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CAPITULO 21
- En el cual se aplica lo dicho en el capítulo [pasado] al propósitoa y
materia que se va tratando
1. No
deseo hacer grandes digresiones del intento principal que llevo, porque no se
pierda la atención, y así a nadie se le haga pesado, en medio de otros
particulares intentos, tornarme [233v] al principal, refrescando la memoria con
una breve aplicación. Y así ahora digo que de lo que hasta aquí hemos dicho, en
este capítulo pasado, se colige muy claro nuestro principal intento, que es la
grande unión y atadura que un alma tiene con Dios cuando, en el sentido que
decimos, se junta con Su Majestad, pues conviniéndole y deseando apartarse por
algún rato, en el sentido dicho, ella no puede. Y así se lo ruega a su esposo
lo haga Su Majestad y suspenda por algún rato tan grande exceso de gusto que un
alma en la tal junta tiene1.
Según esto, los grillos y cadenas
que allí tienen a un alma detenida, no son grillos que los puede la propia alma
desremachar ni quitar, siendo la llave el gusto y afición ya enajenado y
entregado a otro dueño. No digo yo que un alma no pueda peccar llegando allí,
que sí puede y libre se está mientras no está confirmada en gracia. Y yo no
trato aquí de este apartamiento, en el cual tanbién pudiera decir que, para que
un alma viniera de ese estado a ofender a Dios, tanbién era necesario grande
desamparo de Dios, viniéndolo así a merecer sus peccados. Aquí no tratamos sino
de la poca libertad que un alma tiene para dejar y apartarse de cosas de tanto
gusto, lo cual nos lo significa en estas palabras de los Cantares: cuando, no
pudiéndose ella desasir ni contentarse de un tan grande y summo bien, le pide a
su esposo que la desasga y él se aparte un poco, volviéndole el rostro hacia
ella de en
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cuando en
cuando2, según hemos dicho en el capítulo pasado. Lo propio nos dio a
entender Marta cuando dijo a Cristo que mandase a su hermana María se levantase
y la ayudase3. La cual no lo pidió a su hermana, porque bien sabía que
un alma allí puesta a aquellos sanctos pies y gustando de tales palabras, no es
tan libre que se ha de levantar cada y cuando se lo dijeren, sino que es
necesario que Dios se lo mande, haga fuerza, suelte, desligue, aparte y abra el
calnado4 y quite los grillos en que prendió [234r] y asió los afectos
de un alma.
Este celestial y divino amor es como
el alcalde del aldea: que prende y no suelta. Y así es necesario que Dios, que
es el señor de esta cárcel y juez supremo, dé licencia para que alma que ahí
está asida se desenlace por algún rato, para que pueda acudir a las cosas del
cuerpo, bien de las almas y obras exteriores, porque de otra manera no es posible.
¡Oh, amor celestial y
divino, qué poco te conocen y saben tu fuerza los que contra ti
quierenb que obren en la casa donde te hallas! ¡Oh, si supiesen que
donde tú entras te apoderas de la casa donde te hallas! Eres el amo, el dueño y
el que avasallas y rindes toda la gente de adentro, sin dar lugar a que nadie
tenga la libertad que quisiere, sino la que tú le dieres. ¡Quién pudiera poner
exemplo en Cristo, padre, señor y maestro de todos los que de veras aman!
No quiero detenerme en esto. Basta decir
que quien lo trujo arrastrado por los pueblos y casas de los pecadores fue el
[amor]5; quien lo arrastró por el suelo, debajo de los pies de los
discípulos, fue el amor6; quien lo enclavó de pies y manos y lo coronó
de spinas, fue el amor7.
2. Esta propia condición tiene en los
justos: que, presos y captivos, hace de ellos alarde y extraordinarias reseñas,
como se vido en la Madalena y en otros muchos sanctos. La cual, por las calles
buscando a Cristo y en casa del fariseo hallándolo, la ató a los pies de Cristo
sin dejarla levantar de allí hasta que con lágrimas los regó, con los cabellos
los limpió, besándolos8 y reconociéndolos por los pies celestiales y
verdaderos que buscaron la oveja perdida9.
¿Quién
no echa de ver que esta sancta allí puesta no estaba de suerte asida y trabada
que habíe de ser fuerte cualquier ocasión para apartarla de allí? Que aunque es
verdad que el arpón de hierro y la veleta puesta en el tejado está sujeta a los
vientos para dar sus vueltas y revueltas, quitada de allí tiene el peso del
hierro, que cuanto aire hay en el mundo no será bastante a menearla. ¡Oh Madalena sancta! Cuando el mundo te
tenía entronizada, levantada y subida sobre lo alto de sus edificios, ahí enpinada
y sujeta estabas al viento y al aire, dando vueltas y revueltas a los dichos y
pareceres de quien contigo gustaban de hablar y tratar. Pero Cristo, redentor
nuestro, divino arquitecto que
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vino a trastejar este mundo, derribóte del lugar que
tenías, dio contigoc a sus pies, donde ya estás tan fija, tan inmóvil,
que nada será bastante a te quitar el asientod que tienes: ni la honra
del mundo, ni el qué dirán las gentes, [234v] ni las murmuraciones del fariseo,
ni el ver que tú lloras y celebras obsequias a tu alma perdida, aunque presto
resucitada. Si estás debajo de los pies de Cristo, ¿cómo te has de
mover, pues eres basa y asiento de pies que, como dice la esposa, son dos
columnas de mármor, cuyas basese y asiento es de oro, que son dos cosas
pesadíssimas?10
3. Cuando hacen un edificio perpetuo que
ha de durar por siglos, en laf esquina y parte más principal, donde se
asientang las primeras piedras, debajo, en la parte que es menos
movible, se suelen echar unas monedas que significan el tiempo en que se hizo
la obra y, allí escrito, quién la hizo. ¡Oh Cristo sancto, que vienes a hacer el edificio perpetuo y
durable de la Iglesia! Al principio de este edificio arrojas a tus pies a la
Madalena peccadora, para que se sepa la moneda que corría cuando tú viniste al
mundo y levantaste tu casa. Que sepan todos que la moneda que entonces
corría era peccados, abominaciones y deshonestidades. Arrojas, pues, ahí, a tus
pies, a esa mujer, parte donde nadie lo será para apartarla, porque tus pies
son fijos y estables y pesan más que el cielo y la tierra.
¡Oh cielo sancto! Y cómo ahí veo cumplido
lo que vido después san Juan en el Apocalipsi, en el capítulo 1, donde dice que
vido al Hijo de Dios con estraña librea y postura. Y una de las cosas
particulares que traía era que sus pies los tenía de latón o azófar, que acá
llamamos, y puestos en un brasero o horno de fuego11. Pues
¿quiénh ve a Cristo, a cuyos pies está esta bendita sancta, que no
juzgue estar aquí cumplido, pues está hecha aquí un brasero y horno encendido
de amor? El
compararla a ella al horno, y los pies de Cristo al azófar o latón, es que
ninguna cosa hay que así tome el fuego como el horno y ese metal. Si buscamos
dónde el amor hizo más fuerza, no hallaremos en quién como en Cristo bendito,
pues de él dieron testimonio sus pies descalzos, cansados, peregrinando por el
mundo y enclavados en una cruz. Y luego hallaremos que en la Madalena hizo
este amor de las suyas, pues la hizo un horno y brasero encendido. Así lo dice
Cristo: "que le son perdonados muchos peccados, porque amó
mucho"12. Y quien tanto ama y en su casa tiene aposentado persona
tan poderosa, dése por rendida a ese amor que prende y no suelta hasta que su
amo, que es Dios, pues es amor de Dios, suelte [235r] y desate, dé licencia y
deje al captivo entender en algunas otras obras exteriores.
4. Aquí quiero que notemos que todas las
cosas, mientras están más pegadas a su centro y lugar donde tienen su principio
y origen,
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tienen más fuerza y más vigor. Digo, lo segundo, que mientras una cosa es
mayor, tiene mayor la esfera de su actividad. Estas dos cosas son
fáciles. El fuego es más fuerte en su esfera allá subido que acá abajo. Lo segundo, más quema mientras es mayor.
Pues esto consideremos en el amor divino que se halla en el pecho de un justo:
que mientras este justo está más llegado a Dios, el amor será mayor; y, siendo
mayor, mayor tendrá la esfera de su actividad. Decimos que el
officio del amor es prender, ligar, atar, captivar, rendir a los pies de Dios
el alma en quien entra. Luego, mientras más llegado estuviere un justo a Dios,
más captivo y más preso lo tiene, y menos libre para estas cosas de afuera.
Quiero
que notemos otra cosa, para que de veras entendamos lo que el amor de Dios hace
con un justo. Porque decimos que el amor tiene ya, según sus grados, señalada
su esfera de su actividad, hémoslo comparado al fuego. El fuego tiene la esfera
de su actividad en lo alto, de suerte que si alguna vez ha de bajar acá, baja
violentado y forzado, de suerte que, considerándolo en las nubes cuando
despiden rayos, si uno baja acá abajo, suben veite hacia arriba. Pues digo que,
siendo el amor como el fuego, su operación y actividad será hacia aquella parte
donde tiene su principal asiento, que es Dios. Y si hubiere de salir y bajar
hacia las criaturas, bajará como forzado y violentado. Quiero decir que este
amor su principal efecto es recoger un alma adentro, donde Dios está más
perfectamente recogido y metido. Y el sacar esta alma acá fuera, aunque sea a
obras de charidad, siente en sí haber menester más fuerza para las tales
acciones.
5. De todo lo dicho se colige cuánto
ignoran esta materia, este trato y communicación con Dios, los prelados y
padres spirituales que quieren a las almas que ya han gustado de Dios y viven
dentro captivas de este amor, las quieren en un momento libres y desasidas y
sujetas a sus consejos, [235v] yendo por caminos torcidos a este trato puro con
Dios, quiriendo que obren con el mismo gusto las cosas exteriores que las
interiores y que, siendo el amor que tienen fuego, quieren que baje con la
velocidad que sube. Verdad es que, así como hay fuego elementar y puro, hay
fuego misto, que es el que está en la leña y en ascuas. Aquél sólo sube; éste, por estar en
materia pesada, baja. Así digo que hay amor de Dios tan puro que no se halla si
no es caminando pura y desnudamente al mismo Dios; y no acierta a obrari,
hacer ni entender en cosa alguna que no sea pensar, contemplar y unir un alma
con Dios. Otras veces este amor lo da Dios mezclado en materia gruesa,
puniéndose en el pobre y en otras obras de charidadj, en quien, como en
reclamo, lleva tras sí al justo y lo enplea en cosas semejantesk.
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