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CAPITULO 15
- Del gusto que un alma tiene con Dios, aunque en la tierra se comunique
mezclado con trabajos, desabrimientos y amarguras
1. Como
ahora, en estos capítulos, sólo vamos justificando la causa del justo y
celebrando sus sentimientos cuando por alguna vía se aparta de Dios, no por
gracia, sino por presencia, no se puede dejar de buscar con qué dibujar y
pintar algo de los dejos y amarguras que quedan con la tal absencia y falta.
Que, cuando se quede scondido el mismo Diosa y dentro de casab,
en fin, mientras aquí estamos, aunque lo secreto y lo que no vemos lo creemos,
la Iglesia no juzga de lo interior. Digo que esta tal alma que siente esta
absencia, sólo sabe lo que [215v] en esta ocasión le falta, dejando lo demás
para la otra vida, donde se premian y pagan los méritos de la fee. Que por eso
en esta vida es comparada a Lía, la lagañosa, porque su hermosura la tiene
escondida, siendo lo de afuera tinieblas y obscuridad1. Lo que se ve,
se goza, se siente y falta, eso es lo que aquí congoja y aflige.
Destas aflicciones deseo tratar, por
ver si con esto se estorbaran algunos de los inconvenientes que hay en el mundo
estorbando y detiniendo a muchos sanctos y siervos de Dios los pasos que dan en
el camino de la perfección, y también porque estos encarecimientos descubran
algo del grande bien que un alma goza cuando goza de Dios en la forma que aquí
puede; y para que el que no lo conoce ni lo buscac, lo desee y procure;
y el que lo tiene, se guarde de no perderlo.
2. Quien
algo desto nos descubre es aquella poca gana que Moisés tuvo de apartarse de
Dios o, por mejor decir, contradición que hacía cuando, apareciéndole Dios en
aquella zarza que se ardía y no se quemaba y quiriéndole enviar a Egipto, el
propheta de Dios replicó tantas veces scusando el viaje. Y aunque de todos tan
sabido, es bien propongamos el caso.
Está Moisés en lo secreto del desierto
guardando las ovejas de Jetró, su suegro. Acertó a meterse en lo más escondido
y secreto del monte. Vido de lejos una zarza que se ardía y no se quemaba.
Quiso llegarse a ver qué visión fuese aquella. Háblale Dios dende la
zarza y dice que se detenga, que aquel lugar es tierra sancta: mándale quitar
los zapatos y que llegue descalzo. Cuando ya estaba cerca para oír la
conversación, descúbrele Dios su pecho y dícele sus pensamientos, que eran
querer librar eld pueblo hebreo, que él tenía por suyo, que al presente
estaba captivo en Argel [sic]. Porque, subiendo al cielo sus clamores y
vocese, puse -dicef- los ojos en su remedio, y así vine a
librarle; y quiero tomar por medio escogerte a ti para su capitán y caudillo y
que vayas [216r] con mis recados a sacarlo. Enpezó Moisés a dificultar el caso
de suerte que si no fuera Dios, con quien trataba, tan sufrido y lleno
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de buena
gana para el hecho, pudiera amohinarse, porque no sólo puso dificultad Moisés
en su persona, pero aun con la que trataba. Pues, quiriendo, como dicen, sacar el
ascua con mano del gato, le dijo que qué podía responder en un caso tan grave
si le preguntaban quién lo enviaba. Que fue decir: ¿Tan poderoso sois vos,
Señor, que con sólo enviarme tengo yo de hacer una obra tan poderosa? Y así le
soltó la dificultad con decirle que era el que de suyo tenía el ser, que fue
decirle que era Dios poderoso. Suelta esta dificultad, tomó entre manos la de
su persona, diciendo que era insuficiente, tartamudo y hombre de poco crédito,
que no lo creeríen2.
3. Estas y otras muchas dificultades
propuso. La mía es el saber qué causa hubo para [que] Moisés hiciese tantas
réplicas, porque bastaba haberle dicho que el que le enviaba era el que era y
descubrirle que era Dios verdadero. Y lo propio veía en el milagro de la zarza que se ardía y no se
quemaba. Y quien era propheta de Dios y para tal escogido, parece que eran éstas
muchas réplicas y llenas de alguna ignorancia. De donde me parece que, demás de
los misterios que allí nos descubre la Scritura, debiera de haber otros encerrados.
Y uno de ellos debiera
de ser que, viendo el tesoro que solo y a solas y en la soledad habíe
descubierto, quisiera gozarlo con perpetuidad. Conocía la poca firmeza y
constancia de todas las cosas, cómo todas ellas caminan a su corrupción y consumación,
y que entre todas estas criaturas flacas el hombre es la misma flaqueza y
miseria y que, pues tal dicha Dios le habíe dado de toparse con el que era el
propio ser, principio y origen de donde nace lo que es y tiene vida, que dónde
podría Moisés estar mejor queg junto, pegado y asido con el que es vida
y con el que le puede dar firmeza. Ve también Moisés que la vida del hombre no
es sino un continuo afán y trabajo, una vida llena de mill [216v]
desabrimientos, spinas, abrojos y cuidado, y en medio de un fuego consumidor
que está en este mundo; y que, por otra parte, ve que en aquella zarza hay paz
entre las spinas y el fuego, que no será malo gozar de aquel barato y de
aquella paz. Fuego que no queme, spinas queh en medio del fuego no son
quemadasi, gracia es particular. Estos eran los bienes que oía y los que veía,
que los que Dios le daría a sentir y gustar interiormente seríen inmensos y no
seríe posible que estuviese allí Dios hablando con Moisés, y Moisés tan cerca
de Dios, y que no gozase, que no gustase de lo que Dios suele communicar a sus
siervos.
Pues que
güela, oiga y vea tales bienes, y que lo quiera Dios enviar a Egipto y
apartarlo de sí, no me parece que Moisés dejaríe de replicar y porfiar por no
perder ni apartarse de aquel summo bien, diciendo una vez que no lo creeríen y
otra vez que era tartamudo, y otra que enviase a quien le pareciese; que, en
fin, achaque quieren las cosas.
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Pues pudiérale yo decir a Moisés: Esperad, sancto
propheta, ¿para qué os queréis quedar aquí? ¿Para qué replicáis?
Mirad que son bienes costosos y, si es Dios el que habéis de gozar, está
envuelto en fuego y en espinas, en zarza, en soledad, disfrezado y disimulado.
4. No importa, dice el justo, tenga yo a
Dios y esté en llamas, en fuego, entre cambrones, sin honra, salud ni compañía
de nadie. Déseme Dios y venga él cuan dissimulado y tapado quisiere. Y privarme
de este bien, aunque sea con todos estos pechos y tributos, me hará hacer mill
réplicas.
Díganme
los padres spirituales y los prelados a cuyo cargo están estas almas de que
vamos tratando: si Moisés, gozando de Dios tan disimulado y a tanta costa y
pobreza suya como estaba pinctada en mandarle llegar [217r] a pies descalzos, y
siendo Dios el que le quiere torcer el camino, quitarle el gustillo que habíe
tomado de la plática y conversación, así lo siente, así replica y porfía, ¿por
qué nos espantamos que los justos sientan el apartarse de su trato antiguo,
gustos y entretenimientos que tienen y han tenido con Dios en su retrete,
recogimiento y oración, quiriéndolos divertir y echar por otro camino, sin ser
Dios el que esto aconseja, antes un hombre, que las más veces en sus consejos
duda o se pone en peligro de errar? Y más, que suele Dios muchas veces
communicarse a sus siervos no en llamas, ni en fuego, ni en espinas, sino en un
soplo delicado de una suave marea3.
Yo no me
espanto, Señor, que Pedro dijese que era bien estarse en el monte Thabor,
aunque la conversación fuese de pasión y trabajos, de soledad y abstinencia,
porque en compañía de Dios todo se puede llevar, todo esto lo deshace la gloria
y lo anichila aquel summo bien que allí gozaba Pedro4. Y así yo no me
espanto que, diciendo que era bien quedarse ahí, contradijese a todos los votos
que en aquella consulta se habíen tomado. Aunque a Pedro le dejan con la
palabra en la boca y no sabe lo que se dice, no le riñen, porque bien saben que
el justo en presencia de tal gloria desfallece y desmaya y no tiene pies para
de ella se apartar, antes, como el pulpo es todo bocas para se asir y aferrar a
la peña, se hace todo afectos para se trabar con Dios, porque como es summo
bien, summamente desea ser amado y poseído del que lo conocej.
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