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CAPITULO 17 - De cuán asido debe estar el hombre con
Dios y con los gustos y bienes celestiales en el recogimiento
interiorb, por ser hijo de Dios y criado para el cielo. Causa por qué debe
mucho sentir el desasirse de ahí
1. Entre todos los animales, a mi parecer,
el más hijo de la tierra es la culebra, porque, hiriendo los otros animales la
tierra con dos, cuatro o más pies, la culebra la hiere con todo el cuerpo y la
abraza con todas sus partes, estirándose y alargándose cada momento,
arrastrándose por ella para sus viajes y caminos, sin dejar en ellos parte, por
pequeña que sea, que no los hiera, palpe y toque. Lo cual no hacen esotros
animales, pues se dejan sin tocar la tierra que entre pie y pie abarcan. Y así
digo que este animal es el más hijo de la tierra y, como más hijo, más la
quiere gozar, abarcar y asir, estendiéndose por ella. El principio que esto
tuvo leemos en el Génesis, cuando, habiéndose el demonio revestido y figurado
en este animal, la parte que le cupo de pena de las maldiciones que en este
mundo entraron por el peccado fue que anduviese sobre la tierra arrastrada y
que comiese tierra1. Algunos quieren decir que tenía en su principio
alas y que se levantaba en el aire. Otros, que tenía pies y se enpinaba en
ellos y levantaba en lo alto y así tenía lugar de sustentarse con la mejor
fructa de los árbores; y por la culpa que tuvo en las miserias que entraron en
el mundo, le quitaron (como dicen) y cortaron las alas para que bajase el gargo2,
y le cortaron las piernas para que no se levantase. Y así, andando tan
arrastrada, fuerza era haber de comer tierra, que es la fruta que sus pies y
alas ahora alcanzan.
2. Por qué le echaron esta maldición más
que otra, paréceme fue porque cada uno come y goza de la fructa del árbor que
planta. El peccado
la fructa que dio fue bajeza y tierra. Tanto que, habiendo Dios
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criado a
nuestros primeros padres rectos, derechos, su mira al cielo y la razón
enderezada al mismo Dios, y la parte inferior enderezada a la razón, todo esto
quedó pervertido y desconcertado y arrojado por esos suelos. Así como cuando
[221v] un relox está bien concertado, está en alto y subido en una torre y hay
relojero que lo limpie y aderece, sacuda el polvo y lo guarde; pero,
desconcertado, anda rodando por los suelos. Salió el hombre de
las manos de Dios bien concertado. El mismo Dios era su relojero; la gracia, el guardapolvo. Las
pesas -y harto pequeñas- fue el precepto de no comer del árbor de la ciencia de
lo bueno y de lo malo. Vino el demonio en figura de serpiente, incítalos,
provócalos, indúcelos al peccado, persuadiendo a Eva, Eva [a] Adán. Quedó
nuestro relox desconcertado y echado por tierra, la razón caída, el corazón
postrado, el entendimiento scurecido, la voluntad estragada y todo el hombre
hecho culebra. Ves aquí, serpiente, el fructo del árbor que plantaste:
tierra. Pues andarás arrastrada por la tierra y tu sustento será tierra: Super
terram gradieris, et terram comedesc3.
3. De aquí entenderemos la causa por qué
Cristo, para redimir al hombre, se abatió y bajó tanto que fue figurado en la
serpiente de metal que levantó Moisés en alto4 yd en el
gusanillo de quien David dice, en figura de Cristo: Vermis sum, et non
homo5. No se quiere llamar hombre, sino gusano, que parece que es mucho
llamarse hombre para lo mucho que desea humillarse, abatirse y abajarse. Pues,
Señor, ¿el hombre no es harto bajo? Que parece los sanctos andaban buscando
cosas las de menos valor y estima para en ellas pintarnos al hombre, llamándolo
unas veces imagen o retrato, flor del campo y heno de los tejados, que lo uno y
lo otro explica lo poco que es el hombre, pues la imagen en sí nada es, sino lo
que representa; la florecilla tiene ser por un rato, pues el sol la quema y el
hielo y la noche la marchita y la bestia la pisa. ¿Menos queréis ser que esto,
Señor mío? Menos: no
hombre, sino gusano. Lo cual nos lo dio bien a entendere san Pablo,
diciendo: Semetipsum exinanivit6; se apocó y hizo, como si dijera, un
nada, se desentrañó para abatirse y abajarse. Pues, Señor, ¿para qué tanto?
¿Sabéis para qué? Vino a levantar al hombre que estaba caído; y el que ha de levantar
a otro es necesario que se ponga debajo de ése que ha de levantar. Y así lo
hace Cristo. ¿Está el hombre bajo, caído y postrado porf tierra? [222r] Pues yo quiero
en la pena y en el desprecio abatirme más y abajarme más que el hombre: Vermis
sum, et non homo7. Y Esaías dice que esg despectum et
novissimum virorum8: el más bajo y pequeño de todos los hombres. Y bien lo mostró Su Majestad en todo el
discurso de su vida. Cuando nace, como gusanillo anda buscandoh agujero
donde meterse9. Desechado, abatido, perseguido, pisado,
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escupido, abofeteado, azotado, enclavado, espinado,
alanceado10 -que hasta los tormentos y castigos que en él hicieron
fueron los más viles y bajos que jamás se pudieron imaginar-, todo esto para
entrarse debajo del caído, para levantarnos al cielo.
4. Pues si todo esto le cuesta a Dios
levantarnos al cielo, a la contemplación de sus divinos y secretos misterios,
al gusto de los bienaventurados, de suerte que si por el pecado éramos hijos de
la tierra, ya por Cristo hijos del cielo: Qui non ex hominibus, neque ex
voluntate carnisi, sed ex Deo11; nacidos de Dios y llamados de
Dios. En cuanto hijos de Adán, por ser él terreno, somos de tierra; y [en] cuanto
reengendrados por Cristo, que fue celestial, debemos ser celestiales. Así lo dice san Pablo: Primus homo de
terra, terrenus, etc.12; el primer hombre, de la tierra, terreno, y el
segundo, del cielo, celestial. Luego corresponder tiene cada uno a cuyo hijo es
y al suelo de donde viene.
Digo lo segundo, que si laj
culebra, por haber sido en alguna manera causa del peccado, la hacen hija de la
tierra y como tal come de la tierra y anda arrastrada, asida, pegada y dilatada
por ella, todo eso debe de tener el que ya se ha levantado por Cristo y es hijo
del cielo: que sus pasos, palabras, obras, pensamientos y afectosk han
de ser dilatados por el cielo, estendidos por la gloria. Y así como la culebra
pisa toda la tierra y por no tener pies nada atrabanca, de esa misma suerte el
siervo de Dios nada pasa entre ringlones de los bienes del cielo, todos los
quiere gozar, tener y aferrar. Y así como la culebra nada se levanta, el justo
nada se abaja. La culebra no quiere soltar la tierra de quien es hija, el justo
no quiere soltar el cielo de quien es descendiente. Subió la serpiente al árbor
de la sciencia de lo bueno y de lo malo, cogió por fructo lo que allí produjo:
[222v] peccados, bajezas, miserias, ¡pues goce de ésas! Sube Cristo al árbor de
la cruz in similitudinem carnis peccati13, en semejanza del peccador.
El fructo que se coge es cielo, gracia, gloria, ¡pues eso coma el hombre de
aquí adelante!
5. Pues
si el justo con Dios tiene tal filiación como la suya y la que da la gracia y
tal vecindad como la que se tiene en el cielo de todos estos hijos que allá se
enpadronan y escriben, si tal es su comida y su sustento y por tantas partes
está asido en Dios como la culebra en la tierra, ¿qué mucho que, quiriendo de
ahí apartarlo y desasirlo, haga lo que la culebra con el que la quiere apartar
de su madre lal tierra: que con furia se vuelve contra él, se le ase y
lo aprieta, que lo querría despedazar y deshacer, pues pretende quitarla y
desasirla de su propia madre? Y así el justo, con razones y palabras, se
ase y se traba con aquél que le hace aquel daño, mostrando que antes querría
perder mill vidas suyas y ajenas que perder una sola que tiene en Dios, pues
vale por millares.
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El
niñom, cuando sale del vientre de su madre, celebra las fiestas de su
salida con lágrimas y sollozos, sólo por el trueco que hizo de lugar a lugar,
porque como cuando estaba en el vientre de su madre estaba abrigado, recogido,
caliente y sobrellevado de muchas molestias que fuera de allí tiene, y al
sentimiento de estos truecos se deshace, despedaza, que parece deseaba más
fuerzas para mostrar sus penas. Pues pregunto yo: ¿cuántos son mayores los
bienes que un alma tiene en Dios, el abrigo, el reparo, el amparon, la
honra y el descanso? ¡Mayor de todo cuanto se puede imaginar en el mundo, pues
podremos decir que es comparar lo que es a lo que no es! ¿Qué mucho que, cuando
por alguna razón y causa la desasieren y apartaren de este summo bien, lo
sienta y celebre con lágrimas y muestras de tristeza?
El
propheta [Isaías] comparó estos bienes que un alma posee con los que hemos
dicho, diciendo: Portabimini ab utero14; que habíemos de ser llevados
en el vientre, y no de mujer, sino del mismo Dios. Y si la mujer al niño allí metido le da,
conserva y guarda la vida, ¿cuál será la vida que Dios dará al alma que allí
estuviere? Y al que le dejare y de ella se apartare, ¿cuál debe ser su pena y
tristeza?
[223r]
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