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CAPITULO 55
- Cuán mal hace el hombre de dar acogida en su corazón a las cosas de la
tierra. Los males que de ahí le vienen y la libertad que tomana
1. Y si lo ha de estar es, como decimos,
allá dentro en lo más scondido de su corazón, donde las criaturas por sí solas
ni saben ni pueden entrar; no saben porque son ciegas y, si el hombre no les da
la mano y las adiestra haciéndose scudero y bracero, no pueden acertar. La afición es quien da con ellas en el
retrete más escondido que se puede imaginar de nuestro propio corazón. Así lo
dice el propio lenguaje de los del mundo cuando a la cosa que bien quieren
suelen llamarla: mi vida, mis entrañas y corazón; y cuando menos, suelen decir
queb tienen tanta afición y amor a las tales cosas que las tienen
puestas en su corazón.
¡Oh miseria
humana! ¡Oh ceguera sobre todas las tinieblas del mundo, que llegue la
ignorancia o malicia del hombre a tanto que, habiéndole Dios dado corazón para
que lo trueque y lo convierta por gracia y unión en el de Dios y que sirva de
casa y aposento del propio que lo hizo y lo crió, y que no solo lo niegue sino
lo dé y entriegue a cosas tan viles y bajas como estas de la tierra! ¿Qué digo: lo entriegue? El propio las
entra allá dentro y les ruega lo reciban por siervo y por esclavo. Di, hombre, ¿no te
afrentas de ser siervo y esclavo de cosas muertas? ¿Qué vida pueden dar a tu
pobrec y miserable corazón más de convertirle en ellas mismasd?
2. Así
lo dices tú cuando a la vil mujercilla o al oro o plata lo llamas tu corazón.
¿Es posible que no te avergüenzas de que tu corazón sea ramera, oro o plata? Si
esto que tú dices eres, corazón asqueroso, feo y perdido tendrás, como lo es la
mujer deshonesta; corazón de oro y de plata insensible serás [174v] y criatura
muerta, porque cuando él tenga la vida o vivicidad que quisiere, pegado con
criaturas muertas, cada uno ha de hacer lo que pudiere para convertir a su
compañero y amigo en sí propio. Pues ya sabemos que el corazón por mucha vida
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que tenga, no la puede dar a las cosas muertas que en sí
estuvieren, porque sólo Dios es el que con su infinito poder la puede dar: Ipse
est in quo movemur et sumus1. Las criaturas, eso sí, pueden dar la
muerte, porque para eso son poderosas.
3. Según esto, pudiendoe las
criaturas en razón de dar lo que en sí tienen, que es la muerte, más que el
corazón en razón de dar la vida, cuando se junten, muerte entrará en el corazón
y no vida en las cosas que en él se hallarenf. Acá vemos que, si
pegaran un hombre muerto con un hombre vivo, que dentro de pocos días entramos
fueran muertos; y aun martirio era que de antes daban a los sanctos. Pues, según esto, hombre de corazón
muerto, sin vida, sin sentido, sin gracia, sin acciones, que todo eso le falta
al muerto, ¿qué piensas ha de ser de ti sino que te ponga Dios con los muertos
y te arroje en el carnero del infierno? Porque no será razón que el muerto entre
eng la ciudad de los que viven. Abre, hombre, los ojos, no lleves a tu
casa por quien menos seas, entra a Dios en ella por quien más ganes. Dios es
tan poderoso que, cuando tú estuvieras muerto, te diera vida, cuando pobre, te
enriqueciera.
4. Advierte que el criar Dios todas las
criaturas, fuera del hombre, tan ciegas, tan cortas e insensatas, es porque
ellas por sí propias no se atrevan, sepan ni apriendan a entrarse en esos
secretos aposentos, si el hombre por su gusto no gusta de les dar la mano y
entregar la posada, como queda dicho. Y eso es lo segundo de que dijimos carecían de poder, que ninguno
tienen para abrir la [175r] voluntad del hombre si él no quiere. Verdad es que
lo pueden aficionar, rogar y pedir, lo cual hacen convidando con su hermosura,
porque, como ahora decimos, cada cosa desea su aumento y más perfección, valer
más; y como, convertidas en corazón humano son más y valen más que lo que antes
eran, es certíssimo no hay ramera ni mujer pública que así ruegue con su
persona como estas criaturas ruegan y se deshacen y hacen lenguas porque el
hombre les dé buena acogida. Désela en buena o en mala hora, que, si buena
fuere para las cosas criadas que dentro de el propio hombre entran, harto mala
será para el mismo hombre, porque mete en su casa ladrones que le roben (como
dicen) las entrañas, la vida y la honra pues le dan muerte y lo truecan en lo
que es menos que él.
5. Esto
propio dijo David de aquel pueblo ciego que en el desierto dio en adorar un
becerro y en aficionarse a cosa tan vil y baja: Mutaverunt (dice) gloriam suam
in similitudinem vituli comedentis fenum2; que trocaron su honra y
gloria en una semejanza de un becerro, que a lo que más se estiende su vida es
a comer paja.
Advirtamos el encarecimiento que
hace David de los que entran en su corazón afición de cosa que no sea Dios: que
la honra y gloria que tiene por Dios la truecan no por becerro vivo sino por la
semejanza
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de becerro,
por una cosa que aun vida bestial no tiene, porque no es becerro sino semejanza
y retrato de becerro; y cuandoh fuera becerro verdadero y vivo, a lo
que más se estiende es a comer heno, a comer paja. Pues ¿no es harta
miseria, harta ceguedad que el hombre trocase vida de Dios por vida de un
becerro, manjar de ángeles que come el alma por manjar de paja? ¡Oh! Dios nos
abra los ojos por su misericordia para que en la ocasión que estas cosas de acá
fuera quisieren entrar dentro de nosotros o acompañarnos acá fuera, les
cerremos la voluntad y atranquemos la puerta para que se queden fuera o vayan
delante o atrás; que ése es uno de los dos lugares que tienen los criados con
el amo, que no es razón vayan al lado, como acá decimos: tú por tú, o tan bueno
es Pedro como su amo.
6. Al principio del mundo cuando [175v] el
hombre salió de las manos de Dios honrado, lleno de tantos dones, dotado de
tantas graciasi y poderoso con tantas riquezas, a las mayores de la
tierra se las dio Dios debajo de sus pies por caballerizos y gente de poca
consideración. Pero, caído
el hombre de esa primera dignidad y dado en la miseria del peccado, quedó el
hombre tan bajo y abatido que no hay cosa tan baja como es bajo el hombre en
peccado. Y así estas cosas saliéronse de su quicio y bajeza para darle ese
lugar al peccador, y ellas subiéronse arriba sobre la cabeza del hombre. Llano
es que, si echamos en un cántaro una piedra, que como es pesada, yéndose abajo,
ha de subir el agua arriba. En peccado el hombre pesó tanto que bajó al
profundo de todas las cosas: Descenderunt in profundum quasi lapis3; y
entonces ellas subieron y pusiéronse encima de la cabeza del hombre,
coronándose el propio hombre con ellas como si fueran las cosas de más estima.
7. De
aquí entenderemos la causa que, cuando un hombre va camino, antes que él llegue
a la posada ya ha llegado la recámara, la majestad y grandeza del señor que
camina, ya ha llegado antes que él la grandeza de su persona, de su officio y
dignidad, porque de eso sirven los aposentadores, de avisar que va el señor don
Fulano, alcalde de corte, oidor de los consejos. Es que van delante de su
merced las criaturas, y por el peccado y miseria que en el mundo entró por él,
ellas van hechas amo delante y el amo va detrás sirviendo y honrandoj a
puro trabajo y desentrañarse al officio y a la dignidad, a la honra o deshonra
de querer parecer lo que se habíe de afrentar de representar qué él era.
Pongamos exemplo.
Quiere un hombre parecer que es rico y hombre grave. Veréis cuánto trabaja para una
obstentación: se enpina, endereza, se descuella o desgarganta para levantar el
cuello y la cabeza. ¿Sabido para qué? Para servir, como los otrosk del
becerro, a la semejanza de las riquezas. Porque él un bordonero es, sino que
quiere parecer rico y, por parecer, le ha de costar tanto trabajo como es
hacerse esclavo,
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criado y lacayo de cosas tan viles y tan bajas como
son las cosas de la tierra, las cuales, como queda dicho, si no entran dentro
de nuestro corazón, por lo menos sirven de escuderos que nos acompañan y
aposentadores [176r] que nos acreditan la posada.
8. Creo no digo bien en decir que, si no
les damos el corazón, se van delante como danzantes de cascabeles, haciéndonos
la fiesta como si fuéramos las andas del Corpus; y sí somos, sino que el corpus
no es de Cristo sino del demonio. Pues digo que, cuando las cosasl de
la tierra van delante de nosotros, antes que ahí se pongan ya han estado en el
corazón, porque si ellas no tuvieran amistad secreta allá dentro, es cosa muy
cierta que no se atrevieran a tener tanta libertad acá fuera; como si viésemos
a una moza de cántaro que delante de su amo en público mandaba, vedaba y se
atrevía, que habíedes de decir que aquella licencia de la criada que se le daba
en lo secreto. Y aun acá solemos decir en semejantes ocasiones: mal haya
quien tantas alas te da.
Dime,
hombre recogido o grave o cortesano o ciudadano, seas quien quisieres, que
dices no estimas estas cosas y que las tienes debajo de los pies en lo secreto
del corazón, pero que es necesario un hombre honrado serlo en la majestad y
grandeza de estas cosas exteriores, dime: ¿quién les da libertad a esas cosas a
que delante de ti en público vayan delante, manden, veden y desveden, y tú les
estés sujeto y rendido? Estas alas que ellas tienen juraría yo que les nació la
pluma en el nido de tu corazón; y cuando ellas van delante, es que salen como aves
de rapiña de su nido a hacer su presa afuera, que a la noche se tornarán
adentro.
Hablemos
claro. Dice el otro alcalde de corte y oidor que tiene su corazón desembarazado
del officio, y aun el fraile descalzo de la dignidad y que es pobre de espíritu,
que esto de officios por de fuera les cai. Cuando los criados van delante
diciendo que el señor alcalde pasa y el señor oidor viene y el padre Fulano
prelado torna, ¿esto no es echar fuera del corazón al ave de rapiña que en él
se hospedaba, para que cace honra, aplauso y propia estima? Después de haber hecho su presa, el
officio y la dignidad en estas cosas que decimos, pregunto yo, ¿dónde duerme
esta ave a la noche con lo que ha cazado? ¿Duerme al sereno, en el zaguán de la
puerta o en el claustro de abajo del convento? En verdad que ha de dormir en
vuestra propia cama y reposar en vuestra almohada y recostarse en vuestro
corazón, dando vueltas de cómo sois hombre honradom, [176v] de estima y
prendas; y que, si queréis decir la verdad, que vuestro corazón no está tan
solo como pensáis, ni tan pobre el del religioso que gusta que sepan quién es,
el officio que tiene y en lo que se ocupa. Y que, si dice lo contrario, que le
hemos de decir que mentitan est iniquitas sibi4, que mienteo
contra sí propio, porque, diciendo que son pobres de espíritu y gente
desembarazada, a sí propios
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se engañan y su enfermedad la encubren a Dios y a los
hombres, quiriendo ser médicos ajenos sin que haya quien a ellos los cure.
Dios por
su misericordia nos dé un corazón recto y sano cual conviene para que,
hallándole Su Majestad solo, le comunique sus dones, dándonos gracia y gloria,
etc.p
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