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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA PERFECCION
      • CAPITULO 7 - De una pena grande que el varón perfecto concibe cuando de repente en su quietud se le ofrece alguna ocasión exterior en que se perturban sus pasiones, y del provecho que de esa pena saca
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CAPITULO 7 - De una pena grande que el varón perfecto concibe cuando de repente en su quietud se le ofrece alguna ocasión exterior en que se perturban sus pasiones, y del provecho que de esa pena saca

 

            1.         Dicho hemos en este capítulo pasado una dificultad que [a] las almas se les ofrece en el camino de la perfección, que, aunque no grande de suyo, nada se puede llamar pequeño cuando con ello quiere Dios hacer sus asombros y meter sus miedos en casa y volver a un alma recatada. Y también digo que la gravedad o dificultad de la cosa también se debe tomar según el sujeto en que cai y el objecto acerca de quien obra.

 

            Un gusano de seda se muere con los truenos y ruidos que hacen las nubes en el verano; y los pollos que aún no nacieron ni salieron del cascarón, y si con solos truenos se mueren, poco les inporta caigan


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o no caigan rayos. Si con una cuchillada me matan, ¿qué inporta que no me den 20 estocadas? Si con el ruido que hizo un gato en el camaranchón se asombró el niño, ¿qué inporta que sea o no sea duende? Así digo a los padres spirituales que, para hacer caso de la aflicción y pena del discípulo, no tanto se ha de mirar la gravedad de la cosa que los pena, cuanto al efecto y operación que hizo en él y, según eso, dolersea, remediar y consolar el alma que a él fuere afligida.

 

            Cierto, como he apuntado en el capítulo pasado, me ha sucedido a mí irme ahogando, [28r] y aun quizá derramando lágrimas, a buscar consuelo y hallar a mi padre spiritual de suerte que ni aun caso quería hacer de lo que le decía ni atender a ello, y quizá juzgarlo yo por crueldad, o por lo menos aumentárseme la pena. ¿Qué inporta que la spina sea pequeña si duele mucho y está en parte tan delicada y sensible que hace perder pie? ¡Cuántos hombres hay que no sientenb culpas ni penas grandes; y otros, de una palabrita que dijeron, de una inquietud que tuvieron, se afligen, melancolizan y enturbian de suerte que, a no librarlo en lágrimas y sentimientos, pudiera recebir detrimento su salud!

 

            2.         Ahora, en este capítulo, me parece poner otra mortificación que a estas tales almas se les ofrecen. Y es que, como su vida es tan quieta, tranquila, sosegada, y gozan de Dios en un modo extraordinario, cualquier cosa exterior, por pequeña que sea, las perturba, aflige y escurece de suerte que parece no tienen almas. Y aun con esas penas y aflicciones exteriores permite Dios hagan algunas faltas que tengan color de culpas. Y digo que tengan color de culpas, porque pienso que la turbación sólo fue exterior y que a este hombre le cayó muy por de fuera y que el alma se quedó escondida y sin salir a la parte de esta aflicción que decimos, porque el lazo y atadura interior no era tan flojo y delicado que se habíe de desatar con tan pequeña ocasión para dejar su recogimiento, salir acá fuera y echar mano al montante (como dicen) para dar cuchillada y reñir pendencias ajenas del hombre exterior.

 

            Muchas veces ve la madre que su hijueloc riñe con otros muchachos y se está queda y no hace caso, por parecerle todo es de poca importancia, y no se inquieta ni perturba ni deja su labor porque el chiquillo ruede, llore y se cuite; que, pasado eso, él se acallará. No entendamos que siempre que este hombre exterior se inquieta o enturbia se inquieta el alma, sino que es muy ordinario quedarse haciendo sus labores, aunque nosotros no lo sabemosd o lo conocemos, y dejar rodar a este hombre exterior, que llore, que se aflijae, y aun que hable o diga algunas palabrillas de poca consideración. Lo cual lo conoceremos por ver que, pasada esa turbación exterior, hallamos el alma como deantes se estaba: [28v] quieta y pacífica, y nosotros asombrados de ver la facilidad con que nos perturbamos e inquietamos acá de fuera. Lo cual permite Dios para que entendamos cómo esta nuestra carne y hombre exterior siempre tiene qué purgar y qué limpiar y que, para que quede


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como debe, es necesario, después de todos los cuidados que el hombre ha puesto en purificarlo, entregarlo Dios a la tribulación y trabajo, la cual saca hasta de las entrañas lo más pequeño y menos pensado.

 

            Bien vemos que la criada limpia y lava la carne que echa en la olla una y muchas veces y, con todo eso, en puniéndola a hervir a la lumbre, hace espuma y echa de sí hartasf cosas que no se pensaban. Lo propio digo yo en un varón penitente: purifíquese y límpiese una y muchas veces y quede con la seguridad que él quisiere, que, en ofreciéndosele una ocasión de trabajo, mortificación y aflicción, verá cómo hace espuma y descubre la carne muchas cosas que él no pensaba, deg que tiene necesidad de purgarse y limpiarse.

 

            3.         Puesh digo que estas cosas, cuando se ofrecen a estas tales almas, como son faltas no pensadas y cosas no entendidas, no pueden dejar de dar pena y afligir, viéndose en aquellas cosas tan en los principios que les parece un muy principiante no hiciera tal cosa. Apenas acaban de entender de dónde provino aquella novedad: si de la malicia de la voluntad, si de algún estado secreto y torcido que él no sabía, si de la turbación exterior que por entonces padecieron. Andan como atontados, y aun afrentados, si fueron culpas o no, recatos públicos con que dieron algún mal exemplo. Desean saber la causa, para remediarlo. Por entonces no la saben. Y si saben aguardar y que Dios pacifique y quiete estas olas, fácil lo echarán de ver de dónde provino. Yo pienso que esta súbita mutación fue toda exterior, así en la causa como en el efecto. Que, como la ocasión cogió de repente a esta tal persona, y no tan puesta en los estribos para tener a raya las pasiones naturales, sin licencia en breve se turbaron y causaron algunas tinieblas en que, por breve, se hicieron algunas cosas no tan medidas como antes acostumbraba, particularmente si, antes que esta persona se turbase, se le ofreció alguna razón o congruencia de que era lícito enojarse [29r] o altercar, porfiar, reñir, dar voces o hacer cosas semejantes a éstas, las cuales, pesadas y medidas con la cordura y mesura antigua, parecen desconciertos y faltas.

 

            4.         ¡Oh, válame Dios, y cómo aquí se pudiera descubrir una cantera como sin fin, ya considerando estos defectos de parte de la causa que los mueve, ya de parte de los efectos y personas en quien se obran, ya de parte de Dios que los permite! De parte de las causas, es certíssimo muchas veces quedan las causas muy justificadas para que un justo se enoje, se altere o perturbe, en quien la razón y causa justa no le quita la pena y mortificación interior que en él causa aquella novedad de hablar y decir palabras ásperas y rigurosas, porque cuando en él todo quede muy justificado, asómbrase y espántase de ver que aquel officio no lo pueda hacer con la quietud y sosiego que hace los demás ejercicios. Aflígese pensando si aquella turbación le ha de quitar la oración de quietud y reposo que otras veces solía tener.


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            5.         Llano es que una mujer sentiría ver el espejo en que se mira turbio; que es tan delicado que con sólo el resuello y aire de la boca se enpaña o deslustra, y con un poquito de polvo, particularmente si no sabe que con facilidad se limpia y torna a su antiguo ser. Es certíssimo que, en el estado de que vamos hablando de un alma, es tan delicada y más que el espejo, de suerte que una niñería, un poquito de polvo, un soplo, parece que la inquietó y perturbó de suerte que ya entiende no podrá tornar a tener su oración de reposo y quietud, o que no se han de tornar a poner sus potencias tan sosegadas como antes estabani y las pasiones tan moderadas como siempre las teníanj. Y si hacen que todo es un momento y en un instante pasa aquello, porque son como unos guzquillos que a cualquier ruido que sienten o persona que pasa por la calle le ladran que parece se hacen pedazos, y en dándoles el amo, que está adentro, un grito, o llamándolos, se vuelven mansos, humildes y callados. Así son las pasiones en el justo, porque, como en el estado que aquel alma adquirió no perdieron lo natural, no obstante que quedaron refrenadas, cuando se ofrece ocasión, particularmente de repente y sin acuerdo, como vamos diciendo, como guzquecillos ladran, hacen ruido y parece perturban; pero no muerden ni hacen mal a nadie, afrentan ni injurian, y con un grito que allá dentro da la razón, se vuelven ellas pacíficas y sosegadas.

 

            6.         [29v] Las pasiones en los peccadores son como unos mastinazos: que, muchas veces, sin ladrar ya tienen decaleado a un hombre y echado en tierra con mill heridas cuando acude el pastor a quitárselo y a apartarlo; y aun entonces, de lo encarnizado que está, no puede.

 

            Qué de veces sucede en esas plazas y calles, sin gritosk, vocesl ni ruidos, estar quitando la honra al prócximo, y aun quitarle la vida, si se ofrece, sin que llegue la razón o la consideración de los preceptos y mandamientos divinos a decirm: ¿qué haces, hombre? Vuelve atrásn, retrata lo dicho, porque cuando el pastor divino, Cristo, allega en tu razón o en la consideración, ya tú tenías a tu hermano en tierra con mill bocados que en su honra o salud le diste. Y digo que, cuando Cristo allega, ya tú lo tenías como mastín y perro desaforado de vencida, porque antes no lo escuchaste y le prestaste orejas atentas. Porque es cierto llega Dios muy con antes a darte traspié y que caigas en la cuenta de la ofensa que querías cometer. Pero tú, ciego de tu cólera, desaforado del deseo de la venganza, no reparaste a los ruegos y peticiones que Cristo te hacía para que no pasases adelante. Y aun después de haber enpezado, y Dios contigo porfiando a brazo partido, no te puede departir y apartar de la presa que hiciste, en que das bocados más dañosos que los que da el perro rabioso. De la cual lucha sale tu hermano tan mal herido que ha menester para sanar que Dios le salude y eche mill bendiciones a su persona, salud, honra y pan que come, porque todo lo dejaste maldito con tu maldita y descomulgada lengua.


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            7.         De éstos no tratamos aquí. Dios los enfrene y refrene. Sólo trato de las pasiones de los justos cuando, por alguna causa justa y algo repentina, se alteraron o turbaron más de lo que la propia persona quisiera. Que éstas las juzgo, demás de lo dicho, como a las olas del mar: que aunque se levantan en alto y el aire las altera, que es cosa propia y natural. Dios les tiene puesto límite y tasa para que no se derramen y viertan por las orillas y pierdan los sembrados y edificios que están a ella conjuntos. Y quien [quiera] ve esas olas tan altas que dentro hay, en la orilla y en sí propias se quedan quebradas, sin hacer malo a nadie de los que están fuera.

 

            Bien puede el justo enojarse cuanto quisiere y levantar sus olas, que todas las quiebra dentro de sí en azotar su carne y hacer [30r] extraordinarias penitencias, así por sus faltas como por las de sus hermanos, sin que sus cóleras o enojos de nadie tomen venganza ni hagan mal, porque Dios les tiene ya con su gracia puesto tasa y límite para que no salgan fuera a enpecer o destruir. Son estas pasiones como las nubes: que en una parte se ocasionan y hacen, y en otra llueven. Es certíssimo que si un justo se enoja con un peccador y sus pasiones ahí se enpreñaron, nop llueve sobre estos peccadores, sino sobre el propio justo, deseando él pagar lo que otros deben. Y así lo que en él fue razón de pena, fue de grande provecho.

 

            8.         También, por la parte que Dios permite, esta aflicción y tentación a esta alma que así de repente se vido turbada le es de grande provecho, porque en ella descubre y aclara qué es lo que puede haber que curar o remediar en esta alma en quien nada se echa de ver desconcertado en la bonanza.

 

            Muchas veces a un enfermo nada le duele echado en la cama. Suele el médico hacerle levantar y que estire los güesos y nervios, para ver do tiene el mal. Muchas almas hay que en su quietud y sosiego nada les duele y parece que en ellas todo está bueno; pero, levantadas de esta quietud y meneando sus pasiones, échase de ver cuál está desconcertada y descompuesta. En la propia tribulación y aflicción interior cura Dios a esta alma de estas imperfecciones que allí descubre, y como en mar las ahoga.

 

            De la zorra dicen que tiene una industria para matar las pulgas que la inquietan y dan pena: y es que toma un ramillo de un árbor en la boca y poco a poco se va metiendo en el agua de algún río; y como ella se va zabullendo, las pulgas se van al ramillo verde. Cuando ya las tiene allí todas, suelta el ramo en el agua y sálese ella libre y limpia. Parece que desta manera purga Dios y limpia a algunas almas de lasq inperfecciones secretas que tienen: que las zabulle y mete en una aflicción interior, en un río y mar r perturbado de penas, en el cual las inperfecciones que esta alma tiene se descubren y salen afuera; y cuando las tiene Dios descubiertas y vistas, saca de aquellas penas al alma purgada y limpia, y deja como ahogadas las inperfecciones y


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pasiones en aquella aflicción y pena interior. Porque es certíssimo que cuando el justo las vido y las conoció, las procuró curar y castigar con los propios enojos que en la turbación tuvo. Que es lo que hemos dicho: que sólo sirvió la cólera, [30v] ira y enojo de las pasiones paras de tomar venganza de sí propio. Y así todo fue para mayor bien de la tal alma.

 

            De esta doctrina que aquí se ha escrito en este capítulo, se echa muy bien de ver cómo se ha de ver el maestro espiritual en estas ocasiones y aflicciones de estas almas, ocasionadas de lo que arriba queda dicho; y así no hay que detenernos mást.




a  sigue y tach.



b corr. de sientes



c  sigue ch tach.



d sigue y tach.



e  ms. aflige



f  corr. de hastas



g  sobre lín.



h  al marg. V



i   corr. de estabas



j  corr. de tenías



k sigue ni tach.



l   corr.



m rep.



n  sigue trat tach.



o corr. de mas



p corr. de nos



q sigue pe tach.



r  sigue de tach.



s  corr.



t  sigue espacio de diez líneas en blanco






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