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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA PERFECCION
      • CAPITULO 32 - Cómo los desaciertos de los padres de novicios que hemos dicho en los dos capítulos pasados se vuelven en grande mortificación y daño de los novicios. Y cómo no deben los tales padres atar y detener sus súbditos según la cortedad de sus reglas y spíritu, cuando se conoce los quiere Dios para más
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CAPITULO 32 - Cómo los desaciertos de los padres de novicios que hemos dicho en los dos capítulos pasados se vuelven en grande mortificación y daño de los novicios. Y cómo no deben los tales padres atar y detener sus súbditos según la cortedad de sus reglas y spíritu, cuando se conoce los quiere Dios para más

1.         Como el intento de estos tratados es explorar las mortificaciones que a los varones perfectos se les ofrecen en el camino de la perfección,


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parece que no cumpliríamos con el intento si lo que tenemos dicho en los dos capítulos pasados no lo aplicásemos a mortificación interior -digo los yerros que los maestros hacen en las cosas dichas acerca de sus discípulos-. Así, pido por charidad atención al que los hubiere leído, porque no sea necesario tornar a repetir lo dicho. Basta sacar de ello las conclusiones.

 

            Digo, pues, que habiendo algunos padres spirituales y maestros que de su perfección y camino que ellos llevaron aprendieron una cartilla no larga, sino bien corta, de hartos pocos capítulos, ésa enseñan y persuaden y, en acabándose, la tornan a repetir mill veces, sin que [a] los pobres aprendicesa les abran camino para que pasen adelante. Y otro engaño y mortificación: que todos los spíritus que tratan y enseñan han de venir a cortarse con el molde de esa cartilla. Ahí se han de ajustar, como receta de barbero en el aldea: que ha de venir para todos los enfermos, chicos y grandes, de cualquier género de enfermedad.

 

            Debiendo los tales maestros regular los spíritus como la diferencia de los hombres en los cuerpos, que, si se sientan doce a una mesa, hallaremos que en la comida y bebida apenas se asemejan dos: uno come mucho, otro poco; uno come sal, otro no la quiere; uno es amigo de la fruta, otro da luego tras la carne; uno se entretiene en los platillos y hierbas, otro dice que son buenas para los jumentos, que pan y carnero le enseñaron sus padres [a] comer; uno come a espacio, otro apriesa; uno calla y come, y otro dice que la comida no vale nada si en ella no se parla una cosa gustosa; uno bebe el vino tinto, otro dice que sólo lo blanco es bueno; uno lo quiere puro, y otro aguado. Y fuera imposible que dijéremos las diferencias de humores y gustos que en estas ocasiones se hallaban. Así, para acertar, en los mesones, donde llega toda diferencia de gente, tienen de todo y a cada uno le dan lo que pide, para que todos salgan comidosb y satisfechos a su gusto y según su necesidad.

 

            Digo, pues, que, aunque haya tantas diferencias de gustos acerca del cuerpo, sin comparación hay muchos más acerca del spíritu, por ser los sentidos interiores más delicados y más sutiles, y haber [263r] más diferencias de cosas spirituales con que cebarlos y banquetearlosc, que no corporales, en quien poner exemplos sería prolijidad. Remítome a las juntas que hacen los maestros de novicios cuando a su gente les preguntan de qué virtud cada uno se precia más y qué ejercicios son de los que más gusta. Y si ellos son gente que vive adentro, les verán descubrir una profundidad de misterios, un desenvolver virtudes, un templarlas cada uno diferentemente, un apresurar y accelerar unos los afectos, otros detenerlos y hacer sus pausas y paradas; unos que dicen que con un buen plato se contentan y con un ejercicio sancto se satisfacen, otros que quieren hacer ensalada de cuantas virtudes hay; unos que se entretienen en cosas exteriores, otros que sólo acuden a lo interior; unos que obran y callan, y otros que si no hablan y tratan


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de Dios reventarán; unos que mascan lo que contemplan, y otros que se lo beben; unos que aguan el vino y mezclan lo spiritual con lo corporal, lo invisible con lo visible, otros, a quien Dios dio fuerzas y espíritu para el vino puro, contempland cosas altíssimas, desnudándose de estas cosas de acá bajo; unos se precian de humildes, otros de charitativos, etc. Fuera nunca acabar tratar de la diferencia de gustos spirituales. decir que sólo Dios es el que los puede comprehender y acudir con el manjar que cada uno pide, ponerles mesa y prepararles sustento según la inclinación de todos.

 

            2.         Ya hemos apuntado a decir algo de la diferencia de los spíritus que se hallan en una comunidad. Entre ahora, como decíamos denantes, nuestro maestro de novicios con su librillo y coplas de aldea, enseñando, propuniendo y persuadiendo a las tres virtudes y media maquiladas que él aprendió, y dígales a sus novicios que por allí han de ir y que no se han de apartar un punto de pensare y hacer aquello y que si echan o van por otra parte irán errados y engañados. Esto es echar cornas, poner grillos y atar los spíritus para que, habiendo entre ellos muchos que como águilas vuelen y como garzas se transmonten y como fénix se particularicen, todos sean milanos que, aunque vuelan, siempre se quedan encima de los tejados donde hay pollos y, si suben en alto, los ojos se quedan en bajo.

 

            Cuando Dios, al principio del mundo, crió las aves, criólas de la propia materia de los peces y, en criándolas, soltólas para que cada una volase según su natural y condición que en la creación se les habíe inpreso, de suerte que, siendo peces y aves de una propia materia, unas se fueron arriba, a volar a la región del aire, y los peces se zabulleron en el agua, a las cavernas y honduras de la mar1. Bueno [263v] fuera que, porque se habíen criado juntos y los habíe formado y hecho un hacedor, que les dijera que se aguardaran las unas aves a las otras. Eso ni fuera hermosura ni perfección del universo, como lo es que cada una siga su natural y apresure su vuelo según su condición.

 

            3.         Considere, pues, el maestro de novicios que, cuando él tenga una sola doctrina para todos y sea una materia de la que procura formar y hacer crecer la muchedumbre de spíritus que se le entriegan, de unas propias palabras que habla hallará que unos, como peces, se van a sus celdas, se encierran y esconden en los rincones a llorar y a despreciarse; otros se le levantan por esos aires con vuelo ligero a contemplar la grandeza de Dios; unos se pierden de vista, como águilas, otros se quedan entre nosotros, como gallinas caseras; unos se sustentan y toman el cebo en el cielo, como aves en el aire, otros bajan y lo reciben en la tierra, contemplando una hierbecita y una florecilla.

 

            Según esto, lo que debe hacer este buen padre spiritual, en haciéndoles un capítulo de una doctrina y materia común, [es] soltar sus


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aprendices para que el calor del Spíritu Sancto, en cada uno de ellos de por sí, aquel manjar que llevan en su memoria y entendimiento lo vuelva de la condición y sustancia de lo que fueref servidog y no del que lo da. Porque si eso fuera, que según la sustancia que uno come y según el que lo da se hubiera de tornar, ¿qué habíemos de decir de tantos animales como comen paja, y el buey se queda buey, y el jumento jumento, y el caballo caballo? ¿Y de los que comen carne, y el león se queda león y el lobo lobo, y el perro perro? Supuesto esto, procure el buen padre y maestro de novicios abrir a sus discípulos caminos: cada uno eche por aquel que el Spíritu Sancto les guiare y que cada uno eche el paso adelante conforme Dios le diere las fuerzas. No calce el carro para que no ruede con lo poco o mucho que a él le parece que aprendió.

 

            4.         Sería extraordinaria mortificación, si a uno lo lleva Dios por cosas interiores, obligarle sólo a lo exterior, y si, al contrario, por cosas exteriores, sin poderle entrar a lo interior, quererlo atar y persuadir al manjar que no come. Si es religioso desasido y que lo lleva Dios por soledad, déjele; no inporta que no acuda a las juntas do se parla, al lugar donde se entretienen. No digo que nadie se haga particular en los actos de comunidad, [264r] que allí le dará Dios, conforme su condición, algo en que se entretenga. Quiero decir que, si esas juntas son ordinarias, que al religioso que tuviere tal condición lo dejen en la celda, apeteciéndolo él, o lo entretengan en algún ejercicio sancto conforme su condición. Si es religioso seco y austero, no ha de querer que se derrita en suavidad de palabras con él, pareciéndole que, porque no habla con la ternura que los otros, que no le quiere bien, que no se conforma, que no es buen novicio.

 

            ¡Oh buen Dios, y qué he visto en esto de yerros y engaños en algunos nuevos que encomiendan estos officios! Que, porque oyeron decir que procuren conformidad y unidad de espíritu entre los que tratan y enseñan, ya les parece pueden quitar el hábito al que no entra en su celda, al que no parla, al que no se ríe, al que en la recreación no se huelga y entretiene. Quiera Dios no juzguemos la desigualdad que el novicio tiene con nosotros en condición, natural, amor y querernos y adorarnos, por desigualdad de spíritu.

 

            5.         Yo les diré un caso en que el padre de novicios juzgará bien: cuando él estuviere de ellos tan desasido como Dios quiere, cuando su mira sólo la tuviere en Cristo y en el deseo de que todos se salven y aprovechen, cuando nada hubiere de carne, cuando todo fuere Dios, entonces se juzgará bien. Para mirar y juzgar una pintura, apartámonos un poco de ella para que tengan lugar de salir sus lejos, sombras y colores vivos, porque muchas pinturas de cerca parecen borrones y las reprobamos y desechamos. Es necesario apartarnos por los afectos de aquellos a quien criamos, ponernos en Dios y desviarnos de ellos. Y dende allí veremos cómo el spíritu y condición que juzgábamos por no


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bueno, cómo sale y campea; cómo la condición que nos parecíe desasida y como color destrabado no es borrón, sino sombra divina. Allí veremos cómo es imagen que saleh perfectamente dende fuera, y que lo que juzgábamos por no bueno dende cerca era el no pegarse a nuestra condición y natural, y que podría ser, si tan perfectamente nos mirásemos a nosotros como miramos a nuestros hermanos, hallaríamos que nos hacen grandes ventajas y que son más perfectos que nosotros mismos.

 

            La afición dicen que es como los antojos: que de letra pequeña la hacen grande; y, por el contrario, el aborrecimiento quitan y privan de la vista, despareciendo lo grande, de suerte que ni aun pequeño no parezca. Quítese estos antojos, esta afición y aborrecimiento el que hubiere de ser verdadero padre de novicios. [264v] Sentenciará y juzgará de las cosas como en sí son y como se debe sentenciar. Ame por igual, aborrezca sólo el vicio, aficiónese de la virtud y verá cómo hace muy buena labor.

 

            6.         En lo natural, tanbién ha de procurar no medir con una medida ni quererlos igualar a todos. Y atento que en otra parte ya tengo tratado esto, no me alargo más. Acaricie al flaco, regale al delicado, mortifique al fuerte, detenga al sobrado, anime al detenido. A cada uno le tantee las fuerzas, la condición, el humor, compostura y natural que tuviere, y procure, en las cosas que su Regla permite y que son comunes a todos, que a cada uno le quepa parte según su condición, que desta manera es Dios alabado y glorificado y sus discípulos quedarán contentos.




a  corr. de aprendicen



b corr. de comigos



c  ms. banquetealos



d corr. de contemplando



e  corr. de vensar



1 Cf. Gén 1,20-24.



f  sigue come tach.



g  sobre lín.



h  sigue y compare tach.






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