- 698 -
CAPITULO 43 - De la singular merced que Dios hace a un
alma librándole dentro de sí tantos bienes y tan de balde
1. ¡Oh buen Dios de mi alma, alábente sin
fin todas las criaturas! ¿Con qué pudiera yo agradecerte semejante merced y
beneficio como tú haces al alma del [148r] justo y al que de veras te desea y
ama?
- 699 -
No le libras el cumplimiento de sus deseos ni el
premio de sus trabajos en cédulas para otros reinos, de suerte que sea
necesario ir a buscar mi consuelo donde primero se acaben mis fuerzas y no
lleguen mis pasosa o se me acaben las fuerzasb [antes] que
alcance el fin que pretendo. Mi alma, Dios y Señor mío, heciste depósito de tus
maravillas, troje y granero de aquella copiosa cosecha que heciste en la cruz. Sin salir de mí, sin cansarme ni
divertirme, sin andar vagueandoc o preguntando, hallará un hombre
dentro de sí propiod todo lo que puede desear. No tiene más que abrir
los ojos y extender la mano, que las de Dios hallará llenas dentro de
síe: Omnis gloria eius ab intus, in fimbriis aureis, circumamicta
varietatibus1; toda cuanta gloria quisieres o hubieres menester dentro
de tu alma te la está derramando el cielo.
2. El sol, aunque está en el cielo, él
tiene cuidado de entrarse en nuestros aposentos y retretes más escondidos. Si
hubiéramos de ir a la plaza o a la tienda o feria de otro pueblo a comprar sol
y luz para todo el año, no me espantara quef muchos se quedaran en
tinieblas: unos, porque no tenían dineros para comprar, otros porque no tenían
fuerzas para andar y ir por ella. Pero no cuesta más de que vos os levantéis de
la cama, abráis la ventana, que por mucho que madruguéis más madruga el cielo a
traeros el sol a la posta que hiera vuestro rostro y dé en vuestras manos y
alumbre vuestros ojos, de suerte que parece os está dando Dios con él en la
cara para que lo gocéis y aun obligándoos a que os aprovechéis de su claridad.
Como se ve en el que al sol cierra los ojos, que el propio sol parece le está
compeliendo a que los abra y está metiendo allá dentro unos como rayos
dissimulados y luz encubierta con que dice que allí está para el que lo quiere.
Esto es verdad, pero muy mayor es la que de tus misericordias, Dios mío,
experimentamos. Eres sol de justicia que madrugas antes que el hombre se
levante y salga de la cama de la niñez y llegue a tener uso de razón. A la
puerta lo aguardas, según aquello de san Pablo: Qui vocavit me de utero matris
meae2; dende el vientre de mi madre me rondaba la puerta y aguardaba a
los umblares de mi casa a que, tiniendo libre albedrío, [148v] dijese que
quería gozar de ese bien, el cual es tan grande y dado de tan buena gana que no
hay jarra de agua arrojadag del enfermero sobre el rostro del enfermo
dormido como esta gracia y favor que Dios envía sobre todos los mortales. Esta
está tan sobre mí que me está como rogando, obligando y como compeliendo a que
la entre en casa. Y esto lo hace con unos rayos y vislumbres secretas y
disimuladas con que un alma siente que Dios está a la puerta, que Dios llama y
quiere entrar a cenar con ella.
- 700 -
3. Esto
es que mi gloria está ab intus, adentro. Que parece que este gran Dios me tiene
cogidos todos los puertos para que por parte ninguna pueda huir sin dar en sus
dichosas manos. Porque, si huigo adentro de mí, ahí hallaré su gloria y a él
que en mí se metió y escondió para salirme al encuentro por ese camino. Si
salgo afuera, ahí tiene unos vestidos cercados y rodeados con variedad de
hermosura que rebateh y para en mi alma.
Qué bien
nos mostró esto el mismo Dios por el propheta Jeremías, capítulo 3: Invenerunt
(dice) qui non quesierunt me, et dicxi: ecce ego, ecce ego, adi gentem
quae nesciebat me3. Notemos por charidad estas palabras: halláronme los
que no me buscaban y dije yo: veisme aquí, veisme aquí, yo soy, yo soy, al
pueblo que no me conocía. Ahora, para mejor echar de ver estas misericordias,
consideremos un hombre rico principal y con unas entrañas llenas de charidad
que desea toparse con personas a quien hacer bien, y que sale de noche por una
calle a ejercitar su officio y que se topa un hombre que no le conoce; y que el
hombre principal, pasando junto a él, habla y dice: ¿Quién va? ¿Quién va?; y
por ahí lo echa de ver y conoce que es quien le puede hacer bien y sacar el pie
del lodo. Pues lo propio le pasa a nuestro gran Dios con los hombres, los
cuales, por andar fuera de sí y en la noche de la ignorancia o de la culpa, no
conocen a Dios aunque den hombro con hombro. Pero Dios, que tiene gana de hacer mercedes, cuando topa a éstos
sin que ellos lo conozcan, él propio habla y dice: ¿Quién va? ¿Quién va? Ecce
ego, ecce ego, yo soy, yo soy. ¡Oh Dios mío, y qué verdad ésta tan
experimentada, cuando veo que por cualquier camino que eche, aunque [149r] no
te conozca, tú hablas dondequiera que me topas! Si fuera de mí y en las
criaturas, en ellas estás diciendo: Ecce ego, ecce ego, yo soy el que las formé
y hicej: Omnia per ipsum facta sunt4. Si entro dentro de mí en
lo más escondido de mi alma donde todo es obscuro y secreto, allí lo hallo
antemano que en ese puesto me está aguardando con una gloria inmensa que desea
y quiere que dentro de mí goce sin temor ni sobresalto de quien me la mal
logre.
4. Dime, alma, ¿qué dices: que quieres y
buscas a Dios? ¿Con qué te
podrás escusar si no lo tuvieres? No te escusará tu pobreza, que de balde se
da: Venite et emite absque argento et absque ulla commutacione5; sin
precio ni trueco se está dando. No parezca encarecimiento ésta del propheta
pareciéndole que es compra hecha con la voluntadk que le entregamos, de
quien dice el poeta que non bene pro toto libertas venditur auro6; que
vale másl la voluntad que todo el oro del mundo. Ni parezca
- 701 -
que es
trueco dando nuestra alma por el mismo Dios. No se pudo decir que Benjamín
compró el trigo y sus hermanos en Egipto, aunque dieron y entregaron el dinero
que llevaban a quien el trigo vendía, porque se lo mandaron echar entre el
trigo en los propios sacos; y no inporta que ellos no lo supiesen así luego,
que la verdad era que se lo tornaban, y en su casa lo echaron de ver cuando
tornaron a Mesopotamia7.
Verdad es que, cuando Dios nos da su
gracia, le entregamos nuestra voluntad y, dándonos a sí propio, nos damos en
trueco a nosotros mismos. Pero no es compra, porque junto con el premio nos
torna lo que lem damos mejorado: si le damos y entregamos nuestra
voluntad torcida, nos la torna derecha y bien inclinada, y si nuestra alma
desnuda, nos la torna vestida con su gracia. Y si mientras vivimos nos parece
que no hacemos nuestra voluntad sino la de Dios, vendrá el tiempo en que
lleguemos a nuestra dichosa y deseada patria, cuando se desenvuelvan estos líos
y desenfardelemos estos envoltoriosn de nuestros cuerpos. Entonces
echaremos de ver cómo haciendo la voluntad de Dios juntamente hemos hecho la
nuestra, pues todo se queda por nuestro, [149v] lo que dimos y nos dieron,
porque de nuestras cosas no tiene Dios necesidad sino para tornárnoslas
enmendadas y reparadas de los yerros que hubiésemos hecho.
5. Hase
Dios con nosotros como aquel ollero que vido Jeremías: que, bajándose al suelo
por un pedazo de barro que de las manos se le habíe caído, de que estaba
haciendo un vasoo, lo torneó; y subió de punto aquel pedazo de lodo,
que en el suelo era nada, que no ha ser y valer, en las manos del tal ollero
para ser puesto entre los aparadores reales y que de él se hiciese estima y
precio para ponerlo entre los vasos de oro8. Esto es lo que le damos a
Dios. Cuando más le damos, nos alargamos un pedazo de lodo informe,
desbaratado, sin valor ni precio, que todo esto tiene el hombre de su cosecha
cuando todo él se ha entregado. Pero, tomándolo este soberano artífice, que tan
barato vende su cielo para que el hombre goce de él, lop coge en sus
manos y como de nuevo lo tornea; en ellas tornea, digo lo torna a hacer en un
ser divino y celestial, el cual ser de tal manera realza y levanta lo que de
suyo era nada, que ya lo reputa el mismo Dios por digno de ser puesto en sus
aparadores reales y entre los vasos de oro que son sus ángeles.
6. Según
estoq, no podrá el hombre decir que no compra este bien que se vende en
esta feria que dentro del hombre se hace, porque no tiene precio con que lo comprar
pues r en ella se da Dios de balde, y son remiendos los que Dios echa
en nuestra alma tomando y cortando del paño de su gracia, cosiendo y zurciendo
con el hilo de sus méritos
- 702 -
y sangre. Tampoco podrá decir que no tiene pies para
lo buscar, pues tan cerca lo tiene, en su propia alma, aguardándole en ella
para de cerca hacerle bien; en cuya representación quiso Cristo que lo pusiesen
en una cruz enclavado, para que veas cómos aguarda a que llegues con tu
lento y corto paso, y que por despacio que camines no huye ni anda, parado está
aguardándote, queda donde él no se irá.
7. Esto propio nos dio a entender el
sancto patriarchat Jacob cuando salió huyendo de casa de su padre, pues
dice de él: Socius fuit itineris mei9; mi compañero fue [150r] en mi
peregrinación. Aquel
llamamos compañero que anda siempre a nuestro lado, que lo hallamos cuando lo
buscamos y lo tenemos cuando lo queremos, yu nos aguarda aunque sea más
ligero para ir en nuestra compañía. Según esto, si es nuestro compañero, no
estará lejos, que a nuestro lado le tendremos: Prope est Dominus timentibus
se10. Y, si no, preguntemos: ¿cuándo el hombre le ha habido menester
que no le haya hallado? ¿Cuándo le ha querido que se le haya escondido? Y por
ligero vuelo que tiene sobre alas de cherubines y sobre los ligeros vientos,
¿cuándo no le ha esperado y aguardado para ser nuestro compañero? Y no
entendamos que, por haberlo sido del patriarca Jacob, no lo será nuestro,
pareciéndole que el patriarca caminaba a la posta, que él propio dice iba tan a
spacio yv como suelen caminar los pobres cuando por posta llevan un
pobre báculo en que arrimarse, pues dice tratando del propio viaje: In baculo
meo transivi Jordanem11; que con su báculo en la mano caminaba, y él le
servía de barco y puente para pasar los ríos, como pasó con él el río Jordán.
8. No
te espantes ni asombres, alma sancta, desta inmensa misericordia de Dios, con
que Su Majestad justifica su causa para la estrecha cuenta de los que allí se
hallaren vacíos y sin este favor de tener a Dios consigo. Oigamos lo que dice
el evangelista san Lucas: que erat subditus illis12; que Cristo estaba
súbdito a un padre carpintero. Si súbdito, bien se deja entender que lo tendría
a su mandado para que siempre estuviese a su lado. Y no hay que desmayar,
pareciéndonos que esto sólo se hizo con Joseph. Miremos lo que dice la Scritura
en el libro de Josué: Obediente Domino voci hominis13; que está Dios
obediente a la voz del hombre. Que el que es señor de cielos y tierra, de
ángeles y hombres, ése está obediente a la voz del hombre, no de un ángel ni de
un seraphín, ni dice de un sancto, sino a la voz del hombre, por quien es
entendido la miseria y flaqueza del mundo.
Mill
veces seas, Dios mío, glorificado, que no quieres le quede escusa al peccador
de decir que no te halla, que no te alcanza, que no pudo contigo; que tú dices
que le obedeces, [150v] que le estarás rendido y sujeto a su mandado y harás lo
que quisiere. Y porque no desmayew
- 703 -
viendo tanta grandeza de este señor que obedece y la
bajeza del que manda, dice que está sujeto a la voz del hombre; que, como el
pecador lo quierax, no tiene más de mandarle que venga, que se aguarde,
que espere, que lo reciba, que lo ampare y tenga por hijo.
De la
grandeza de esta misericordia, Dios mío, es de quien yo quisiera tener fuerzas
y caudal para te la poder agradecer. Pero pienso, Señor, que será un modo
particular de que tú gustarás que, entrando dentro de mí propio, ahí te busque
y hallándote te tenga y tiniéndote te goce. Tú, Señor, puedes dar
la seguridad y perpetuidad de este bien por los siglos de los siglos.
|