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CAPITULO 65 - En que se saca conclusión de lo dicho en
este tratado
1. Ya pienso será bien ir recogiendo este
tratado del recogimiento interiora, en el cual nos entramos muy sin
pensar haciendo una digresión de la materia que íbamos tratando: de las
mortificaciones y trabajos que a un justo se le ofrecían dijimos que el alma
acudía huyendo a su retrete y recogimiento, deseoso de que todos esos trabajos
se llevasen por amor de Dios; y con mucha paciencia hemos venido a tratar de
los fructos que en este recogimiento vienen a causar.
2. Dijimos tanbién cómo los trabajos eran
en muchas maneras: unos, causados de cosas que nosotros no pensamos ni
entendimos; otras veces, de nuestros prelados, sabiendo o no sabiendo curar un
alma en las ocasiones que se le ofrecen; otras veces, causados de Dios, que
tanto desea nuestro bien y recogimiento interior, procurando en esto sazonar
nuestro espíritu.
3. Así como la olla tapada hierve más y
más presto se cuece, de esa misma suerte unos ahogos que Dios envía o, sin
saber de qué, un religioso tiene, le sazonan más bien y más presto su espíritu,
lo adelgazan y enternecen y tapan para que no se salga. De aquí es que las
mujeres llaman ahogadillo a un guisado que hacen de carne picada, cocida en
seco y tapada la olla; y este guisado se hace muy presto y es más sabroso que
el que se cuece en agua o se asa, porque éstos se desustancian y aquél guarda y
conserva lo gordo en sí. Y así, un spíritu deshecho, cortado con el cuchillo
que traspasa su alma y después ahogado en seco, o en sequedades, disfavores y
que parecen dejos de Dios, hácese un soberano guisado, aunque con algún trabajo
y costa de la persona en quien se obra.
4. Y también vemos que los aceites que
hacen los boticarios de animales, los cuecen vivos y ahogan en el propio aceite
porque ahí dejen más virtud [200v]. Y ésta tiene el siervo de Dios, que vivo y
con sentimientos se abrasa y cuece en fuego de amor divino, tapando su boca de
suerte que nada vomite ni eche, ni aun una sola palabra de murmuración o
impacienciab. Que es lo que la esposa dijo, tantas veces aquí repetido:
Fulcite me floribus, quia amore langueo1; que la embarrasen por de fuera
para que no se saliese la ollac, porque cocía y hervía con grande fuego
de amor divino. Y el pedir esto se hiciese con flores y manzanas, que parece
son cosas de gusto y más dicen desaguadero y devirtimiento que otra cosa,
pienso que debiera de aludir a lo que las mujeres hacen cuando susd
ollas cuecen, que por cubertera ponen una scudilla llena de agua fría encima
porque, como el calor halla allí resistencia, tórnase dentro. Y esto propio
dijo la esposa, que por de
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fuera le pusiesen rosas, flores y manzanas, que parece
son cosas de entretenimiento pues eso es contrario al que de veras ama a Dios;
y cuando a estos tales se les ofrecen cosas de gusto y de entretenimiento,
significadas por las flores, entonces el amor adentro más se enciende y el alma
más se abrasa.
De donde
veremos muchas veces, o las más, que los siervos de Dios se arroban, venirles
esos éxtasis en actos públicos o en algunas fiestas, en las cuales, huyendo el
amor y espíritu de afuera, torna adentro y hállase con más fuerzas para luchar
y derribar la persona en quien se halla. Aunque yo entiendo que no llamó aquí
la esposa flores a las fiestas que pasan fuera del spíritu, sino a los trabajos
y mortificaciones. Llano es que el fuego pide leña para se aumentar y
conservar. La leña del amor es la mortificación, penitencia y obras de
charidad; éstas debiera de pedir aquel amor que dentro ardía, temiendo no se
enflaqueciese o desmayase dentro de sí. Estos son los bienes que Dios procura
en un alma para que crezca en su recogimiento y en la virtud. Dénosla Dios por
quien Su Majestad es.
Si
hubieree lugar, se añadirá aquí otro cuaderno en que se trate cómo por
otros medios se podrá buscar este recogimiento en personas que no tienen
trabajos.
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