- 863 -
CAPITULO 13 - En que se prueba por exemplos el
sentimiento que un alma debe hacer cuando se aparta de la presencia de Dios, no
por peccadosa, sino por privación de comunicación y gustos spirituales
1. Gusto
me da llevar adelante esta conversación. Quizá los justos de quien voy hablando me
darán algo porque les ayudo a llorar sus duelos, que por este camino suelen ser
muchas veces menos. Que, en fin, los ojos son dos fuentes y caños de alquitaras
que distilan el agua amarga que dentro produjo la mirra y penas interiores. Son
tan grandes las que en un justo se engendran cuando, por vía de obediencia o de
consejo de quien debe tomarlo, se aparta de Dios en su trato antiguo, que ni la
lengua lo puede esplicar, ni la naturaleza darme exemplos, porque todos quedan
cortos por mucho que los remendemos, y las sobras del sentimiento verdadero tan
grandes que bastan a enllenar mill corazones. Que es lo que Esaías dijo de la
absencia que hacía el justo de los justos por su muerte, [en el capítulo]
57b: Perit justus, et non est qui recogitet corde1. ¡Oh
palabras bien encarecidas, según lo que se puede! Perece -dice- el justo, abséntase y no hay
quien repiense en su corazón. ¿Qué decís, profeta? Cuando Cristo muere, ¿no
hay tan extraordinario sentimiento [211v] que muriendo enc Jerusalén
sed ven los sentimientos en Atenas, y siendo el golpe en el monte
Calvario el eco resonó en el corazón de un gentil, que después fue san
Dionisio?2 Pregunto yo: los judíos y gentiles que le habíen
crucificado, ¿no se volvían hiriendo sus pechos y diciendo: Vere Filius Dei
erat iste3, mostrando sentimiento de que el muerto era Hijo de Dios?
Las piedras ¿no dane unas contra otras, no se desencajan de su centro y
lugar? ¿No se enluta
- 864 -
el sol y se eclipsa la luna, se ronpe el velo del
templo, se abren los sepulcros?4 Pues ¿cómo decís, sancto propheta, que
no hay quien repiensef? ¡Ay, almas cristianas, qué bien dice! Que
estas criaturas piensan y sienten, pero, como todo eso es poco y no llega, ni
es posibleg llegar, eran necesario otras que tuvieran fuerzas y valor
infinito, para tornar a pensar y sentir. Y estas criaturas que en la muerte de Cristo piensan, no tienen
fuerza para más, y el caso lastimoso pide sobre ese sentimiento tornar a pensar
y sentir, y así sobra materia de sentimiento para cuantas criaturas vinieren al
mundo.
Bien podríamos explicar a este
propósito las palabras de san Pablo que, poco ha, explicábamos a otro: Adimpleo
ea que desunt pasionis Christi, in corpore meo5; cumplo en mi cuerpo lo
que faltó en la muerte de Cristo. ¿Qué faltó, sancto bendito? De parte de
Cristo, nada; todo estuvo sobrado. Pero faltó en su muerte quien sintiese y
pensase aquellos dolores, afrentas, ignominias y trabajos; faltó quien, una y
otra vez, lo sintiese. Y aquello que entonces faltaba, voy yo cumpliendo y
aconsejo a todos los fieles que lo cumplan, diciendo: Hoc enim sentite in
vobis, quod et in Christo Jesu6; sentid, hermanos, en vosotros lo que
en Cristo Jesús hubo que sentir; que, siendo Dios, se igualó con los hombres,
se apocó hasta dar consigo en un madero7.
2. Adviértase aquí que yo no voy tratando
ahora de la absencia que Dios hace en un alma cuando de ella se absenta por
culpa y peccado, que esas lástimas y sentimientos allá se celebran y se sienten
en los infiernos, y sentirán para siempre jamás. Sólo trato del sentimiento que
un alma tiene cuando Dios se le absconde, o por torcer sus ejercicios sanctos
[212r] se le cierran los manantiales por donde venían en cañadas sus
misericordias y gozaba de un tiempo apacible. Y cuando un alma asentada a la
sombra del que desea celebra sus fiestas con descanso, éstas se le enturbian
cuando llega la guarda del jardín, que es el prelado oh padre
spiritual, y hace levantar a la que reposaba y salga al sol y a las
inclemencias de las criaturas, donde coma el pan a secas y beba el agua turbia.
Las tocas largas y lutos negros de esta tal alma celebramos en esta ocasión,
sus tristezas y amarguras cuando, sin culpa suya, vino por su casa tal sequedad
y tinieblas -cuando el mayor descanso que un alma puede tener es tener
compañeras que con ella lloren y personas con quien murmurar de quien le quitó
su bien-, que lícito le es a un alma sancta quejarse de quien tuvo la culpa de
tan grande pena.
3. Esta pena es la que yo digo que no es
explicable, pero está bien figurada y pinctada en la que tuvieron las criaturas
insensibles en la muerte de Cristo, porque de su tierra y casa se absentaba, lo
cual podemos bien considerar para que veamos la justicia que el justo tiene de
sus acordados sentimientos. El sol ni la luna no pecaroni, ni fueron
causa para que el Hijo de Dios muriese, ni el velo del templo, ni las
- 865 -
piedras. Porque si, como son criaturas irracionales,
pudieran ellas, y Dios les dieraj juicio yk razón suficiente,
no dudo sino que quien este sentimiento hizo de la muerte de Cristo, cuando iba
por los caminos, el sol, por no le enpecer, escondiera sus rayos, descubriendo
solamente la luz, las piedras no se apartaran del camino, pero a lo menos se
enpedraran y igualaran y pelearan [con] los más ricos alabastros y jaspes preciosos
sobre quién habíe de tomar mejor lugar para que aquellos sanctos pies las
pisaran. Y lo propio digo de todas las demás criaturas.
Digo
más: que estas criaturas en sí tenían a Dios por presencia, esencia y potencia,
y que lo que sienten es que se absente de la tierra aquel gran Dios, sin ser
capaces de otra mayor gracia o presencia que ésa que hemos dicho, considerada y
communicada de estas tres maneras. Y con todo eso, lloran, gimen y sienten tal
absencia, tal privación. [212v] ¿Cuál, pues, será el sentimiento que el justo
tiene y debe tener cuando, torcido y vuelto a otros ejercicios, se ve absente y
privado de ese bien? Que, aunque es por obediencia, no puede él saber si ese
engaño y desacierto Dios lo permite por culpas suyas y ser éll la causa
de que en su casa el justo perezca. Y dado que no sea causa, ni tenga culpa, por lo menos es criatura
racional, persona de razón, capaz cada día de mayor gracia. Y que con todas
estas cosas ve en sí extraordinaria mudanza, venga por donde viniere, que sentirlo
tiene, gemirlo y llorarlo.
¡Ojalá los padres
spirituales y obediencias, cuando mandan y rigen un alma, ayudasen a pensar y
repensar esto! Yo asegurom que ellos se fuesen a la mano más de dos
veces en mortificar al súbdito en esta materia, porque esta mortificación no es
sufrible ni se puede llevar, que llega muy a lo vivo y penetra las entrañas. Y
pues la pena y carga es sobre las fuerzas del mayor justo que hay en el mundo
cuando de este bien se ve apartado, ruego por las entrañas de Jesucristo sufran
los sollozos y lágrimas de esta alma, que quizá por causa del prelado se halla
viuda y sola. Sea para
siempre Dios nuestra compañía.
|