- 978 -
CAPITULO
5 - De las muchas diligencias que el justo debe hacer para que la humildad no
se le deshaga entre las manos y vuelva humo, por ser virtud tan delicada
1. Propusimos al principio del capítulo
pasado cómo la humildad en la tierra no tiene premio ni paga, no tratando de
los premios secretos y escondidos que Dios sabe dar a los verdaderos humildes,
porque, como es Dios infinito y de infinito saber, busca premios y pagas a la
humildad con quien se pueda conservar y no peligrar y menoscabar, porque raras
y pocas veces sale libre y entera con los premios y pagas que ofrece el mundo.
Porque, como arriba hemos dicho, no hay nieve tan fácil de derretir ni licor que
tan presto se corrompa como la humildad, particularmente cuando no tomó posada
en un corazón muy bien [11r] enbetunado; que la humildad no se trazume y corra
y quiera salir afuera donde, como dice san Juan, todo
- 979 -
es carne, codicia o soberbia1, y con tales
aires fácil es el arromadizarse dama tan delicada. También es necesario esté
ese vaso tan bien guardado que no entre alláa algo de lo que por acá
corre, que le servirá de polilla a paño tan fino.
Las abejuelas tienen este cuidado para no mal lograr
el fructo de sus colmenas: que lo primero que hacen es enbarrar el corcho donde
labran; y con todo eso, sin que les entre o salga, hallan la polilla, carcoma y
enemigo dentro de sus vasijas. Y no falta colmenero que, quiriendo quitarles el
fructo y sacarles la miel, a puro humazo las echa fuera del corcho. Todo este
recato tiene el verdadero humilde, que lo primero que hace, quiriendo labrar en
su corazón fructo para Dios, es enbarrar el corcho, echar lodo y poner tierra
en todas las partes de su persona donde el conocimiento pone los ojos. Y, con
todas estas guardas y recatos, vemos muchos humildes caídos y apolillados,
porque allá dentro en la colmena y en cada uno de por sí hay un principio de
perdición heredado de nuestros primeros padres que se quedó en casa como
hacienda de nuestra propia cosecha; no le falta un pensamiento altivo que, como
zángano, come, desbarata y desperdicia lo que el alma humilde ha labrado en
mucho tiempo. Y aun el demonio, mundo y carne, enemigos capitales nuestros,
saben muy bien dar un humanarices con que echa fuera las abejillas y
pensamientos humildes para de esa manera desfructar lo que no trabajaron.
2. Según esto, la humildad, siendo tan
delicada, sólo para solas vale y no para jugar al descubierto con ella ni para
salir acá fuera. Y pues la comparamosb a la abeja, digamos lo que de
ella dicen y se ve: que como es animalillo tan pequeño que con su peso no puede
resistir las inclemencias del cielo, no sale de su corcho con mal tiempo,
cuando llueve o hace aire; y así los que tratan en colmenas tienen cuidado de
dejarles que coman dentro de sus corchos el invierno; y, si alguna vez les coge
algún mal temporal fuera de sus casas, dicen se arrojan en el suelo las
espaldas a la tierra [11v] y las alillas tendidas para que no se las lleve el
viento donde ellas no quieren ni les conviene, que parece volvieron en esta
postura los ojos al cielo a pedir socorro. ¡Qué bien conoce Dios esta flaqueza
o delicadeza del corazón humilde!, pues, deseoso de que se conserve y guarde en
ese estado, el sustento y mantenimiento mientras en este mundo vive se lo puso
Dios allá dentro en su casa, en su retrete y escondido. Así lo dice Cristo:
Quia abscondisti hec a sapientibus et revelasti ea parvulis2. Escondió sus secretos
de los soberbios y ¿dónde los escondió y encubrió sino en los corazones
humildes? Allá les arrojó y echó el cebo y ración con que se habíen de
sustentar. Pero, si el
mal temporal alguna vez coge acá fuera al humilde porque le fue fuerza o tratar
o conversar o gobernar, conociendo su flaqueza y que es animalillo delicado, se
echa en el suelo y vuelve los ojos al
- 980 -
cielo de donde le ha de venir socorro y tiende sus alas
en la tierra, que son sus pensamientos, para que no se los lleve el viento de
la presumción y soberbia. No fue mal exemplo el que nos dio el Baptista cuando
le convidaron con el ser Cristo, y él se humilló hasta decir que no era
profeta; y la razón de tanta baja fue porque era voz3 y quien es cosa
tan delicada como la voz, que con un poquito de viento se acatarra, bien es que
se entierre y sepulte donde no parezca.
3. Según
esto, mal dice el que pide acá fuera muestras de humildad a la que en tanto es
humildad en cuanto no parece, en cuanto está escondida y tapada, en cuanto está
retirada en los rincones más desechados y ocultos de la casa. Es la humildad
como la buena sierva y esclava que sirve a todos los de la casa; y en el punto
que esta sierva quiera tomar estrado y salir al paseo, ya no es sclava ni
sierva, sino señora. Por eso la soberana Virgen, siendo la más humilde de todas
las puras criaturas, dijo al ángel cuando le trujo la enbajada del ser madre de
Dios: Ecce ancilla Domini4, veis aquí la sierva y esclava del Señor.
Ahora, pues, bendita Señora, pues ya os han scogido por reina, por señora de
los ángeles y de los hombres y por madre de Dios, ¿por qué os [12r] llamáis
sierva y esclava? ¿Por qué? Por no perder la humildad, que entre todas las
virtudes es la que no quiere estrado, majestad ni grandeza, ni salir a calle ni
plaza, porque, como es sierva y esclava, en quiriéndose hacer señora, luego al
punto deja de ser humildad. A quien en los capítulos pasados comparábamos al
gusano, habiéndose así llamado Cristo5, el más humilde de todos los humildes,
pues el gusano, en naciéndole alas y en quiriendo volar y salir de sus
agujerillos y de andar arrastrado por el suelo, deja de ser gusano; y el
humilde deja de ser humilde en el puncto que quiere volar, subir en alto y
salir de su bajeza y de sus escondridijos y secretos.
4. Esta
es la causa por qué el humilde no busca premios en la tierra, honras ni
grandezas. Todo lo libra para la otra vida. Dándonos de esto un vivo exemplo
Cristo de cuya humildad quiere que aprendamos: que, quiriéndolo hacer rey y
alabándolo a boca llena de gran propheta, se escondió y huyó6. La
humildad en la tierra no quiere ser coronada con rosas y flores sino con
espinas y abrojos. Tiene y quiere por premios las afrentas y las injurias.
Llano es que todas las cosas tendrían por premio y honra el lugar y la cosa con
que mejor se conservasen y aumentasen, así como el hombre donde le dan bien de
comer, que es con que se conserva la vida y crece y se aumenta su persona, allí
dice que es bien premiado; y el trigo y los sembrados tienen por buenos
temporales las heladas del invierno, las lluvias y vientos de lac
primavera. El sustento del humilde verdadero son injurias y afrentas, con ellas
crece y se aumenta la humildad y así, mientras uno más humilde, más hambre y más
sed tiene de que lo injurien y afrenten
- 981 -
por amor de Dios. Que es lo que Jeremías dice del varón
justo, que ya se levantó sobre sí y se fue a la soledad donde sólo buscaba
oprobios que le fuesen hartura, no contentándose ni satisfaciéndose con cuantas
alabanzas ni glorias hay en la tierra, porque no es ése su sustento7.
5. Ella es
como la rosa entre espinas, que si las spinas punzan y hieren, ellas son las
que guardan y defienden la rosa, la cual, cortada y manoseada, con facilidad se
marchita y deshace. ¡Oh, si acabásemos de entender esta gramática y penetrar
esta sciencia, los que de veras desean ser [12v] humildes! ¡Cómo no se
afligirían en la soledad y en el rincón, cómo no aborrecerían ni sentirían las
injurias, pues entre ellas hallan lo que desean y conservan y guardan lo que
pretenden!
El que por otro camino busca humildad no sabe qué es
humildad, porque, si siente las injuriasd, llano es que se tiene por
honrado y no merecedor de aquel tratamiento que le hacen, y se tiene por más
del nombre que le dan y la bajeza con que lo estiman. Y esa estimación es soberbia, porque,
siendo nada o poco menos que nada, se estiman como si fuesen algo. Y, si fuesen
humildes, que consiste en una verdadera desestimación y desprecio de sí propio,
nadie se afrentaría de que le llamasen y dijesen lo que es, pues cada uno se
debe honrar y estimar de que lo conozcan, traten y estimen en lo que es. Y,
siendo nada y la escoria del mundo, no han de sentir que el stiércol lo echen a
la calle y al muladar o lo desperdicien por los campos, que allí hace provecho
y es de valor y, si estuviese en las salas y en las arcas, sería afrenta y
sería de ninguna consideración.
Dase y tiénese por afrentado el justo que lo alaben,
honren y pongan en lugares y asientos subidos, porque sabe lo poco que vale
para eso; estima y aprecia el despreciarlo y arrojarlo en viles y bajos lugares
considerando que a cada cosa se le da el lugar que merece y se le debe. La
humildad de Pablo hizo estimar sus cárceles, cadenas, trabajos y desprecios,
puniendo en mejor lugar el bajo que tenía cuando andaba hecho purgamenta huius
mundi8, deshecho de los hombres, que el que tuvo tan subido y levantado
sobre los encumbrados cielos cuando Dios le subió allá9. Bien se deja entender
la discreción y sabiduría con que esto hablaba y decía, pues, para lo poner
Dios debajo de los pies de los hombres, lo sube al cielo y con aquel cielo alto
dispone la grandeza del cielo bajo que habíe de traer y merecer cuando fuese
perseguido de los hombres. De
manera que por aquella alteza, como si fuera grado [13r] inferior, vino al
superior de las deshonras, las cuales le dieron un cielo no de paso ni a la
ligera, sino de asiento y duración para siempre.
6. Cristo Jesús no quiso admitir el título
de rey de los judíos hasta que se vido desnudo, enclavado y coronado de spinas
en la cruz10. Porque los humildes entonces son reyes cuando están
cargados de injurias
- 982 -
y afrentas y cuando les quitan la vida y la honra, chupan
y sacan la sangre. Entonces
es cuando dejan el corazón desembarazado para que en él quepa la corona que
sólo se da al humilde verdadero. Porque, como estos reinos y títulos no son de
este mundo, nada quiere Dios que lleven dél los justos, sino que de todo vayan
desembarazados, porque Su Majestad les quiere poner casa al uso de allá y
darles criados que los sirvan y honren con honra verdadera que no se acaba. Que
parece Su Majestad estima y tiene en tanto a los suyos que, mientras en este
mundo viven, más los quiere desnudos que mal vestidos con la gloria y alabanza
que el propio mundo les puede dar; antes gusta que le deje lo que del propio
mundo ha recebido, aguardando deshonrado y afrentado la que sóla es honra
verdadera. Que es la recomendación que Su Majestad hace del justo:
pues es verdad que non qui seipsum commendat ille probatus est, sed quem Deus
commendat11. Luego si la humildad es opuesta a la majestad y grandeza
del mundo, al haber y tener cosas de acá, respecto de la contradición que en un
corazón hacen esas cosas para que en él no repose la humildad, aquél será más
humilde que menos fuere honrado, menos estimado y levantado, el que fuere más
pobre y desasido de las cosas de la tierra. Dios por quien es nos dé verdadero
conocimiento de estas verdades para que busquemos la humildad por el camino que
se debe y entendamos que, así como es virtud dificultosa de hallar y más
dificultosa de conservar, sus premios son grandes. Pues éstos no quiere Dios
los tenga en la tierra pues toda ella no basta para premiar [13v] un verdadero
humilde, y sólo Dios es el que puede enllenar los grandes y profundíssimos
vacíos que se hallan en un corazón humilde.
|