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CAPITULO 34
- De cómo el justo junta los negocios exteriores con los interiores. Y cómo los hombres,
por no entender el modo prudente que los tales tienen en el obrar, los
mortifican y molestan de muchas maneras
1. El
camino de la perfección no tiene fin ni cabo, porque no lo tiene Dios, en quien
el alma cada día se debe ir perficionando. Y, así como el que cada día
descubriese tierra nueva, cada día descubriríe nuevas dificultades, como lo
scriben los que han conquistado y descubiertoa nuevos mares y tierras,
de esa misma suerte los sanctos tanto cuanto más ahondaban en el conocimiento
de la grandeza de Dios, tantas [267r] más dificultades iban descubriendo, no
obstante que Dios, en quien iban mejorando, se las iba apeando todas y
resolviéndoselas. De suerte que, siendo las dificultades mayores mientras
más un alma sube respecto de las que al principio deja vencidas, pero son
menores respecto de los mayores favores que de Dios recibe un alma en aquel
estado de perfección. Y no hay dudar que en mayor fuego hay menos dificultad de
derretir el bronce, que en pequeño quemar un leño verde.
2. Las
dificultades que en este tratado hemos ido descubriendo han sido respecto de la
misma criatura, que es la que camina, o respecto del padre y maestro que guía,
habiendo de la una y otra parte grandíssima ignoranciab acerca del
estudio de cosas de tanta consideración. Porque yo pienso que ésta es sciencia
que pocas veces o ningunas se estudia o se apriende de maestro, ni aun se
pueden estas dificultades reducir a reglas generales, por ser todas singulares
respecto de los singulares spíritus a quien se les ofrece, no obstante que
muchas hay
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communes que se puede conjeturar de ellas de cualquier
género de spíritu. Esto con discreción y prudencia, según arribac, en
otros capítulos, queda dicho, como hace el médico discreto que estudió en
Galeno y Avicena: que procura aplicar aquellas cosas comunes según el singular
que cura, que es donde entra la discreción y prudencia del médico.
3. En este capítulo querría declarar unas
palabras que san Bernardo dijo acerca de los que gozan y tienen consolaciones
divinas, las cuales dice el sancto no se compadecen con las humanas: Consolacio
divina non compatitur cum consolacione humana1; que, bien entendidas,
hallaremos en ellas una mortificación encerrada no pequeña, causada de los que
no las entienden. Digo, pues, que el sancto dice que quien goza de los
consuelos divinos no puede gozar de los humanos, que es decir que quien tiene
íntimo trato interior con Dios parece que no admite trato con las gentes. Este
dicho de este sancto tiene alguna dificultadd, puniendo exemplo en el
propio glorioso san Bernardo, el cual tuvo trato tan íntimo con Dios, como
todos sabemos -sus scritos y coloquios con Dios lo muestran-, y juntamente
acudió a las cosas más graves exteriores que se pudieron imaginar, en las
juntas, en los concilios, apaciguando cismas y discordias que en su tiempo hubo
en la cristiandad, y aun siendo y ejercitando officioe de general en
junta de dos o tres ejércitos poderosos, por vía de concierto y por tercero,
para quitar pendencias y porfías entre poderosos reyes. Fuera nunca acabar
tratar de las ocupaciones sanctas y ejercicios virtuosos que el sancto tuvo
entre las gentes, juntamente con conservar su alta oración y contemplación.
Pues veamos qué quiere decirf que los [267v] consuelos divinos no se
compadecen con los consuelos humanos.
Digo,
pues (salvo mejor juicio; que siempre que tengo de dar parecer o responder a
alguna dificultad tiemblo, y con razón, por ser tan corto en cosas semejantes.
En todo deseo conformarme con lo que los sanctos y los doctores nos enseñaren.
Y, como esto lo remito a enmienda, no reparo en hablar con alguna libertad):
los consuelos divinos de quien allí trata y habla el sancto, entiendo por ellos
el recogimiento interior, una continua presencia de Dios, cuando en ella ya
llega un alma a echarse a nado en aquel piélago de inmensa bondad donde ya su
trato es más con Dios que con los hombres, padeciendo algunas elevaciones o
enajenaciones; que todo es uno: absentarse de las criaturas y anegarse en Dios
y padecer elevación o enajenación. En esta ocasión está un alma de suerte que,
habiendo tenido pies, que son los afectos, para buscar lo que tiene y posee, no
los tiene para buscar criaturas ni otros negocios diferentes, sino que allí se
está, do quedó, sentada, gozando y poseyendo aquel sumo bien, el cual no le da
lugar para que de allí se aparte un momento. Aquí es donde no se compadece el consuelo divino
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con el
humano. No se compadece tener este bien y apartarse de él para buscar trato y
conversación entre los hombres o hacerse tratante y procurador de ellos.
4. Pero si a este espíritu, junto con este
bien que posee, le ofreciesen negocios de consideración y de bien de las almas
que tratase y hiciese, podría muy bien. Lo cual por un exemplo se verá: hay
aquí un brasero de lumbre muy encendido y sin llama. Esta lumbre podrá quemar
la leña o carbón que le echaren encima o que le aplicaren; pero, puesto caso
que no es fuego que tenga llama, no podrá ir a buscar leña apartada que pueda
quemar. De esa misma
suerte, esta alma de quien vamos tratando es un fuego encendido, reposado y sin
llama. Cualquier negocio que se le aplique y encomiende a quien tal fuego y
charidad tiene, lo hará y ejercitará divinamente; pero no los podrá ir a buscar
el que no le dan lugar ni tiene pies, antes reposo y quietud. Así el glorioso
Bernardo: encomendábanle grandes negocios, todos los consumía y acababa, como
tan grande sancto que era, y con su espíritu todo se compadecía.
5. De aquí, pues, nace una mortificación
para los que tienen y gozan de este bien y de la grandeza de este spíritu. Y es
que, pareciéndoles a los que de esto no saben que no se compadece lo divino con
lo humano en el sentido que hemos dicho, si acaso ven ocupado algún siervo de
Dios en algo, luego murmuran y dicen que aquel spíritu no es [268r] bueno, pues
trata con seglares y se ocupa de cosas exteriores; antes se las quieren quitar
las queg tienen, diciendo: los tales no son para ocuparse en aquello, que
es menester buscar hombres activos, dispiertos y deselevados; llamando a los
tales para cualquier género de negocios ignorantes, tontos y necios, valiendo
destos tales más una palabra y parecer que cuanto otros pueden hacer y obrar.
De suerte que la dificultad en estos tales no es más de que los negocios se los
apliquen y den de suerte que ellos con quietud puedan acudir a ellos. Quiero
decir que, si son negocios que se han de pleitear o intervenir cosas de
pesadumbre, riñas o poca paz, huirán cielos y tierra de los tales negocios. Y lo propio es si train consigo trabajo
corporal que sea suficiente para entibiar o apagar su spíritu.
Finalmente, huyen de todo aquello
que les puede contradecir al bien que tienen y poseen, pero nada les contradice
que sea de virtud y trabajo por las almas; sólo desean que estos cuidados y
trabajos, cuando se los dieren, se los den spiritualizados. Porque, así como un
licuor se mezcla con otro licor, pero no una cosa dura con una blanda, de esa
manera todas las obras spirituales que se les ofrece a estos sanctos siervos de
Dios las mezclan, ejercitan y hacen con el propio spíritu que Dios les dio;
pero no lo podrían hacer con esas veras si las obras que les encomiendan son
puras y meras corporales y de trabajo.
6. De
esto podría poner un exemplo que leí, en la corónica de sancto Domingo, de un
gran sanctoh. Pienso se llamaba Ludovico
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Lusón2. Y fue que, siendo este gran sancto y
siervo de Dios ocupado interiormente en las obras interiores del spíritu que
decimos, hiciéronloi prior de un convento. Los frailes, viéndolo que
todo era rezar y tener oración, enpezaron a hacer burla de él, diciendo que
¡con eso comerían ellos!, que se desenvolviese y buscase lo necesario para los
frailes. Sucedió que
un día tenían grande necesidad de trigo y de dineros. Comunícanle su necesidad
al prior, para que lo busque y remedie. El buen prior júntalos a capítulo y
exhórtalos a la oración y pídeles que aquel día digan una missa a Nuestra
Señora, ofreciéndole su necesidad. Los frailes unos con otros
enpezaronj a murmurark y a llamar a su priorl tonto,
necio, ignorante, pareciéndoles que sólo su provisión estabam en que el
buen prior fuese a buscar la comida por las calles. Fue Dios servido en que,
estando diciendo la missa, entra por sus puertas un canónigo con ciertos
descargos de conciencia, que los habíe aplicado al prior y convento en
satisfación, con que tuvieron muy suficiente con que remediar sus necesidades.
De manera que este buen prior mezcló la necesidad que el convento tenía con el
trato interior y recogimiento de spíritu, espiritualizándola primero y
haciéndola den un propio jaez y género que con lo demás en que
interiormente se ocupaba. Y si este prior quisiera remediar la tal necesidad
tomando su capa y buscando por las calles, es cosa muy cierta que no viniera
[268v] lo uno con lo otro, lo interior con lo exterior, ni su espíritu con el
negociar de la manera que otros negocian.
7. De
donde sacamos cuán mal hacen los que con libertad no dejan obrar a los varones
spirituales a su modo y conforme Dios les dita, quiriendo hacer fuerza por la
parte contraria o por vía de mortificación o por vía de prueba que cada día
pretenden hacer.
Que, a mi parecer, es esto como si
un carpintero fuese buen oficial y, quiriéndole probar o mortificar,
quisiésemos nos hiciese un banco o mesa con la herramienta de un arbañir y le
quitásemos su azuela, asierra y cepillo. Esto fuera grandíssimo yerro y aun
necedad, porque cada uno en su officio tiene sus instrumentos propios y
acommodados. De esta misma suerte, el siervo de Dios y varón espiritual que
siempre anda ocupado en su recogimiento exterior, todo lo que se le ofrece de
negocios exteriores o necesidades corporales, todo lo va a buscar allá dentro y
pretende alcanzarlo con los mismos instrumentos cono que procura los
bienes que son puramente spirituales, porque él no sabe labrar de otra manera,
como negocian los seglares: trampeando, mintiendo, solicitando, adulando e
inquietándose a sí y perdiendo su recogimiento.
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De aquí nace la mala opinión que estos tales tienen
para con quien de este trato exterior no sabe. Que, como no los ven negociar
como ellos, los llaman tontos e ignorantes. Habiendo de ser al revés,
puesp más a lo fácil y a lo ligero buscan y alcanzan lo que pretenden;
que Dios, como está en todas partes, llamando a la puerta interior y secreta el
justo en su oración, le responde Su Majestad en lo exterior, acudiéndole a su
necesidad. Lo cual muchas veces no hace Dios con los que le llaman
exteriormente, porque lo buscan en tratos y negocios donde Dios no está.
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