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CAPITULO 11 - De un trabajo y mortificación que se le
ofrece a un alma cuando ya lleva su vida y ejercicios encaminados y sus
prelados y maestros spirituales la quieren torcer por otrob camino. Qué
se debe hacer en tal caso de parte de entramos a dosc
1. Otro
trabajo y mortificación se le ofrece muchas veces a un alma que camina para
Dios. Y de este trabajo no podré yo saber a quién echar la culpa: si a la
persona que lo trata y endereza, o a la misma persona que es regida y gobernada.
Pienso que la culpa es de entramos. A quién le cabe más o menos parte, ellos lo
verán, para que cada uno la quite y aparte el inpedimento que puede haber para
detenerse o quebrar el hilo que se lleva en el camino de la perfección.
La mortificación es -yo pienso ya
otras veces tocada- que los que rigen almas querrían que todos los spíritus
fuesen de tornillo y que con extraordinaria facilidad se trocasen y volviesen
por donde a ellos se les antoja a regirlos, por donde ellos la noche antes soñaron
que echasen. Y como no todos los espíritus son como ellos piensan o en su
imaginación fabrican, no acommodándose con la presteza que ellos quieren a lo
que mandan, dicen o enseñan, suelen luego canonizarlos por no buenos spíritus
o, por lo menos, no tan perfectos como deben ser, no considerando que si hay
algunos spíritus como ellos piensan, de tornillo, hay otros de cuadrado, que
donde una vez hacen asiento no los levantarán con veite palancas. Quiero decir
que unos se acommodaron a la soledad, otros al poblado; unos caminan por la
oración ordinaria, y otros por alta contemplación, y otros por acciones y obras
exteriores. Y querer pervertir, mudar o trocar estas cosas, quiriendo al que
vive en la soledad traerlo al pueblo, y al que en el pueblo a la soledad, es
darle paja al perro y carne al caballo. Ya a cada uno le tiene Dios señalado su
manjar con que se sustente. Y así como la naturaleza señala a cada uno su
propiedad, de esa misma suerte la gracia señaló a cada varón justo sus
condiciones y sanctas inclinaciones. Y cuando éstas se
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tienen [201v] por algún don sobrenatural, son mucho más
dificultosas el trocarlas que no las condiciones de la naturaleza. Porque
muchas veces vemos que en las cosas naturales una persona se anima a ir contra
ellas y hace lo que puede, aunque no sea sino por un rato. Que, en fin, esas
propiedades púsolas Dios en nuestras manos, no para que del todo las apartemos
de nosotros, por ser inseparables y andar pegadas con la esencia de la cosa,
sino para que sus operaciones las detengamos a ratos, y aun las disimulemos con
otras contrarias. Pero no vale
esto en los dones sobrenaturales. Que aunque es verdad que están en nosotros,
no están a nuestro mandado para estorbarlos, detenerlos, disimularlos o
trocarlos por otros, porque el motor y el principal que obra en el ejercicio de
estos dones no es la naturaleza, sino el mismo Dios. Y así, el qued
tienee este don y el que rige al que lo tiene, han de estar sujetos a
la voluntad del mismo Dios, para que Su Majestad guíe por donde fuere servido.
Pondré dos exemplos
de esta doctrina.
San
Pablo dice que a unos hizo Dios apóstoles, a otros evangelistas, a otros
doctores y a otros prophetas1. Pregunto yo: ¿podrían ellos por sí
propios y por su bella gracia trocar estos officios? Es imaginación, cuando son
dones sobrenaturales concedidos de gracia por sólo quien es Dios, sino que cada
uno ha de echar por el camino que Dios lo llevare y ejercitar el officio que Su
Majestad le diere, sin entremeterse en los officios ajenos o torcer los suyos.
El otro
exemplo es de lo que en Sevilla pasó con un varón sancto a quien le mandaron,
pena de descommunión, que no sef arrobase, y de otras muchas personas,
a quien Dios ha concedido el don de la abstinencia, que muchos días se pasan
sin comer, a quien quieren los que las rigen sujetarlas a su parecer y
gobernarlas por sus estómagos y tripas. Y se ha visto a estas tales personas a
quien así quieren torcer en estos caminos y grados de perfección, animarse a la
obediencia y comer y vomitarlo luego, puniéndose en grande peligro, como
sucedió a una sancta llamada Catarina de Génova: que, haciéndola comer por
fuerza algunas veces, tenía gravísimas enfermedades2. Y digo que si
mucho perseverasen en el regimiento de estas almas por este camino, o que
acabaríen con su vida, [202r] o desharíen el spíritu, permitiéndolo Dios así
para confusión del que lo rige, no perdiendo nada el que se humilló a la
obediencia, pues poderoso es Dios para dar en plata quebrada y espíritu
deshecho lo que daba en plata labrada y espíritu hecho.
2. ¡Y
si a mí me valiera pedir con lágrimas de sangre a los padres spirituales
procuren mirar por dónde Dios gusta de llevar un alma y procuren conformarse
con ella y con el tal gusto de Dios! Y si les
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parece que es necesario probar a la tal persona en la
obediencia, adviertan que, si un padre o una madre mandase a un su niño que le
trujese alguna cosa grande sobre sus fuerzas o sobre su inclinación, que bastaba
que el chiquillo hiciese el ademán y que con esto se debían dar losg
tales padres por contentos, sin que el pobre muchacho, reventando y sin poder,
saliese con lo que leh mandaban. ¿Qué debe más un enfermo que tomar la
purga que le dan en las manos, olerla y enpezarla a beber, si luego da mill
arcadas y, tras una poca que tomó, torna lo que tenía en el cuerpo? Eche por
otra parte el médico, mire si la purga que le dan en bebida la tomará mejor en
píldoras o en bocados, y confórmese con el natural que Dios le dio.
Pues si
en lo natural hay obligación de nos conformar con nuestros hermanos, en lo
sobrenatural más razón será, contentándonos, cuando a estas tales personas se
les mandare algo, que hagan el ademán, lo que pudieren, que enpiecen a tomar la
purga. Y cuando se ve que no pueden más, echar por otro caminoi, hasta
topar aquél por donde Dios lleva a las tales personas, compadeciéndose del
trabajo y mortificación que padecen por ver que no pueden conformar su espíritu
con el del maestro que las enseña. Y si no, consideren: si un arbolillo que
nació torcido a la mano derecha porfiásemos que volviese la comba o torcido a
la izquierda, ¿qué sentiríe este pobre arbolillo cuando viese que forcejeaban
con él y aun lo ponían en peligro de quebrarlo y perderlo? Lo propio, y más,
como hombre, sentiría el siervo de Dios que ya Su Majestad, como celestial
hortelano, lo inclinó a tales y tales obras, si quisiesen que echase por otra
parte y aun, por torcerlo, [202v] lo pusiesen en peligro de perder o su salud o
sus acostumbradas devociones.
3. Dijimos que muchas veces suele la causa
de esta mortificación y trabajo repartirse entre los dos: entre el que enseña y
el que es enseñado. Ya hemos dicho, de parte del que enseña, que ese trabajo
donde más se experimenta es entre religiosos, donde se mudan cada día los
prelados y cada uno quiere hacer cala y cata del spíritu del pobre súbdito.
Veamos
ahora cómo el súbdito y varón
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perfecto
suele tanbién ser causa de su mortificación. Y para esto digo que
suele haber muchos grados de perfecciónj. Reduzcámoslos a tres: de
principiantes, de gente que ya aprovecha y de ya aprovechados y
consumados3. Si el religioso y varón que pretende servir y agradar a
Dios está en este primer grado y vive en religión, debe acommodarse con el
trato, costumbres y cosas que en la tal religión se profesan: si trata de
oración, si de acción o predicación; y lo propio en la comida y bebida,
acommodándose a la vida y trato de los demás. Que más perfección es no ser
singular en la vida, sino seguir el camino de los demás, que no quererse
particularizar en todo. Puede él procurar ser singular en ser más sancto, más
perfecto, amar más a Dios, ser más rendido y tener más y mayor recogimiento
interior; pero no ser singular en que, si los demás comen carne, querer él que
le traigan pescado, y cuando los otros barren, decir él que quiere rezar. Que
esta singularidad no la tengo yo por buena, y a estos tales dijo la sancta
madre Theresa de Jesús que los despidiesen de los conventos y no los
aprovechasen4. Y tuvo mucha razón, porque la cera cuando la echan en un
vaso y no saca la forma del vaso donde la echan, señal es que no está blanda ni
derretida; y quien no toma la forma del vaso donde la echan, mal tomará las
labores que en ella se imprimieren. Religioso y novicio que su espíritu no lo conforma con su
religión, no trai lak blandura yl suavidad que debe traer. Y quien en lo
principal no se conforma, mal se conformará en lo que sus prelados le enseñaren
y dijeren. Y así, estos tales es bien que no perseveren donde otros [203r] ya
caminan por donde en su religión se profesa. Y si acaso están ya profesos, de
la mortificación que vamos diciendo toda la culpa la tienen, pues están tan en
sus principios que deben estar no casados con su parecer, sino como tabla rasa
o materia informe para que de ella el artífice haga lo que quisiere.
Supongamos que está un leño muy bueno en
casa de un entallador y que al maestro le parece hacer de él un san Cristóbal,
y que dijera este leño: No quiero yo que me labren para san Cristóbal, sino
para un san Jorge, caballero en un caballo, o para un san Antonio en el
desierto, o para un san Lázaro en el poblado; no quiero que de mí hagan un san
Gregorio doctor, sino un san Sebastián mártir. En verdad que le habíe de decir
el maestro y entallador al leño: Mucho saber es ése para leño, y muchos
pareceres tiene; calle su boca y sujétese al scoplo, a sierra, azuela y
martillo, y tome lo que le dieren, que harta felicidad suya es que, siendo
leño, lo hagan sancto, que todos están en el cielo siendo sanctos, sean los que
vivieron en poblado o los que habitaron en los desiertos, los que subieron
caballos o aprendieron letras.
Esto propio digo yo a un hombre que
recibió hábito de religión y Dios, por su misericordia, lo escogió para que de
él hiciesen un sancto de entre los demás hombres del mundo: debe estar sujeto a
que de él haga Dios y los prelados lo que quisieren y les pareciere convenir;
si un san Antonio en el desierto, si sancto en el poblado, si le mandaren que
estudie y que sea doctor o predicador, o lo pusieren en ocasión de mártir,
todos los sanctos van al cielo y han de gozar de Dios para siempre jamás. Con
eso debe estar contento y no andar escogiendo vida ni ejercicios a su antojo,
porque toda la mortificación será para el leño que se defendiere de la azuela:
que lo que se habíe de hacer con un golpe y cuchillada, se habrá de hacer con
cuatro; y lo que en un día, en seis.
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4. Si los que son enseñados son de los
segundos que propusimos, unos hombres que ya van aprovechando [203v] en la
virtud, a quien su natural inclina a tales y tales y tales obras, que ya parece
se van aficionando a la oración, a la soledad o a tales penitencias y que, con
todo eso, la obediencia obliga a echar por otra senda o camino que le parece
más dificultoso, mortifíquese por amor de Dios, llévelo con paciencia, súfralo
por amor de Dios, que manda nos sujetemos a nuestros padres spirituales, y esté
cierto no perderá lo trabajado hasta allí, ni lo que de allí en adelante
trabajare caminando agua arriba contra su natural condición sólo por acudir a
la obediencia. Que el aprovechamiento y más mérito no está en el mayor gusto ni
en el camino más fácil por ser más conforme a mi voluntad, sino en el verdadero
rendimiento ym pronta resignación [a] que de él se haga la voluntad de
Dios. Y si para
este cumplimiento padeciere más trabajo, mayor será su mérito.
No será razón en estas tales
personas, por no querer ellas pasar un poquito de trabajo en torcer su
voluntad, su inclinación, o volver un poquito atrás, que hayan de torcer toda
una comunidad, o acommodarse muchos con uno. Y si los prelados a
estos tales mortificaren para que vengan a la regla y nivel de los demás, no se
espantenn, que así lo deben hacer y obligación tienen. Pero si estos
varones y religiosos de quien vamos tratando son de los terceros de quien
arriba dejamos dicho y comparados a una piedra cuadrada, no hay sino paciencia
de parte de los prelados, dejarlos por bueyes mansos y por hombres singulares
en la virtud, que así se debe entender es voluntad de Dios caminen por allí,
porque todo lo demás me parece que es cansarse los prelados y atormentarlos a
ellos.
5. Pero dijimos al principio deste
capítulo que habíe sanctos y siervos de Dios que tenían, o parecían tener,
spíritu como de tornillo, acommodados a todo. Estos son spíritus raros [204r]
[con] dos dones y merced doblada de Dios. La una fue el darles spíritu grande y
sobrenatural. Y otro don es darles virtud y fuerzas para se poder acommodar a
todas las cosas. Como si una
vara fuese derecha, la cual, junto con ser derecha, era tan blanda que de ella
hacíamos lo que queríamos: eran dos perfecciones y buenas propiedades. Y para
que se eche de ver cómo éste es don y misericordia doblada, noto que, en estas
personas que así tienen spíritu singularo y sobrenatural, presuponiendo
que Dios les ha dado algún ángel que, en este camino que llevan u obras que
hacen, los guíen, ya se sabe que los ángeles tienenp la esfera de su
actividad señalada cada uno, de suerte que uno puede como cuatro, y otro como
ocho. Así vemos no haber Dios enviado siempre a un ángel sólo cuando en la
tierra ha obrado algunas maravillas: uno era el que daba luz a Tobías5,
otro el que envió a Eczechielq6, y otro el que
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enviaba a la
defensa de su pueblo7. Digo, pues, que mayor ángel fuera al que le
encomendara Dios dos o tres officios de estos señalados de quien hace mención
la Sagrada Scritura, y mayor si los hiciera todos.
Lo
propio digo yo de estas personas que tienen spíritus singulares y
sobrenaturales, provéngales de la compañía de algún ángel bueno, o del mismo Dios,
que les está dando y comunicando virtud para las tales obras raras y
particulares. Llano es que
es ángel más alto, más poderoso, o don más raro y singular, el que tiniendo
espíritu sobrenatural no sólo lo tiene inclinado a una cosa, sino que sea común
acudiendo a muchos menesteres, como si, junto con acudir con particular don a
la predicación, acudiese también al gobierno de una religión y, si acudiendo a
la oración, acudiese a la acción. Y digo que estos spíritus son como de
tornillo, que a cualquier parte que se tornan y vuelven, tornan y vuelven cara
de perfección, obrando con el propio gusto y facilidad [204v] lo uno que lo
otro. Por eso, la esposa dijo que su esposo tenía manos torneadas, llenas de
jacintos8. El jacinto es de color del cielo. El decir que eran
torneadas era decir con la facilidad que a todas partes obraba, y que todas
eran obras celestiales y divinas. Lo cual lo podemos ver en Cristo, redentor
nuestro, que donde quiera que se hallaba hacía obras de infinito valor, de
admiración y de spanto: si está en los desiertos y ora, ora cuarenta días con
sus noches, sin comer ni beber9. Si ejercita con el hombre obras de
misericordia corporales, sustenta cinco mill hombres, sin niños y mujeres, con
cinco panes y dos peces10; si obras spirituales, a un publicano hace
apóstol11, y a un perseguidor de su Iglesia, vaso escogido12, y
a una mujer peccadora, apostolada13. Si entramas a dos obras juntas,
juntamente da salud al cuerpo y al alma, como hizo al paralítico de 38
años14 y a r otros muchos, perdonándoles sus pecados y
mandándoles se levanten sanos15. Y así en las demás obras que Su
Majestad hizo y obró. Porque si le alababan y querían levantar por rey,
huía16; si le quieren crucificar, sale al encuentro17; si se
transfigura, muestra ser Dios18; y si muere en un palo, descubre ser
redentor19. Esto es tener manos torneadas, esto es habernos dado Dios a
su Hijo para que sane todas nuestras enfermedades, que obre y haga a todas
manos y a todas partes muestre un rostro divino y celestial20.
Por eso
fue figura de este gran Señor aquel capitán llamado Aods, que para
defender el pueblo de Dios se lo habíe dado Su Majestad que usase de entramas
manos por derechas, de suerte que tan derechas iban las obras o golpes que
hacía con la mano derecha, como las que hacía con la izquierda21. Seas
tú, Cristo sancto, bendito; que todas las obras que hacías, fuesen de mano
derecha, como era perdonar peccados y ofrecer el cielo, o de mano izquierda,
como era acudir a los bienes
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y necesidades del cuerpo, eran tan acertadas que todas
tenían un precio y un valor por ser un mismo [205r] Dios y Señor el que las
obraba. Y así probaba el valor de las unas obras con el valor de las otras,
como cuando le dijeron yt dentro de sus corazones murmuraron los
scribas (porque al paralítico de quienu dice san Mateo, capítulo nono,
le perdonó sus peccados) diciendo que blasphemaba, entonces dijo Cristo:
"Para que sepáis que el Hijo de Dios tiene potestad de perdonar peccados,
levanta, hombre, toma tu lecho y vete"22. Ven aquí cómo con las
unas obras prueba la verdad de las otras y con el acierto de las unas, el
acierto de las otras. Por eso, la esposa, en el lugar que ahora
citamos23, no dijo a su esposo que tenía una mano torneada, sino manos,
de plural, porque todas sus obras fueron de una manera y no mostraba ni tenía
más dificultad para las unas que para las otras. Con la facilidad que daba
vista a los ciegos en el cuerpo, con esa propia alumbraba las almas; y si los
ciegos le alabanv, le conocen y confiesan por Hijo de Dios24,
lo propio hacen los que saca de peccados y a quien da luz spiritual.
6. El spíritu que más se asemejare a éste
de Cristo, redentor nuestro, es spíritu más subido y levantado. Pero ¿quién
será éste y a boca llena le alabaremos? Del gran Bautista dice Cristo que no
nació otro que le llegue entre las mujeres25, porque era para polvo y
lodo, para soledad en los desiertos, para ayunar entre las bestias, para
predicar entre los hombres26; para penetrar los cielos entre los
ángeles y para reprehender pecados entre los reyes27; para humilde
entrew los que le alaban y para firme y constante entre los que le
vituperan28; en el desierto, luz que derriba los cedros, y en los
templos, cuchillo que degüella pecados. Alabado y perseguido, hace obras
heroicas. Y no hay decir que fue spíritu singular y particular; por eso se negó
diciendo que no era propheta y que no era Elías29, porque el spíritu de
los prophetas y el de Elías fueron singulares, como dice san Pablo: que [Dios],
a unos, hizo doctores y, a otros, prophetas30. Por eso san Juan tuvo el
spíritu de todos, acudiendo a todos y a todas obras, y por eso dijo que era
voz31: porque la voz es para chicos y grandes, [205v] ricos y pobres,
pues todos tienen orejas para lax oír. Y adviertan que, con ser san
Juan san Juan, para que tuviese este spíritu inclinado y fácil a todo, dice el
evangelista que, cuando estaba en el desierto, fue necesario que la palabra de
Dios fuese hecha sobre él, que le hiciese fuerza y que aquel spíritu celestial,
que entre las bestias oraba y se hallaba entre los más encumbrados ángeles, se
tornease, se tornase y volviese a tratar entre los hombres; y que el spíritu
que en el desierto recebía celestial luz, la diese a los hombres, enseñándoles
el camino de la penitencia. Por
eso
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el evangelista
lo llama hacha que arde y que alumbra: ardía en el desierto y alumbraba en el
poblado32.
7. Pero
los hombres acá no saben más de un officio, porque el spíritu se les da con
medida y ya tiene su esfera señalada hasta dónde se ha de extender y dilatar.
Según esto, nadie se espante si vieren que un spíritu no se puede acommodar a
todo, ni ser tan común para todas las obras. No todos pueden ser Franciscos ni
Dominicos, que viviendo entre los hombres trataban entre los ángeles; que
algunos ha de haber Hilarios y Antonios, solos para a solas, solos para solas
penitencias y mortificaciones.
Digo más contray los que
tienen spíritus singulares, provénganles de algún don raro o de algún ángel que
Dios les haya dado para el fin y consecución de algunas obras particulares,
como son raptos, éxtasis y elevaciones: que siempre deben, cueste lo que
costare, hacerse fuerza para se sujetar y conformar con la obediencia o con las
personas que los rigen, porque la dificultad en aquella conformidad no está de
parte de Dios, pues él nos manda obedecer a nuestros mayores33. Y vemos
que, diciéndole a la sancta madre Theresa de Jesús diese higas y escupiese a
Cristo que se le aparecía, y otras cosas así semejantes, el mismo Cristo la
alababa porque ella obedecía y ella lo sentía y padecía, torciendo la verdad de
su spíritu y inclinándolo a los yerros y engaños que [206r] le
mandaban34.
Luego queda que la contradición y
sentimiento está de parte del hombre cuyo natural ya hizo curso, se cebó y
gustó echando por aquella parte. Yo digo que padezca cuanto se puede imaginar y
que contradiga a la fuerza de un ángel que se le haya dado a que enderece las
obras de la tal persona por tal y tal parte. Mayor gracia es tener fortaleza
para contradecir la fortaleza de un ángelz por amor de Dios y por la
obediencia, que no obrar con ayuda del tal ángel obras heroicas. Que por eso
desafiaba san Pablo a los ángeles buenos y a los malos: los malos, para
contradecirles lo malo a que inducían; y los buenos, para los resistir por lo
mejor y más perfecto35. No parezca esto dificultoso: decir que un
siervo de Dios contradiga a un ángel bueno. Que si es verdad que dos ángeles de
los que ven y gozan de Dios porfían, como se dice en [Daniel]36,
quiriendo el uno detener al pueblo de Dios en el captiverio y el otro sacarlo,
cada uno por enderezar las cosas a aquello que está a su cargo, mejor podrá
hacerlo un alma sancta, contradiciendo a los propios ángeles por acudir a lo
que la obediencia mandare, pues ángeles son los prelados, y así nos lo enseña
la Sagrada Scritura37. Y esto cuando tuviésemos certidumbre de que
es ángel al que contradecimos. Que si aquel ángel porfía para que un siervo de
Dios enderece sus obras a las cosas que están a cargo de aquel ángel,
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bien puede el prelado por la parte contraria
enderezarlas adonde más y mejor le pareciere convenir, no obstante que, como
digo, sean en contrario de las que el ángel persuade. Bien veo que es inmenso
tormento, trabajo incomportable y mortificación extraordinaria, y aun no sé si
martirio conforme al que daban a los sanctos cuando los ataban a dos árbores:
que con violencia los cerraban y luego los dejaban abrir, abriendo por medio al
sancto que a ellos asían; y lo propio hacían [206v] asiéndolos a los pies de
potros y caballos, soltándolos para que cada uno echase por su parte.
No
hallo yo a qué poder comparar esta mortificación de que vamos hablando, sino a
este martirio. Y juzgo ésta por mayor, por ser división y tormento de spíritu,
y la otra de cuerpo; y más fuerte, por ser más poderosas las partes que tiran,
cada una por su lado y por su parte: fuerte es la obediencia, fuerte es el
conocimiento interior del camino de la perfección, según hemos explicado. ¿Que se puede compadecer contradecirse
estos dos ángeles? No hay en este caso qué hacer, sino padecer, callar y bajar
la cabeza, que camino es ése indiferente por donde Dios quiere llevar a un
alma. Su Majestad, que está a la mira de esta lucha, dará las coronas, pues muchas
son las victorias38, deseando en una voluntada por muchas
partes cumplir la de Dios, acudiendo a lo interiorb que su ángel le
dita, y a lo exterior que su prelado o padre spiritual le aconseja o manda.
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