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CAPITULO 29 - De la grande obligación que tienen los
padres spirituales de ayudar a sus discípulos. Y cuánto yerran en algunas pruebas
que hacen en cosas contra la perfección y virtud del tal discípulo, diciendo
que la verdadera virtud todo lo vencerá y resistiráa
1. Bienb quisiera yo, por las
últimas palabras que en este capítulo [pasado] acabo de decir, tomar materia
para decir en éste cuatro palabras sobre las pocas ayudas de costa que los
siervos de Dios tienen para vencer dificultades y mortificaciones grandes que
se les ofrecen en el camino de la perfección. Porque suelec muchas
veces estar un varón justo atancado y detenido, como carro cuyas ruedas toparon
en un canto con que se calzaron y pararon, y en lugar los padres spirituales de
descalzar las ruedas, desestorbar el paso, les parece que porque estotro es
siervo de Dios es obligado a vencer aquella tentación o pena
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que se le ha
ofrecido y la que el propio padre spiritual le añade y sobrecarga haciéndose el
pesado y subiéndose (como dicen) encima. Los cuales maestros y padres
spirituales debían considerard que la gracia la da Dios a los justos
con tasa y medida y que el demonio, adversario nuestro, procurándonos detener,
suele poner [254r] delante de los ojos estorbos sobre esas fuerzas. Y si, como
es así que Dios no nos da más trabajos de los que podemos llevar, según aquello
de san Pablo: Qui non patietur vos tentari ultra id quod potestis1,
este poder yo vencer esta mortificación que se me ofrece, púdolo Dios poner en
la gracia que a mí me dio y en el aviso del padre spiritual, de suerte que,
faltándome el tal aviso por culpa del padre spiritual, fui privado de la gracia
que ya Dios me había dado para la tal victoria.
Supongamos que
promete Dios a Jedeón la victoria de los madianitas con aquellos pocos soldados
con que les acometió2 y que estos soldados se le amotinasen y huyesen. Es llano que no alcanzaría la victoria,
puesto caso que ya Dios la tenía puesta debajo de aquellos medios. ¡Oh, válame
Dios! Y qué de yerros y males se hacen y causan en la escuela de la virtud por
no ayudar los padres spirituales como hacen los discretos maestros en las
scuelas cuando ayudan a pasar la lición al studiante de flaca memoria: que con
tantica ayuda, apuntándoles el argumento o ringlón que decoran, dicen bien y
salen aprovechados; y dejándolos solos, desaprovechados y deshonrados.
¿Qué hombre hay que, por mucho que
sepa, haciendo un acto en las universidades para se graduar de doctor, no lleve
consigo un padrino que le ayude, vuelva por él y defienda en las ocasiones
necesarias, siquiera con un: Bien dice, pase adelante; (y a turbio correr) no
ha de decir así, esto es? Todo lo demás fuera entregarlo al verdugo y a los
contrarios, que cada momento lo concluyeron.
2. De
san[ta Catalina de Siena] se lee que, habiéndolee entregado Cristo a la
pelea con el demonio, viéndose afligidaf, clamaba y llamaba a su buen
Maestro. Y después de pasada, con amorosas palabras se quejaba, diciendo: ¿Cómo,
Señor, me dejastes en un tan grande aflicto y trabajo? Respondióle Cristo: No [te] dejé, sino te
miraba, como a buen sustentante, cómo lo hacías, cómo respondías y peleabas.
Cerca estaba. Si yo te viera en notable peligro, allí acudiera. Apreturas a
nadie le faltan. Las caídas son donde yo pongo la mano para que el justo no se
ofenda3.
Los que sgrimen con spadas negras, el
maestro, que está a la mira, deja jugar las spadas, hacer amagos y tentarse las
corazas. Pero al tiempo de darse los porrazos, hacerse descalabraduras,
entonces entra en medio, atraviesa su bastón, pone paces y vuelve por el caído.
Bien veo en los [254v] padres spirituales es dificultoso de conocer cuándo
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está
apretado el discípulo, cuándo va o está cerca de caer en la tribulación. Pero
en ese corto conocimiento suyo, más vale prevenir antes con antes que no tan
tarde que, cuando llega el socorro, esté nuestro sustentante concluido y
nuestro soldado rendido y descalabrado. Que si el tal padre tuviera sciencia de
Dios y conocimiento de los quilates de las fuerzasg de nuestro soldado,
bien pudiera dejarlo llegar a lo último; que, en fin, cuando más apurado y más
en el stremo y torna sobre sí, es más gloriosa la victoria y más honrosa la
corona que se gana. Pero no sabiendo tanto como eso, no es afrenta ni menoscabo
del sustentante decirle de en cuando en cuando: Mire lo que resume, bien dice;
¡ea, buen estudiante!, y animarlo a que cobre brío. Que a un caballo y a un
triste soldado, entrando en la guerra, lo animan con la caja que toca a rebato,
y a una mula con una campanilla para que tire bien el arado. Y un ¡Sanctiago y a
ellos! es de grande inportancia cuando el soldado caído está de buzas en la
tierra.
Y aun la
naturaleza, poderosa y maestra de todas las cosas, vemos que muchas veces, si
para sus obras no tuviese por ayuda las manos de los hombres, haría mill defectos
y tendría mill menoscabos. Y si no, mírenlo en los hortelanos cuando andan a
sus hierbas y plantas arrimándoles tierra, apartándosela otras veces, quitando
el sol, añidiendo frescura, con que crecen las plantas ayudadas. En los
animales vemos lo propio: que si no los ayudasen a partear sus conceptos,
muchos morirían. ¿Y qué dijéramos de las mujeres si a sus pies no se hallara
partera y comadre y a su cabecera el padre y marido? Allí pereciera,
particularmente si la dejáramos como san Juan vido a la otra mujer del
Apocalipsi: de parto y un dragón a los pies, ¡muy gentil ayuda de costa para el
tiempo de trabajo y tribulación!4
¡Oh,
padres míos! Y ¿cómo no saben lo que es un parto spiritual, cuando un alma
preñada de Dios le vienen dolores vehementes de tribulaciones y trabajos? ¡Con
qué solicitud y cuidado andarían buscando el regalo, llegando la tierra y
quitando el sol para que no se marchiten los sanctosh buenos
pensamientos y deseos! ¡Cómo se haríen padres para tener y sustentar la tal
alma que pare, y compadres para recebir la criatura que nace! Pero ¿qué diré
[255r] de algunos que, no sabiendo de este menester, con su ignorancia se
vuelven dragones y madres tontas que, echándose de noche sobre sus criaturas,
amanecen con ellas ahogadas y el pobre discípulo desaprovechado? Bien es verdad
que el padre a quien ama corrige y castiga. Pero eso hase de entender cuando el
hijo no tiene corrector ni quien por otra parte le aflija, que ya seríe cogerle
todos los caminos, y es bien en el tiempo de la tribulación tenga siquiera
abierto el caminoi de padre para se consolar. Que es terrible cosa necesitar al cielo
que dé ángel, como a otro Abrahán, que le detenga el brazo levantado; y si no,
que muera el niño Isac5. Y
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como es verdad que de todas las vidas no se aguarda la
sucesión y provecho que se aguardaba de la de Isac, en verdad que muchas veces
deja Dios descargar el golpe y permite que muera el inocente sin culpa a manos
de su propio padre spiritual, en la materia que vamos tratando.
3. Suelen
decir los padres spirituales: si lo contrario de aquello en que yo me mortifico
es voluntad de Dios, él lo contradirá o Dios lo mostrará. A estoj tengo
ya respondido en otro capítulo, condenándolo por yerro manifiesto, porque si él
esk padre, y por tal tenido del que se le entregó por hijo, es cierto
que, aunque se vea ligar y atar los ojos, levantar el cuchillo, encender el
fuego y la muerte a la puerta, aprieta los dientes y se determina de la llevar
y sufrir por amor de Dios, porque como tiene el entendimiento tan rendido y
sujeto, no le da lugar para hacer otros discursos en contrario. Y si Dios en lo
interior le mostraba otra cosa en contrario de lo que el padre spiritual hace o
dice en aquella ocasión, piensa que ya Dios dejó para él el primer camino y
tomó el que lleva el tal padre spiritual. Y si acaso el tal discípulo juzga
aquél por camino torcido y malo, atribúyelo todo a sus peccados y que Dios por
entonces quiere que padezca o lo permite en la forma que su padre spiritual le
hace padecer.
4. Bueno
fuera que, si un padre a un niño chiquito lo quisiera echar en un pozo o en un
fuego, que dijera: ¡Ah, veamos si se defiende! Quiero echarlo hasta que el
chiquillo lo contradiga. O el niño tiene discreción, o no. Si no tiene
discreción para saber que el fuego quema y el agua ahoga, necedad era grande
aguardar la contradición del niño. Si tiene discreción, es llano que hará este
discurso: Este es mi padre; padre que me engendró y me ama, [255v] no me ha de
echar en el fuego ni ahogarme.
Estos dos estados
hallo yo en varones perfectos. El uno es de tan grande simplicidad que ya
adquirieron, que no saben maliciar muchas cosas que, mandándoselas el padre
spiritual o prelado, no es obligado a hacerlas, sino que, si les mandasen
echarse de un corredor abajo, o cosas inposibles o no hacederas, las harían o
las intentarían de hacer. Y con estos tales es malo mortificarlos en cosas
contrarias que no deban hacer, sino llevarlos por otros caminos ciertos, que la
misma dificultad de adquirir la nueva virtud les podrá servir de nueva
mortificación. Si los varones perfectos son del segundo stado, que ya discurren
y saben cuál es bueno, cuál malo, cuál mejor o menos bueno, estos tales, siendo
mortificados en cosas contrarias de lo que deben hacer, hacen este discurso:
Esta es prueba de obediencia; éste es mi padre, éste no me puede mandar cosa
mala; quiero obedecerle, que, al tiempo de quemar el fuego, él acudirá a
levantar la obediencia. Si
este padre spiritual se descuidase y perseverase en la tal mortificación
contraria de lo que debe hacer el tal religioso, ese tal no es padre, sino
contrario, verdugo, pues usó mal del rendimiento del súbdito y de su
obediencia, y era merecedor de que otra vez no le obedeciese.
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Parece que voy
hablando sin exemplos. Esto
no es muy dificultoso de entender. Supongamos que un prelado dijese a un
religiosol, por mortificarlo, que se fuese a comer a un bodegón o que
fuese a una casa mala, debajo de color de buen fin, y que el súbdito, mostrando
ser obediente, fue con su mortificación; y que, siendo obligado a lo llamar
cuando iba en la calle, se descuidó y lo dejó pasar hasta lo último, donde su
hábito y religión perdió entrando en las tales casas y su persona peligró en
alguna mala ocasión. ¿Qué diríamos de esta mortificación, etc.? O si tiniendo un religioso continua
oración, por lo mortificar, le dijese: no quiero que hoy tenga oración, sino
que se vaya a la güerta, y el religioso obedeciese y el padre spiritual perseverase
siempre en esta mortificación, ésa no era mortificación, ni el tal era padre. Y
el que en tal ocasión rindiese su entendimiento a entender que aquello le
conviene porque se lo mandam su padre spiritual, haría mal.
[256r] Yo confieso que en estos
tiemposn es muy necesario que los varones perfectos no se dejen llevar
de demasiada simplicidad, porque hay tan poca ciencia el día de hoy para ayudar
al que cada día pretende ir adelante, que pienso, si Dios y el tal discípulo no
se ayudase, que seríe más fácil hacerle tornar atrás, que no guiarlo
adelanteo.
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