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CAPITULO 40
- En que se prosigue la materia del capítulo pasado y se declara la ceguedad
del hombre por no aprender de los animales la lición que les enseñan acerca del
procurar el recogimiento interior
1. Deseando el recogimiento interior de un
alma, descubrir sus provechos y facilitar su obra, hemos dado con los pretendientes
de este officio en el general y audiencia de las criaturas irracionales, a
quien, careciendo de entendimiento, la naturaleza y Dios en ella las hizo tan
sabias y prudentes que de esta materia pueden leer al más docto de cuantos hay
entre los hombres. La razón es porque ellas buscan y hallan el bien de su
conservación y perfección naturalmente enseñadas, sin contradición ni malicia
propia que en eso les vaya a la mano. Pero el hombre, enseñado de la
razóna naturalmente y muchas veces sobrenaturalmente del mismo Dios,
siendo animal libre, muchas veces es engañado y pervertido por su propia
malicia y ciego de su sensualidad, de suerteb que, viendo lo bueno y lo
malo que Dios tiene puesto ante sus ojos, no escoge lo mejor. Tiene el hombre en
sí propio encerrado el principio de sus yerros y perdición. Y las bestias y
animales en su propia naturaleza tienen puesto el principio de sus aciertos, el
cual es
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una inclinación natural con que son instigados sin
contradición (como decimos) a aquello con que más y mejor se pueden
conservar1.
2. Yc esta verdad pudiérannosla
confirmar todas cuantas criaturas irracionales hay debajo del cielo,
repitiéndonos la lición qued en el capítulo pasado nos leyeron
animalillos bajos y de poca consideracióne. ¿Quién -pregunto yo- enseñó
a la liebre huir del galgo, al ratón del gato, al pajarillo del gavilán? Y,
como dice David, [a] los cachorrillos y hijuelos de los leones que salen en las
tinieblas de la noche a buscar mantenimiento ¿quién les enseñó que, venido el
día, peligraban fuera de sus cavernas y agujeros, pues apenas -dice- ortus est
sol cuando in cubilibus suis colocabuntur?2 Que, apenas llegó el
díaf y el hombre sale a su trabajo, cuando todos los animales que de
noche han salido a rondar los campos tañen a la queda, a recoger y a silencio
como si fueran frailes reformadosg. ¿Quién enseñó a las golondrinas,
[141v] cigüeñas y otras muchas aves que en España conocemos a mudar bisiesto,
huir las inclemencias del cielo y buscar tierras con tiempo apacibles y lugares
más acommodados para su conservación? ¿Quién enseñó a los pescados meterse en las
estrechuras de los ríos, de los mares y entre peñascos a desovar, y a las
culebras en las angosturas de los agujeros a mudar camisa y renovarse? ¿Quién
enseñó a los pájaros y aves de rapiña mudar su pluma e inposibilitarse al vuelo
en tiempo vedado que no se puede cazar, que es cuando las demás aves crían y
han de tener hijos con que conservar su especie?
Fuera
nunca acabar tratar de las discretas y sabias propiedades de los animales, así
chicos como grandes, a quien ninguno deja de seguir segúnh la condición
y propiedad que Dios repartió a cada especie. Como por los ojos lo vemos que,
si las golondrinas y cigüeñas se previenen con tiempo de tierras y buenos
temporales, no podremos decir que unas fueron y otras se quedaron, unas
quisieron seguir su natural y otras dijeron que querían echar por otro camino.
No es de esa manera sino que no hay campanilla de frailes descalzosi
que con tanta puntualidad los recoja al tiempo debido, ni trompeta o caja de
guerra que toque a marchar o acometer, ni tiro de bronce de navío que dispare a
leva que así sea obedecido y temido como todas las criaturas siguen el instinto
y natural que Dios les dio. Esta es la caja que toca a recoger y la campanilla
del silencio y el tiro de leva que las hace marchar de una tierra a otra, huir
del día y recogerse y encerrarse en la noche.
3. Sólo el hombre, en esto criatura más
miserable de cuantas hay, es el ciego, el desconocido de su bien, el que parece
siempre vive al revés, el confuso y desacertado, el que en el invierno se mete
en los hielos y en el verano en las llamas, buscando con un abismo de miserias
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otro abismo
de pecadosj. La naturaleza de las bestias es solamente llevada con una
inclinación y apetito que a cada especie repartió Dios. Y sola unak
inclinación y propensiónl que el hombre tiene a lo malo ha menester
mill preceptos y mandamientos y, con todo eso, en el seguir la verdad y lo que
más conviene, jamás veremos los hombres juntos y a una, sino más confusos que
los de la torre de Babilonia3, hablando cada uno su lengua, pidiendo su
cosa diferente y echando por su camino.
4. Bien
confieso que el libre albedrío al hombre le hace señor y libre entre todas las
criaturas, [142r] pero ¡ay, buen Dios, cuántos más son los que por ese camino
son esclavos y cautivos del demonio, presos y aherrojados de sus pasiones y
apetitos desordenados, que no los que sobre su sensualidad son señores! Porque,
si lo fueran, ya hubieran acabado de entender cuánto les inporta este celestial
recogimiento de quien vamos tratando, que por tantos caminos Dios lo pide, la
naturaleza lo enseña y las bestias lo publican. Llegaos a tratar de
esto a la gente del siglo y aun a muchos de los que en los conventos tienen los
cuerpos recogidos; decildes que dentro de sí propios se entierren, se escondan
y retiren. Entenderán ser pueblos en Francia o algarabía de aliende o gerigonce
de gitanos. Harta compasión y lástima es que un hombre esté tan lejos de sí
propio que tema la carrera que ha de dar para tornarse a sí; o que ignora tanto
el bien que en sí encerrado tiene, que lo desprecie y no haga caso de él; o que
trueque el descanso que en su propia alma puede hallar por la inquietud y
desasosiego que fuera de sí todas las cosas tienen.
5. Ora
andes, hombre, fuera de ti por ignorancia o por malicia, no sé a quién te
comparar sino al otro francés desdichado que, negando lam inmortalidad
del alma metido en una taberna, decía que la daría por medio azumbre de vino.
No estaba lejos el demonio, que mejor conocía su precio y valor, cuando se
apareció a dar el precio bajo y miserable, el cual, como el que compra un
borrico atado a una estaca es todo suyo (que ese propio exemplo puso el
demonio), cargó con él miserablemente en cuerpo y en alma y dio con él donde
siempre estará conociendo cuán eterna e inmortal es el alma, y en él para
padecer mientras Dios fuere Dios.
A este tal comparo yo
al que trueca el bien que en sí tiene por el bien fingido que no tiene y el mal
que con certidumbre le vendrá, alejándose de sí propio y entregándose a la
bajeza de estas criaturas. No sé
si diga, hombre desta condición, que eres como el ramo de la taberna, que llama
a los forasteros beban del vino de casa, y él no lo gusta sino se queda de día
al aire y de noche duerme al sereno. ¿Qué otra cosa hace el que anda fuera de
sí y de este divino recogimiento sino llamar a las criaturas que dentro de su
alma y potencias se avecinden
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y beban, quedándose el propio hombre a papar aire y a
dormir al sereno? Paréceme [142v] este tal hombre como el cuervo que envió del
arca Noé, que, una vez de allí fuera, no quiso tornar, quedándose sobre los
cuerpos muertosn que andaban sobre las aguaso a sacarles los
ojos, quiriendo más gozar de los alborotos de la mar, ruido y estruendo de las
olas y vientos, que la quietudp y paz que todos los animales tenían en
compañía de Noé, que a todos les habíe sido padre y señor que los habíe
librado4.
6. Más vil y baja suerte es la del hombre
desconocido, que, saliendo fuera de sí donde Dios por gracia desea vivir pacificando
todo el hombre interior y esterior, se da y entriega a estas criaturas que, por
no alcanzar el don de la gracia, son como cuerpos muertos y criaturas sin
precio y valor; y lo que pretende el hombre después de todo su trabajo es gozar
de su hermosura, que, por ser fuera de Dios, es de menos consideración que los
ojos en la persona que ya murió, que sólo tienen nombre de ojos pues no tienen
vista ni potencia para ella pues ya les falta el alma que se la daba. Así es toda la hermosura del mundo, belleza
es muerta y sin vida, gloria sin descanso y descanso sin reposo, o reposo
inquieto y perturbado. Bien digo, no me contradigo, que sólo el nombre tienen
de lo que voy diciendo, y nombre falso y mentiroso pues no cuadra conq
lo que se halla en la cosa que pretende significar. Harta lástima es que un
hombre, a quien dotó Dios de entendimiento, se deje engañar de solos los
nombres, dibujos y pinturas, entremeses o representaciones, como si fueran tan
bestias como las bestias que con un ramillo verde las llevan donde quieren, o
tan insensatos como los peces que con un gusarapillo los engañan r y
cogen, o tan desconocidos como las aves que con un reclamo o añagaza de palo o
trapo viejo cain en la red. ¿Qué digo? Más bestias que las bestias son estos
hombres de quien vamos tratando, pues vemos que las bestias con una prudencia
imperfecta se apartan la segunda vez y huyen del primer peligro y se apartan
del experimentado inconveniente; pero el ciego pecador, una vez cogido y
engañado de los gusarapillos y trapos viejos de estas criaturas, mill veces
tropieza y torna a caer en ellas, aniquilando su ser pues lo convierte en la
escoria de lo que ama.
7. [143r]
El verdadero religioso (con quien principalmente vamos hablando) y cristiano
perfecto en esta doctrinas es como la palomilla discreta que el propio
patriarca Noé echó fuera del arca a ver si ya cesaba la tempestad y diluvio y
se descubría la tierra; la cual, por el contrario del cuervo, buscó señales con
que a su amo y señor significó lo que pretendía saber. Tomó un ramillo de
oliva que halló en la parte ya seca y enjuta de la tierra y con élt
entró en el arca. Dio buenas
nuevas, y pagáronle las albricias en tornarla a meter dentro de su
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guarida;
hasta que la segunda vez, cesando ya con gran pujanza el diluvio, no
volvió5. Dios por quien Su Majestad es me dé esta ciencia, este
conocimiento, hacer y obrar de esta discreta paloma, que, saliendo yo de mí
propio por la anchura de este mundo, mar tempestuoso, sólo de las criaturas
tome y coja aquello que es necesario parau bien y provecho mío, no
detiniéndome en las aguas que corren, van y vienen, sino en las partes sólidas
y enjutas que no puedan dañar o menoscabar mi perfección, y con estos fructos
tornarme a casa, a mi interior recogimiento. Que muy buena paga es esa
clausurav para quien presto se vuelve a sí propio, aguardando a que del
todo cesen las aguas de este diluvio y se acabe este mal mundo, puesto todo él
en malicia y maldad; que entonces saldrá nuestro spíritu en la muerte
particular de cada uno sin tener necesidad de tornar al arca y cuerpo mortal,
porque ya le darán vivienda en las anchuras de la gloria y campos floridos del
paraíso, now obstante que las almas justas el día del juicio tornarán a
sus cuerpos, cargadas, como abejicas de flores a sus corchos, a communicarles y
hacerles participantes de su gloria, la cual nos dé la Majestad de Dios por su
infinita misericordia. Amén.
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