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CAPITULO 44 - Cómo se ha de procurar este recogimiento
interior por la estima de nuestra alma y por el secreto que piden las buenas
obras y en particular las que un religioso debe hacer. Y cómo en ese
recogimiento sientea el alma la absencia de Dios
1. El vocablo que en el hebreo significa
cosa ascondidab es "alma"1 pronunciado con
aspiración; de suerte que unas mismas letras que significan alma, ésas
significan en el hebreo clausura, recogimiento y escondido. Porque alma sin ser guardada y retirada no
se puede llamar alma sino buscar otra cosa cómo llamarla, si no es que la
llamamos alma de cántaro, que anda rodando por todos los rincones de la casa.
Bueno fuera valga tanto y estiméis en tanto una cosa en cuanto miráis por ella,
la guardáis y escondéis, de donde echáis siete llaves a una triste ropa de paño
que os vestís y metéis en siete bolsas cuatro maravedís que tenéis y
ponéisc mill diferencias de velos al retrato de vuestro agüelo porque
mató tres moros y medio; y que el alma, que es una imagen y vivo retrato del
mismo Dios, y vestido rico de tres altos de que con particular estima se viste
el mismo Cristo y por quien, si de verasd lo entregamos, nos darán la
gloria, que lo habíemos de traer por los muladares y sembrado por los caminos.
2. Espíritu
de plaza, [151r] spíritu bullicioso bien poco tiene que hacer con el Spíritu de
Dios a quien se debe asemejar y parecer, por ser el Spíritu divino un spíritu
quieto, tranquilo, sosegado, manso, amoroso y divino, que sin verse ni palparse
hace mill operaciones y causa mill buenos sucesos en nuestra alma: Spiritus ubi
vult spirat, et nescis, etc.e2. Lo propio debe hacer, instigado
por el mismo Dios, nuestro propio spíritu: que sin verse ni manifestarse haga
inmensidad de buenas
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obras, como
quien tira la piedra y esconde la mano; la cual la quiere Dios tan secreta que,
siendo la que obra la derecha, no quiere que sepa la izquierda lo que
hacef3. Como Dios es el premio de nuestros trabajos y obras, no
quiere Su Majestad cong ellos agrademos ni aplaudamos al mundo, sino
solamente al que en nuestra alma se queda escondido, motor y principio de
nuestras buenas operaciones. Bueno fuera que una desposada se compusiera y
adornarah para sólo irse a pasear, dejándose en casa a su sposo y
marido por quien se compone y adereza para sólo darle gusto.
3. Este ha de ser el fin de nuestras
buenas obras: dar gusto a Dios que dentro de nosotros puso su asiento y morada.
Y si en las criaturas
pretendiésemos otra cosa, todo sería vanidad y locura, no pasandoi
nuestro spíritu de donde fue tomado. El agua sube todo cuanto baja y, si bajos
tiene sus manantiales, baja se queda. Si mi spíritu y obras toman su fin de las
criaturas y nacen del deseo que yo tengo de las agradar, llano es que tiniendo
su corriente tan bajo que no subirán más alto sino que ahí, en ellas propias,
se quedará. En el psalmo 145j dice David que el spíritu del hombre
saldrá de él y se convertirá en la tierra de que fue tomado: Exibit spiritus
eius et revertetur in terramk suaml4.
4. Ahora
pregunto yo: el hombre en cuanto al cuerpo fue formado de tierra y, cuanto al
alma, criado con el poder de Dios; pues ¿cómo dice allí David que se volverá en
su tierra cuando salga de las carnes? Y más, que el alma del hombre no se deshace
ni convierte en tierra cuando el hombre muere, porque es eterna y en duración
de lo por venir infinita. Pues ¿cómo dice que se volverá enm su
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tierra? Digo que allí propiamente "spíritu"
no se toma por el alma sino por la vida y costumbres que un spíritu tiene; como
solemos acá decir a un hombre de buena o mala vida: es de bueno [151v] o mal
spíritu. Y este spíritu, cuando el hombre muera, se tornará, trocará y convertirá
en la cosa de que fue tomado, como decimos del agua que sube lo que baja; y el
que tomó su spíritu del agrado y complacencia de las cosas de la tierra, siendo
ellas un soplo, viento y un poco de vanidad, convertir se ha en viento y en
vanidad.
Y esto me parece
quiso allí decir David, según se colige de las palabras que dijo en el verso
antes: Nolite confidere in principibus, in filiis hominum, in quibus non est
salus: exibit spiritus eius et revertetur in terram de qua sumptus
est5; no confiéis en los príncipes, en los hijos de los hombres, que
apenasn hallaréis salud en su casa: saldrá su spíritu yo
volverse ha en la tierra de que fue tomado. Y aunque es verdad que estas
últimas palabras se pueden referir a los príncipes de quien habla primero de
suerte que hagan este sentido: no confiéis en los príncipes, hijosp de
los hombres que no tienen salud, saldrá su spíritu y volver se ha lo que antes
era porque, siendo príncipes, hijos de hombres que no tienen salud, ¿qué
spíritu pueden tener sinoq de tierra?; y así, cuando mueran se tornará
tierra. Pero me parece que también esas palabras se pueden entender de las
personas a quien David pide que no confíen en los príncipes y hijos de los
hombres, como quien dice r: si en ellos confiáis y ponéis vuestro
spíritu, cuando de vos salga quedarse ha en la tierra de donde fue tomado. Luego, según esto, el que tomare y tuviere
Spíritu de Dios dirigiendo y enderezando sus obras al mismo Dios, tornarán a
Dios y subirán todo lo que bajaron; y cuando desta tal persona saliere su
spíritu, tornarse ha en su tierra o en su cielo de donde vino. Esto hemos dicho
pidiendo con veras nuestro agrado sea para sólo Dios, quedándose un alma
compuesta y aderezada en sí misma, casa donde Dios habita por gracia.
5. Las obras principales en que se debe
ocupar un religioso y siervo de Dios y las que paren y engendran buen spíritu,
son tan delicadas y sutiles que piden todo este secreto y recogimiento. La
ocupación principal es tener oración, meditación, contemplación, especulación y
continua presencia de Dios. Estas no son [152r] obras que un religioso las ha
de hacer en la calle ni en la plaza; y no digo en esta calle material, que si
trujese uno el recogimiento debido, en todo lugar puede tener altíssima
oración, sino llamo plaza y calle para un spíritu el estar fuera de sí,
desperdiciado, en compañía y presencia de cuantas inquietudes haya en el mundo.
Bueno fuera que sacara Dios a los sanctos de los pueblos y trato común de los
hombres y los lleve a los campos y desiertos a tratar con ellos en verdadera y
perfecta oración, y que quiera yo ser más sancto sin ser lo que los que lo son;
que salga el Hijo de Dios al desierto donde por espacio de cuarenta días y
cuarenta noches, entre las bestias salvajes que así guardan silencio, a orar a
su Padre y tratar el bien de mi redención6, sin tener necesidad de
ensayos, pruebas o dibujos, que de una vez que en la cruz orara a su Padre,
había de ser oído porque siendo verdadero hombre es verdadero Hijo de Dios, y
con todo eso, por nos enseñar, se retira y aparta entre peñas yertas y secos
arenales, y que quiera yo, siendo un hombrecillo de baja condición, inclinado a
lo malo, hombre peccador y hijo de padres peccadores, condiciones harto mal
afortunadas para salir con tan altas pretensiones como las que en la oración se
pretenden, y que con todo eso quiera yo tener mi oración entre criaturas, que
de su cosecha tienen el estorbarla e impedirla con su inquietud y desasosiego. Y este exemplo no sólo una vez nos lo dio
Cristo. Cercano a la muerte, cuando más obligado estaba a tratar con su Padre,
apóstolos y discípulos, se aparta de ellos y aun de los tres más
amadoss que scogió parat llevar en su compañía al güerto, y
allí a solas se pone a orar a su Padre7, con tenerle en aquel juicio
riguroso que habíe de pasar por alcalde y juez. ¡Y que quiera yo,
habiéndole ofendido tantas veces, tratar con él, rogarle y pedirle en medio de
los tratos y contratos exteriores!
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6. ¡Oh ceguedad grande! Y bien grande es y
bien obscuras las tinieblas que en nuestra alma hay. Pues una mujer como Judic,
para guardar a su marido muerto la viudez y lealtad que se le debía, en lo
secreto de su casa hace un aposento [152v] donde se encierra y guarda con sus
criadas; y en particular para el tiempo de la oración hace la Scritura
particular mención de su clausura y encerramiento en su aposento8; cosa
particular que celebre en silencio y encerramiento esta sabia y prudente mujer
la falta de su marido, y para pedir a Dios la cabeza de Holofernes se esconda a
orar por la inportancia grande de la victoria que se pretendía9. ¡Y que me vea yo solo, sin Dios, quien a
un alma hace más falta que mill maridos, y que quiera yo disimular el sentimiento
que de esto debo tener entre las criaturas del mundo, no en lo secreto de mi
corazón, de mi celda o casa, sino en lo público de las calles y plazas! No es
de menos inportancia lo que con mi oración pretendo cuando, viéndome acosado de
tantos enemigos, les deseo y quiero cortar la cabeza. No sé yo cuánto deseo la
victoria y buenos sucesos en semejantes negocios cuando mi oración la dejo, no
para lo secreto de mi aposento donde, cerrada la puerta, ore a mi Padre
celestial que está en los cielos10, sino, abiertas las puertas de mis
sentidos, procuro mal orar y peor pedir lo que me conviene en medio de las
criaturas del mundo.
7. Y si nos parece desigual el exemplo que
he puesto en Judic por ser mujer tan sabia, sancta y ávida de Dios, que bien te
pudiera responder que, si tú quisieses, la propia sabiduría y sanctidad te
daría Dios. Pero dejemos ese exemplou. Dime, hombre que dices amas a
Dios sobre todas las cosas, ¿qué mujer hay, por bordonera que sea, que su
soledad, cuando enviudav, mientras le duran las tocas largas, no lo
pase en el rincón más obscuro de su casa? No digo yo las mujeres; de la tórtola
sabemos que, en faltándole su compañero, no se llega a otro, sino que
siemprew anda sola huyendo de los árbores verdesx [153r] y
floridos, retirándose de todos los sitios y lugares que la pueden
divertiry de su soledad. Pues a estas criaturas no las imitamos, bien
poco sentimos la falta que Dios nos hace cuando le ofendemos y por el peccado
estamos apartados dél; y si en gracia, ¿por qué no le gozamos?
Abséntase
el sol, y el sentimiento que de su absencia tenemos lo celebramos en los
rincones de nuestras casas; y si de ellas salimos en esa ocasión, nos tienen
por capeadores, ladrones o rufianes, porque los discretos en lo retirado de su
casa aguardan que torne a salir otro día. ¡Oh, si supiésemos que es mayor la
falta que nos hace Dios! ¡Oh,
si aguardásemos su venida en lo secreto y escondido de nuestros corazones! Es
cierto que con esto no nos tendrían por gente perdida que a deshora pasea las
calles que no debe.
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