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CAPITULO 38 - Cómo este recogimiento interior nos lo
enseña y persuade la naturaleza de las cosas que, siendo de precio y valor, las
esconde y encubre donde con facilidad no se hallan
1. La necesidad del recogimiento interior,
sus fructos y provechos nos los descubrió la propia naturaleza, pues vemos que
no hay thesoro ni riqueza de valor y de consideración que no esté tapada y
escondida en las entrañas de la tierra. Como se vea en las minas del
oro y de la plata, que, aun no contenta con escondérnoslas en sus abismos y
cavernas obscuras, [136r] tiene ese oro y plata tan dissimulado que quien de
eso no sabe no lo juzgará por lo que es, sino por un poco de estiércol o
tierra, de donde nace queb en manos de muchos hombres rústicos el oro y
la plata y estas riquezas de minas tienen grandíssima seguridad porque con el
desimulo en que esas cosas están envueltas tienen su seguridad. Y aun pudo ser fuese eso propio lo que san
Pablo dice cuando scribiendo ad Corinthios 2, c.4, dice: Habemus
thesaurumc in vasis fictilibus1. Preguntárale yo a san Pablo:
Dad acá, apóstol bendito, ¿tan metido está vuestro espíritu, a quien llamáis
tesoro, en las entrañas de la tierra? ¿Tan lejos está que no está detrás de este
tabiquillo y pared deld cuerpo? ¿Está, pregunto yo, en otro mundo? O ¿cómo decís que ese
thesoro, el cual siempre está ascondidof porque está metido en este
vaso de barro? Que no digo eso, que cerca está, entre manos lo traemos, sino
que está envuelto en la bajeza de este cuerpo de suerte que pocos lo conocen
aunque lo traigan entre manos, porque como miran tierra, palpan tierra, nunca
el hombre acaba de entender que tesoro de tanto precio está envuelto en cosa
tan baja; y así patente está y escondido se queda.
2. Y no sólo la naturaleza nos escondió el
oro y la plata, pero las perlas y piedras preciosas en los abismos de la mar y
metidos en las conchas de los pescados. Y, si no, díganme: ¿qué cosa hay en el
mundo que algo valga que se halle y goce con facilidad? Sino que es necesario,
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para buscar cualquier cosa que estimamos, con inmenso
trabajo hacernos zahoríes y búzanosg zabulléndonos debajo de las aguas
y sepultándonos en las aberturas de la tierra. Aun no digo yo esas cosas que
así valen, pero si una poca de agua la hemos de buscar delgada y sabrosa, la
hemos de buscar más honda. [136v] Y aun por eso dice David: De profundis
clamavi ad te, Domine; Domine, exaudi oracionem meam2; Señor, de los profundos
clamo, oye mi oración. Que parece quiso decir: las cosas ricas y que mucho
valen están escondidas en los profundos; ésos he yo buscado para tener algún
valor y precio y para que vuestros ojos me busquen; y eso alego yo para que
oigáis mi oración.
3. Si lo que tan poco vale como son estas
cosas de que vamos hablando (digo "vale poco" delante los ojos de
Dios), como son estas riquezas y tesoros, las sconde Dios, que en fin la
naturaleza encerró en ellas su precio y su valor, no quiere Dios que anden muy
manoseadas, despreciadas y desestimadas sino que las tenga y posea quien las
busca, las conoce y sabeh lo que valeni, que en fin no es bien
las margaritas echarlas a los puercos3, ¿por qué hemos (pregunto yo) de
querer traer nuestro spíritu tan despreciado y desestimado que lo queramos
envolver y zabullir en el stiércol destas cosas exteriores, darlo y entregarlo
al hombre animal, que de eso no sabe ni conoce, a quien lo desperdicie y
arrojej? ¡Ay, hombres, y si supiésedes qué valen dos maravedís de
spíritu, y cómo los guardaríades y esconderías! Bien lo sabía san Pablo cuando
decía que su vida la tenía escondida en Cristo4, que aun de sus
manosk no se fiaba [ni] de sus amigos y compañeros. Sólo hacía
confianza de las manos de Dios, a quien no hay lobo que se atreva a defraudarle
algo de lo que en ellas tuviere.
4. Abscondes
eos, dice David, in abscondito faciei tuae a contradictione linguarum5.
Nada hay más escondido que el rostro de Dios, de quien él mismo dice que nadie
le puede ver y vivir6; ningún viviente llega a descubrir tal secreto. Pues ahí, Señor, dice
David, escondesl a tus siervos, donde nadie les dé un alcance de los
que viven, porque en la tierra hay tanta contradición de lenguas que nadie se
les escapa.
Esaías
va contando los favores que Dios le hacía en el capítulo 49, y para contarlos
convoca a todas las gentes: [137r] Audite, insulae; et atendite, populi de
longe7, etc. El
Señor me llamó del vientre de mi madre. Allí estaba yo escondido, y se acordó
de mi nombre. Mi lengua la hizo un cuchillo agudo y guardóme debajo de la
sombra de su mano. Hízome una saeta escogida. Y después de haber contado todas
estas proezas que Dios obró y hizo con él, echó el sello con decir: In faretra
sua abscondit me8; túvome escondido y guardado en su aljabam.
Porque, si este favor le faltara, poco le sirvieran las demás
mercedesn, como al
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hombre que
granjea y gana, todo le sirve de poco mientras en casa no tiene quien lo
guarde. Que eso ya sería lo que el Spíritu Sancto diceo: que es juntar
riquezas y echarlas en sacos rotosp9.
5. De gran consideración es, para que nosotros
sepamos la estima que hemos de hacer de estos bienes spirituales, el considerar
cómo los guarda Dios y los esconde allá en su cielo. Así llamamosq a la
gloria y a los tesoros espirituales de Dios: "cielo", que quiere
decir celar y encubrir. Y por
gran cosa, a cabo de tantos siglos, sabemos que allá descubre Dios un no sé qué
a algún gran siervo suyo, porque esas cosas no son para acá. Quam magna
multitudo dulcedinis tuae, quam abscondisti timentibus te10; toda la
muchedumbre de la dulzura de Dios la tiene escondida para los que le temen.
¿Qué otra cosa es el spíritu del justo sino una gloria, una dulcedumbre, un
cielo, una bienaventuranza? Luego escondido debe estar, tapado, encubierto y
retirado.
6. Diránme:
Hermano, ¿el spíritu del justo no es una antorcha r y vela encendida?
Eso dijo el Spíritu Sancto de san Juan Baptista, que era lucerna ardens et
lucens11, vela y hacha que ardía y alumbraba. Pues de estas tales velas
¿no dice Cristo por san Matheo que nadie las enciende y pone debajo de medio
celemín? ¿Cómo decimos ahora que todo ha de ser recogernos adentro? Sic luceat
lux vestra coram hominibus ut videant opera vestra bona et glorificents
Patrem vestrum12; que se manifieste nuestro spíritu, nuestras palabras
y obras [137v] para que Dios sea glorificado y los hombres aprovechados.
También los llama Cristo a estos tales ciudad sobre monte alto13 que no
es posible encubrirse, porque edificaront sobre los méritos de Cristo,
a quien los sanctos llaman nuestra justicia14; y ése es nuestro monte
donde ponemos en seguro nuestros bienes y obras. Pues ¿cómo ahora decimos que
todo ha de ser escondernos?
Respondo lo que dijo Dios por Esaías
26: Vade, populus meus, abscondere modicum ad momentum, donec pertranseat
indignacio15; éste es un esconderse a tiempo y por un rato, mientras
pasa la ira y enojos de Dios en las criaturas. Tiempo vendrá en que
nada haya secreto, todo se publique y manifieste. Sólo esto se hace a tiempo; como el que va
camino, que mientras le dura el viaje todo va disimulado, pero llegando a casa
todo se manifiesta a los amigos, no hay secreto ni cortina trabada, aposento
cerrado y arca con llave, todo es a tiempo. Lo propio hace Dios: que sus
tesoros pasan secretos por casa de los soberbios y, en llegando a casa de los
humildes, allí se manifiesta todo, porque ahí secreto se queda. Esto es ad
tempus et ad momentum, que pide Dios al justo que se tape y encubra a quien no
se ha de aprovechar ni él ganar con la publicación de su spíritu; que
descubrirse a los justos, en los justos se queda secreto y recogido su propio
spíritu.
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Los hebreos scondieron su fuego en un pozo
mientras fueron llevados captivos a Babilonia. Cuando vinieron lo tornaron a
descubrir y a sacar16. Esto propio le pide al justo: que esconda su
espíritu mientras entre los malos estuviere captivo; que será Dios servido
llegue la libertad y eterna felicidad cuando, gozándose entre los sanctos, ese
fuego que aquí parecía barro, herido con los rayos y resplandores de la gloria,
de luz y claridad, resplandezca y se conozca su valor. Etc.
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