quieren de veras en sí y
dentro de su alma buscar cuanta materia hay en el cielo y en la tierra para
contemplar y meditar, tanta hallarán, pues en su persona hallarán un mundo
abreviado y un cielo encogido y estrecho y aun a la grandeza de Dios hecho
pequeñito de nuestra condición. Ahí hallarán las grandezas y atributos que
relucieron y se mostraron en la creación de ese mundo grande, porque no
esm menester menos poder para criar un alma que un mundo entero. De donde dijo David
que la sciencia y sabiduría de Dios era admirable en él; y en él hallaba un
poder infinito que lo hubiese formado y hecho, de suerte que, si algún día se
olvidaba de su Criador, en él hallaba quien le desmintiese de lo contrario que
quisiese afirmar cuando negase que Dios no le había hecho. Y así dice: Ipse
fecit nos, et non ipsi nos7.
En sí propio hallará el hombre [128v] el
ministerio de los ángeles pues a cada uno dio Diosn un ángel que le
sirviese. En mí hay un retrato de toda la Sanctíssima Trinidad y un dibujo
único y celestial de la encarnación del Hijo de Dios. En mí hay el precio de su
sangre derramada y vertida. No sé, cierto, hombre, qué puedes buscar con que
cebar tu entendimiento y voluntad que dentro de ti y en ti Dios no lo haya
puesto. Si tú por ignorante no lo sabes y siendo rico quieres ser pobre, como el
que, tiniendo en su casa un grande thesoro escondido de barras de oro y de
plata, va a buscar cuartos y ochavillos enprestados, esto es lo que yo te digo:
que ayudes a Dios en esta forma, que lo que Su Majestad tiene puesto y
escondido dentro de ti lo descubras con la consideración, lo mires con el
entendimiento, lo contemples con el alma, y en ese Dios que ahí seo te
está dando te satisfagas con la voluntad.
5. ¿Por
qué piensan que hay tantos hombres, así religiosos como seglares, que, en faltándoles
los consuelos exteriores, desconfían, se quieren dar y entregar a mill locuras
y vanidades, que son nuestros enemigos exteriores? Porque con tiempo no se
proveyeron en estas meditaciones de que vamos hablando para el tiempo de la
necesidad considerando que, cuando por de fuera les falte el mundo, no les
puede faltar Dios en lo abscondido de su corazón, con quien pueden tratar,
communicar y conversar, en quien con grandes ventajas y mejoros hallarán
adentro lo que afuera perdieron. Pues digo que, faltando a estas tales personas
el cebillo que tenían en las cosas de acá fuera (que en fin no es perpetuo sino
muy al quitar pues, siendo cosas finitas y limitadas, habiendo muchos para
ellas, el primero que viene se las viste) como ellas no saben el bien que
tienen [129r] dentro de sí, desconfían como si ya no hubiera Dios para ellos ni
cosa alguna en que hallar consuelo.
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¡Ay,
Dios mío!, y ¿de dónde viene el haber el día de hoy tantos religiosos y
religiosas desconsolados en el mundo? De que unos tenían puesto su consuelo en
tal convento, otros en tal prelado, otros en tal officio y prelacía; faltóles
eso y faltóles también la consideración de que vamos tratando, que dentro de
cada uno tiene Dios puesto lo que ha menester muy cumplidamente para enllenarle
sus deseos y vacíos. ¿Qué
ha de hacer este tal a quien lo uno le falta y lo otro ignora sino entregarse a
desconfianzas y aun al enemigo? Porque él no se puede hallar ocioso ni siempre
desconsolado.
6. Con
quien Dios se enoja grandemente y con mucha razón pues, por no abrir los ojos,
no ven la mesa espléndida que en ellos y junto a ellos les tiene Dios puesta.
¡Que tengan el bocado en la boca, y por no mascarlo mueran de hambre! ¡Que
pasen por los umblares de mi alma arroyos de agua cristalinap que
descienden de Dios, y por no abajarme a beber esté sediento! ¡Que esté todo yo
amasado con sangre de Cristo, precio para mill mundos que hubiera, y no quiera
libertad! ¡Ay, hermanos!, entremos dentro de nosotros, ahí hallaremos a pedir
de boca remedio de todos nuestros males y cumplimiento de todos nuestros
deseos. Y si alguna vez nos viéremos perseguidos y que todo lo exterior falta,
trazas son de Dios para que nos entremos adentro y volvamos los ojos a nosotros
propios y conozcamos de nuestra parte nuestra poquedad y bajeza y, de la de
Dios, su grandeza y misericordia, que quisiese en mí hacer una
recopilaciónq de tanta inmensidad de bienes, y por ellos le demos
infinitas gracias y lo alabemos por los siglos de los siglos. Amén. Etc.
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