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CAPITULO 2 - En que se prosigue la propia materia. Y de
algunas dificultades nuevas que algunas almas descubren por arrojarse y
zabullirse en alta mar a sacar mayores bienes y perfecciones. Y cómo en ellas,
como se van alejando de sí propias, se les va trocando su natural y volviéndose
de la condición del estado que adquierena y lugar donde [se] hallan
1. En este capítulo pasado propuse algunas
dificultades que a un alma sancta se le ofrecen en el camino de la perfección. No digo a la entrada, porque aquí no hablo
de principiantes ni de gente que se está a la orilla del río viendo correr las
aguas, contentándose de entrar en el agua a la rodilla, sólo para lavarse los
tobillos. No trato sino de quien se arrojó a nado y gustó de dejarse llevar de
las inmensas misericordias de Dios, que en esa ribera de la vida perfecta
corren con grandíssimo raudal. Trato de los que, como búzanos, con una bocanada
de aceite seb zabulleron debajo del agua a sacar perlas y piedras
preciosas; de algunas almas que, ayudadas ya de tal gracia, han perdido el
miedo y se han zabullido en los trabajos y entrado en lo profundo de las penas,
sólo por sacar nuevas ganancias con que podrán parecerc
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más ricas y adornadas anted a su esposo
Jesucristo. Pues de algunas dificultades que se les ofrecene a estas
almas ya metidas en alta mar voy tratando. Y hemos dicho que una dificultad se
les suele ofrecer, que es pensar [7v] que la hay en las mudanzas que en sí cada
día sienten; que, como caminan por alta mar a vela y remo, de una hora a otra
se hallan en nuevo reino y con gente que lesf parece habla otra lengua
y tiene otro trato.
2. Y es certíssimo que hay almas que
corren a la posta de suerte que de ayer a hoy pareceg están donde se
habla de otra manera y se vive diferente. Que, como quiera que en la casa de
Dios haya muchas mansiones1, el que la suya la quiere más subida es
fuerza que en esta vida suba nuevos escalones y en sí haga muchas y muy
diferentes moradas; y, como quien entra en tierra no conocida, hasta tomar el
pulso al temple es fuerza se halle cada día nueva en el modo con que ha de
vivir, tratar y vencer las dificultades que se le ofreciesen.
Y, para
en esto ser entendido, quiero poner un exemplo. Consideremos que un hombre se
echó a nadoh en la mar y, su poco a poco, las olas lo fueron metiendo
adentro, hasta que lo vinieron a desviar de tierra muchas leguas, y que
mientras más se iba entrando se iba volviendo de la naturaleza de los peces.
Pues, ignorando este hombre su nueva naturaleza de pez, ¿quién duda sino que,
viéndose tan adentro en la mar, no temería y que, siempre que viniese la ola,
no se asombraría, pareciéndole ya todo es acabado; y cuando viese bestias
marinas que allí se crían y andan y las descubren los que entran tan en lo
profundoi, que no estaría con nuevos miedos y temores si se lo habíen de
tragar? Ahora pues, si en esta dificultad llegase un hombre que ya habíe pasado
esas mutaciones y por él habíe sucedido lo propio y le dijese: Ea, buen
nadador, no hay que tener miedo por haberte apartado de tierra y metido en esta
profundidad; no hay sino consolaros, perder el miedo, que ya os habéis hecho de
tal natural que sois como estos peces que aquí nadan, los cuales se huelgan
cuando se alborota la mar y suben y bajan olas; no temen a estotras bestias
porque, aunque son animales tan grandes, bien sabe Dios dar tal virtud a un
animalejo pequeño [para] que pelee y venza a un animal grande, como lo hace un
ratón [8r] con un elefante2, y un gallo que asombra a un león3,
y un pececillo como el hipoimón4 al cocodriloj. Es cierto que
en esta ocasión este hombre se consolaría considerando que no por haberse
apartado de tierra y llevado de las aguas se ha de ahogar y morir más presto, y
que no tiene necesidad de volver a tierra, sino callar y estarse en el nuevo
elemento, pues en él tiene nueva vida, según la nueva
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naturaleza
que allí se le ha ido dando; y que con esto nada le asombraría.
3. ¡Oh buen Dios, y qué a la letra pasa a
los que de veras dejaron las cosas de la tierra y se zabulleron en el mar de tus
misericordias!: que, yéndose alejando su poco a poco de tierra, a cabo de
algunos años ya la perdieron de vista y se hallaron en un mar profundo, donde,
no sabiendo la propiedad y chalidadk que Dios lesl ha dado, no
pueden dejar de temer de verse ya lejos de tierra, de padres, de respectos y de
otras cosas y aun quizá imposibilitados, o como imposibilitados, de comer,
beber y tratar y conversar con los demás. Vense donde es fuerza vean venir olas
de nuevas penas y sentimientos interiores que am los que allí llegan
les communica Dios; llegan a parte y estado donde ya ven con los ojos del alma,
y aun del cuerpo, bestias marinas, como son demonios y spíritus invisibles a
quien jamás no vieron, como los veía un sancto Domingo5 y la sancta
madre Theresa de Jesús6. Es fuerza el temer estas novedades, el
considerarlas por nuevas dificultades. Vense estas almas donde sería gran cosa
Dios les diese un maestro que, habiendo pasado por él lo propio, les dijese:
Animo, ánimo, que si eras hombre cuando te arrojaste y echaste a nado, ya te
has vuelto de la propiedad y chalidad de los peces, ya caminas como los
ángeles, ya no hay que temer estas olas de estos trabajos interiores, antes
holgarte, que tu alma con ellos vive como el pez con las olas del mar. No hay
que temer a las bestias y demonios que en esa vida se ven y descubren, que
poderoso es Dios para dar a un alman humilde virtud con que los venza y
haga temer, como cada día leemos de muchos sanctos: que, no haciendo caso de
ellos, [8v] entre ellos rezan y oran y, sin que los perturben, tratan y
conversan con Dios, como un san Antonio y otros sanctos ermitaños, y aun saben
y tienen poder para ligarlos y atarlos y encerrarlos en los infiernos.
4. Pues ahora digo en este capítulo que,
ofreciéndose estas dificultades en lo interior del desierto por donde esta alma
camina, es una dificultad la que aquí se les ofrece no tener maestros que de
esto sepan, que hablen de experiencia y desengañen, sino que a esta alma le sea
fuerza estar muchos días con estos temores y miedos de alejarse de tierra, de
que sobre ella vengan nuevas olas, de que se le ofrezcan nuevas visiones de que
no está acostumbrada. Lo cual, a mi parecer, está bien pinctado en estas
sanctas Marías que fueron al sepulcro de Cristo con ungüentos7. Lo
primero que les sucedió, para que tuvieron necesidad de grande ánimo, desengaño
y ayuda, fue parao enplear tanto dinero en ungüentos preciosos. Lo segundo, para salir del poblado y
alejarse adonde estaba el sepulcro de Cristo. Lo 3º, para quitar la
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piedra y entrar entre los soldados que guardaban el
sepulcro. Lo 4º, para ver el ángel que les dio la nueva de la resurrección. Y a
todo acudió la Majestad de Dios, haciéndose él el maestro y el que dio el ánimo
para enplear su dinero en cosas que habíen de ser de servicio de Dios, para
salir de poblado, para alejarse en la noche obscura, para entrar entre las
lanzas y picas dep quien guardaba el sepulcro. Dioles tanbiénq
el ángel que les fuese maestro, apareciéndoseles en figura humana vestido de
blanco. Que lo blanco deslumbra y disgrega la vista, y así les deslumbraba
todas las dificultades que se les podían ofrecer. El cual les habló
amorosíssimamente, diciendo: Nolite timere: scio enim, quod Jesum Nazarenum
crucificxum queritis8; no tenéis que temer, que buscáis a Cristo
crucificado Nazareno. De donde hallo que advertir aquellas dos palabras,
crucificxum y r Nazarenum -crucificxum quiere decir penado, crucificado,
enclavado, azotado y coronado; y Nazareno quiere decir florido-, que fue
decirles: teman los que a Cristo buscan airado y enojado, con azote, spada y
castigo; peros vosotras, que lo buscáis en la cruz, no temáis, porque
ya aquellas penast, spinas y clavos [9r] se han vuelto flores y rosas;
no temáis, que ya no spina Dios a quien le busca, sino recrea y entretiene con
rosas y flores, que eso quiere decir Nazarenou. Que es lo que yo decía
denantes: que llegada el alma a lo profundo de la mar no le tragan las olas ni
hieren las spinas, porque se volvió ya de la naturaleza de los pescados. El rosal lleno está de spinas; pero no
sólo no le estorban, pero le son de provecho para conservar sus flores y rosas.
Pues digo que, buscando un alma a Cristo crucificado, llega ya a tiempo y
estado que aquellas spinas, cruz y clavos no sólo no le estorban, pero adornan
su alma y defienden y guardan sus flores, porque ya se volvieron estas almas de
la naturaleza del rosal.
Pues digo que las
dificultades que se les ofrecieron a estas sanctas mujeres se las quitó Dios. Y
por maestro les dio un ángel que les avisase que ya las penas de Cristo no eran
penas y sus clavos no herían, pues el crucificado se llamaba Nazareno, que
quiere decir florido, y que así sus miedos no fuesen miedos y sus temores no
fuesen cobardía, sino ánimo para sperar a Cristo y aguardarlo, que él
sev encontraríaw con ellas en tierra de Galilea9. Para
esto digo yo que es de grande inportancia el maestro que rige y gobierna estas
almas, que sepa decir lo que dice este ángel y hacer officio de Dios para que
donde un alma hallare dificultad se la quite, séase en hacer enpleo de sus
bienes, sea a la salida del poblado, sea al caminar a solas y en la noche, sea
en el orar entre cuerpos muertos, sea en la visión de ángeles y nuevos
spíritus. Digo que
para esto son necesarios estos maestros. Pero la dificultad que yo digo que tienen
estas almas en estos caminos es que no tenganx hombres que hagan
officio de ángeles, que sepan yy enseñen.
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Y es certíssimo que si la Majestad de Dios, por quien
él es y por su infinita misericordia, no hiciese officio de carro y carretero
que guiase, habríe millares de almas estorbadas y detenidas, ¡y quiera a Dios
no vueltas atrás!
5. Ya que en esto no puedo poner exemplo
en discretos avisos que hayan dado prudentes maestros, podrélo poner en
sabiduría celestial que en el regirse han tenido almas puras y sanctas. A
sancta Chatherina de Sena [Cristo] le ofreció una corona de rosas y otra de
spinas, y escogió [9v] la de las spinas10. ¿Quién no considera esta
celestial sabiduría de esta sancta, en la cual elección hubo más misterio del
que parece y más luz de la que los hombres conocen? Pregunto yo. Si a un hombre
diesen un ramo de flores con los palillos con que fueron cortadas de los
rosales, no seríe discreción tomarlas por las hojas, que las rosas son tiernas
y se deshojarían y marchitarían, sino por los palillos y pies de abajo. Que de
ahí nació el decir de los indiscretos que toman el rábano por las hojas. ¡Oh
Señor, que la rosaz por el pie tiene espinas que hieren y punzan! No
inporta, que por lo alto tiene rosas y flores, olor, sabor y vista; y quien
quiere la rosa fresca y que le dure, hala de tomar por el tronco, que tiene
spinas. Esto propio hizo esta sancta: danle rosas y espinas; no echa mano de
las rosas, porque rosas y en nuestras manos serán rosas manoseadasa.
Deja la corona de rosas en las manos de Dios y toma las spinas, porque al cabo
de ellas están las rosas de dura. Y en nosotros están bien las spinas injertas,
que son las que prenden y por fructo llevan rosas. ¿Quién hay que no sepa que
el fructo del árbor ha de estar levantado de la tierra, porque en la tierra se
pudre y no sazona? Como
lo vemos en las viñas: que si algún sarmiento leb tienden por la
tierra, lo procura el labrador levantar, y si no, se queda agraz y sin madurar
el fructo que lleva.
En nosotros ingiere
Dios su cruz, sus clavos, sus azotes y espinas. El fructo que llevan estas
espinas son las rosas de que vamos tratando. Estas no han de estar en nuestras
manos, que somos tierra y en nosotros se pudrirán y será fructo mal sazonado y
que se quede agraz. Este ha de estar en lo alto, hase de quedar en las manos de
Dios, contentándonos nosotros conc ser divinos injertos de sarmientos
que dan tal fructo. Como lo hizo esta sancta, que, tomando entonces las spinas
y abrojos, ahora goza la corona de rosas y, por scoger y tomar el ramillete por
el pie, hoy güeled y goza de la fragancia y suavidad del licor que en
las manos de Dios dieron las rosas.
6. Veía yo habrá tres días, en Alcalá, en
nuestra casa, donde habíe algunos rosales, que echando hoy unas pocas de rosas
y mañana otras pocas, cada uno llegaba y cogía su rosa, la olía y luego la
arrojaba, y todas las [10r] desperdiciaban. Porque veía que aquella fructa no
servía de nada, sino de melindre, yo les rogué las dejasen para el boticario,
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que él las aprovecharía todas juntas y las daríe en agua
rosada. Así me parece son los del mundo: que desfructan los rosales y cogen
gustos a montones sólo para los oler, desperdician lo que en otro tiempo y en
otras manos les ha de valer, arrojan en esta vida lo que en la otra desearán. Y, si no, mirémoslo en el rico avariento,
comiendo y bebiendo espléndidamente, lleno de bienes, regalado con comidas,
recreado con olores y vestidos; y [el] pobre de Lázaro espinado y maltratado
con trabajos. Y en la otra vida está el rico avariento abrasado de fuego y
calentura, dando gritos por un dedo mojado de Lázaro en saliva de su
boca11. Preguntárale yo a este rico: ven acá, hombre, ¿qué dieras tú
por haber guardado algunas de aquellas flores quee desperdiciaste en
vida y haber puestof algunos bocados de los buenos que tú
desperdiciabas en la boca de Lázaro, para que en ella, como de alquitara, ahora
se distilara algún licor y agua rosada con que refrescaras tu lengua? Bien
hubiera sido no coger las rosas para sólo olerlas, sino guardarlas, y que
cogiendo tú unos pocos de trabajos cogiera Dios las rosas, que es divino
boticario para volverg a su tiempo los fructos de ellos.
7. ¡Oh ricos, y si las riquezas las
tomásedes por el pie, y cómo os serían de grande provecho y seríades señores de
ellas, aprovechándoos de ellas y de las demás cosas de gusto a vuestro
provecho! ¿Quién será poderoso a abarcar unh árbor por las ramas y
copa? ¡Nadie! Por abajo, quien quiera, y aun a derribarlo, echarlo en el suelo
y quitarle toda la fructa. ¿Quién será poderoso a sujetar las riquezas tomadas
por las ramas, porque las estienden tanto que a todo el mundo sujetan y ellas
alcanzan lo justo y lo injusto? Y así es bien cogerlas por el pie y darles
traspié, derribándolas a nuestro mandar, considerándolas como un poco de metal
que se ha de quedar en la tierra hecho tierra, que es nada, y que, si ahora
vale, después no valdrá sino para nos derribar a nosotros, porque, no
cogiéndolas nosotros debajo, [10v] ellas nos cogieron a su mandar y, como árbor
grande que cayó sobre nosotros, nos quitó la vida. Y lo propio que digo de las
riquezas, eso propio digo de las demás cosas de gusto y contento que se ofrecen
en la tierra, las cuales es bien se amen con mucha moderación y de suerte que
no gocemos en esta vida todo lo que es de contento, que dejemos algo para la
otra.
8. Y pues pusimos exemploi en la
viña, tornémoslo a poner en ella, advirtiendo que da tanto fructo la viña que
tiene para comer en uvas, en agraz, en pasas y que quede para vino. Sería loco y desperdiciado el que,
tiniendo una grande viña y posesión, toda la desperdiciase en agraz y no dejase
para vino a la vejez, cuando ha de tener necesidad de fortaleza y calor. Gustos tiene Dios,
hermanos, para gastar en agraz, en uvas y pasas, y dejar para vino; gustos
tiene que da en agraz, con
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que da de comer los trabajos a los justos; gustos
tiene para los entretener, gustos para los recrear, y gustos que dejar para en
la otra vida, con quej los enbriagar. El malo todo lo quiere
desperdiciar en agraz y que para la otra vida sólo le queden los sarmientos con
que le quemen y den fuego en el infierno. Denos Dios luz, para que en todo
hagamos su sancta voluntad y acertemos a escoger lo mejor y caminar por el
camino más derecho, con maestro y sin maestro.
9. Yo daría un consejo, y quiera a Dios
que acierte. No sé, deseo
no engañarme. Yo estos papeles no los escribo para que se lean sin que
primero mill veces se registren, borren, enmienden o quemen, porque deseo en
todo hacer la voluntad de Dios y conformarme en obras, pensamientos y palabras.
Pues digo que, si un alma llegare a estado que sus maestros no la entienden ni
saben de aquel lenguaje, habiendo primero registrado su spíritu y en lo
esencial de él habiendo tomado uno y muchos pareceres, en las demás cosillas
que se le ofrecieren, en que viere que sus maestros no la entienden, que los
deje y no les comunique nada, sino trátelo con Dios, que Su Majestad le dará
luz y le enseñará lo más acertado. Porque veo una grandíssima porfía que los
maestros [11r] tienen en contradecir (dicen que para probar o tentar), que
demás de mortificar un alma, la deshacen, desbaratan y desconponen. ¡Oh válame Dios, y cómo no es posible
decir lo que en esto se siente o se entiende! Digo que, como estas almas, para
alejarse de sí propias, siendo levantadas en lo sobrenatural, queda en ellas lo
natural violentado, penado y como fuera de su centro y lugar, porque todo eso
pudo la fuerza del spíritu que se levantó, que llevó tras sí esta armonía y conpostura
natural que hay en el hombre exterior e interior; pues, cuando a esta alma el
maestro de espíritu le aconseja lo contrario de lo que su espíritu le dita por
tentarla o probarla, con el rendimiento que tiene esta alma y deseo de
obedecer, hácese fuerza para contradecir al spíritu. Y en esta ocasión halla de
esa parte lo natural del hombre, que en aquel estado que entonces tiene el
spíritu se halló violentado; deseando volverse a su lugar, asiente muy bien a
lo que, por prueba o tentación, aconsejó el padre spiritual. Y en esta ocasión
hallo tres contrarios para su spíritu, para no dejarle poner en ejecución lo
que pretendía: el uno, es el padre spiritual; el segundo, la misma alma, que
desea obedecer y sujetarse a lo que le dicen, sea en burlask o en
veras; el tercero, es el natural del hombre, que desea caminar por camino llano
y irse poco a poco. Pues tres a uno, ¡ya se ve cuál lo pondrán!
10. Por
eso digo yo que en esta ocasión le den lugar al espíritu para que consulte y
pida parecer a Dios de lo que debe hacer; que, en caso que no haya quien sepa,
está Dios muy aparejado para ayudar.
Hoy me han contado que en un saco
que hicieron los indios en dos ciudades que estaban muy convecinas a su tierra,
llevaron una monja, la cual le cupo a un cacique, hombre rico y principal. Y
estándole sirviendo la buena monja de moza de soldada muchos días, viéndola
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el amo un
día muy triste, le dijo: ¿Quieres que te dé un libro en que leen vuestros
clérigos y sacerdotes? -Que lo habíel llevado entre los demás
despojos-. Dijo ella que se holgaríe en el alma. Entonces [11v] sacó
y diole un breviario en que ella, de allí en adelante, rezaba las horas y se
regucijaba, ocupándose en decir ipnos y psalmos a Dios. Pudo tanto esta monja
con sus oraciones que le dijo un día el indio: Mira, mujer, yo tengo vuestra
ley por la más verdadera; tú atreverte has a huir conmigo a tu tierra, y
llevaré a mi mujer y mis hijos contigo. La monja temió no la engañase; pero después, asegurada, dijo que
de muy buena gana, avisándole una noche antes para encomendarlo a Dios.
Haciéndolo así el indio, mi monja tuvo grandíssima oración, grandes disciplinas
y penitencias. La noche siguiente se pusieron en fugam y huida. Habíe
cuarenta leguas de montañas hasta el pueblo donde iban y, sin saber cómo ni de
qué manera, la propia noche se hallaron orilla de la ciudad donde iban y oyeron
cantar los gallos, y entraron con grande alegría, dando gracias a Diosn
por la merced que les había hecho. No digo más desto, que es la sustancia del
caso, aunque tanbién me contaron de otras monjas que, echándose a la mar en un
barquillo, aportaron a una isla donde estuvieron tres años sustentándose con
caracoles y hierbas. ¿Quién dijera ni alcanzara con su entendimiento que habíe
Dios de convertir toda una casa para que viniesen a traer una monja a la suya,
y que por un alma que Dios ama tanto haga semejantes grandezas? ¡Oh Dios
eterno, y cómo eres padre, camino, verdad y vida12, y cómo las cosas no
están en lo que los hombres piensan, sino en lo que Dios quiere! Por eso digo
yo que, si alguna vez un alma remontare dentro de sí o fuera de sí, donde no le
den alcance estos maestros ordinarios, fíe de Dios, que le será Maestro y
Señor, y allí le dará lo que tuviere necesidad.
11. Confieso
que son tantos los temores que estos maestros engendran y ponen en un alma, que
pienso muchas veces el demonio los toma por instrumento para scurecerla [12r] y
añublarla; y, tiniéndolos Dios puestos por padres y maestros spirituales para
que respondan y suelten las dudas de quien se enbarcó en alta mar, no
respondiendo, o tentando o probando con resoluciones contrarias a lo que el
caso pide, obligan a Dios a que Su Majestad immediatamente dé luz
extraordinaria. Lo cual no siempre Su Majestad lo quiere hacer, o no está
dispuesta el alma con quien trata para eso, o es causa, en la persona que
buscaba el consejo, a que se detenga en las obras que pretende hacer, o que las
yerre.
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