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CAPITULO 4 -
De las causas que un alma tiene de estar penada de verse sola y sin ayuda en el
camino de la perfección para llevar adelante lo que Dios le tiene encomendado. La obligación que
tienen los padres spirituales de las ayudar, siquiera con palabras blandas y de
consuelo
1. [16r]
Dije al principio del capítulo pasado cómo una de las cosas que un alma siente
en el estado de perfección de que vamos tratando es la soledad cuando no halla
siquiera un siervo de Dios o padre espiritual que se conforme con ella, o porque
no quiere, o porque gusta de burlarse, o porque no sabe, o porque no quiere
cansarse y desvelarse en ir a la posta y a los alcances en los pensamientos a
quien así camina fuera de paso, que parece más volar que andar, o porque tiene
otras ocupaciones. Finalmente, ha hecho esta alma su deber para hallar
compañía, siquiera en palabras, y no la halla. Parece, pues, que en el capítulo
pasado no quedó bien declarado la pena que esta alma recibe en esta soledad. No
sólo tiene esta alma esta pena por verse sola respecto de que el hombre es
animala sociable y criatura a quien Dios le dio inclinación y apetito
de otras criaturas de su especie y en su condición iguales para vivir
juntas1. Lo cual lo mostró la esposa cuando, habiéndole pedido a su esposo
la llevase en pos de sí, hablando de singular y de síb sola,
despuésc de haber dicho: Llévame, esposo mío, en pos de ti, dijo: Y
correremos tras el olor de tus ungüentos2. En las cuales
palabras dio a entender buscaríe compañeras con quien caminar. Que aunque es
verdad que el viaje es dichoso y el camino apacible, la soledad es penosa y en
cualquier ocasión la compañía es de entretenimiento y deleitable.
2. Pues digo que no sólo es de pena la
soledad porque a un hombre le mortifican lo natural con que es inclinado a
compañía, sino por otras muchas cosas. Y una es porque, estando esta
almad tan rendida en lo interior y exterior, no hallando todas las
veces tan a mano a Dios para que lee declare su voluntad, desea un
compañero que le sea intérprete de esa propia voluntad, que le aconseje y diga;
y tanbién que le mande, porque estando resignada de no hacer su voluntad en
nada, mientras que no tiene quien le mande o diga, es certíssimo
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el padecer penas intolerables. Y que si Dios le aviva
los sentidos interiores para considerarse sola, y le cargan las penas y
aflicciones interiores, y que no tiene a quien volver la cabeza, no sé qué
decirme desto.
Sólo
digo que cuando Cristo fue al güerto a orar, donde habíe de hacer aquel divino
y vivo ensayo de lo que habíe de padecer otro día, llevó consigo tres
discípulos de los más queridos [16v] y, habiéndose apartado un poco de ellos,
los visita tres veces y los dispierta, como quien pide compañía y la desea en
aquella ocasión3. ¡Oh Señor mío, y cuánto sería lo que sentiría tu
divino spíritu cuando después te vieses tan a solas que aun los que más te aman
huyen4, y tú puesto entre dos ladrones5; y que las personas que
más a ti se llegan son los que más te ofenden, para más te atormentar y
injuriar6! Y quien te podía, Señor, servir de compañía es tu
benditíssima Madre, y ésa es necesario dársela, porque queda sola y entre
verdugosf7. Quien te podía, Señor mío, hacer compañíag
era tu Padre, y a él le dices con particular sentimiento que cómo te ha
dejado8. Y si tú, Señor, sientes la soledad, ¿qué debe hacer un
gusanillo triste como el hombre, que cada momento tieneh necesidad de
ayuda, de consejo y de consuelo, y que quien le puede hacer esa buena obra es
su padre spiritual, y éste muchas veces, o porque tú lo quieres, o porque así
lo ordenas y debe de convenir, da una en el clavo, ciento en la herradura?
3. Pues si esta alma, despedida de ahí,
va, Señor, a buscar compañía con vos, parece que ha mil años que estáis enojado
con ella y os habéis absentado, y que puede decir, como otro Job: Quare me
posuisti contrarium tibi?9 Pues si se vuelve a sí propia y a solas en
su casa [para] pasar la vida como Dios fuere servido, dice luego: Et factus sum
michimetipsi gravis10. Ella le es pesada, y tan pesada que le parece
que de aquella soledad nadie es ni puede ser causa, sino algunos peccados
secretos que ella no sabe. Y así le dice a Dios, con unas quejas amorosas:
Quare non tollis peccatum meum et aufers iniquitatem meam?11 Señor, si
el estar mi alma tan sola, si el no hallar yo compañía en Dios ni en los
hombres es la causa mis peccados, ruégoos que me los quitéis y apartéis de
ellos. No dice y habla esto por la pena que ya le dan los propios peccados -que
habiendo hecho de su parte lo que debe, quieta está por este camino-, sino que,
como siente en sí tanto la pena de la soledad y el darle de mano hasta las criaturas
de la tierra, torna a dispertar lo que en ella ya dormía, que es la memoria de
las culpas pasadas. Y digo memoria de las culpas, porque del todo jamás se
muere en ella el acuerdo de que ofendió a Dios y que siempre debe continuar un
perpetuo [17r] dolor y arrepentimiento de ellas. Lo quei en esta ocasión dispierta en ella la nueva pena
que recibe de verse así tan sola, es pensar si sus culpas están del todo
perdonadas, o si hay en ella alguna secreta que
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ella no sepa o entienda; y de ésas pide de nuevo
perdón. Como otro David, que del todo no queda quieto y sosegado, aunque el
propheta Natán le dice que ya Dios le ha perdonado sus peccados12, sino
que dice: Amplius lava me, Domine, ab injusticia mea13; y en otra parte
dice: Ab ocultis meis munda me, et ab alienis parce servo tuo14;
límpiame, Señor, de las cosas que en mí hubiera secretas y de las cosas ajenas
que yo tuviere parte.
4. Esta
soledad que un alma padece, considerándola en el grado de soledad que vamos
diciendo, causa en ella una continua y perpetua inquietud y perturbación
spiritual, como luego diremos. Y en los que la miran causa unos miedos, temores
y sospechas: si el mal desta alma, si su inquietud y desasosiego si es locura,
enfermedad, peccados o demonios los que así la perturban; de suerte que, a mi
ver, no está en pequeño peligro acerca de las opiniones que de ella tienen y
cada uno forma.
Digamos, pues, cuán natural cosa es
a esta alma quedar inquieta y perturbada viéndose así sola. Y esto es algo
dificultoso de entender si no es por exemplos. Para cuya inteligencia quiero
que notemos que Dios, que quiere ocupar un alma con continuidad en lo que él es
servido, tiniendo asiento en sí, que, en fin, le dio Dios asiento y peso natural
con el cual reposa en sí, no obstante que, sobrenaturalmente hablando, de ella
no puede tener su cumplido reposo, sino en Dios15. Ahora no hablo de
ése, sino de los asientos naturales en que naturalmente un alma descansa. Pues
digo que el uno es en sí: en sí tiene sus contentos y gustos naturales, sus
conplacencias y deleites, sus agrados y descansos, como lo vemos en muchas
personas que, cansadas, se recogen donde nadie les dé pena, sin otro
entretenimiento más que el que pueden tener descansando dentro de sí propias. Y este asiento que
digo tiene en sí, es como el de los cuerpos en los pies, cuando están en pie
paradosj [17v], o como cuando están sentados: que, en fin, reposan y
descansan. Otro reposo y asiento tienen en las criaturas con quien se
entretienen y pasan sus trabajos, ora sea desaguándolos en ellask, o
con ellas olvidándolos (y ya digo voy tratando del reposo y descanso natural).
Otras veces descansa en algunas cosas exteriores que a esta tal alma la
deleitan y entretienen. Pero si todas estas cosas le faltasen a esta tal alma,
es fuerza que ha de quedar, naturalmente hablando, inquieta, perturbada,
ansiosa y deseosa de buscar el centro natural en que tenía reposo, y mientras
no lo hallaba lel habíe de durar la perturbación. Y si no, miren un
enfermo en la cama: que ni reposa en sí, ni en la cama, ni en las medicinas,
porque interiormente le quitaron la salud, que es en quien el hombre
naturalmente descansa.
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5. Pues digo que suelem Dios muchas
veces, para que un alma con veras le busque y sólo se ocupe en aquello que Su
Majestad le manda, suele quitarle y desasirle el corazón del asiento natural
interior que dentro de sí tenía. Y de allí desasido y despegado, buscan
asiento en compañía igual; y si no la halla, busca quien le divierta y
entretenga. Y aunque es verdad de veras en esas cosas no puede hallar reposo,
pero algunas veces quiere Dios lo tenga por aliviarle en algo sus trabajos y
que no sea todo volar y caminar a la posta. Pero como vamos diciendo que la persona que nació para sola poco
le presta buscar compañía, que si la hallare de entre las manos se le
descabullirá; y, como decimos del padre spiritual, o por burlas o por veras, le
será contrario. Que no es pequeño desconsuelo que la persona que él escogió
para su alivio le sirva de carga, y carga forzosa, que no le puede volver las
spaldas, porque así Dios lo tiene ordenado.
6. Pues
díganme por charidad: esta alma que dentro de sí le falta el asiento y fuera no
halla el reposo, es fuerza acudir a loo que Dios le tiene ordenado. Y
si eso se lo quitan [18r] de delante, a mi parecer debep quedar tan
inquieta y perturbada que no será mucho la tengan por loca, o por quien
quisieren.
Ahora pregunto yo: si una aguja
tocada con la piedra imán, que puesta en un relox siempre anda inquieta y a
cualquier parte que la vuelven se torna a mirar el norte, puesto caso que
todaq la inquietud de esta aguja es ponerse enfrente del norte, si
diésemos un caso que se le escondiera el norte y se lo tuviera Dios a otro
cielo escondido, paréceme que, no hallando el fin a que enderezaba sus
naturales movimientos, habíe siempre de andar dando vueltas a la redonda. Y lo
propio digo yo de un alma que, desasida y desencajada de su propio natural,
como aguja de relox en el aire, y tocada con el don que Dios es servido para
que sólo se ocupe en lo que Dios le encomienda y manda, si esa obra se la
escondiese, ¿qué debía hacer esta alma, puesto caso que en nada reposa, sino
dar vueltas a la redonda, quiriendo ya esto, ya aquello, y pareciendo más loco
que cuerdo quien tantos quereres y voluntades muestra tener? Dios me dé tal
locura, por quien Su Majestad es, que siempre quiera y, por no hallar en quien
mi querer halle firmeza, nunca quiera; que querer debajo de razón de bien es
bueno, y no querer porque en aquello que quiso no halló cosa que le enllenase o
que en aquello no halló la voluntad de Dios que le detuviese, es muy bueno.
7. Las
golondrinas dicen que pasan la mar y, no pudiéndola pasar de un vuelo, no
hallando dónde sentar el pie ni dónde descansar, dicen se ven obligadas a
echarse al agua y tender en ella la una ala y levantar la otra en alto, como
vela en quien hiriendo el aire la van levantando poco a poco. Pero digo yo que,
siendo tan grandes y tan fuertes las olas de la mar, echado en ellas un tan
pequeño pajarillo, será fuerza
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el traerlo
de una parte a otra inquieto hasta que torne a levantar vuelo [18v] en alto, y
con este trabajo pase tan largo golpho. Y aun por serlo el deste mundo y tener
despedido y desarraigado de él el corazón, el divino Pablo da voces a Dios y le
dice: Cupio disolvi, et esse cum Christo16; que deseaba verle el cabo. Y David decía: Heu
michi, quia incolatus meus prolongatus est!, etc.17
Pues digo que siéndole fuerza a esta alma
de quien vamos tratando pasar este mundo r por en medio de sus olas a
la bienaventuranza, no pudiéndolo pasar de un vuelo, busca dónde descansar un
rato. Entra dentro de sí y no tiene asiento. Búscale en las criaturas que le
pueden ser compañeras, no lo halla; y sis lo halla y quiere, la
ablientan y se ve forzada de tornar a volar; búscale en las cosas exteriores,
no nació para ellas. ¿Qué ha de hacer esta alma, sino como una golondrinilla
echarse a la mar y tender la una ala, que es lo natural, por esos suelos y
tierra, levantando la otra ala de lo sobrenatural a lo alto, y pedirt a
Dios para que con el aire del Spíritu Sancto la guíe y lleve a puerto seguro?
Pero lo natural no es tan fuerte que, echado en esas olas y en ese mundo
grande, no lo traigan de aquí para allí dando vueltas, quiriendo y no
quiriendo, de suerte que parezca más loco o corcha que se la lleva el agua, que
pájaro que vuela. De todo esto debe tener paciencia esta alma, aguardando se
cumpla en ella la voluntad de Dios y torne, con el ayuda del cielo, a dar otro
vuelo con que alcance el fin deseado. Verdad es que no puede dejar de padecer
en esta ocasión, como decimos, porque la mar es muy larga, las olas terribles,
el ayuda ninguna, la soledad grande, el peligro terrible. Porque, como decimos,
cánsase a ratos de volar y desea descansar. Que si es pájaro y tiene pluma
liviana que le ayuda a andar por el aire, en fin, tiene cuerpo cansable y no
hay pájaro de tan ligero vuelo ni águila caudal que tanto se levante que no
desee una ramilla, aunque sea de un espino, donde parar y revolcarse.
8. Esto
debían
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muchas veces
considerar los padres spirituales que tratan y guían almas para el cielo: que
algunas veces se duelan y humanen y haya de ello con de ello, del pan y del
palo; y que consideren, aunque [19r] un alma sea cuan sancta ellos quisieren, y
que se remonte como un Pablo18, y que vuele como un san Juan19,
aún no murió, vida tiene, cuerpo posee, necesitado está de mojar en algo el pan
de la tribulación. Y si a los hebreos los llevan más que de paso captivos a
Babilonia y derraman lágrimas acordándose de su Jerusalén, para reposar sus
duelos se asientan en el suelo, como dice David: Illic sedimus et flevimus,
cumu recordaremur tui Sion20.
Diránme estos padres spirituales que
ya proponen hartas cosas a estas tales almas y que, con todo eso, quedan
inquietas, causa de que muchas veces piensen o que su spíritu no es bueno, o
que es locura su enfermedad, o que no las entienden. Yo tanbién digo eso: que
les dicen muchas cosas; pero es cierto parece han estado estudiando todo el
díav antes cosas contrarias con que las mortificar y cómo han de
responder al contrario de lo que van a preguntar; y que algunas veces creo
sería mejor proponer al contrario de lo que desean o pretenden; quizá por ese
camino toparan con un parecer que las consuele o enllene.
9. Otras
veces (débelo Dios de permitir y ordenar así para lo que él se sabe) parece que
nacieron en el año de la desgracia y que profesaron sequedad, rigor y aspereza,
lo cual es muy bueno para un alma que quizá anduvo quince días regateando la
ida y la communicación. Deben de entender es enfermedad corporal que
tiene mill refrigerativos y otros tantos alivios y descansos y que con
amedrentar el enfermo callará. Ojalá entendiesen que en este caso esta
enfermedad se aumenta de ordinario con los remedios que le dan para que sane,
porque, como su enfermedad es soledad, cuando le descubren cosas en que no
halla reposo, más se aflige, porque su remedio lo descubre más lejos y lo ve
más escondido, porque halla por experiencia que casi todos los remedios que le
dan son fantásticos, pintados o soñados, pues tan por encima se quedan que para
ella son como si no fuesen.
10. ¡Oh Dios mío bendito, dente millares de
gracias todas las criaturas; que, en fin, tú eres padre piadosíssimo y Dios de
todo consuelo y esposo enamorado!21 Túw sabes, Señor, la
soledad que un alma pasa en esta ocasión. Y así, tratando con tu esposa,
sabiendo que de veras lo era tuyo y que con nadie trataba amores ni los
consentía, antes por ti todas las horas moría, sabiéndole tú su enfermedad,
tiniéndote ella no sólo por esposo, sino por maestro, parece que en todas las
ocasiones que con ella tratabas, tratabas con amor, con dulzura y con
suavidadx. Quien leyere el libro de los Cantares, no hallará palabra de
rigor, que ésas no son para casa de los enamorados. Todos son requiebros,
aficionesy, dichos, apodos y ternuras salidas del corazón, fiestas y
entretenimientos. Convites son que el uno hace al otro, aplazos para [19v] sus
güertas y jardines, entradas y salidas de sus retretes y bodegas donde se bebe
y se enbriagan. Que menos no
se puede llevar tal enfermedad, si no es cayendo en el suelo y habiendo bebido
vino que enbriaga y quita el sentido para no sentir siquiera algún rato lo que
el alma no tiene fuerzas para llevar de contino. Finalmente, quien con atención
leyere el libro, hallará olores de ricos ungüentos que de la una y otra boca se
distilan; flores, rosas, liriosz, azucenas y hierbas, cuyo olor y vista
entretiene. Pues si esto es así y que con estas medicinas cura, recrea y
entretiene el esposo a su esposa, ¿por qué no será bien que haya quiena
algo aprienda de este buen maestro para entender que no
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todo ha de ser aire cierzo, truenos, relámpagos y
desconsuelos? Dirán: bien es eso verdad, pero el esposo conoció los ciertos y
verdaderos amores de su esposa, y así los curab como amores que hacen
llaga, y llaga que no se puede curar sino con flores; pero acá a las personas
que tratamos no tenemos de ellas ese claro conocimiento, y así es necesario
tratarlas con despego. Respondo que por lo menos conocen en estas tales almas
un deseo de acertar y un corazón afligido; y basta esto para que sean dignas de
algunas palabras de consuelo, de un recebimiento amoroso, de unas palabras
blandas, y que no sea todo apreturas.
No entiendan que esta scritura es frívola.
Bien veo que para el que la scribe no ha de servir de nada, porque no padece; y
si padece esa enfermedad, no lo han de leer para usar ese remedio con él. Pero
será Dios servido en que sec lea y se aprienda para usarlo con algún
alma que me eche mill bendiciones. Y el que lo usare tanbién me las echará
viendo el provecho grande que hace con su suavidad y dulzura en semejantes
ocasiones.
11. Yo
confieso que hay tiempo que pueden y deben mortificar; pero otros tiempos
hayd que deben ayudar a ensanchar el corazón que Dios estrechó o él se
encogió de suerte que parece no cabe en él una cosa mínima. Estén ciertos no se
descuida Dios un momento de las mortificar; en cualquier estado y temple que
tengan, no da lugar a que se desconcierten los afectos cada uno de por sí con
demasiada alegría o tristeza; y así, en medio del contento, descubre ocasiones
de tristeza. Y bien sabe Dios debajo de una cosa encubrire y descubrir
cosas contrarias al gusto y paladar, como lo hizo en el maná, debajo de quien
habíe diferentes y contrarios sabores22. De esa misma suerte, siendo
Dios el obligado de conservar esta alma en temple sonoro y agradable, no se
descuida Su Majestad, en medio de los gustos, mortificarla y acibararla,
dándole un profundo conocimiento de su bajeza y cuán cortos son sus méritos
para lo que tiene y posee, cuánto es Dios más largo [20r] con ella que ella
merece. Y en medio de esos beneficios no merecidos, viendo en ellos como en
espejo cuán lejos está de tanto bien, como quien en ellos conoce su fealdad, se
entristece y pena con su poquedad y poco posible para tanto agradecimiento y
para más se llegar a tanto bien.
12. Una
cosa sé decir, padres míos spirituales: que me parece a mí es prueba más cierta
la bonanza que la tribulación, porque en los actos más libres con más libertad
uno descubre su bueno o su malo. Verdad es que en entramas ocasiones tienta y
prueba Dios; pero, como es más de la condición de Dios dar y hacer beneficios
que enviar castigos, más de ordinario prueba con ellos. Que, aunque es verdad
que al agradecido le atan las manos y hacen sclavo del que los da,
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perof en elg ingrato descubren nuevas
libertades, porque siendo más señor y rico con lo que recibe, habiendo de tener
menos manos, como el justo que sabe agradecer, tiene más para su maldad y poner
en ejecución sus antojos que hasta allí, por falta de poder y crédito, estaban
escondidos y detenidos.
Una vasija, en llenándola de licor y cosas
líquidas, se ve si está quebrada, o si por alguna parte se rezuma; y no
mostraríe esto si en ella echasen cosas gruesas. Es certíssimo hay algunas
personas queh sufren males y disimulan trabajos muchos días. Como lo
experimentamos en los noviciados: que hay algunos tan sagaces que llevan y
sufren los rigores del noviciado, las penitencias y mortificaciones, que los
tendréis por gente del todo perfecta; y, en admitiéndoles la religión y
dándoles su profesión y haciéndoles otros bienes, quizá no os averiguaréis con
ellos, de suerte que quien en el rigor no descubrió, cuando lo trataron con
suavidad, amor y beneficios, descubrió las quiebras de su natural o mala
inclinación. Esto digo para mostrar que si los padres spirituales quieren
probar, no es mala prueba el regalar, apoyar, acreditar y hacer bien.
13. Decíame
un alma sancta que, cuando se veía triste, procuraba hacer más penitencias y
ponerse en ocasiones de más pesares y, cuando alegre, se procuraba regucijar y
alegrari más. Porque decía que cuando se hallaba triste era señal que
Dios la quería llevar por aquel camino y que aquél era el camino que la
convenía, pues Dios se lo daba, y que parecía sería cosa acertada ayudar a Dios
en sus obras, para que más presto se consigan los fines que se pretenden.
Respondo a esto que no se puede dar regla general en estas cosas, y que cada
uno habla a su modo; y que esta persona que decía esto, en estos afectos de
tristeza o alegría no debiera de tener ni darle Dios la medida llena. Que
pudiera ser, si la tristeza fuera de las que pesan y agravan, y que ella
buscara, aunque fuera salud y alegría, de manos de sus enemigos [20v]; y, por
el contrario, cuando su natural se descompusiera con algún gusto o contento
desordenado -digo que desordenase y descompusiese la flaqueza de su natural-.
Pues digo que en esta persona que me decía que cuando se hallaba triste atizaba
y añedía de su parte con qué creciese aquella pasión, que debiera de ser
tristeza la que tenía muy de afuera y amargo muy azucarado, pues le dejaban
libertad para pedir más. Yo digo que si a ella le apretaran los cordeles, como
a otro Job, que ella diera voces y dijera lo que Job decía a sus amigos:
Miseremini mei, miseremini mei, saltem vos amici mei23; que pedía ayuda
y socorro siquiera, si algún amigo le habíe quedado; y como otro Pablo
aprisionado, que gusta lo echen y descuelguen en una spuerta por la muralla
abajo24.
Cuando uno está en una casa y se
quema un aposento, recógese al otro; pero si toda se abrasa, salir tiene afuera,
donde goce del aire que le mitigue
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el ardor que recibe dentro. Penas y fuegos interiores
cierto que tienen necesidad de soplos refrigerativos de los padres spirituales
que les ensanchen el corazónj. Ya se sabe que el carbón en la fragua
del herrero dura más cuando con el hisopo le echan agua de la pila que junto
tienen; y que el hierro que sacan abrasando y encendido del fuego se templa y
pone más duro y menos flectible cuando lo meten en el agua. Y por eso digo yo
que se podrán sacar grandíssimos provechos del consuelo que un alma halla a los
pies de su padre de penitencia: pónele ánimo, fuerzas y brío para tornar a
padecer y para tornar a arder una y muchas veces, como carbones que son de
dura, para hacer el officio que Dios les mandare.
14. Siendo almas discretas y prudentes, en
aquella bonanza saben, como decíamos, entristecerse, pues sin ir a casa ajena,
en la nuestra propia hallaremos mill ocasiones que nos dispiertan y sacan
lágrimas y lloros. Y después del pecado yo veo al hombre más inclinado y
caído al lado de los pesares que de los placeres. Y Dios tiene su particular
providencia puesta en que el hombre coma y se sustente con pan de dolor y su
simencera esté atributada en abrojos y en espinas25. Y es certíssimo quiere Dios, cuando Su
Majestad carga la mano, que haya quien la detenga y, cuando envía lo amargo,
quien lo endulce. Y jamás vi padre enojado con su hijo que no se holgase
hubiese madre y intercesores que mitigasen su rigor y apaciguasen sus enojos,
porque en ellos no pretende destruir, sino edificar. Y no hay médico que con
rigor de purga que no consienta se enjuaguen la boca y masquen algo, aunque
sean cosas contrarias a la enfermedad, porque, como decimos, un poco de veneno
no daña. Y cuando Dios tenga determinado de curar un alma con aflicciones, no
le dañarán unos pocos de consuelos de su padre spiritual con que se enjuague de
tanto acíbar y amargo como cada día un alma sancta pasa, etc.
[21r] Jhs.
Mªa
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