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CAPITULO 1 - De cuán dificultosa cosa sea y cuánto
sienta el justo cumplir con el mundo y satisfacerlo en materia dea
virtud, según la obligación que tiene de ser luz puesta sobre candelero. Y cómo haciendo una moderada diligencia no
se debe afligir, diga el mundo lo que dijere
1. Una de
las mayores mortificaciones que el justob tiene, y no por pequeña, en
el camino de la perfección es tener necesidad de cumplir con el mundo y
satisfacer a los hombres. Porque, aunque es verdad que en todas nuestras obras
sólo hemos de tener por blanco a Dios y a su mayor honra y gloria, pero a todos
somos deudores; non carni ut secumdum carnem vivamus1, porque eso ya
fuera morir, y muerte sujetarnos a los antojos y quereres de la carne. Pero,
así como tenemos obligación de le acudir en sus necesidades justas, de esa
misma suerte somos deudores a los hombres de los agradar y satisfacer en las
cosas que no contradicen a la ley de Dios. Antes la misma ley manda que les
acudamos con las palabras y buen exemplo, que es lo que Cristo dice por san
Matheo2: que así resplandezca nuestra luz ante los ojos de los hombres,
que vean nuestras buenas obras y éstas en ellos engendre y produzca o incite
nuevas alabanzas de nuestro Padre celestial que está en los cielos.
Pero,
como los ojos de los hombres son tan cortos y sus juicios tan limitados, y lo
uno y lo otro tan mal contentadizo, es dificultoso satisfacerlos y descubrirles
la verdad a quien en materia de virtud es tan incapazc. Y de aquí le
nace al justo una grandíssima mortificación viéndose obligado a la satisfación
así de parte de los propios hombres como de parte de la obligación que tiene de
su buen nombre. De suerte que una y millares de veces se ve y se halla tan
enfadoso con esa carga que, volviendo los ojos a solo Dios que es a quien
principalmente desea agradar, la arroja y echa en el suelo no dándose nada del
qué dirán las gentes ni aun del nombre, fama y honra que de ellas le puede
venir. Y gusta y quiere muchas veces más vivir deshonrado que no sujeto a
tantos y tan malos antojos y pareceres como ellos tienen. Que, cuando el justo
no entendiera en otra cosa en todo el día sino en guisar y sazonar potajes y
manjares con que saborear apetitos tan melindrosos como en los hombres se
hallan, no fuera posible poder cumplir con ellos.
2. Aquí quisiera yo tener una doctrina
cual convenía para consolar al justo en semejante ocasión. Que no se aflija
viendo que con los
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hombres no puede cumplir como él quisiera, satisfacerlos
a todos y a todos fecundarles las voluntades con su buen exemplo para que
siempre les sea motivo de que alaben a Dios. Porque Cristo con ser el mismo
Dios, cuyas obras por todas partes miradas y calificadas eran cuales debían ser
de quien daba el ser y perfeción a todas las cosas, con todo eso no hacían el
fructo y provecho siempre conforme ellas eran, sino como hallaban la
disposición en el pecho y corazón donde entraban, pues vemos que alabándole
unos, otros le vituperaban e injuriaban. Y en esto no hay que detenernos pues a
cada uno el manjar [1v] le sabe conforme el humor o enfermedad [que] en él
reina.
Bueno fuera que los árbores al dar su fructo se hubieran
de conformar con los gustos de los que no comen esto y de los que no comen
aquello. Cada uno da su fructo, como dice el Spíritu Sancto en el Génesis,
juxta genus suum3; el naranjo llevando sus naranjas agrias y la palma
sus dátiles dulces. Coma
agrio el que lo comiere y dulce el que lo apeteciere. Sus obligaciones cada uno
cumple con ellas dando su fructo a su tiempo. Y con lo propio cumple el justo:
con obrar simple y llanamente según Dios le dio la gracia. Y si las obras que
él hace no aprovechan a quien las mira porque no come dulce o porque no come
agrio o no es de la tal opinión con que el siervo de Dios obra, de ese bien se
priva. Que no toda el agua que derraman las nubes se aprovecha ni toda la luz que
estiende el sol se bien logra; como en la casa que entra el sol, como en la
haza que se vierte el agua. El sancto Jobd, considerando el peccado en
que fue concebido, maldice el día en que nació y pide que sea envuelta en
tinieblas la luz4, etc.e (vide). Y Jeremías dice que los malos cogen
agua de unas cisternas rompidas y cenagosas5. De suerte que en el mundo
hay hombres que maldicen al día claro y, como bestias, enturbian con sus
propias manos y torcidos pensamientos el agua clara y vida sancta del justo y
más resplandeciente que el sol que da luz al día. Y así no tiene el siervo de
Dios, que vive en el mundo y está sujeto a lenguas y pareceres, que hacer más
de lo que Cristo hacía cuando muchas veces los judíos cargados def
guijarros y sus lenguas agudas para le injuriar como si fueran serpientes:
Transiens per medium illorum, ibat6, bajaba su cabeza y iba su camino
dejándoselos y no haciendo caso de ellos; y otras veces escondiéndose para dar
lugar a la ira y enojo que con Su Majestad tenían. Pase mucho de enhorabuena el
justo su camino, déjese de atender a los dichos de las gentes, no repare en las
piedras que los malos tienen en las manos para descargarlas sobre su cabeza,
que poder tiene Dios para trabarlas y asirlas de suerte que ninguna le dañe ni
enpezca y aun para trabar y enmudecer las lenguas que contra él hablan.
3. Traza es
de satanás hacer a los hombres de tantas opiniones y de tan diferentes gustos
acerca de la virtud del justo, sólo por ver si
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con esto
pudiese sacar afuera el que adentro sólo tiene puesta su mira en amar a Dios.
Como este nuestro adversario es tan sagaz y astuto, sabe él muy bien encarecer
dónde llega, aunque pase de raya, la obligación de nuestro buen nombre y del
buen exemplo que debemos dar, para que, viendo que jamás satisfacemos a los
hombres, trabajemos tanto por esa parte que ninguna nos quede para cumplir con
Dios. Es cierto que, si a eso hubiésemos de acudir tan en lleno como los
hombres piden, aunque sobre sus fuerzas el justo las tuvieseg, ningunas
le quedarían para acudir a Dios después de haber querido cumplir con los
hombres.
Paréceme a
mí que con ellos nos hemos de haber como nos habemos con un pobre que llega a
la puerta de la calle a pedir limosna: que cumplimos con darle un pedazo de pan
o los mendrugos que sobran después de haber cumplido con la gente de casa, a
quien primero [2r] tengo obligación. Y, si el pobre está en extrema necesidad,
hay obligación a quitarme el bocado de la boca y a que padezca algo la gente de
dentro de casa y acudamos a remediar al pobre. Esta hago yo cuenta que es la
obligación que el justo tiene con los seglares y gente del mundo acerca del
buen exemplo que es obligado a darles: que cumple con ellos con darles las
sobras y los pedazos que quedan después de haber cumplido con Dios y con su
alma. Que ya se sabe que un alma que de veras ama a Dios y desea agradarle,
afuera saca una modestia y compostura exterior admirable, unas palabras
sanctas, unas obras y pasos muy medidos, todo lo cual lo considero yo como
mendrugos y pedazos de pan que se levantan de la mesa espléndida de que ha
gozado el alma del justo con Dios. Esto se les debe dar, y con eso los
seglares, como pobres mendigos que para satisfacerse andan de puerta en puerta,
se deben contentar. Y si alguna vez estos pobres de quien vamos hablando son
tan pobres y necesitados de spíritu que están en extrema necesidad, bien es que
entonces nos quitemos el bocado de la boca y dejemos de comer nosotros, y aún
que dejemos a Dios por acudir al prócximo, que dejar a Dios por Dios es.
4. Pero ofrécese aquí una dificultad y no
pequeña: ¿cuándo estos seglares a quienes llamamos pobres están en extrema
necesidad para que yo deje mi recogimiento y ejercicios ordinarios para haber
de acudir a ellos? Esto es dificultoso y se podía remitir a otro tiempo y a
otro lugar, pero de paso digo que me parece es cuando, no habiendo quien pueda
acudir a su remedio y reparo, yo veo que, acudiéndole yo según la gracia y
fuerzas que Dios me ha dado, le podría ser de grande bien y provecho, le podría
estorbar muchos males y ayudar a muchos bienes; cuando yo veo que con mis
palabras y buen exemplo que les doy obrando delante de ellos, les muevo las
voluntades y les abro los ojos para que caigan en la cuenta. Acuérdense de lo
que hacía san Francisco, cuando muchas veces decía a su compañero:
"Vámonos, hermano, a predicar", y dando una vuelta por la ciudad sin
hablar palabra se
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volvían a
casa; y le decía el compañero: "Padre, ¿no dijo que íbamos a predicar?
¿Cómo no hemos hecho ninguna plática?". Y el sancto le respondía:
"Ya, hijo, hemos predicado porque estos sayales predican; los ojos bajos,
los pasos medidos, los cuerpos compuestos y toda la modestia exterior
predica"7.
5. Esto es
lo que un justo tiene obligación de hacer. Así como el hombre rico, si dejase
las sobras de la mesa o las arrojase a los rincones donde se moheciesen y
perdiesen, haría mal y le pediría Dios cuenta de ellas. De esa misma suerte el
justo es obligado a manifestarse en sus obras, palabras y buen exemplo al mundo
para lo ayudar a remediar, porque tapar y encubrir eso que Dios le ha dado es
esconder el thesoro y encubrir [2v] la sabiduría del cielo que Dios como
talentos depositó en él para que con ellos granjee y gane almas que en el mundo
están perdidas. Debe como fiel mayordomo repartir y dar limosna de lo que Dios
le ha dado, y no querer se pierda su buen exemplo por encerrarse en los
rincones y huir a los despoblados; que tiempo hay, como dice el Spíritu Sancto,
amplecxandi et tempus longe fieri ab amplecxibus8, tiempo de conversar
entre las gentes y tiempo de huir de ellas. De suerte que siempreh
regulemos nuestras obligaciones según nuestras pérdidas y ganancias que del
trato de los hombresi sacamos, que Dios es tan bueno que no quiere
bienes con nuestros males y pérdidas, ordenando la charidad dendej
nosotros mismos.
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