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CAPITULO 45 - De algunos exemplos y figuras que nos
incitana y provocan a este recogimiento interior
1. Yo pienso que el vivir el hombre con
tanto descuido y seguridad entre las criaturas y cosas exteriores, le proviene
de no sentir los daños que de esa parte le vienen; que, si los echara de ver,
de ellas se guardara. Está
el pajarillo en el nido mientras no le sale la pluma para tapar y encubrir su
corpezuelo. No ha salido el árbor de la tierra cuando nace vestido conb
la corteza sobre otro cuerpo del que tiene por cuberturac el corazón de
un leño; y si este primero le quitan, hace tanto sentimiento que se seca luego.
Y ¿quiere el hombre, que en el cuerpo y en el alma nace desnudo del vientre
de su madre, vivir entre las criaturas en público y volar por los aires sin la
pluma de la virtud que debe aguardar en el nido y recogimiento, y que quiera
conservar [153v] su corazón con nuevo verdor y vida, tan descortezado y en
público a las inclemencias de las criaturas el tiempod que entre ellas
vive?
2. Rara cosa que vemos lase
fructas de que gozamos en el invierno, que las produce la naturaleza con una,
dos y tres cáscaras y cubiertas, como lo vemos en las almendras que nacen con
tres vestidos; las castañas, nueces y avellanas, cada una destas fructas con
otros tres, sólo para defenderlas de los fríos y rigurosos temporales y
hacerlas de dura. Lo cual no hace la naturaleza con la guinda, ciruela y
manzanaf, las cuales fructasg, por gozar de tiempo apacible en
el verano, las crió desnudas con un pequeñito hollejo que apenas tiene qué
quitar. ¡Oh buen Dios!, y si ya acabásemos de entender que en la otra vida,
donde gozaremos de buenos temporales, no será necesario tapar y encubrir
nuestro corazón, nuestra alma y espíritu; pero en ésta, donde todo es hielo
frío y tibieza, necesario es ponerle muchas cuberturas y guardas que lo
defiendan de tantos peligros exteriores como cada día se ofrecen.
3. Bien se deja entender que el lecho de
Salamón estaba bien retirado y cubierto con hartas cortinas; y con todo eso,
cuando Salamón entraba en él, dice la Scriptura que setenta varones fuertes lo
cercaban y rodeaban, porque la noche trai consigo muchos temores: Septuaginta
fortes ambiunt lectulum Salamonis, omnes tenentes gladios in manu suah,
propter timores nocturnos1. Pues nuestro corazón es cama y lecho del
mismo Dios, más que Salamón, no nos debemos contentar coni tenerlo
retirado en este nuestro cuerpo y con tantas cortinas como tiene en estas telas
y carnes corporales; debemos velar con nuestros sentidos para guardarlo
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con toda
guarda, que así lo pide el Spíritu Sancto: Filii, serva cor tuum omni
custodia2. Nada haya [154r] en nosotros que no haga officio de fuerte
soldado que guarde el lecho del mismo Dios, que es nuestra alma entendida por
el corazón. El entendimiento debe ser un capitanazo robusto, que con sus razones
y silogismos la defienda de las tinieblas del demonio; la voluntad, otro que
con sus deseos y afectos la aficione a las cosas celestiales y la aparte de las
terrenas; la memoria debe ser otro fuerte soldado, que con la presencia y
acuerdo de los males y culpas pasadas dispierte y avive nuestra cobardía. Estos son los
cuchillos que tenían en las manos los soldados que guardaban el lecho de
Salamón. Estas eran las cortinas que tapaban y encubrían el arca del
testamento3; éstas, las pieles y cuberturas de la tienda de
Salamón4. Esta es la tez y lo negro que tapa y encubre la hermosura
interior de la esposa de Cristo5. Estas son las carnes, güesos y
costillas que encubrían las entrañas de los animales que pedía Dios le
ofreciesen, parte que sólo reservaba para síj y para que fuese en el
altar quemada, dejando las partes exteriores para que fuesen divididas entre el
sacerdote y el pueblo6.
4. Que parece no se paga Dios de
exterioridades, sino de lo más secreto y escondido, de lo más limpio de polvo y
paja. Por eso
quería al sacerdote tan apartado de los demás cuando le hubiese de ofrecer
sacrificio y tan sólo cuando lo ofreciese. Y aun pudo ser que ésta fuese la
causa por qué entre todas las cosas que del hombre podía pedir Dios en sólo el
corazón pusok más fuerza para que se lo diese todo entero, porque en el
hombre no hay cosa tan sola y encubierta como el corazón, porque todas las
demás
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partes del cuerpo estánl acompañadas y sólo el
corazón está solo. Dos pies tiene el hombre, dos manos, dos ojos, orejas,
etc. Güesos, costillas y las demás partes del cuerpo están acompañadas y, si
acaso están solas, son partes que se pueden dividir sin que el hombre [154v]
perezca y acabe; o son partes exteriores. Pero el corazón no consiente división ni publicidad, tanto que, si
sólo llegase a él una puncta de alfiler, acabaría y moriría el hombre. Tampoco
consiente lo descubran de alguna de las telas o cuberturas que le dio la
naturaleza. Figura y dibujo que quiere Dios al alma del justo sola y a solas,
sola, retirada y escondida sin que consienta publicidad de su spíritu y
fervorosos pensamientos; y a solas, que no quiere se divida ni partam.
Por eso lo tiene Dios tan retirado y escondido, porque el mundo no le dé caza
ni lo pida, que es un atrevido que cuanto ve quiere.
5. A
este propósito noto que sólo el corazón parece que en el hombre tiene vida
propia particular, porque vemos que para menear yo la mano o levantar los ojos
he menester particular consulta y acuerdo con mi persona, y lo propio para
cualquier movimiento de todas las partes del cuerpo, y para menearse el corazón
no es necesario esta consulta y decreto: él se tiene cuidado de andar dentro de
mí y menearse, que parece que es cosa apartada o que tiene otro dueño
particular fuera de mí, que sin mi licencia le está dando vida para que, a
modon deo rueda y aguja de relox, pase sus líneas y puntos. Y
esto es para nos dar a entender quep todas las partes del cuerpo, fuera
del corazón, tienen en sí su reposo, que no buscan más, antes descansan cuando
están paradas. Pero el corazón ni en sí ni en el hombre tiene su
descanso: sólo en Dios; y mientras en este mundo está, está inquieto hasta
queq halle lo que busca y desea. Así lo dijo san Agustín: Cor nostrum
inquietum est donec veniamus [155r] ad te7. Anda el corazón del hombre buscando lo que
desea y, como no lo halla, no reposa hasta que llegue la hora y disparen las
ruedas de este relox y compuesto humano y suba nuestro espíritu, que ése es
nuestro corazón, a Dios que lo crió.
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