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INTRODUCCION
1. El
tratado Algunas penas del justo en el camino de la perfección se inserta en el
segundo volumen autógrafo. Ocupa los folios 1r-40v y 201r-268v, y los
cuadernos 1-3 y 11-14, correspondiéndole 34 de los 99 capítulos que integran el
tomo.
En los
diez capítulos iniciales, describe el autor algunas penas que afligen al justo
en el camino de la perfección, especialmente cuando, sintiéndose desorientado
en medio de pruebas espirituales desconocidas, no encuentra un padre de
espíritu capaz de ayudarle. Este bloque termina en el f.40v. A partir del f.41r
aborda el tema de la unión del alma con Dios, tema en el que "nos entramos
muy sin pensar, haciendo una digresión de la materia que íbamos tratando"
(f.200r). Tal digresión -que concluye en el f.200r- es el tratado del
recogimiento interior, publicado en este volumen aparte. Desde el f.201r,
vuelve a reflexionar en torno a las penas y mortificaciones que padece quien
camina hacia la perfección. Aunque advierte que "dende estos capítulos se
puede hacer tratado de por sí", estas páginas se enlazan perfectamente con
el tema interrumpido desde el f.40v. Más aún: el primer capítulo de este bloque
comienza diciendo que "otro trabajo y mortificación se le ofrece muchas
veces a un alma que camina para Dios". Y no se ve cómo se puede hablar de otro cuando se da inicio a un
nuevo tratado. La expresión otro hace pensar que anteriormente se había hablado
de este asunto. Y ello es, efectivamente, lo que san Juan Bautista de la
Concepción había hecho hasta el f.40v, a partir del cual comenzó la digresión
sobre la unión del alma con Dios.
2. El
autor no aporta título ninguno al escrito. Pero el elegido es el que, a nuestro
entender, responde mejor a su contenido. A lo largo del texto, hallamos varias
indicaciones que lo confirman, como, por ejemplo, la siguiente: "El
intento de estos tratados es explorar las mortificaciones que a los varones se
les ofrecen en el camino de la perfección" (c.32,1).
3. El
tratado es fruto de la experiencia personal de san Juan Bautista de la
Concepción, tanto en su vivencia personal como en el contacto con otras
personas. El desarrollo de las ideas que va exponiendo, en consecuencia, no se
atiene a un plan preconcebido. El mismo lo dice: "No es posible guardar
orden en estos capítulos acerca de las mortificaciones y trabajos que se le
ofrecen a un alma en el camino de la perfección, sino que las cosas se han de
decir cuando Dios las diere y la ocasión se ofreciere; y así no se pondrá por
culpa tratar en este libro algunas cosas que parecían pertenecer más al
principio que no para el fin de la materia" (c.26,1). Buena parte de las
páginas de este tratado son prácticamente autobiográficas. Con frecuencia,
aunque veladamente, alude a su persona, a la descalcez trinitaria, a lo que
ocurría a su alrededor, y, sobre todo, a los sufrimientos que le nacieron a
partir de 1608, cuando, al terminar su provincialato, queda como simple súbdito
y, alejado de Madrid, anda errante por varios conventos, mientras que la
expansión de la
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reforma
trinitaria se ve detenida, hasta ponerla en peligro de extinción. Es
suficientemente expresiva esta dolida afirmación, que puede referirse al
momento en el que se encuentra cuando escribe el tratado, o bien, tal vez, a
episodios más lejanos: "Me ha sucedido a mí irme ahogando, y aun quizá
derramando lágrimas a buscar consuelo y hallar a mi padre espiritual de suerte
que ni aun caso quería hacer de lo que le decía, ni atender a ello, y quizá
juzgarlo yo por crueldad o, por lo menos, aumentárseme la pena" (c.7,1).
4. La
obra versa en gran manera sobre las dudas y dificultades que padecen quienes,
deseando responder con presteza a la llamada de Dios a la santidad, se
encuentran desorientados y solos en medio de las pruebas que se les presentan,
sin la ayuda de un buen guía que les ayude a superar los escollos del camino.
Se trata, obviamente, del sendero seguido por el Señor y marcado por él mismo
para sus seguidores: el de la cruz.
En el escrito se van cruzando, sin
un sistema lógico, ideas, temas, vivencias..., debido al entronque vital de la
doctrina expuesta con la propia experiencia del autor, que ha padecido
agudamente en primera persona la incomprensión de sus superiores y consejeros.
Los temas fundamentales, desarrollados a lo largo de los 34 capítulos que lo
componen, son:
a) las
"penas" que padece el "justo", debidas, unas, a la
impericia del director espiritual; otras, al mismo justo que quiere caminar en
sintonía con la voluntad de Dios y que tiene en sí sentimientos de desconfianza
ante las dificultades que entraña responder decididamente a "Su
Majestad"; otras, a la aparente lejanía de Dios; otras, en fin, al obligado
trato con las criaturas;
b) la
experiencia de la cruz o, mejor, la necesidad de asumir estos obstáculos con
los que el justo tropieza como parte integrante de la necesaria conformación
del cristiano -y más en concreto del religioso- con el Crucificado, de acuerdo
con la doctrina paulina del Adimpleo ea quae desunt passionum Christi in carne
mea pro corporis eius, quod est Ecclesia (Col 1,24);
c) la denuncia de los errores que cometen
los malos directores espirituales por su falta de pericia en el camino de la
santidad;
d) la
necesidad y recto ejercicio de la dirección espiritual, junto con las
cualidades que deben adornar al buen director espiritual.
5. ¿A
quién va dirigido el tratado? "Suele haber -escribe- muchos grados de
perfección. Reduzgámoslos a tres: principiantes, de gente aprovechada y de ya
aprovechados y confirmados" (c.11,3). Según este esquema tradicional,
quedan fuera de su visual los principiantes, a los que excluye explícitamente:
"Aquí no hablo de principiantes..." (c.33,5). En otro lugar, leemos:
"Aunque en esta materia parece tratamos cosas abstraídas de maestros de
novicios y de sus discípulos, a ellos va todo enderezado, no obstante que se va
hablando con cualquier género de gente que camina a la perfección y con cualesquiera
padres espirituales que tratan de enseñar" (c.2,1). Por tanto, estas
páginas han sido escritas para personas adentradas en el camino de la
perfección. El enfoque dado a muchas cuestiones debatidas en el tratado
confirma la orientación predominante de san Juan Bautista de la Concepción
hacia los religiosos. Así,
entrelaza habitualmente el tema de la dirección espiritual con la relación
prelado-súbdito, y en general hace algunas aplicaciones de su doctrina a la
observancia regular.
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6. ¿Dónde
y cuándo fue escrito el tratado? En el f.6v escribe: "Aquí, en el Pardo,
dicen va el rey a caza de jabalíes". Se encuentra, pues, cuando comienza a
escribir, en Madrid. En el f.9v, se lee: "Veía yo, habrá tres días, en
Alcalá, en nuestra casa, donde habíe algunos rosales, que echando hoy unas
pocas de rosas y mañana otras pocas, cada uno llegaba y cogía su rosa".
Esto hace pensar que se encontraba en Madrid, como queda dicho, adonde había
llegado, procedente de Alcalá de Henares, hacía pocos días. Nos encontramos,
por lo demás, en la primavera adelantada, que es cuando brotan las rosas. De
ello deducimos que san Juan Bautista de la Concepción comenzó la escritura en
Madrid, a los tres o cuatro días de haber llegado de Alcalá de Henares. Poco,
sin embargo, debió escribir allí, puesto que en el f.55r le encontramos en
Sevilla. Cuando redacta los últimos capítulos está en el convento de La Solana
(Ciudad Real), según una alusión del f.251v.
Por lo que se refiere a la fecha de
composición, no se encuentra en el tratado ninguna alusión cronológica
explícita. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que se acaba de decir sobre el
lugar de su composición, y que fue escrito en la misma época que el
recogimiento interior, la fecha más probable es la primavera de 16091.
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ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA
PERFECCION
[f.1r] Jhs.
Mªa
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