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CAPITULO 9 -
De cuánto aprovecha la mortificación interior a un alma y, en particular, del
miedo y temor que un justo tiene de verse flaco y miserable; y cómo este miedo
debe ser mayor en los que, dejando su
celda, se entran por las puertas del mundo
1. Todos
los cuidados e intentos de Dios con un alma que bien quiere son cómo la hará
caminar adelante y la guardará de todas las ocasiones que en el mundo se le
pueden ofrecer, que no son pocas las que contrastan a un alma para hacerla
detenida y estorbada sin que pase adelante y las ocasiones que la buscan para
perderla. Y tanto cuanto es más flaca la persona necesitada destos dos bienes que en
ella pretende Dios, tantos son más los peligros que se le pueden ofrecer. Y en
materia de flaqueza, en tratando del hombre, todo calle, pues habiendo dicho
los sanctos tantas cosas de él, por parábolas y palabras claras, por
autoridades y semejanzas, parece todo se les acabó y no se les acabó la
materia. Y la flaqueza del mismo hombre venció su saber, y al caboa se
vuelven a su primer principio de donde salieron, diciendo del hombre que est
hombre y hijo del hombre. Que así lo dice Job: Homo natus de muliere1;
llamóse hombre nacido de hombre. Y aun éste es elb modo con que Dios
quería humillar al hombre en la pujanza
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de los secretos y revelaciones que con él tenía,
cuando pidiendo Su Majestad atención al propheta [Ezequiel], con quien hablaba,
le decía: Audi, filii hominis2; [33r] y éste era el comienzo que Dios
daba a sus secretos y revelaciones, que era como pedir al propheta atención y
gran cuenta en la miseria y flaqueza en que Dios ponía semejantes thesoros,
para que sin tiempo no se perdiesen o desperdiciasen.
2. Siendo, pues, la flaqueza del hombre
tan grande, el deseo que Dios tiene dec que crezca y viva con
seguridadd búscale mill remedios, y todos están encerrados en la
mortificación y trabajo interior y exterior que Dios ofrece a un alma. Porque
este trabajo y mortificación hace entramos officiose: hace crecer a un
alma en la virtud y la guarda y preserva del vicio y corrupción; sirve de agua
que riega para que crezca el arbolillo plantado en esta pobrecita tierra; sirve
de sal que la preserva y conserva, bien así como la rosa entre las espinas, a
quien las spinas le sirven de adargas y gente de guarda que, como a la reina de
las flores, la están guardando, no llegue la bestia, el buey y el jumento a
manosearla o pisarla.
Son
estas mortificaciones los montes altos que defienden la subida a los que
quieren inquietar o perturbarlaf. Son la corteza áspera y dura de la
palma, que en lo alto conserva la dulcera de la fructa. Son los perros que
defienden el ganado de las virtudes. Son la muralla y barbacana que cercan y
guardan los ciudadanos del cielo. Son estas mortificaciones interiores el
hacecillo de mirra que, puestog a los pechos de la esposa, es un
antídoto y enplasto divino que guardah el calor del amor de Dios que en
aquel pecho abrasado se engendra; son palos olorosos que ceban el fuego que
dentro arde3. Tantos son los bienes que Dios tiene encerrados en la
mortificación interior de un alma, que éste es el pan cotidiano y la ración
ordinaria con que Dios entretiene a los suyos en esta vida. Y así, no hay ni
habrá que espantarnos si cada día y, como dicen, de debajo los pies hallaremos
espinas que hagan accelerar el paso a quien profesa virtud y defienden la
entrada a quien busca nuestra perdición.
3. Bien pudiera aquí poner por
mortificación, y no pequeña para un siervo de Dios, lo que nos ha ocasionado
esto que hemos dicho al principio de nuestroi capítulo: el considerar
un alma que deseaj ser perpetua, continua y muy fuerte en el servicio
de Dios, verse flaca, verse tan débil, tan sujeta a tantos peligros [33v] que
siempre tenga necesidad de andar vestida de miedo y asombro.
Bien
entiendo yo hay pocos hombres que esto tengan por mortificación. Y la razón
esk porque no saben temer, porque no se conocen ni saben en el peligro
que viven. Pero parecel se me barruntan dónde llegan los miedos de un
alma temerosa de Dios. Que, me parece a mí,
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si Dios, que
bien sabe cuánto pueden descomponer una persona, no los templase y aguase con
una gran confianza que el hombre tiene en semejante ocasión, pensando que si de
sí desconfía, en quien nada vale, en Dios tiene puesto su corazón, en quien
todo lo puede.
Entramas a dos cosas me parece están
bien dibujadas en aquella mezcla que hizo Dios de animales en el arca de Noé,
cuando juntó Dios la oveja y el lobo, el cordero y el león, y otros muchos
animales entre sí contrarios, unos fuertes y otros flacos4. Ahora
pregunto yo: cuando la oveja se mirase a sí propia, animalejo flaco sin defensa
ni reparo, y cuando mirase al lobo, al oso, al león y otras mill bestias que
allí estaban encerradas que le eran contrarias, si este animalillo de la oveja
sin más discurso esto pensara, ¿quién duda que no aprehendiera un miedo
inmenso, un temor grandíssimo, y aun que fuera bastante a acabarle la vida,
como se ha visto haberlo hecho grandes aprehensiones en semejante ocasión? Pero
después de estos miedos que en esta ocasión esta oveja tenía, si pasara
adelante y considerara que el poder de Dios, que allí la puso entre sus
contrarios, la tiene guardada y defendida, y este propio poder hace tener a
raya a las otras bestias para que no se desmanden ni se atrevan a hacer
unm mínimon desacato, ¿quién duda que, considerando esto en
medio de tantos miedos como esta oveja tenía, no tendría un
grandíssimoo ánimo y que, si el lobo y el león le decían: a fee, oveja,
que si no estuviéramos aquí, que de otra manera fuera y que nos habíemos de
entender, y ella en esta ocasión diría: por eso doy yo muchas gracias a Dios,
que me encerró aquí y me guarda y defiende y da todo lo necesario para que
vosotros no me ofendáis y yo [34r] esté en seguro?
Pues consideremos lo propio en un
alma temerosa de Dios cuando a sí y a su flaqueza se mira y la considera entre
tantos enemigos que, como leones rugientes, la buscan para tragarla y
despedazarla5, y que la pérdida no es menos que la vida, y vida de
gracia, y vida eterna. ¡Oh, qué miedo quien esto considera, quien esto de veras
piensa! Pero pasando el justo adelante, y considerando cómo Dios es su cerca y
guarda y que él es el que lo defiende y aprisiona y encadena a todos sus
enemigos para que ninguno le ofenda ni menoscabe en un cabello, porque todos se
los tiene Dios contados6, aquí se alegra, aquí se fortalece, aquí
confía y aquí, como otro Pablo, desafía a todas las criaturas del mundo y hace
el desafío prometiéndose en este gran Dios certidumbre de la victoria7.
Y en esta ocasión, cuando el alma flaca se alegra y confía, el demonio y sus
secuaces se entristecen y desconfían, haciendo sus amenazas y asombros para
fuera del arca y amparo que en aquella ocasión tiene.
4. ¡Oh, almas flacas que andáis fuera de
Dios! ¿Cómo no
teméis? ¿Cómo no tembláis? ¿Cómo no consideráis vuestros peligros, la poca
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defensa que de vuestra parte tenéis, la grande osadía
y atrevimiento de parte de vuestros contrarios? ¿Cómo, hombre peccador, no
miras que estás en el desierto de este mundo, donde tú no te puedes prometer
seguridad de tu parte, y en medio de ocasiones, que ninguna tiene ni detiene al
demonio, mundo y carne, tus crueles enemigos, para te acometer y vencer? Dime por charidad:
¿qué hay que decir más? Que oveja entre lobos, cordero entre leones, paloma
entre azores, pajarillo entre gavilanes, y en lugar y puesto el uno y el otro
que al uno no le defiende su fortaleza, por ser ninguna, y a los otros no los
detienen las leyes, porque éstas sólo los obligaron, como queda dicho, mientras
estuvieron en el arca; que, salidos y fuera de allí, cada uno hace de las suyas
y ejercita sus tiranías, aviva quien vence y venza quien más pueda. Pues dime
por charidad: ¿qué poder ha de tener una oveja en medio de los dientes de un
lobo, un cordero en las garras de un león, [34v] y una paloma entre las uñas de
un azor, y un alma entre demonios, mundo, carne y mill ocasiones que se
ofrecen?
¡Oh,
ceguedad inmensa del hombre, que apartándose de Dios, que es nuestro scudo y
defensa8, se entra por las puertas de su enemigo y de quien le busca
para le beber la sangre, y no teme! Si estuviese una fortaleza o castillo en la
raya y término de los moros y enemigos de los cristianos, como son Tánger y
Orán, y estando en estas fortalezas el cristiano guardado y con seguridad, se
saliese de entre los suyos y con armas y sin ellas (que todo es uno para
semejante peligro) y se entrase en medio del ejército contrario, donde todos
estaban aguardando con sus picas acicaladas, arcabuces cargados y espadas
enpuñadas para sólo hacer su empleo y topar alguien en quien probar ventura, y
que después de esto dijese este hombre que no temía, ni reparase en estos
peligros, ¿no era cierto que cualquier hombre de entendimiento le habíe de
decir: eres loco, borracho, insensato y desatinado? Téntelo por dicho, peccador
que dejas a Dios y te entras en la plaza y coso de este mundo, donde no son
muchos los hombres que corren un toro, sino muchos los toros, tigres, osos y
leones que corren y buscan a un hombre, porque a cada uno de por sí lo persiguen
como si sólo aquél hubiera en el mundo.
5. ¡Oh, si valieran mis consejos en esta
ocasión, mis charíssimos hermanos los que con facilidad salen de sus
conventos!, no digo yo a hacer visitas inpertinentes, paseos vanos,
entretenimientos ociosos; que esto, por la bondad de Dios, parece que ahora no
da pena, porque no lo hay en la religión. Pero hablemos con los que en tiempos
venideros y siglos esperados, fríos en la virtud, ciegos en sus deseos y vanos
en sus pensamientos, dejarán, aunque no sea sino por un rato, el recogimiento
de la celda, la seguridad de su convento y el privilegio de las leyes sanctas
de que en la casa de Dios gozan, como en arca de Noé y casa de nuestro gran
padre Dios, y se entrarán por las puertas de sus enemigos a dejar tendida en
zarzas la poca lana de virtud y sanctidad
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que tienen. Díganme, pues, padres y hermanos míos: si
los muy sanctos, por tantico que se descuidaron o se alejaron de este castillo,
arca y talanquera, y se acercaron tantico al peligro, perecieron en él, ¿qué ha
de hacerp [35r] la flaca estopa arrojada en la llama? Si el navío de
alto borde en el charquillo y arroyuelo peligra, y aun va a fondo, ¿qué hará el
barquillo en alta mar? Si a
las torres derriba el viento, ¿qué hará con la cañaheja güeca y vana que no
tiene quien la defienda? Si un mar de sabiduría de Dios puesto en Salamón la
agotan mujeres, siendo tan cortas como las mozas de cántaro que sacan agua de
un pozo9, ¿cómo te has tú de defender, siendo miserable charquillo, y
la ignorancia del mundo, de tantos hijos deste siglo, cuya sabiduría y
prudencia es mucho mayor que la que tienen los hijos de la luz?10 Si
David, hecho al talle y medida del corazón de Dios, asombro de sanctidad,
espejo y dechado de hombres justos, puesto delante de una mujer, al primer
acometimiento que hicieron sus especies y retrato que por sus ojos entraron, da
con nuestro soldado, fuerte e invincible capitán en tierra11; y quien
sólo estaba sujeto a las leyes de Dios y por solas ellas perdonaba
enemigos12, y por el servicio de su padre mataba osos13, y por
la honra de su pueblo corta cabezas de philisteos y degüella a un
gigantazo14, por sólo el mirar de una mujer queda sujeto a las leyes y
fueros de la carne, de su sensualidad y de su gusto, según las cuales hizo mill
disparatesq que, a no ser tan grande la misericordia de Dios, que sólo
ella fue la poderosa r para deshacer los enredos que sólo un mirar de
ojos habíe hecho, hoy estuviera con los muchos en el infierno.
Ea, padres míos, los que aún en la
sabiduría no son Salamones, ni en la sanctidad Davides, los que no son torres
ni altos cedros asentados en lo alto del monte Líbano -que cuando lo fueran,
bien tenían que temer, pues a vuelta de ojos y al volvers de las
espaldas ya no son-, teman, tengan miedo, guárdense, miren por sí; que si no
son como David en la sanctidad, podrían tampoco no serlo en la conversión y
lágrimas. Y siendo la burla al presente y a su parecer liviana, cuando se apartan
de Dios y meten en la ocasión, podría volvérseles pesada, y tan pesada que, no
pudiéndolos sufrir la tierra, diesen con ellos en los infiernos, donde los
demonios, sin respecto alguno, se entriegan para siempre jamás en sus tristes
almas.
6. [35v] No hablemos con los que después
han de venir, que maestros tendrán y Dios es fiel amigo para todos los hombres.
Quiero decir cuatro palabras a los presentes, a muchos que, debajo de
obligación de padres y de charidad y celo de lo quet a ellos les
parece, dejan su rincón, su convento y celda y se meten entre seglares. ¡Oh, cómo no aseguro la ganancia, antes,
con certidumbre, me parece puedo temer
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las pérdidas! ¿Quién no dijera que Lot estaba seguro
con sus dos hijas y en buen lugar, pues estaba apartado de las nefandas
ciudades y puesto en un monte alto y llevado por los ángeles?15 ¿Qué
fraile descalzo ha salido de su casa con tantos abonos, aunque vayau a
remediar a su padre que muere de hambre y amparar a sus hermanas, que
peligranv la honra? Ninguno,
por cierto, sale con tanto seguro, pues Lotw no lo tuvo, porque de sus
propias hijas fue enbriagado para no hacer cosa debida. Pues si peligra el
patriarca guiado de los ángeles y en un monte y con sus hijas, ¿a dónde van,
padres y hermanos míos, cuando dejan la casa de Dios y se meten en un fuego
como hay en el mundo, y no por orden de los ángeles, sino por persuasión de los
demonios, y no entre hermanas -que de éstasx ya hay pocas-, sino entre
quien con falsedad y mentira se hacen primas para con el parentesco fingido
hacerlo verdadero con medios ilícitos? Díganme, hermanos: si con la disciplina en la
mano, la manta y cama en el suelo y hincados de rodillas y temblando las
carnes, temblamos de temor en mill tentacioncillas que se nos ofrecen, ¿qué
miedos y temoresy debemos tener dejando estos seguros y metiéndonos en
aquellos peligros? Si la pared con mill puntales y rafas, porque sólo es de
tierra, cai y se viene al suelo, ¿qué fuera si, quitados esos puntales y rafas,
le diéramos vaivenes y hiciéramos fuerza para echarla abajo? Quiero decir: si
dentro, en los conventos, con las ayudas de costa, suceden desgracias en los
siervos de Dios, ¿qué gracias ez indulgencias piensa alcanzar [36r] el
que se aparta de estos bienes y se entra por las puertas de los malesa,
donde, por fuerza o grado o engaño, ha de vivir conforme los demás viven?
Podrán decir: Hermano, ¿qué inporta ocho o
quince días de desenfado? ¡Enb quince días se pueden hacer
quince mill pecados mortales! Menos tiempo gastó la mujer de Lot en volverse
estatua de sal, porque sólo miró o volvió dende fuera el rostro a las ciudades
que se ardían16. Diránme que es casa de padres. Diréles que es mentira,
que esos padres ya los negó, pues por Cristo los dejó17, y el mismo
Cristo lo dice: "No queráis llamar padre sobre la tierra; uno sólo es
vuestro padre, que está en los cielos"18. Diránme que llevan
buenos propósitos. Diréles que de ellos me río. ¿Qué inporta que la nieve al
sol tenga propósitos de no deshacerse, y la leña en el fuego de no quemarse? Y
así les servirán a ellos sus propósitos, metidos en las ocasiones.
Diránme
tanbién que en los conventos padecen peligros y sobresaltos y muchas
tentaciones y que el que quiere ser ruin doquiera puede. Digo que es verdad;
pero mucha diferencia va de mirar los peligros de la mar dende afuera o
arrojarse en sus olas y borrascas adentro. Diferencia hay de estar una espada o arcabuz cargado en vuestras
manos,
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o en las de vuestros enemigos. ¡Oh Señor! Que yo tanbién
me puedo dar de puñaladas, es verdad; pero ¿no habrá diferencia a daros vos las
puñaladas desesperando, que no que os las dé vuestro enemigo? Si vos, como
decís, no tenéis seguridad de vos propio, porque os podéis despeñar en la mar y
mataros, ¿qué seguridad habéis de tener en las manos de vuestro enemigo y de
unc mar furioso que, sin discurso ni acuerdo, conforme le corre el
viento, se sorbe ejércitos y armadas? ¿Sabéis la diferencia que hay de lo uno a lo otro?
Consideremos un retraído en la
iglesia, cercado de alguaciles y guardas, que por estar en tan buen lugar
sagrado y divino, aunque haya cometido delitos atroces, no los teme y se pasea
delante de ellos, ni aun ellos se [36v] atreven a echarlo mano, porque
respectan el lugar privilegiado. Cuando mucho, lo procuran engañar y sacarlo de
allí donde la justicia tiene su jurisdicción. Pues digo que hay grandíssima
diferencia de este hombre aquí metido y retraído en la iglesia al mismo hombre
fuera de allí, porque en otro cualquier lugar debía andar lleno de miedo y
temor y sujeto a que cualquier alguacil o portero lo echase mano para echarle
de pies en los cepos y grillos. Pues esta diferencia hay de los peligros de los
conventos, celdas y casas recogidas de los religiosos, a la casa del siglo,
aunque sea do viven mis padres: que en el convento, como saben los demonios que
yo me fui a ellos huyendo de la justicia divina por delitos y pecados que yo
cometí, esta propia justicia me pone guardas. Que son los demonios alguaciles
de su justicia, los cuales, permitiéndolo Dios así, para que yo más ame el
recogimiento, me cercan y rodean todas las horas y momentos del mundo, y aun me
procuran engañar para sacarme fuera de sagrado y tornarme al mundo, donde ellos
tienen su jurisdicción y poder, para de nuevo me tornar a prender y captivar
con nuevos delitos y pecados, y sujetarme a pena de muerte que, siendo del
peccado, será obligación a muerte eterna. Pero dentro del convento, como en
sagrado y lugar divino, todos nuestros enemigos respectan a los siervos de
Dios, míranlos dende fuera, porque ahí el demonio es muy más flaco, el mundo
más corto, la carne más sin fuerzas y el justo con más poder, pues tiene el del
lugar y, principalmente, el de Dios para se defender y hacerlos tener a raya.
Denos Dios su gracia
para que sepamos conocer estos bienes, estimarlos y conservarlos como es razón,
para que, perseverando en ellos, en nosotros persevere la gracia y justicia,
con la que nos defendamos de nuestros enemigos y alcancemos la vida eterna en
compañía de los bienaventurados que, con eternos seguros, gozan y gozarán de
Dios, etc.
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