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CAPITULO
3 - Del peligro que tiene la virtud de la humildad acá fuera, y cuánto se
engañan los que al justo le piden dé muestras de humildad. Y cómo sólo tiene su seguro en lo secreto
del corazón
1. Metido nos hemos nuestro poco a poco en
tratar de la humildad. No es mi intento hacer de ella tratado principal ni
tomar este asumpto
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de propósito. Sólo me fue ocasión a tratar de ella el
segundo dichoa que prometí decir en este capítulo pasado, de que dije
haber sido testigo, y fue que un religioso, viendo que otro con algún celo de
más agradar a Dios se había entremetido en algunas cosas de gobierno, le
scribió: "Su charidad, hermano, tiene necesidad de dar grandes muestras de
humildad, porque lo que ha hablado y dicho descubre mala hilaza y grande
soberbia". Lo cual sabiéndolo yo, me puse a considerar cómo era posible
que un hombre diese muestras de humilde y que eso fuese humildad, porque por el
propio caso que quisiese mostrar humildad y sacarla afuera que la viesen los
hombres satisfaciendo que era humilde, ahí hallaba yo la soberbia bien
descubierta y la humildad bien deshecha o, por mejor decir, hecha humo que,
dándole por donde salga, va y no vuelve; y, si algún rato se detieneb y
para, queda hecha hipocresía, vicio diabólico y mortal.
2. ¡Oh,
si Dios nos diese de veras esta virtud y junto con ella un verdadero
conocimiento de que, por mucho que conozcamos, no la hemos de conocer, porque
en el puncto que conociéramos que somos humildes, somos soberbios! Pues, si aquel en
cuyo corazón se asienta y posa la humildad ni es sentida ni conocida, di,
hombre corto de juicio y más de entendimiento, ¿cómo quieres y pides que te den
muestras de humildad? ¿No
sabes que esta virtud es como el dinero encantado, que en el punto que se
conoce el encanto, se [6r] desparece el dinero? ¿No sabes que, si las demás
virtudes, como queda dicho, hacen el sujeto donde están, esta virtud lo deshace
y apoca? ¿Cómo quieres túc ver y conocer lo deshecho, lo que no es, lo
que no parece? Si el hombre mira en la cara y conoce en lo de afuera, la
humildad busca lo más escondido y secreto del alma y allí, hecha un gusanillo,
roe, como la carcoma al madero y el gorgojo al trigo, hasta que deja un corazón
molido, deshecho y trillado. Y, si no, adviértelo y pon los ojos de veras en
millares de lugares donde la Scritura Sagrada trata de la humildad; que antes
le pone por adjetivo este participio: contrito yd deshecho1,
dando a entender que la humildad es un sustantivo que, donde se halla, carga y
pesa tanto que muele, deshace y derriba el corazón en que se sustenta.
3. ¡Oh, qué loco es el fraile descalzo que
piensa que porque traiga los pies por el suelo, porque no viste lienzo ni se
adorna con paño fino y aunque añada más remiendos que train cuantos peregrinos
vienen de Jerusalén y Sanctiago, con todo eso piensa que da muestras de
humildad! Muy engañado vive, porque puede entender que la soberbia sabe hacer a todas
manos y que, la que viste en casa de los príncipes brocados, ésa sabe muy bien
matar piojos al sol y donde la vean; y quien no se contenta si no es con
estrado de brocado en casa del rico, sabe muy bien fregar platos en las cocinas
de los frailes; y la que quiere
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que le besen las manos por las calles, ésa también se
arroja y abate a besar pies debajo de las mesas de los frailes.
4. La
soberbia tiene las propiedades de las aves de rapiña, que no se les va la caza
por alta que vuele, ni la presa por baja que la vean; cazan al vuelo y cogen
zabulléndose en el agua. Muy bien sabe la soberbia zabullirse y meterse entre cenizas,
como el ave fénix, y aun de allí salire hecha ave sola que no consiente
otra en el mundo. Pluviera a Dios en esto yo no acertara tanto, pero pienso que
no sabré decir, por nuestros peccados, cuántos son los que así se apocan, se
deshacen y hacen ceniza para de ahí salir con vuelo ligero, y tanto que quieren
ser solos en el mundo y no tener quien los iguale. Ojalá supiesen que, después
de haber alcanzado el ser solos y el ser fénix, han de parar en lo que para
esta ave, en ceniza y en polvo y en quedar deshecha; que quizá esto les
serviría de remedio para no juntar tantas cosas que les levanten su grandeza
que les sirva de leña que después la torne a deshacer. [6v] Y si me quieren
decir que conf aquellas cenizas se renueva, diré que es verdad que se
renueva la specie, pero no el individuo, porque otra ave fénix es la que
resucita y sale y no la que antes era.
De esa
misma suerte sucede al soberbio: que su hacienda y sus grandezas lo abrasan y
queman, deshacen y aniquilan y de sus cenizas no torna él a resucitar y vivir;
que ahí se acabó; otro soberbio se resucita de esas cenizas, de esos despojos,
y que con esos bienes que él dejó se levanta.
5. Puesto
caso que ni los pies descalzos ni los remiendos ni ojos bajos no son señales
ciertas del corazón humilde, mal dice el que pide muestras de humildad, pues
cada día vemos juegos tan al trocado y muestras tan falsas y fingidas que,
pensando son como de taberna que vende buen vino, es buen vinagre. Y, si no,
díganme por charidad. Quien desto no supiera y viera lo sucedido en la
predicación de los apóstoles, quien los viera abrazar un mundo tan grande y tan
lleno de grandes y quien toma la impresa para lo convertir a todo él, son unos
pobres pescadores y que no se contentan con menos de desapoyar y destruir la
adoración de los dioses falsos y introducir la adoración de un crucificado,
¿qué? ¿No los tuviera por locos, soberbios, presumptuosos? Pues pregunto yo:
¿hubo mayor humildad que la que tuvieron los apóstoles de Cristo convirtiendo
al mundo, apoderándose de él y no sacando en su provecho de todos sus haberes
un arfirel, sino que, como dice san Pablo, trabajang con sus
manos2 para comer por no hacer agravio a la palabra de Dios, que no es
interesada, y al cabo al cabo mueren enh cárceles, en cadenas, en
cruces, unos apedreados, otros degollados, otros desollados? ¡Oh, sanctos
benditos!, pues habéis convertido tantos grandes, favoreceos de sus personas,
regalaos con sus haciendas. ¡Que
no buscamos eso! Que el corazón humilde todo lo desprecia,
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sólo estima el cumplimiento de la voluntad de Dios en
el provecho de las almas. No busca sus apoyos, sino hacer a sus hermanos
deshaciéndose a sí.
6. ¿Qué diré
de un pobre Francisco? ¿Quién le vido con sus viles remiendos apoderarse de los
corazones del papa y cardenales y de tantos poderosos como en el tiempo que él
vivió había en Roma, trayendo a su religión a millaradas las almas convertidas,
que mirando las cosas de afuera que no [7r] juzgaran con ojos de carne que allí
andaba envuelta grande soberbia y altivez, ver un hombre pobre tan subido y
levantado? Y vemos que el cielo y la tierra, bien desengañada, nos lo introduce
por verdadero pobre y humilde, tan pobre que le llama la verdadera pobreza, tan
humilde y desembarazado que el cielo le descubre sus secretos. Y, si no,
después de tantas ganancias como en el mundo tuvo y de tantos provechos y
títulos como pudo alcanzar, abramos los ojosi, oigamos el testamento
que hace a su muerte, y hallaremosj que la más rica joya que manda es
un breviario y una cruz, contentándose con morir hecho Francisco siervo y
humilde como la Iglesia le llama: Franciscus servus et humilis3, antes
que tomar ni tener algo de lo que el mundok y de él pudiera tener y
tomar si tuviera spíritu de soberbia y ambición.
Así digo que los que juzgan a los siervos de Dios y les
quieren calificar sus spíritus por sus imaginaciones y antojos, nunca jamás han
de mirar más que los fines, de quien bien y suficientemente se pueden tomar
indicios y fundamentos para conocer el spíritu que uno tiene en los medios. Digámoslo más claro. Si veo a un siervo de
Dios que trata con reyes y príncipes y despuésl de ese trato se torna a
su casa tan lleno de piojos como se entró, sale tan fraile descalzo como lo
llamaron, no habrán sido mis juicios acertados en lo haber llamado soberbio. Si
pudiendo querer no quiso, si pudiendo tomar no tomó, y al cabo de la jornada
salen sus pies sacudidos del polvo y sus manos lavadas y no manchadas con
sangre como dice Dios por su propheta4, ese tal pase mucho de norabuena
por los officios y por las dignidades, pase por las riquezas y grandeza de los
poderosos, que, si las quiere, quiérelas para las desfructar y para que sirvan
con lo que valen a Dios y para las pisar luego, no para las dar asiento en el
corazón, que bien saben que para eso no valen. Y el corazón humilde, como se
estrechó y abrevió y apocó, todo cuanto él es le parece que es breve y angosto
para Dios y quisiera fuera tan grande como un cielo grande para que Dios en él
entrara y se entretuviera; y no sólo está lejos de ocuparlo con otras cosas de
la tierra, pero, si las tuviera propias y bien habidas, las dejara y
despreciara para de veras desembarazarlo y dárselo sólo a solas a su Dios.
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7. ¡Oh, qué
poco sabe de humildad quien piensa que en las manos del justo peligran las
cosas que a ellas vienen y que se las ha de usurpar y menoscabar! La soberbia
es la que en mí causa tal temor que me persuade que ha de faltar agua en la mar
[7v] para que mate la sed de mi soberbia y ambición. Que el justo tan lejos
está de alzarse con estas cosas de acá como lo está un arcaduz, que está hecho
conduto por do pasa el agua a la fuente, que sólo sirve de recebirla para darla
y enviarla.
Y no hay camino más cierto para entender que el soberbio
alcanzará lo que pretende que verlo en las manos del humilde, pues sólo toma y
recibe en sí esas cosas para dejarlas. Como son verdaderos cristianos, que
quiere decir ungidos5, y tienen el corazón untado con una celestial
gracia, por todas esas cosas rueda y pasa sin que se le pegue cosa, ni aun en
ningún tiempo es posible se le mezcle, como no lo es que el aceite se una y
encorpora con el agua. Y así torno a decir que sabe poco de humildad y del
conocimiento de la bajeza de estas cosas de acá el que juzga que entramas
cosas, juntas, se han de unir y pegar, y la una ha de menoscabar a la otra.
Bien veo yo, como decíamos denantes, que, no tiniendo la humildad parecer ni
muestra, viendo yo a un hombre que gusta de los officios o que no disgusta del
trato de los grandes, da que sospechar y que dudar mientras no se ven los fines
que son los que descubren los principios y medios. Con todo eso digo que es mal hecho juzgar
antes de tiempo porque, si el fin es el que lo descubre, mal hecho sería el que
no conoce un árbor si no es por su fructa, juzgarlo en el invierno cuando no
tiene hoja, flor o fructa y adelantarse tan con antes a echar a la mala parte
lo que el tiempo lo descubre presto a la buena.
8. Concluyamos este capítulo y respondamos
al que pide que le den muestras de humildad, y digámosle que por mucho que las
busque en el más sancto, por el camino que él las busca no las hallará ni habrá
quien se las dé; y que si algunas hay son cuando el justo es despreciado,
aniquilado, deshecho, tenido por soberbio y presumptuoso, y él lo lleva con
paciencia y entiende todos dél juzgan con verdad y dicen bien los que lo llaman
soberbio y recibe estos golpes con igualdad de corazón. Entonces es cuando
entre esas injurias y afrentas enpieza a revivir la humildad, porque es como el
gusanillo y escarabajo, que el uno se engendra de las carnes podridas y el otro
del stiércol de las bestias. Cuando los mundanos pisan y desprecian al justo y
lo tienen [8r] por estiércol, entonces es cuando la humildad se engendra y como
gusanillo revive y se esconde, tapa, guarda y conserva entre esas injurias y
vituperios. Que cuando a este gusano le nacen alas y vuela y se quiere
apacentar entre flores, ése ya no es gusano ni humildad, sino mariposa que, no
tiniendo derechos sus caminos, vuela por los tejados y es llevada por los
vientos hasta que ellos propios dan con ella en un cieno o en un fuego
haciéndola matacandiles.
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9. Lo que
yo pido y ruego a mis charíssimos hermanos por las entrañas de Jesucristo, si
en algún tiempo leyeren estos papeles: que en sus obras sólo miren a Cristo
crucificado y no reparen en los dichos y juicios de los hombres; dejen para
locos a los que piden muestras de humildad, que es traza de satanás para
amilanar el corazón que pretende obrar según honra y gloria de Dios. Y créanme
que la mayor soberbia de todas es no querer los tengan por soberbios, y que es
grandíssima humildad no reparar que por sólo Cristo los tengan por soberbios.
Pongan los ojos en nuestro buen Maestro,
dechadom verdadero de humildad, el que en sus palabras y obras sólo
pretendía y buscaba nuestro provecho y la honra y gloria de su Padre. ¡Qué de
veces le dijeron que quién se hacía, que buscaba su gloria!6, y en nada
reparaba ni eso lo tomaba o tenía por estorbo para pasar adelante con lo que
pretendía. ¡Oh, mis hermanos, y qué astuto es el demonio y qué de caminos busca
para amilanar el corazón generoso, gustando más de que el siervo de Dios
friegue platos, pintándole la humildad en el barrer y servir, antes que acuda a
hacer obras de que por otra parte se hayan de sacar grandes provechosn!
Pregunto yo: si nuestro cristianíssimo rey7 fuera ahora a conquistar a
Berbería ¿fuera bien que dijéramos que le movía soberbia y que sólo lo hacía
por ser rey del mundo? Tuviera
yo por loco y demonio al que eso dijera echando los muchos provechos y bienes
que le seguían a toda la cristiandad, a tanto granjeo de almas y a tanto
aumento de la gloria de Dios, a sólo un mal que él imaginaba, incierto, dudoso
y no creíble en una persona tan cristiana.
Pongan en el
propio lugar y grado al que juzga al siervo de Dios por soberbio cuando su
divina Majestad le da gracia y fuerzas para acudir a cosas grandes. Cierren los
ojos y venzan esa tentación, [8v] que no quedará el demonio poco corrido y Dios
poco glorificado de que su siervo no repare en que lo tengan por soberbio a
trueco de acudir a hacer su voluntad.
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