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CAPITULO 64 - Cómo la lechuza, de quien David habla en
el psalmo, es un vivo retrato de los favores que un alma recibe en el
recogimiento que dentro de sí procura
1. David, explorador de las misericordias
de Dios y como persona que tan biena habíe tomado el pulso a ellas y a
su dador, dijo en el psalmo 101: Factus sum sicut niticolax in
domicilio1; soy, dice, en mi retrete y escondridijo como la lechuza. Esta es un ave que tiene
los ojos muy claros y resplandecientes y ve de noche más claro que de día. Pues
dice David que, cuando está recogido y retirado dentro de sí propio, tiene los
ojos muy claros, de suerte que de ellos se pueda decir aquello que [Jacob] dijo
a [Judá]: Oculi eius pulcriores sunt vino2; más hermosos que el vino.
Pudo tomar la propiedad del buen vino, que salta a los ojos; y así los ojos
hermosos echan centellas de sí propios. Y si el vino bueno, como medicina que
aclara los ojos pitarrosos y lagañosos, salta a ellos para les dar vista, los
ojos del justo son mejores que el vino porque echan centellas, ya dan luz a los
ojos enfermos y lagañosos de los peccadores.
2. Y esta propiedad dice David la tienen
los suyos cuando está en su retrete escondido. Propiedad es de los ojos
escondidos del alma que se podía apoyar con una propiedad de los ojos del
cuerpo, [196r] a los cuales muchas veces sucede que, habiéndolos un hombre
tenido recogidos en el sueño de la noche larga, cuando dispierta, aquella luz que
allí ha estado recogida quiriendo salir de golpe, sucede muchas veces estando
el aposento obscuro ver por un breve rato lo que hay en él. ¡Con cuántas más
veras sucederá esto a los ojos del alma cuando por mucho tiempo se retiraron a
no ver la vanidad del mundo, pues la luz que tienen en sí recogida es más
resplandeciente que la de los ojos por ser sobrenatural! Y así, cuando quiera
ejercitar su officio, serán sus ojos claros como los de la lechuza y verán en
la noche obscura de este mundo los tropezones y inconvenientes que en él
hubiere, scogiendo siempre lo más acertado, como David cuando dice: Oculi mei
ad fideles terrae, ut sedeant mecum3. Muy bien aciertan mis ojos, no se
enamoran de lagañas ni con ellas me pueden engañar, como a otro Jacob hicieron
por ser de noche cuando le dieron a Lía por mujer4. Para mis ojos, en
la noche es de día, porque son ojos de lechuza que ven muy bien;
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y entre los hombres no escogen para que me acompañen
peccadores obstinados o maldicientes, sino gente que tenga y haya tenido gran
fidelidad a su Dios. Oculi mei ad fideles terrae: tienen mis ojos por
blancob, cuando miran, a los buenos y a ésos los hago sentar conmigo.
3. Pudo ser que también en eso se
asemejase a los ojos de la lechuza, los cuales sólo se pagan para su morada
tener la que es casa y morada de Dios, pues vemos que de contino viven en los
templos y se sustentan con el aceite de las lámparas que alumbran las iglesias.
Así David su vivienda y morada era en la casa de Dios, estimando en su zaguán
es más un día que mill de los que tenía en sus palacios5. Allí puesto,
cebaba sus ojos con losc más fieles y con aquellos que eran lámparas y
luces en la casa de Dios: oculi mei ad fideles terrae; trataba y conversaba con
los más fieles de la tierra.
4. En esto pudo también tener otra
propiedad de la lechuza, y es que la razón por qué no sale [196v] de día es
porque las aves que entonces vuelan, enamoradas de su hermosura o envidiosas de
que tiened la lechuza mejores ojos que ellas, todas la persiguen y se
los quieren sacare; y así sólo hace compañía y amistad a otras aves que
también vuelan y ven de noche; éstas entre sí no se persiguen. Lo propio le
sucede al justo, el cual tiniendo ojos tan claros como los que da la virtud,
las criaturas que en este mundo viven, unas, enamoradas de la tal
virtudf, la inpiden y estorban con su compañía, y otros, envidiosos de
ella, la persiguen. Y así David escogió hacer officio de lechuza, que fue
retirarse a su interior cuando vuelan estas aves de rapiña, que le pueden
molestar, sólo haciendo compañía a quien tiene la misma luz y profesa la propia
virtud: Oculi mei ad fideles terrae, ut sedeant mecum.
5. De manera que hemos concluido
queg, así como la lechuza ve en la noche de este mundo lo que le
conviene, así el justo en la obscuridad y tinieblas de la tierra, donde todo es
ignorancia, tiene él sabiduría para lo que ha menester. Digo más, que esta
vista del justo asemejada a la de la lechuza ve también en otra noche y
calígine, donde Dios representa a los scogidos sus misterios; porque, habiendo
puesto, como dice el propio David, Dios su asiento en tinieblas: In tenebris
posuit latibulum suum6, en esas tinieblas descubre David y ve altíssimos
misterios que Dios le da a conocer. Que es lo que él propio dice en otro
psalmo: Et nox, sicut dies, illuminabitur; la noche en la casa de Dios es día
para el justo: sicut tenebrae eius, ita et lumen eius7. La razón por
qué la lechuza no sale de día es porque la luz del sol las deslumbra, y así
hasta que la noche les hace sombra y les sirve de quitasol, no salen de sus
agujeros. Lo propio le sucede al justo: no quieren salir en el día que tienen
luz las criaturas de la tierra, que son muchas luces
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y le deslumbrarán los ojos y vista de la contemplación;
déjalo para cuando [197r] la noche de los misterios escondidos y encubiertos de
Dios las añuble y escurezca. En estos propios misterios hace Dios lo propio con
los tales justos: que, porque no sean deslumbrados con aquella luz inaccesible
que los representa, que es Dios, se los ofrece en obscuridad y en tinieblas,
ora sea que sean estas tinieblas y obscuridad las que trai la fee consigo, ora
sea que sean las tinieblas en que Dios está y vive retirado cuando al justo se
le da y representa en lo más scondido de su corazón, donde decimos que puso su
morada y asiento. Allí se ofrece y da con un quitasol para que, aprovechándose
de la virtud de Dios, que es sol resplandeciente, no le puedan inpedir sus
rayos a la vista y ejercicio de los ojos. Y así bien dice David que es como la
lechuza en su agujero y casa.
6. Soy,
dice, como la lechuza en mi abscondido. Quiero que advirtamos que la lechuza,
cuandoh está abscondidai, es para ella de día. Y esto dice
David: cuando yo estoy retirado, es para mí de día y, cuando salgo de lo
secreto de mi corazón, es para mí de noche. Dándonos a entender
cuántos mayores son los bienes que goza un justo cuando está retirado y
escondido que cuando está fuera de su lecho y retiramiento, pues entonces el
día de adentro se le vuelve noche de afuera.
7. A mi ver, no está lejos desto lo que
David quiso decir cuando dijo en el psalmo: Justus ut palma florebit8;
que el justo florecía como la palma. Aunque en muchas ocasiones he traído este
verso y con él probado muchos intentos, no creo nos vendrá ahora fuera de
propósito para el que tenemos entre manos. La palma lo primero, antes que florezca,
tarda en subir y crecer muchos años antes que dé fructo, que parece quiere que
la dejen sola y que nadie trate con ella hasta que esté bien enpinada, cuando
pueda guardar y defender su fructo. Que son tres propiedades que todas ellas
hacen divinamente para el [197v] recogimiento interior, pues vemos sigue y hace
lo propio el justo que desea sobre todas las cosas servir y agradar a Dios: que
antes que salga afuera a dar fructo y a entender con los hombres, quiere por
muchos años que lo dejen solo, que nadie lo trate ni entienda con él, sino que
lo dejen crecer y aumentar en la virtud y en la perfección; y cuando ya está
muy crecido y levantado, cuando su fructa no se la desmedrarán o menoscabarán
con esa facilidad, entonces sale afuera y da su fructo, que entonces ya es su
tiempo si lo ha de dar, como la palma. Cuando se hayan pasado muchos años de
disciplinas, de ayunos y oración secreta, entonces vendrá bien. Y aun entonces ha de ser como la palma,
que tiene el fructo guardado y adargado con aquellas hojas que son a modo de
spadas que lo están defendiendo, porque no hay dudar sino que, tiniendo la
palma fructo tan suave y dulce como tiene, si no lo subiera
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allá arriba
y lo guardara en la forma que decimos, poco lo lograra. Y por nuestros peccados
hay pocos fructos el día de hoy logrados entre siervos de Dios, porque no los
sconden, suben, enpinan y adargan como la palma, sino que, apenas han enpezado
a aprovechar en la casa de Dios o se han plantado, cuando quieren estender sus
ramas como los demás árbores. Y quiera Dios no sean como la vid, que estiende
sus sarmientos pegados en la tierra, y su fructo en ella muchas veces lo pudre
y pone donde no sólo no es guardado, sino pisado de las bestias pues lo echa y
pone debajo de sus pies.
8. Ha
de procurar un siervo de Dios, demás de ser su vida y costumbres muy altas, que
el fructo sea muy subido, porque si es bajo y ratero, en la misma tierra a que
nace pegado lo pudre y desmedra y aun el malo lo pisa y desprecia. Y nace esto, como
digo, de que quieren, en naciendo, ser árbores copados y estendidos, como la
parra que arroja los sarmientos, en enpezando a brotar, por encima de las
paredes del vecino. Díganme,
si digo [198r] verdad o en esto tengo razón, ¿qué valor y guarda puede tener la
doctrina y virtud del religioso que de ordinario trata con los seglares, les
communica sus sciencias y quiera Dios no sea su mal trato? El religioso que,
tantos amigos como tiene, en tantas partes ha de tener ollas y pucheros, eso es
echar los sarmientos por casa del vecino a que se mal logren y hagan lo que
cada año hacen con la vid y con la parra: que tienen un extraordinario trabajo,
que cada año han menester echar sarmientos nuevos en que llevar fructo porque
cada año la chapodan y la dejan chamorra y monda, de suerte que cada año ha
menester tornar sobre sí.
Pregunto yo: ¿de qué le vienen a los
religiosos tantas pérdidas, tan desflorados y aun deshonradosj, tan
desapoyados y desacreditados, sino que, como son arbolillos bajos, todos los
cercenan y cortan, todos los chapodan y podan hasta dejarlo en el tronco de la
naturaleza, la cual si no fuese buena por ser ayudada de Dios, para nada
valdría sino para el fuego del infierno? Pero agrada a la misericordia de Dios
compadecerse de nosotros, que somos polvo y ceniza; y si el primer año todo nos
fuimos en polvo, con su gracia hace lodo parak siquiera dar alguna
estabilidad a criatura tan flaca.
9. Ahora
pregunto yo. Si fuésemos a una humilde vid y le dijésemos si quería ser palma,
que es un árbor tan noble y tan hermoso, llana cosa es que diría quel
se honraba mucho en ello. Y si le dijésemos que no le habíe de costar más de
recoger sus sarmientos de suerte que no se los cortasen, y el fructo temprano
que da a los tres años no lo ha de dar hasta los cuarenta, ¿quién duda que no
se holgaría y todo lo daría por muy bien empleado? Esto poquito le costará al
religioso y siervo de Dios hacerse palma: recoger y retirar sus obras, que si
hasta aquí andaban por las calles, ahora sólo estén en lo secreto de su
corazón; [198v] y que el tiempo que se gastaba en hablar y en producir fructos
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de poca consideración, ése se gaste ahora en crecer y
aumentar virtudes interiores.
10. Aquí se puede ofrecer una
dificultadm, y es: si el fructo es tan subido como el de la palma,
¿quién lo ha de poder coger y subir allá? Que parece esto es contra la
condición que quiere Dios en sus siervos: que sean afables, tratables,
piadosos, misericordiosos, que no seann enpinados de suerte que sea
necesario parao darles un alcance poner escaleras, buscar horquillas y
hacer andamios.
Para la
respuesta de esto quiero que notemos un celestial lugar de los Cantares, en el
cual veremos en qué forma ha de ser el justo levantado y guardado y en qué
forma se ha de bajar y ser tratable. El sposo, en las propiedades y semejanzas
que hizo de la esposa, parece buscó cosas altas y empinadas a que las comparar,
de suerte que de ellas bien se infiere lo que tenemos dicho, de que se debe
alejar del trato común de los hombres y encumbrarse donde apenas se le dé un
alcance. Que luego diremos en qué forma se ha de coger ese fructo.
Pues
dice el sposo requiebrándose con su esposa -y, dejados otros muchos, tomemos
los que hacen a nuestro propósito y a la estatura de su cuerpo-: Colum tuum
sicut turris eburnea, nasus tuus sicut turris Libani, caput tuum sicut
Carmelus, etc. Quam pulcra
est et quam decora, carissima, in deliciis. Statura tua asimilata est palmae,
et ubera tua botris. Dicxi: Ascendam in palmam, et aprehendam fructus eius; et
erunt ubera tua sicut botri vineae, et odor oris tui sicut malorum9. El
lugar es largo y parece tenemos de todo él necesidad. El cuello es, dice, de mi
esposa como una torre, y la nariz es otra torre. La cabeza es como un monte;
bien grande será. No sé yo quién podrá subir a ese monte, que está sobre dos
torres, a coger fructo. Y más, que todo ello es derecho pues concluye diciendo
que este cuerpo no es combado ni agobiado, [199r] sino derecho, porque toda
ella es como una palma. Y porque no se desconsolase quien quisiere destos
fructos por parecerle inposible subir tan alto, dice el mismo sposo: yo subiré
a esa palma y cogeré sus fructos y haré que tus pechos, sposa mía, sean como
racimos de viña.
11. ¡Oh
Dios inmenso, y qué claro queda esto! Fructo dificultoso de coger, muy subido,
ha de tener el justo, pero cuando es voluntad de Dios que se coja, Su Majestad
sube a esa palma y hace que su fructo sean racimos de viñas. Que, así como los
racimos de la viña están que los pueda coger un niño, de esa misma suerte,
cuando yo quisiere, haré que se baje ese fructo enpinado y subido y que sea
para todos. Ascendam in palmam, dice el esposo, yo soy el que tengo de subir a
la palma a coger el fructo.
No ha de ser cuando el religioso
quisiere y se le antojare el predicar, tratar y comunicar con las gentes, ni
cuando el seglar quisiere cogerlo, sino cuando Dios fuere servido subir a la
palma y bajarnos sus fructos.
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Estos son los fructos sazonados, los que vienen
cogidos por manos de Dios; éstos son los fructos que hacen provecho al que los
come; y no hacen daño al árbor de quien se cogen, porque, cuando el fructo no
está maduro, desgájase el árbor para cogerlo y derrámanlo y el que lo come no
le hace provecho. Pero, como Dios sabe muy bien cuándo los pensamientos están
sazonados, las palabras maduras y las obras perfectas, entonces sin detrimento
de vanagloria o presunción del árbor de quien se cogen y con mucho provecho de
quien los come, sube Dios y coge palabras, obras y pensamientos del justo más
encumbrado y subido y los reparte al más pequeñito de cuantos hay en el mundo.
Y eso quiso decir cuando dijo que él subiríe a esta palma alta y nos daríe de
su fructo.
12. Respondo lo segundo que toda esta altura
de la esposa que en sus apodos le da el sposo, si bien se advierte, toda ella
es de los hombros arriba, pues el cuello dice que es [199v] como una torre, las
narices como otra y la cabeza como un monte; de suerte que los pechos se los
deja abajo de esa altura, y éstos dice que son como dos racimos, dando a
entender que el fructo está bajo ya que los pensamientos estén altos por tener
su asiento en la cabeza.
Pues adviertan las
dos cosas que vamos diciendo. En estos dos pechos decimos que el fructo ha de
estar guardado. ¿Qué más puede estar que estar en los pechos de esta esposa,
que los guardan dos torres y un monte, que están como castillos y fuertes
contra el enemigo? Ven ahí el fructo subido, encumbrado y guardado; y por otra
parte, está en los pechos, que están debajo de las torres, que está bajo. Que
es decir que dende las torres se guardará el fructo de quien no convenga que lo
coja, y se dará con facilidad al humilde. Y si las palabras del justo, tan
necesarias para la edificación del prócximo, están subidas sobre esas torres,
yo haré -dice el sposo- que tengan olor de manzanas: Et odor oris tui sicut
malorum; que el manzano es árbor bajo y humilde, para que las que tuviere el
justo lo sean para todos los que, con las condiciones requisitas, se quisieren
aprovechar de ellas.
13. De manera que el fructo del justo ha de
ser fácil y dificultoso de dar un alcance: dificultoso, por estar retirado y
escondido; fácil, porque lo ha de dar Dios cogido; dificultoso, por muy
guardado; fácil, por muy humilde y lleno de charidad, que por eso lo pone en
los pechos, que es el asiento del amor. Y aun por significarnos estas dos
cosas, comparó estos celestiales pechos a dos cosas muy diferentes entre sí: la
una, a racimos; la otra, a dos cabritillos, hijos de cabra montés, que por
estremo son ligeríssimos, que huyen y brincan en naciendo. Dando a entender
cómo han de huir y retirarse a su tiempo; y que, si son racimos, fáciles de
coger, y si son cabritos, dificultosos de alcanzar.
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