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CAPITULO 22
- Cómo de lo dicho se colige el sentimiento que el justo tiene de desasirse de
Dios. Y de la poca libertad que para eso le da el excesivo amor que le
tienea
1. De
aquí entenderemos lo que padecerá un justo que de veras ama a Dios cuando, por
su amor, se ocupa en officios que sean del bien del prócximo y de sus hermanos.
Consideremos un sclavo que, con un
grillo al pie y una cadena al cuerpo, anda llevando cargas de leña y cántaros
de agua a casa de su amo, que lleva dos cargas: la de hierro y la otra
exterior. Aunque es verdad que el amor de Dios facilita para todas las obras de
charidad -que no es contrario el amor de Dios al del prócximo, antes andan
juntos1-, pero el justo, lleno de amor de Dios, querría amar al
prócximo en el mismo Dios y no salir de ahí un punto. Y si sale a las obras
exteriores, va cargado de este amor, preso y aherrojado, que lo llama y tira
adentro a que en lo escondido deb su alma busque y trate con Dios. Allí
querría él tener a todos sus hermanos, allí se los ofrece a Dios una y mill
veces, allí con veras le pide la conversión de las gentes. Apartarse de aquí no
puede, porque puede poco contra quien tanto puede, como el amor de Dios que
allí lo tiene atado y señalándole como a su esclavo hasta adónde ha de salir.
Hecha le tiene una raya, de donde no consiente [236r] se aparte. Y si de ahí
hubiere de salir, ha de ser, como queda dicho, con licencia del superior. Y
entonces este fuego y amor que ha de bajar a hacer inpresas y lances en la
tierra de los mortales, es necesario, como al fuego, mezclarlo con materia
pesada para que baje.
Así sería necesario que el amor que
Dios les daba a estos tales justos en sí propio, lo diese y lo pusiese en el
prócximo, para que dende ahí diese voces y ellos saliesen al grito y voz de su
esposo, que los llamaba afuerac. Como le sucedió a la esposa cuando,
durmiendo ella afuera y velando su corazón adentro, retirada en su aposento y
lecho, desnuda y descalza de todas las cosas de la tierra, su esposo llamó a la
puerta de afuera y dio un grito y voz, como ella dice y confiesad en el
capítulo 5, nº 2: Vox dilecti mei pulsantis: aperi michi, soror meae,
amica mea, columba mea, etc., quia caput meum plenum est rore, et cincini
guttis noctium. Dice que le dijo muchos requiebros, llamándola: hermana mía,
amiga mía, paloma mía, inmaculata mía. Y junto con eso le dijo que traía la cabeza
llena de rocío y las madejas de los cabellos escarchadas. Pues veamos, esposo
sancto, ¿tanto es menester para que vuestra esposa os abra? Si los amores son
tan grandes como los que hay entre
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entramos, paréceme que bastaban menos palabras, menos
requiebros y encarecimientos.
Ahora
notemos por charidad un particular misterio: que esta esposa no estaba allá
dentro sin la compañía del mismo sposo, pues dice que dormía y velaba, que son
las propiedades de la alta contemplación: dormir los sentidos afuera y velar el
corazón adentro. Y el esposo, que, por otra parte, hecho hombre, andaba a caza
de almas, en ellas llamaba y daba voces para que le abriese: que, cargado de
esa inpresa y celo sancto, quería entrar a se aposentar en su corazón. Y ella
siente tanto el salir afuera y el dispertar el cuerpo ya dormido que, con ser
su esposo el que le llama, se scusa y dice que se quitó y se despojóf
de su túnica, que cómo se la ha de tornar a poner; que se lavó los pies, que
cómo se los ha de ensuciar2. Que fue decir: Esposo mío, ya yo me he
descargado y despedido [236v] de estos tratos y comunicaciones; ¿cómo me tengo
de tornar a vestir de ellos? ¿Cómo tengo de tornarme a vestir de las criaturas?
Y aunque es verdad que le replicó por el sentimiento que tenía de dejar su
recogimiento, con todo eso, en fin, como era su esposo el que deleitaba adentro
y llamaba afuera, hizo fuerza a que rompiese con todo y saliese a lo buscar
dondequiera que lo hallase.
2. En fin, el gritog y voz de
Dios, como dice David [en el salmo] 28: Vox Domini in virtute, vox Domini in
magnificencia, etc.3 Tiene la voz de Dios grandes propiedades; y, entre
otras, dice allí David que tiene grande fuerza, que eso es vox Domini in
virtute. Lo segundo,
vox Domini in magnificencia: es franca y liberal. Vox Domini intercidentis
flamam ignis4; que divide y corta la llama del fuego, se entra por las
partes más dificultosas del mundo y las divide y aparta, si es necesario. Vox
Domini confringentis cedros5; que rompe los cedros más enpinados del
monte Líbano. Todo esto hace y obra con el justo la voz de Dios, cuando
oyéndola en las criaturash acá fuera, deja el Criador allá dentro;
cuando por sólo amor de Dios deja los celestiales entretenimientos que en su
alma tiene y se entriega a los hermanos, trabajos y cuidados por el bien de las
almas.
Lo primero, tiene esta voz que el
justo acá fuera oye, tiene grande virtud y fuerza, pues rompe tales cadenas y
grillos como tiene dentro, en el recogimiento de su alma. Es vox magnifica,
pues, gozando a solas con Dios tales misericordias y mercedes, las quiere
repartir con los hombres. Vox que rompe (dice David) las llamas del fuego, que
es decir que este justo, que su amor, como fuegoi en llama, todo subía
arriba en alta contemplación, que cuando Dios diere esta vozj y
llamare, se rompa ese fuego y ese amor baje la mitad abajo y la otra mitad suba
arriba: la mitad se ocupe en la contemplación y la mitad en ayudar a sus
hermanos.
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3. Paréceme
esto como cuando en [237r] un campo hay un fuego y la llama sube arriba y viene
un viento grande y la abate al suelo, haciéndola bajar. Esto hace la voz de
Dios en casa del justo donde hay grande fuego y llamas de amor de Dios que
suben arriba: que sopla Dios y hace abatir las olas y que hieran en la tierra y
acudan a las cosas exteriores, porque así es su voluntad.
Lo
último, la voz de Dios rompe los cedros del monte Líbano, que es decir que
quita todas cuantas dificultades se pueden imaginar, para que el justo no acuda
a esta voz de su esposo que lo llama a la puerta. Como tuvo virtud y fuerza
esta propia voz con la esposa: que, no obstante que se habíe escusado, se
levanta, como ella dice, para abrir a su esposo; y, no hallándole allí, fue en
su buscak, porque fue traza de Dios llamarla a la puerta y irse luego,
quel no la quería tan cerca de sí, sino que saliera de aquellos
primeros gustos y, alejada de su lecho y antiguo entretenimiento, acudiera al
bien de sus compañeras que, divertidas por las calles, no conocían a su esposo.
Y, buscándole ella
afuera, lo dio a conocer, preguntandom por él y diciendo sus
señas6.
4. ¿Sabéis
cómo es eston? Como cuando Cristo se perdió de la compañía de la
Virgen, que fue traza para que los doctos y sabios lo hallasen y, si querían,
lo conociesen en el templo, cuando Su Majestad entre ellos descubrió su eterna
sabiduría preguntando y respondiendo. Y, por otra parte, la Virgen benditíssima
y el sancto Joseph lo daban a conocer por las calles buscándolo y preguntando
por él7. ¡Oh, misericordia grande de Dios: que se haga perdidizo en
casa del justo, que llame a su puerta y se retire para que el peccador lo
halle, sacando afuera al justo que adentro lo gozaba y alababa, que fuera lo
pregone como a niño perdido! Y también lo hace porqueo Diosp,
que adentro estaba en secreto, quiere que sea posesión y tenencia en público y
que sepan dónde vive y está, para que allí acudan a lo buscar quien lo
quisiere.
Ahora consideremos que una señora,
sin que nadie lo supiese, tenía una joya que valíe 20 mill ducados y que se
hace pobre buscando enprestado para comer y para el gasto de su casa. Sucede
que, yendo de missa, se le perdió. Ella, afligida [237v] con su
pérdidaq, sale por las calles, pregonando r por las calles su
joya perdida y haciéndola pregonar, de donde conocens todos que la tal
persona, si pobre en público, era rica en secreto. Era la Virgen pobre entre
los suyos; y, perdiendo a Jesús y pregonándolo por las calles, mostró ser más
rica que todas las criaturas del mundo, porque entonces no era tiempo de
disimular los bienes que antes se gozaban secretos, cuando la pérdida se hizo
en público. ¡Qué de sanctos y siervos de Dios son tenidos en su
secreto y escondido por gente muy ordinaria, que sólo da a entender su
silencio!
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Y si sienten alguna absencia del bien que tenían, no
dejan doctor ni eclesiástico que no andan, y discurren hablando más que siete
jilgueros y descubriendo, en absencia del Señor que buscan, qué poseían en lo
secreto y qué prendas y señales tenía el que dicen se les ha perdido.
Si la
Madalena, cuando buscó a Cristo, lo hallara en el sepulcro, no pudiera el mundo
saber dónde llegaba el encendido amor que a su buen Maestro tenía; pero
descubriólo buscándolo y aguardándolo, y juntamente descubrió cuán digno era de
ser buscado8. De manera que son trazas de Dios para sacar a un alma
fuera, a que ella sea conocida y dé a conocer al mismo Dios, que este Dios y
Señor que en secreto la hablaba al corazón, después la hable a la oreja, puesto
acá fuera en la necesidad de sus hermanos.
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