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CAPITULO 52
- Cuánto importa al hombre entrar dentro de su alma, que es viña escogida
plantada por Dios. Y cómo a veces, por amor, nos obliga Dios a ello
1. ¡Ay, alma, cómo, mientras más te trato,
más me communicas y más tesoros y grandezas me descubres, más amable te haces y
de más valor te muestras y con menos fuerzas me veo paraa acudir a tus
obligaciones! No es la menor el no dejarte sola, como edificio en el campo que,
siendo inhabitable de los hombres, sirve de nidos de pájaros y de cuevas y
cavernas de raposas y aun de acogida (suele) de salteadores, porque eso tiene
la casa que no tiene dueño. Alma
que no se trata, spíritu interior que no se comunica, dueño es perdido el suyo
pues deja
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a su alma mostrenca y su espíritu aventestate1
para que se haga de la condición (que ahora decíamos) de las criaturas, que son
de quien primero las pretende; y el alma será de quien primero la acoge, siendo
acogida de basiliscos y dragones, como dice Esaías2.
¿Qué hombre hay que tenga una heredad por
ruin que sea, que alguna vez siquiera no la visite, o por lo menos la
encomiende a algún mayordomo o criado que vea si acaso está caída, derribada,
perdida, estragada o maltratada, si no es ya que la quiera dejar de todo punto
y renunciar la jurisdición y acción que a ella tiene? ¡Ay, hombres, los que
vivís en el mundo sin tratob, conversación y vista de vuestra propia
alma y espíritu! Pregunto yo: ¿sería mucho que algunas veces en el año entrásedes
dentro de vosotros propios y mirásedes esa heredad, que es la que Dios tiene en
este mundo de más estima, o por lo menos, ya que vuestra pereza sea tanta, la
encomendásedes a algún mayordomo, sacerdote o criado de vuestra casa que os
diese algún aviso de cuán perdida y estragada está, para que, siquiera de
compasión y por lo mucho que a Dios le costó el edificarla y plantarla como
viña escogida suya3, tratásedes de su reparo y remedio, si no es que ya
del todoc la habéis dejado y rematado o entregado a otro dueño para que
se sirva de ella?
2. ¡Ay,
alma!, si tus suspiros y quejas se oyeran con las orejas del cuerpo, ¡qué
atronadas anduvieran! Y si tus necesidades se vieran con los ojos de la cara,
¡qué de lágrimas derramaran! Pero ¿cómo se han de sentir estas necesidades
interiores si entre el alma y la consideración está puesta una losa y piedra,
como la que cubría a Lázaro muerto de cuatro días ya lleno de mal
olor?4 Quita, alma cristiana, cualquier estorbo que detenga la vista para
no entrar dentro [169v] y para que de parte del alma no salgan las voces, y
verás un retablo de duelos tan granded que de los ojos de Dios sacan
lágrimas, y al que es manso cordero y simple palomilla lo hacen bramar de
compasión.
Subiendo Cristo a un monte donde
descubrió la hermosa y torreada ciudad de Jerusalén, como todas las cosas
pasadas y por venir como Dios verdadero las tenía presentes y como hombre
aquella sanctíssima alma las conocía en el Verbo, viendo que habíe de venir
tiempo en que aquella ciudad habíe de ser destruida y en ella no habíe de
quedar piedra sobre piedra, derramó el redentor del mundo muchedumbre de
lágrimas, viendo la paz que se le ofrecía al presente y la guerra que sobre
ella vendría5. Súbete tú, hombre cristiano, en lo alto de la
consideración, de donde puedas ojear esa tu alma que salióe más noble,
más rica y torreada de las manos de Dios en su creación, redención, renovación
y justificación que cuantas ciudades hay en el mundof, y al presente no
será necesario seas profeta para pronosticar sus daños; presentes
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los tienesg, a vista están de los ojos que los
quieran mirarh y muy suficientes para sacar de los más enjutos y duros
copiosasi lágrimas, porque en ella no hay piedra sobre piedra de las
muchas virtudes que Dios puso en ella. Y entre esas miserias [sic], una y no de
las menores, [es] que el hombre tenga el día de hoy tiempo y Dios se lo ofrezca
para su reparo, para que con ella y en ella tenga paz.
Abranos
Dios los ojos, quítenos los inpedimentos y, aunque sea a palos y con trabajos,
vuélvanos Dios a nosotros mismos, que en fin, la pierna quebrada, la casa se
guarda; y como decimos acá, el brazo en el pecho y la pierna en el lecho.
3. Y para que uno vuelva sobre sí, una
enfermedad y un trabajo y una desgracia exterior dispiertan las gracias y los
descansos interiores que un hombre tiene consigo propio. Cuántas veces sucede
una madre encerrar su hijo por fuerza, si por bien no puede, para que no se
halle en algunas ocasiones donde le puede venir algún mal, o por apartarlo de
las malas compañías o porque desea le haga compañía. No era falta de amor el
que el sancto patriarca Jacob tenía a Joseph cuando se lo dejaba en casa cuando
los demás hermanos iban a cultivar la hacienda; antes, lo era grande, por gozar
de su compañía y porque el sol del día y fríos de la noche no le
empeciesen6. Que por no hacer esto propio los hermanos [170r] de la
esposa, de quien el Spíritu Sancto habla en los Cantares, puniéndola por
guardas de viñas, donde por una parte se tostó del sol y, por otra, se descuidó
conj suk propia viña y heredad, se queja de ellos diciendo:
Posuerunt me custodem in vineis, etc.7 Tuvieron poca piedad conmigo mis
hermanos; no miraron en la flaqueza de la naturaleza de la mujer, la necesidad
que tiene de guarda una doncella, y que para ese officio mejor eran hombres,
sino que, pospuniéndolo todo, echaron de casa a la que fuera mejor estuviera
encerrada.
De aquí
veremos cómo es amor inmenso el que Dios nos tiene cuando busca medios eficaces
para que estemos dentro de nosotros propios, enviándonos trabajos que nos
ligan, atan y encierran dentro de nosotros mismos para que, ahí metidos,
huigamos las malas compañías, estemos absentes de las ocasiones que nos pueden
dañar, nos guardemos de muchas culpas que podemos cometer, que cuando no sean
más que livianas ésas bastan para afear el alma y tostarla, que no es pequeña
falta a quien por todas partes debe ser hermosa. Amor es el que ahí nos
detiene, por lo mucho que gusta Dios de nuestro trato y conversación. Y si
ahora siente un alma y tiene por trabajol esta clausura (aunque me
parece imposible que alma que gusta de Dios le sea eso molesto, pero yo quiero
dar que sienta eso por trabajo al presente), esté cierta vendrá tiempo, y no
tardará, cuando por mill
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caminos en esta vida y en la otra echará de ver que no
fue engaño ni agravio que Dios le hizo, sino grande merced y charidad.
4. Suelen los molineros, que tienen sus
molinos a la corriente de pequeños arroyuelos, cesar a días el moler y hacer
represas, para que se junte agua para después con más fuerza y raudal moler y
hacer su hacienda. ¿Qué
es nuestro pobre spíritu sino un arroyuelo de poca consideración, que si lo
dejamos correr exteriormente para nada tiene fuerza? Pero nuestro Dios, que con
él quiere hacer obras grandes, enciérralo, recógelo y dentro de él mismo hace
represa, para que después muela con [170v] fuerza y acuda con brío a las cosas
que Dios le mandare. Entonces echará de ver que no le agraviaba Dios cuando le
cogía el paso para que no pasase sino que dentro de sí se recogiese y, todo
junto, hiciese lo que, derramado como el agua, no podía hacerm.
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