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CAPITULO 7 -
De una pena grande que el varón perfecto concibe cuando de repente en su
quietud se le ofrece alguna ocasión exterior en que se perturban sus pasiones,
y del provecho que de esa pena saca
1. Dicho
hemos en este capítulo pasado una dificultad que [a] las almas se les ofrece en
el camino de la perfección, que, aunque no grande de suyo, nada se puede llamar
pequeño cuando con ello quiere Dios hacer sus asombros y meter sus miedos en
casa y volver a un alma recatada. Y también digo que la gravedad o dificultad
de la cosa también se debe tomar según el sujeto en que cai y el objecto acerca
de quien obra.
Un
gusano de seda se muere con los truenos y ruidos que hacen las nubes en el
verano; y los pollos que aún no nacieron ni salieron del cascarón, y si con
solos truenos se mueren, poco les inporta caigan
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o no caigan
rayos. Si con una cuchillada me matan, ¿qué inporta que no me den 20 estocadas?
Si con el ruido que hizo un gato en el camaranchón se asombró el niño, ¿qué
inporta que sea o no sea duende? Así digo a los padres spirituales que, para
hacer caso de la aflicción y pena del discípulo, no tanto se ha de mirar la
gravedad de la cosa que los pena, cuanto al efecto y operación que hizo en él
y, según eso, dolersea, remediar y consolar el alma que a él fuere
afligida.
Cierto, como he apuntado en el
capítulo pasado, me ha sucedido a mí irme ahogando, [28r] y aun quizá
derramando lágrimas, a buscar consuelo y hallar a mi padre spiritual de suerte
que ni aun caso quería hacer de lo que le decía ni atender a ello, y quizá
juzgarlo yo por crueldad, o por lo menos aumentárseme la pena. ¿Qué inporta que
la spina sea pequeña si duele mucho y está en parte tan delicada y sensible que
hace perder pie? ¡Cuántos hombres hay que no sientenb culpas ni penas
grandes; y otros, de una palabrita que dijeron, de una inquietud que tuvieron,
se afligen, melancolizan y enturbian de suerte que, a no librarlo en lágrimas y
sentimientos, pudiera recebir detrimento su salud!
2. Ahora,
en este capítulo, me parece poner otra mortificación que a estas tales almas se
les ofrecen. Y es que, como su vida es tan quieta, tranquila, sosegada, y gozan
de Dios en un modo extraordinario, cualquier cosa exterior, por pequeña que
sea, las perturba, aflige y escurece de suerte que parece no tienen almas. Y aun con esas penas
y aflicciones exteriores permite Dios hagan algunas faltas que tengan color de
culpas. Y digo que tengan color de culpas, porque pienso que la turbación sólo
fue exterior y que a este hombre le cayó muy por de fuera y que el alma se
quedó escondida y sin salir a la parte de esta aflicción que decimos, porque el
lazo y atadura interior no era tan flojo y delicado que se habíe de desatar con
tan pequeña ocasión para dejar su recogimiento, salir acá fuera y echar mano al
montante (como dicen) para dar cuchillada y reñir pendencias ajenas del hombre
exterior.
Muchas
veces ve la madre que su hijueloc riñe con otros muchachos y se está
queda y no hace caso, por parecerle todo es de poca importancia, y no se
inquieta ni perturba ni deja su labor porque el chiquillo ruede, llore y se
cuite; que, pasado eso, él se acallará. No entendamos que siempre que este hombre exterior se inquieta o
enturbia se inquieta el alma, sino que es muy ordinario quedarse haciendo sus
labores, aunque nosotros no lo sabemosd o lo conocemos, y dejar rodar a
este hombre exterior, que llore, que se aflijae, y aun que hable o diga
algunas palabrillas de poca consideración. Lo cual lo conoceremos por ver que,
pasada esa turbación exterior, hallamos el alma como deantes se estaba: [28v]
quieta y pacífica, y nosotros asombrados de ver la facilidad con que nos
perturbamos e inquietamos acá de fuera. Lo cual permite Dios para que
entendamos cómo esta nuestra carne y hombre exterior siempre tiene qué purgar y
qué limpiar y que, para que quede
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como debe, es necesario, después de todos los cuidados
que el hombre ha puesto en purificarlo, entregarlo Dios a la tribulación y
trabajo, la cual saca hasta de las entrañas lo más pequeño y menos pensado.
Bien
vemos que la criada limpia y lava la carne que echa en la olla una y muchas
veces y, con todo eso, en puniéndola a hervir a la lumbre, hace espuma y echa
de sí hartasf cosas que no se pensaban. Lo propio digo yo en un varón
penitente: purifíquese y límpiese una y muchas veces y quede con la seguridad
que él quisiere, que, en ofreciéndosele una ocasión de trabajo, mortificación y
aflicción, verá cómo hace espuma y descubre la carne muchas cosas que él no
pensaba, deg que tiene necesidad de purgarse y limpiarse.
3. Puesh digo que estas cosas,
cuando se ofrecen a estas tales almas, como son faltas no pensadas y cosas no
entendidas, no pueden dejar de dar pena y afligir, viéndose en aquellas cosas
tan en los principios que les parece un muy principiante no hiciera tal cosa.
Apenas acaban de entender de dónde provino aquella novedad: si de la malicia de
la voluntad, si de algún estado secreto y torcido que él no sabía, si de la
turbación exterior que por entonces padecieron. Andan como atontados, y aun afrentados, si fueron culpas o no,
recatos públicos con que dieron algún mal exemplo. Desean saber la causa, para
remediarlo. Por entonces no la saben. Y si saben aguardar y que Dios pacifique y
quiete estas olas, fácil lo echarán de ver de dónde provino. Yo pienso que esta súbita mutación fue
toda exterior, así en la causa como en el efecto. Que, como la ocasión cogió de
repente a esta tal persona, y no tan puesta en los estribos para tener a raya
las pasiones naturales, sin licencia en breve se turbaron y causaron algunas
tinieblas en que, por breve, se hicieron algunas cosas no tan medidas como
antes acostumbraba, particularmente si, antes que esta persona se turbase, se le
ofreció alguna razón o congruencia de que era lícito enojarse [29r] o altercar,
porfiar, reñir, dar voces o hacer cosas semejantes a éstas, las cuales, pesadas
y medidas con la cordura y mesura antigua, parecen desconciertos y faltas.
4. ¡Oh, válame Dios, y cómo aquí se
pudiera descubrir una cantera como sin fin, ya considerando estos defectos de
parte de la causa que los mueve, ya de parte de los efectos y personas en quien
se obran, ya de parte de Dios que los permite! De parte de las causas, es certíssimo
muchas veces quedan las causas muy justificadas para que un justo se enoje, se
altere o perturbe, en quien la razón y causa justa no le quita la pena y
mortificación interior que en él causa aquella novedad de hablar y decir
palabras ásperas y rigurosas, porque cuando en él todo quede muy justificado,
asómbrase y espántase de ver que aquel officio no lo pueda hacer con la quietud
y sosiego que hace los demás ejercicios. Aflígese pensando si aquella turbación
le ha de quitar la oración de quietud y reposo que otras veces solía tener.
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5. Llano es que una mujer sentiría ver el
espejo en que se mira turbio; que es tan delicado que con sólo el resuello y
aire de la boca se enpaña o deslustra, y con un poquito de polvo,
particularmente si no sabe que con facilidad se limpia y torna a su antiguo
ser. Es certíssimo que, en el estado de que vamos hablando de un alma, es tan
delicada y más que el espejo, de suerte que una niñería, un poquito de polvo,
un soplo, parece que la inquietó y perturbó de suerte que ya entiende no podrá
tornar a tener su oración de reposo y quietud, o que no se han de tornar a
poner sus potencias tan sosegadas como antes estabani y las pasiones
tan moderadas como siempre las teníanj. Y si hacen que todo es un
momento y en un instante pasa aquello, porque son como unos guzquillos que a
cualquier ruido que sienten o persona que pasa por la calle le ladran que
parece se hacen pedazos, y en dándoles el amo, que está adentro, un grito, o
llamándolos, se vuelven mansos, humildes y callados. Así son las pasiones en el
justo, porque, como en el estado que aquel alma adquirió no perdieron lo
natural, no obstante que quedaron refrenadas, cuando se ofrece ocasión,
particularmente de repente y sin acuerdo, como vamos diciendo, como
guzquecillos ladran, hacen ruido y parece perturban; pero no muerden ni hacen
mal a nadie, afrentan ni injurian, y con un grito que allá dentro da la razón,
se vuelven ellas pacíficas y sosegadas.
6. [29v] Las pasiones en los peccadores
son como unos mastinazos: que, muchas veces, sin ladrar ya tienen decaleado a
un hombre y echado en tierra con mill heridas cuando acude el pastor a
quitárselo y a apartarlo; y aun entonces, de lo encarnizado que está, no puede.
Qué de veces sucede
en esas plazas y calles, sin gritosk, vocesl ni ruidos, estar
quitando la honra al prócximo, y aun quitarle la vida, si se ofrece, sin que
llegue la razón o la consideración de los preceptos y mandamientos divinos a
decirm: ¿qué haces, hombre? Vuelve atrásn, retrata lo dicho, porque cuando el pastor
divino, Cristo, allega en tu razón o en la consideración, ya tú tenías a tu
hermano en tierra con mill bocados que en su honra o salud le diste. Y digo
que, cuando Cristo allega, ya tú lo tenías como mastín y perro desaforado de
vencida, porque antes no lo escuchaste y le prestaste orejas atentas. Porque es cierto
llega Dios muy con antes a darte traspié y que caigas en la cuenta de la ofensa
que querías cometer. Pero
tú, ciego de tu cólera, desaforado del deseo de la venganza, no reparaste a los
ruegos y peticiones que Cristo te hacía para que no pasases adelante. Y aun después de
haber enpezado, y Dios contigo porfiando a brazo partido, no te puede departir
y apartar de la presa que hiciste, en que das bocados más dañosos que los que
da el perro rabioso. De la
cual lucha sale tu hermano tan mal herido que ha menester para sanar que Dios
le salude y eche mill bendiciones a su persona, salud, honra y pan que come,
porque todo lo dejaste maldito con tu maldita y descomulgada lengua.
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7. De
éstos no tratamos aquí. Dios los enfrene y refrene. Sólo trato de las pasiones de los justos
cuando, por alguna causa justa y algo repentina, se alteraron o turbaron más de
lo que la propia persona quisiera. Que éstas las juzgo, demás de lo dicho, como
a las olas del mar: que aunque se levantan en alto y el aire las altera, que es
cosa propia y natural. Dios les tiene puesto límite y tasa para que no se
derramen y viertan por las orillas y pierdan los sembrados y edificios que
están a ella conjuntos. Y quien [quiera] ve esas olas tan altas que dentro hay,
en la orilla y en sí propias se quedan quebradas, sin hacer malo a
nadie de los que están fuera.
Bien
puede el justo enojarse cuanto quisiere y levantar sus olas, que todas las
quiebra dentro de sí en azotar su carne y hacer [30r] extraordinarias
penitencias, así por sus faltas como por las de sus hermanos, sin que sus
cóleras o enojos de nadie tomen venganza ni hagan mal, porque Dios les tiene ya
con su gracia puesto tasa y límite para que no salgan fuera a enpecer o
destruir. Son estas pasiones como las nubes: que en una parte se ocasionan y
hacen, y en otra llueven. Es certíssimo que si un justo se enoja con un
peccador y sus pasiones ahí se enpreñaron, nop llueve sobre estos
peccadores, sino sobre el propio justo, deseando él pagar lo que otros deben. Y
así lo que en él fue razón de pena, fue de grande provecho.
8. También, por la parte que Dios permite,
esta aflicción y tentación a esta alma que así de repente se vido turbada le es
de grande provecho, porque en ella descubre y aclara qué es lo que puede haber
que curar o remediar en esta alma en quien nada se echa de ver desconcertado en
la bonanza.
Muchas veces a un enfermo nada le duele
echado en la cama. Suele el médico hacerle levantar y que estire los güesos y
nervios, para ver do tiene el mal. Muchas almas hay que en su quietud y sosiego
nada les duele y parece que en ellas todo está bueno; pero, levantadas de esta
quietud y meneando sus pasiones, échase de ver cuál está desconcertada y
descompuesta. En la propia tribulación y aflicción interior cura Dios a esta
alma de estas imperfecciones que allí descubre, y como en mar las ahoga.
De la zorra dicen que tiene una
industria para matar las pulgas que la inquietan y dan pena: y es que toma un
ramillo de un árbor en la boca y poco a poco se va metiendo en el agua de algún
río; y como ella se va zabullendo, las pulgas se van al ramillo verde. Cuando
ya las tiene allí todas, suelta el ramo en el agua y sálese ella libre y
limpia. Parece que desta manera purga Dios y limpia a algunas almas de
lasq inperfecciones secretas que tienen: que las zabulle y mete en una
aflicción interior, en un río y mar r perturbado de penas, en el cual
las inperfecciones que esta alma tiene se descubren y salen afuera; y cuando
las tiene Dios descubiertas y vistas, saca de aquellas penas al alma purgada y
limpia, y deja como ahogadas las inperfecciones y
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pasiones en aquella aflicción y pena interior. Porque
es certíssimo que cuando el justo las vido y las conoció, las procuró curar y
castigar con los propios enojos que en la turbación tuvo. Que es lo que hemos
dicho: que sólo sirvió la cólera, [30v] ira y enojo de las pasiones
paras de tomar venganza de sí propio. Y así todo fue para mayor bien de
la tal alma.
De esta
doctrina que aquí se ha escrito en este capítulo, se echa muy bien de ver cómo
se ha de ver el maestro espiritual en estas ocasiones y aflicciones de estas
almas, ocasionadas de lo que arriba queda dicho; y así no hay que detenernos
mást.
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