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CAPITULO 59 - Cómo ningún religioso se debe enfadar de
leer esta materia del recogimiento interior por ser ésa su profesión, donde
Dios se halla con particular gusto y dulzura, y en las criaturas con muchos
desabrimientos y amarguras
1. Considerando que todo el bien de un
religioso está y consiste en esta soledad y recogimiento interior, parece no me
canso de tratar de ella, ni tampoco pienso se enfadará quien en muchos
capítulos leyere una propia materia, porque, así como nadie se enfada de leer
en las cosas que son de su facultad y estudio, siendo el nuestro la soledad y
recogimiento, parece todo nuestro gusto y contento habíe de ser tratar de eso.
Y el religioso que no sabe que ése ha de ser su principal officio y que eso es
a lo que viene a la religión, no sabe qué es ser religioso.
Descubren
esta verdad las cosas que un religioso hace y dice cuando le ponen el hábito; y
aun el nombre de religioso me parece quiere decir eso. Decimos cuando [184r] uno toma el hábito,
que deja el mundo y que se encierra; todo eso quiere decir que viene a estarse
recogido, solo y encerrado. Aquel desnudarlo y echarle un saco, tenderlo en el
suelo, echarle agua bendita, todo es amortajarlo, sepultarlo y apartarlo no
sólo de las cosas de la tierra, sino de los hombres que viven en ella, como
están los muertos solos y apartados en los sepulcros. Religioso quiere decir
atado y reatado1, para que, si reviviere, no se salga de esa soledad y
vuelva al mundo, sino que esté atado señalándole por destricto el recogimiento
y la soledad. Según esto, no me parece a mí se enfadará de que le
descubramos la necesidad que tiene de procurar este summo bien, para que en él
goce de las singulares mercedes que Dios a los de veras solos communica.
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2. Tampoco trato aquí de la soledad que un
religioso tiene en su convento y celda, porque ya el mundo se ha hecho tan
atrevido y desvergonzado que ninguna vergüenzaa tiene para dejar de
entrarse en los retretes más escondidos del convento más reformado. Así, viendo
que no hayb scondridijoc más secreto y escondido que el corazón
del hombre y el centro de su alma, hemos deseado entrar allí al que de veras
busca a Dios; porque, como el mismo Dios es el principio, fin y centro de todas
las cosas, para hallarlo con mayor certidumbre y perfecciónd lo hemos
menester ir a buscar donde esas tales cosas nacen o se ponen, a su principio o
a su fin. Nuestra alma
tiene principio en Dios y en él para. El fin con summa perfección lo
alcanzaremos en el cielo. Para buscarlo acá, hemos menester acudir a su
principio y centro del alma, donde está Dios dándole ser y vida. El que acá
busca una fuente, vase el arroyuelo arriba hasta que topa su origen, donde
halla lo que quiere y buscaba. El que de veras quisiere hallar a Dios, ha de ir
contra sus inclinaciones y propensiones hasta llegar dentro de sí en lo más
hondo de el alma, donde sale y mana [184v] el agua clara, que es en Dios y del
mismo Dios; y el que, apartado de esta fuente bebe, cuanto más apartado bebe el
agua más turbia, desabrida y desaborada, porque toma el sabor de las cosas por
donde pasa.
Ahora advirtamos por charidad que
los santos llaman a Dios dulce y suave: Gustatee et videte quam suavis
est Dominus2. En otros millares de lugares es lo propio. Pues pregunto yo: ¿qué es la causa por qué
muchos lo hallan amargo y desabrido? Digo que es la razón fácil, y es porque
buscan a Dios en las criaturas y, como ellas son amargas, toma Dios el sabor de
las cosas por donde pasa. Que si el hombre pasase adelante y buscase a Dios en
lo más secreto y escondido de su alma, donde aún no se ha derramado en estas
cosas exteriores, es certíssimo bebería el hombre el agua clara y gozaríe de la
suavidad de Dios.
3. Es llano que en todas las cosas está
Dios por presencia, esencia y potencia. Si tú buscas a Dios en las fiestas y
regocijos, en las riquezas y prosperidades, gotas sonf de agua que cain
de aquel piélago inmenso de la bondad de Dios; pero, como ya se abajaron y
desviaron tanto estas criaturas de Dios, vinieron a tomar un sabor amargo,
desabrido y penoso, pues vemos que, para que hayáis de gozar de un rato de
contento, os ha de costar mill de pesares y, para que alcancéis cuatro
maravedís de riquezas, veinte años habéis de tener mill quintales de
pobrezag.
Ahora
advirtamos que todo Dios es un acto simplicíssimo sin algún género de
composición; y lo propio tienen todas las cosas que están en Su Majestad,
siendo todas ellas una misma cosa con el mismo Dios3.
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De aquí es que, siendo Dios un abismo de todos los
bienes, son bienes puros y simplicísimos, y el que en Dios busca gustos y
contentos los halla sin algún género de composición, de pesares o tristezas; y
lo propio es en otros cualesquier bienes que un almah busque en Dios.
Pero esos bienes acá abajo puestos en las criaturas, ya trai tanta composición,
tanta mezcla que no hay paño con tantas variedades de colores ni jilguerillo
pintado ni esclaviña de peregrino con tantos remiendos como [185r] tienen los
bienes, gustos y contentos de la tierra, pues, como decimos, buscándolos en las
criaturas, ellas nos alegran y ellas nos dan mill pesares, ellas nos
entretienen y ellas nos ocupan, su memoria [es] dulce y su posesión amarga.
Así, quien quisiere
bienes puros y contentos gustosos, busque a Dios a solas y en la soledad. Esta no se halla, como hemos dicho y como
debe, sino en lo secreto y escondido del alma. Así, es necesario que allí vamos
a buscar a Diosi.
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