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CAPITULO 32 - Cómo los desaciertos de los padres de
novicios que hemos dicho en los dos capítulos pasados se vuelven en grande
mortificación y daño de los novicios. Y cómo no deben los tales padres atar y
detener sus súbditos según la cortedad de sus reglas y spíritu, cuando se
conoce los quiere Dios para más
1. Como el
intento de estos tratados es explorar las mortificaciones que a los varones
perfectos se les ofrecen en el camino de la perfección,
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parece que no cumpliríamos con el intento si lo que
tenemos dicho en los dos capítulos pasados no lo aplicásemos a mortificación
interior -digo los yerros que los maestros hacen en las cosas dichas acerca de
sus discípulos-. Así, pido
por charidad atención al que los hubiere leído, porque no sea necesario tornar
a repetir lo dicho. Basta sacar de ello las conclusiones.
Digo,
pues, que habiendo algunos padres spirituales y maestros que de su perfección y
camino que ellos llevaron aprendieron una cartilla no larga, sino bien corta,
de hartos pocos capítulos, ésa enseñan y persuaden y, en acabándose, la tornan
a repetir mill veces, sin que [a] los pobres aprendicesa les abran
camino para que pasen adelante. Y otro engaño y mortificación: que todos los
spíritus que tratan y enseñan han de venir a cortarse con el molde de esa
cartilla. Ahí se han de ajustar, como receta de barbero en el aldea: que ha de
venir para todos los enfermos, chicos y grandes, de cualquier género de
enfermedad.
Debiendo los tales maestros regular los
spíritus como la diferencia de los hombres en los cuerpos, que, si se sientan
doce a una mesa, hallaremos que en la comida y bebida apenas se asemejan dos:
uno come mucho, otro poco; uno come sal, otro no la quiere; uno es amigo de la
fruta, otro da luego tras la carne; uno se entretiene en los platillos y
hierbas, otro dice que son buenas para los jumentos, que pan y carnero le
enseñaron sus padres [a] comer; uno come a espacio, otro apriesa; uno calla y
come, y otro dice que la comida no vale nada si en ella no se parla una cosa
gustosa; uno bebe el vino tinto, otro dice que sólo lo blanco es bueno; uno lo
quiere puro, y otro aguado. Y fuera imposible que dijéremos las
diferencias de humores y gustos que en estas ocasiones se hallaban. Así, para
acertar, en los mesones, donde llega toda diferencia de gente, tienen de todo y
a cada uno le dan lo que pide, para que todos salgan comidosb y
satisfechos a su gusto y según su necesidad.
Digo,
pues, que, aunque haya tantas diferencias de gustos acerca del cuerpo, sin
comparación hay muchos más acerca del spíritu, por ser los sentidos interiores
más delicados y más sutiles, y haber [263r] más diferencias de cosas
spirituales con que cebarlos y banquetearlosc, que no corporales, en
quien poner exemplos sería prolijidad. Remítome a las juntas que hacen los
maestros de novicios cuando a su gente les preguntan de qué virtud cada uno se precia
más y qué ejercicios son de los que más gusta. Y si ellos son gente que vive
adentro, les verán descubrir una profundidad de misterios, un desenvolver
virtudes, un templarlas cada uno diferentemente, un apresurar y accelerar unos
los afectos, otros detenerlos y hacer sus pausas y paradas; unos que dicen que
con un buen plato se contentan y con un ejercicio sancto se satisfacen, otros
que quieren hacer ensalada de cuantas virtudes hay; unos que se entretienen en
cosas exteriores, otros que sólo acuden a lo interior; unos que obran y callan,
y otros que si no hablan y tratan
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de Dios reventarán; unos que mascan lo que contemplan,
y otros que se lo beben; unos que aguan el vino y mezclan lo spiritual con lo
corporal, lo invisible con lo visible, otros, a quien Dios dio fuerzas y
espíritu para el vino puro, contempland cosas altíssimas, desnudándose
de estas cosas de acá bajo; unos se precian de humildes, otros de charitativos,
etc. Fuera nunca acabar
tratar de la diferencia de gustos spirituales. Sé decir que sólo Dios es el que
los puede comprehender y acudir con el manjar que cada uno pide, ponerles mesa
y prepararles sustento según la inclinación de todos.
2. Ya
hemos apuntado a decir algo de la diferencia de los spíritus que se hallan en
una comunidad. Entre ahora, como decíamos denantes, nuestro maestro de novicios
con su librillo y coplas de aldea, enseñando, propuniendo y persuadiendo a las
tres virtudes y media maquiladas que él aprendió, y dígales a sus novicios que
por allí han de ir y que no se han de apartar un punto de pensare y
hacer aquello y que si echan o van por otra parte irán errados y engañados.
Esto es echar cornas, poner grillos y atar los spíritus para que, habiendo
entre ellos muchos que como águilas vuelen y como garzas se transmonten y como
fénix se particularicen, todos sean milanos que, aunque vuelan, siempre se
quedan encima de los tejados donde hay pollos y, si suben en alto, los ojos se
quedan en bajo.
Cuando Dios, al principio del mundo,
crió las aves, criólas de la propia materia de los peces y, en criándolas,
soltólas para que cada una volase según su natural y condición que en la
creación se les habíe inpreso, de suerte que, siendo peces y aves de una propia
materia, unas se fueron arriba, a volar a la región del aire, y los peces se
zabulleron en el agua, a las cavernas y honduras de la mar1. Bueno [263v] fuera
que, porque se habíen criado juntos y los habíe formado y hecho un hacedor, que
les dijera que se aguardaran las unas aves a las otras. Eso ni fuera hermosura ni perfección del
universo, como lo es que cada una siga su natural y apresure su vuelo según su
condición.
3. Considere,
pues, el maestro de novicios que, cuando él tenga una sola doctrina para todos
y sea una materia de la que procura formar y hacer crecer la muchedumbre de
spíritus que se le entriegan, de unas propias palabras que habla hallará que
unos, como peces, se van a sus celdas, se encierran y esconden en los rincones
a llorar y a despreciarse; otros se le levantan por esos aires con vuelo ligero
a contemplar la grandeza de Dios; unos se pierden de vista, como águilas, otros
se quedan entre nosotros, como gallinas caseras; unos se sustentan y toman el
cebo en el cielo, como aves en el aire, otros bajan y lo reciben en la tierra,
contemplando una hierbecita y una florecilla.
Según esto, lo que debe hacer este
buen padre spiritual, en haciéndoles un capítulo de una doctrina y materia
común, [es] soltar sus
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aprendices para que el calor del Spíritu Sancto, en
cada uno de ellos de por sí, aquel manjar que llevan en su memoria y
entendimiento lo vuelva de la condición y sustancia de lo que fueref
servidog y no del que lo da. Porque si eso fuera, que según la
sustancia que uno come y según el que lo da se hubiera de tornar, ¿qué habíemos
de decir de tantos animales como comen paja, y el buey se queda buey, y el
jumento jumento, y el caballo caballo? ¿Y de los que comen carne, y el león se queda
león y el lobo lobo, y el perro perro? Supuesto esto, procure el buen padre y
maestro de novicios abrir a sus discípulos caminos: cada uno eche por aquel que
el Spíritu Sancto les guiare y que cada uno eche el paso adelante conforme Dios
le diere las fuerzas. No
calce el carro para que no ruede con lo poco o mucho que a él le parece que
aprendió.
4. Sería
extraordinaria mortificación, si a uno lo lleva Dios por cosas interiores,
obligarle sólo a lo exterior, y si, al contrario, por cosas exteriores, sin
poderle entrar a lo interior, quererlo atar y persuadir al manjar que no come.
Si es religioso desasido y que lo lleva Dios por soledad, déjele; no inporta
que no acuda a las juntas do se parla, al lugar donde se entretienen. No digo que nadie se
haga particular en los actos de comunidad, [264r] que allí le dará Dios,
conforme su condición, algo en que se entretenga. Quiero decir que, si esas juntas son
ordinarias, que al religioso que tuviere tal condición lo dejen en la celda,
apeteciéndolo él, o lo entretengan en algún ejercicio sancto conforme su
condición. Si es religioso seco y austero, no ha de querer que se derrita en
suavidad de palabras con él, pareciéndole que, porque no habla con la ternura
que los otros, que no le quiere bien, que no se conforma, que no es buen
novicio.
¡Oh buen Dios, y qué
he visto en esto de yerros y engaños en algunos nuevos que encomiendan estos
officios! Que, porque oyeron decir que procuren conformidad y unidad de
espíritu entre los que tratan y enseñan, ya les parece pueden quitar el hábito
al que no entra en su celda, al que no parla, al que no se ríe, al que en la
recreación no se huelga y entretiene. Quiera Dios no juzguemos la desigualdad
que el novicio tiene con nosotros en condición, natural, amor y querernos y
adorarnos, por desigualdad de spíritu.
5. Yo les diré un caso en que el padre de
novicios juzgará bien: cuando él estuviere de ellos tan desasido como Dios
quiere, cuando su mira sólo la tuviere en Cristo y en el deseo de que todos se
salven y aprovechen, cuando nada hubiere de carne, cuando todo fuere Dios, entonces
se juzgará bien. Para mirar y juzgar una pintura, apartámonos un poco de ella
para que tengan lugar de salir sus lejos, sombras y colores vivos, porque
muchas pinturas de cerca parecen borrones y las reprobamos y desechamos. Es
necesario apartarnos por los afectos de aquellos a quien criamos, ponernos en
Dios y desviarnos de ellos. Y dende allí veremos cómo el spíritu y condición
que juzgábamos por no
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bueno, cómo
sale y campea; cómo la condición que nos parecíe desasida y como color destrabado
no es borrón, sino sombra divina. Allí veremos cómo es imagen que saleh
perfectamente dende fuera, y que lo que juzgábamos por no bueno dende cerca era
el no pegarse a nuestra condición y natural, y que podría ser, si tan
perfectamente nos mirásemos a nosotros como miramos a nuestros hermanos,
hallaríamos que nos hacen grandes ventajas y que son más perfectos que nosotros
mismos.
La afición dicen que es como los
antojos: que de letra pequeña la hacen grande; y, por el contrario, el aborrecimiento
quitan y privan de la vista, despareciendo lo grande, de suerte que ni aun
pequeño no parezca. Quítese estos antojos, esta afición y aborrecimiento el que
hubiere de ser verdadero padre de novicios. [264v] Sentenciará y juzgará de las
cosas como en sí son y como se debe sentenciar. Ame por igual, aborrezca sólo
el vicio, aficiónese de la virtud y verá cómo hace muy buena labor.
6. En
lo natural, tanbién ha de procurar no medir con una medida ni quererlos igualar
a todos. Y atento que en otra parte ya tengo tratado esto, no me alargo más.
Acaricie al flaco, regale al delicado, mortifique al fuerte, detenga al
sobrado, anime al detenido. A cada uno le tantee las fuerzas, la condición, el
humor, compostura y natural que tuviere, y procure, en las cosas que su Regla
permite y que son comunes a todos, que a cada uno le quepa parte según su
condición, que desta manera es Dios alabado y glorificado y sus discípulos
quedarán contentos.
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