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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • TRATADO DE LA HUMILDAD
      • CAPITULO 6 - Del miedo y temor con que el humilde se emplea en cosas de honra, causa por qué los officios no le menoscaban la virtud; y cómo los peccadores en ellos se desvanecen y deshacen
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            CAPITULO 6 - Del miedo y temor con que el humilde se emplea en cosas de honra, causa por qué los officios no le menoscaban la virtud; y cómo los peccadores en ellos se desvanecen y deshacen

1.         De lo dicho en este capítulo pasado se colige que, si de la humildad las honras y alabanzas no son premios, si la majestad y grandeza no es el fuego que la vivifica, antes el gusano que la roe, la polilla que la come, el gorgojo que la consume y el aire que la desbarata, ¿quién podrá decir ni qué entendimiento podrá entender el miedo, el asombro y el temor con que un humilde verdadero acomete las cosas de honra, los officios y mandos, el arrojarse en esos fuegos para de entre ellos sacar, como de las llamas y horno de Babiloniaa1, almas para Dios?


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¡Oh, corazón desnudo y pies descalzos, con qué tiento debes pissar las honras, en quien hallas abrojos y espinas que punzan el alma! ¿Quién no ha oído decir las lágrimas que derramaba el glorioso Gregorio electo en pontífice, officio dado por el cielo, pero no tan sin enbarazo y peligro que no le punzase hasta desaguarle el corazón y penarlo como quien se veía cargado de peso tan sin peso y medida?2 ¡Oh, qué poco sabeb de estos sentimientos quien poco sabe de humildad! ¡Oh, qué vanos son los ojos de los hombres que miran al justo, como este sancto de quien ahora decíamos, cargado con los officios, y no miran la soltura del corazón y el despego que para ellos tiene! ¡Cuán enteros están en sus personas y cuán sin almas sus officios porque sólo las guardan para Dios dando al officio y dignidad lo que para ella se requiere! ¡Oh, juicios humanos que miráis las florecillas que consigo trai el mando y la dignidad!, abrid los ojos y juzgad que son flores de espinas y cambrones que en este mundo no se vuelven en fructa, antes se acompañan con spinas que a quien aprieta la mano punzan y sacan sangre. Por eso le mandó Dios a Moisés, al tiempo dec darle el officio de caudillo de su pueblo, que se descalzase para que pisase con mucho tiento3 y, en posesión de cosas semejantes, apretase poco la mano para que con el officio [14r] no recibiese daño.

2.         De aquí notaremos dos cosas. La primera, la causa por qué los justos dejan los officios con tanta facilidad no recibiendo pena ni dolor a la despedida. La causa es por el desasimiento tan grande que de ellos tienen, porque a ellos no están atados ni con ellos están conglutinados. Cada uno juega y vive de por sí siendo señor sobre ellos; que, como criado que ya cumplió y se va de su casa, le echa la bendición y no repara en ello.

Lo segundo, digo que la causa por qué el pecador no siente estos cuidados y afanes que train consigo los officios es porque no los pisan, tienen y poseen con corazón desnudo y pies descalzos. Pasan sin sentimiento por todo, porque no penetran sus dificultades, y sus obligaciones no les punzan el corazón. Visten y calzan interés. Ahí es donde se rompen todas las dificultades, ahí es donde se despuntan todas las sutilezas, donde se quiebran las olas. Calzan hierro y train manoplas de malla. Y, si ese interés no buscan y con todo eso no sienten los aguijones que esos officios train consigo, deben de ser bestias, que comiendo cardos espinosos no lo sienten. Pero el justo siente tener el officio y no siente el dejarlo por la entereza con que vive y queda.

Pero el peccador, que en él puso su alma y en él tuvo su vida, quitándoselo, le desencuadernan y sacan la vida y el alma; y queda desalmado, no sólo porque allá fue pegada con el officio, sino porque se la dejaron tal que valiera más no la tuviera que tenerla perdida y


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jugada por precios de honras tan baratos y de tan poca consideraciónd. Esto propio es lo que san Pablo (ad Rom. 1e) dijo de los soberbios y presumptuosos: que evanuerunt in cogitacionibus suis4, que se vaciaron y deshicieron en sus pensamientos. El justo desembaraza los pensamientos y échalos de sí, pero el soberbio y ambicioso desvanécese y deshácese en sus propios pensamientos; el alma, la vida, la salud y la honra se desagua, vapora y sale hecha humo en pensamientos y quedan vanos, vacíos, no sólo sin Dios, sin conciencia, pero aun sin alma y sin salud y honra. No sólo perdieron y echaron en pensamientos los bienes sobrenaturales y de la gracia, pero aun los naturales los apocaron y estrujaron de suerte que todo salió en pensamientos: evanuerunt in cogitacionibus suis. Quedaron vanos, desvanecidos y güecos por haber hecho el enpleo de todo cuanto en ellos había en pensamientos. Y, para lo que ellos pretendían, así convenía que estuviesen porque, como con sus pretensiones no buscaban en el mundo más que nombre y voz, para tenerla cual ellos deseaban, habían de estar güecos como campanas, vacíos [14v] como almireces y trompetas.

3.         ¡Oh, qué de exemplos pudiéramos poner de esta verdad! De muchos que, vaciados en pensamientos, güecos y desembarazados de todo ser de virtud, se hinchaban para que su sonido y nombre saliera por todo el mundo y el eco de sus invinciones sonase en las orejas de los venideros. Esto es lo propio, dice el glorioso Agustino5, que pretendió Simón Mago y tantos herejes como cada día salen en el mundo publicando nuevas invenciones. ¿Qué pretendió el otro ciudadano de Rodas que, por sólo eternizar su nombre, según dice Rabicio6, quemó el coliseo perdiendo juntamente la vida? ¿Qué más vano que Homero que, por henchir un pensamiento en que no habíe quedado corto, en cierta ocasión se vació y perdió la vida?7 ¿Qué más vano que Aristóteles, que la especulación de los flucxus y reflucxos de la mar le fue causa de la muerte y quitó la vida?8. Es finalmente una gente que vida, alma, honra y salud y pensamientos es todo una misma cosa y, en perdiendo los pensamientos, todo se acabó juntamente.

No soy yo, dice David, de esa manera neque elati sunt oculi mei, no me dejé llevar la vista del viento, no levanté los ojos por quien el corazón se desagua y desvanece; bajélos y recogílos de suerte que, no mirando a lo alto, se contentasen con lo poco que dentro de ellos había. Si non humiliter senciebam, sed exaltavi animam meam; sicut ablactatus super matre sua, ita retribucio in anima mea9; échase una maldición si no


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pensó de sí con humildad, que es la que les viene a los soberbios y de la que vamos hablando, y es que dice que, si de sí no pensó y sintió humildemente, que le suceda lo que al niño chiquito que le quitan el pecho antes de tiempo, que como no come otra cosa, faltándole la leche, no crece, sino desmedra y muere. Esto es lo que les sucede a los soberbios y hinchados del mundo, que, como se sustentan con sólo pensamientos, el día que esa leche les falta, ese día perecen, mueren y acaban o por lo menos quedan desmedrados y deshechos sin tener ni alcanzar lo que pretendían. Y con esto sienten y deben sentir tan grandes pérdidas cuando dejan o no alcanzan los officios. Pero el justo, cuando los pretende, nof desvanece y deshace el alma, sino la desenbaraza de los intereses y mejoros de la tierra que por allí le pueden venir y, como hombres que se quedan enteros y desenbarazados, cuando los dejan hacen cuenta que no les quitan nada ni les llevan lo que antes, de su cosecha, tenían; antes los dejan [15r] libresg y desocupados de cuidados ajenos, enteros en sus personas, para más y mejor atender a sus particulares necesidades.

4.         No yo en qué mejor me pueda pintar esta diferencia de personas en el gobernar y mandar, sino en el buen o mal nadador. El que bien nada ni la mucha aguah ni el corriente y ímpetu del río le estorba, porque sabe muy bien reparar las olas, bracear el agua, subir arriba y bajar abajo a su tiempo sin tragar una sola gota de agua. Pero, el mal nadador, en no hallando pie y tierra firme, allá va agua abajo con el corriente sin se saber dar mano, ni correr o evitar los peligros; traga agua por mill partes como si con aquello hubiera de agotar el río, quedar en seco y librar su vida. A estos tales yo aconsejaría que no se burlasen con el agua, que fuesen por la puente o que no pasasen por el vado.

¿Qué otra cosa son los officios y dignidades sino ríos caudalosos, avenidas que a muchos les vienen por su mal, con quien muchos ignorantes se burlan? Y, si las burlas mostraran sus veras afuera y en la cara, yo decir que halláramos en esos officios más ahogados que vivos; pero, como la muerte es del alma y el ahogo es del spíritu, y no hay quien lo conozca, nadie repara en esta entrada y todos se burlan, dejándose llevar del corriente porque en él no entraron desnudos y desenbarazados. Tragaron agua y bebiéronse las dignidades como si el officio y cuidado de almas lo hubieran de agotar y acabar para andar ellos libres y en seco; acabando tristemente sin saber huir el cuerpo a los peligros ni evitar los daños quien fuera más dichoso si no probara semejantes burlas o entretenimientos y se contentara con su moderada pasada, que ésa era paso de puente seguro por donde llegara más presto al descanso y bienaventuranzai; a quien una y mill veces se le ha de haber más lástima que envidia.


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5.         Pero el humilde verdadero, como liviano y desembarazado en este officio, puede decir que nada porque de él nada quiere y de él ningún agua traga; antes, como discreto nadador, bracea el agua, desvía y repara las olas, sube y baja a su tiempo dando a cada hora lo que es suyo, y al fin, al fin, sale libre y desnudo [15v] como entró en él. Este tal, que así obra y pasa su officio cumpliendo con él y no menoscabando su persona (pues lo hemos comparado al que nada y libremente pasa río), me parece un san Cristóbal que, por ser grande de cuerpo y lleno de charidad, tomó por officio pasar gente por los ríos, pasándolos a sus cuestas como si fuera barco y puniéndolos en seguridad. Grandes son los prelados que enseñando obran, a los [que] llama Cristo: qui fecerit et docuerit, hic magnus vocabitur in regno celorum10; no grandes en el cuerpo sino en el spíritu, en la sabiduría, prudencia y consejo con que a los súbditos guían y pasan a sus cuestas y como en barco a seguridad eterna, librándolos de los peligros y corrientes de este mal mundo. Como el sancto Job dice que fue ojos para el ciego y pies para el cojo11, porque de todo sirve el buen patrón de la nave al pasajero.

¡Oh, qué de ellos perecen en este mundo atreviéndose a sus fuerzas, rigiéndose por su parecer, por despreciar el paso y ayuda de este gran prelado que llamo san Cristóbal! ¡Qué de ellos ahogados en sus tratos y qué de ellos agonizando en el ejercicio de sus officios! ¡Oh, si supiesen de cuánta consideración es el consejo y parecer del siervo de Dios yj cuánto le importa que eso corra por otras manos y que yo vaya a cuestas ajenas! ¡Qué pocas veces (atribulado y con peligro de perder no digo la vida del cuerpo, que ésta no es navegación temporal sino spiritual) llamaríe a Santelmo12 buscando bonanza de la borrasca que él con su poco saber buscó y levantó! Cuanto estos tales son de desdichados porque siendo nada quieren nadar, tanto son de dichosos y bienaventurados aquéllos, que, por haberles Dios dado el caudal y grandeza de spíritu, se ejercitan en pasar almas a sus cuestas de este mundo puesto en maldad13 a un cielo seguro donde se trata y conversa con el mismo Dios.

 

            6.         Y porque en todo estosk tales prelados sean semejantes a san Cristóbal, que pasando gente entre ella pasó a Cristo14, que parece se le iban los ojos por gozar de tan buen barato, cuyo premio y paga a Su Majestad le costó bien caro. Y también porque en algo quiso topar [16r] un hombre semejante a sí, que a sus cuestas y sobre sus hombros, stribando en el báculo de la cruz, pasó a todo el género humano no porl corriente de río sino por el mar profundo de sus penas, trabajos y afrentas. Así quiso honrar a este sancto,


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haciendo que sirviese de paso y puente pasando Su Majestad sobre sus hombros. De esta manera quiso honrar nuestro gran Dios a los verdaderos prelados, no sólo asemejándolos a san Cristóbal, pues, entre los muchos que pasan, pasan al mismo Cristo, pues él dice que el bien que se lem hace a uno de sus pequeñuelos él lo recibe15. Y aun suele en propia persona, como se ha visto muchas veces, pues sancta Catherina de Sena, ejercitando el officio de limosnera, acudió también el mismo Cristo por su limosna16; lo propio sabemos de san Martín, que dio su media capa al pobre17, y de san Gregorio que, hospedando peregrinos, entre ellos hospedó un ángel18. Porque así merece honre Dios sanctos que ejercitan tales officios con tanta charidad. Y no sólo merecen los haga semejantes a san Cristóbal, pero al mismo Cristo, pues los hace cristos y vicedioses en la tierra, de suerte que viviendo crucificados en sus officios y dignidades son puentes, pasadizos, barcos y aun hombros fuertes sobre quien pasan los flacos.

 

            7.         Quien a estos tales prelados juzga por soberbios y ambiciosos, bienn poco sabe el trabajo que es gobernar un navío por la mar en tiempo de borrasca y aun en tiempo de bonanza, a quien hemos comparado los prelados que hacen sus officios como deben. No hay cosa más sabrosa que mirar la mar dende afuera y los que en ella andan, dice san Crisóstomo, ni cosa más amarga que gustar de sus alteraciones y mudanzas19. Estos que juzgan a carga cerrada y dende afuera y les parece que el siervo de Dios, cuando ejercita el officio que el cielo le dio, se entretiene, se huelga [16v] y toma solaces, ruégole que se llegue cerca siquiera con la consideración y vea los grandes y terribles afanes que tienen y padecen en su vida común, aun sin sobrevenirles viento contrario ni mar alta. Consideren el dormir sobre una tabla sin quietud ni reposo porque no lo tiene la mar, aquel estar con sobresalto sujeto a la variación de los vientos y alteraciones de la mar, subiendo y bajando velas, comiendo con mill zozobras un poco de pan bizcochado y lleno de moho; y aun el bocado en la boca no le dan muchas veces lugar para que lo trague porque es menester acudir con priesa a desaguar el navío, aligerar el paso y torcer el viaje.

Es inposible poder cifrar los peligros, afanes, trabajos y muertes tragadas que tienen y padecen los que en esos officios andan. Basta saber que para hacer Cristo prelados en su Iglesia fue por ellos a la


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mar, porque supiesen que sólo les trocaba el officio de temporal y corporal en spiritual20; y que ya no habíe de haber cama blanda, sueño reposado, porque no lo sufreno las inquietudes y mudanzas del officio, y que la comida no habíe de ser con ahorro de cuidados, pues éstos y las necesidades que consigo train los officios piden muchas veces no pasar el bocado que ya está en la boca. En fin, en fin, son officios en la tierra, donde los aires se mudan y truecan tantas veces a quien, sujetos, es necesario subir y bajar velas, torcer caminos, mudar pláticas y torcer consejos, de suerte que si hoy con ellos premiábamos, mañana es necesario castigar y, si hoy entramos gente en nuestro navío, mañana será necesario echarla a la mar.

8.         Esto quisiera yo que gustaran y miraran los que de fuerap juzgan y les parece viven los prelados que a estos officios acuden como deben, que deben de vivir, como dicen, de mogollón echando [17r] mano solamente de las honras, desfructando los officios para su mayor regalo. Esto verdad es que lo hace quien es semejante al que entra en la mar aguardando el buen tiempo y con una caña en la mano a pescar lo que se ha de cenar en la noche; y que hay prelados que sólo quieren ejercitar sus officios en bonanza y en ellos no quieren entrar en tiempo de borrasca cuando anda la mar alterada, cuando es necesario hacer las paces, reprehender los peccados, remediar las necesidades. En estas ocasiones, la mar y los officios miran dende afuera, durmiendo con quietud en sus camas, paseando las calles y tierra firme; y, si algún día se ofrecen a entrar en este piélago y mar grande del officio, aguardan buenos temporales y entonces entran con una varita de justicia si el officio es secular y, si eclesiástico, con un báculo pastoral, que podría ser (quiera Dios que no) serq más caña de pescar la buena cena y comida que palo para castigar o cayado para defender. En estas tales ocasiones bien se puede dar licencia a los murmuradores que digan y juzguen, pues las tiranías y descuidos de los tales prelados les hacen y mullen las camas a sus lenguas. Y aun pluviera a Dios fueran tan poderosas que fueran como la espada que dicen trai en la mar un pez en la frente con que rompe y detiene un navío; pluviera a Dios este decir de las gentes fuera para estos prelados tan eficaz que los detuviera y deshiciera para que no pasaran adelante con sus torcidos pensamientos. Que éstos más me parecen navíos que salen a la mar a robar, capear y captivar que no a librar gente y pasarla a puerto seguro y tierra firme.


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[17v]    Jhs.




a  sigue sacar tach.



1 Cf. Dan 3,19ss.



2 Cf. S. Gregorii Magni Vita, ex eius scriptis adornata: ML 75,281-282; 291-292.



b corr. de saben



c  corr. de del



3 Cf. Ex 3,5.



d ms. consisideración



e  ad Rom. 1 al marg.



4 Rom 1,21.



5 Cf. Enarr. in Ps., XXX, II, 14: CCL 38,211-212. También Sermo 256,3.



6 La afirmación de Rabicio se refiere al templo de Diana, en Efeso, no al coloso de Rodas: "Herostratus, nominis et famae libidine, templum Dianae Ephesiae incendio dedit": IOANNIS RAVISII TEXTORIS NIVERNENSIS, Officina, nunc demum post tot editiones diligenter emendata..., Basileae 1566, 1162; desde la p.954 se describe minuciosamente el coloso de Rodas.



7 Cf. Ibid., pp.574-575.



8 Murió "ex dedecore et ignominia dolore perculsus" por no lograr conocer el secreto de las corrientes y mareas del estrecho de Euripo: S. JUSTINO, Cohortatio ad Graecos, 36 (MG 6,306).



9 Sal 130,1-2.



f  sigue se tach.



g  sobre lín., en lín. desenbaraçados tach.



h  sigue mi la tach.; sobre lín. el con tach.



i   ms. bienaventuraça



10           Mt 5,19.



11           Job 29,15.



j  sigue de tach.



12           Santelmo, "nombre avrebiado de San Erasmo, al qual invocan los marineros quando se veen en tormenta" (Covarrubias).



13           1 Jn 5,19: "Et mundus totus in maligno positus est".



k sigue officio tach.



14           Cf. Acta Sanctorum, VI, die 25 julii, Venetiis 1799, 136.



l   sigue río tach.



m corr. de les



15           Cf. Mt 25,40.



16           Cf. R. DE CAPUA, Vita..., II, 2: Acta Sanctorum, 30 aprilis, Venetiis 1738, 886-887.



17           Cf. RIBADENEIRA, P., Flos Sanctorum, cioè Vita de' Santi, Venezia 1614 [ed. orig. española, 1599], II, 420.



18           Cf. RIBADENEIRA, P., o.c., 332. El episodio era recogido en una de las lecturas del oficio de san Gregorio (12 de marzo).



n  sigue sabe tach.



19           JUAN CRISÓSTOMO, Hom. De Poenitentia, et in Herodem et in Joannem Baptisman, 2 (considerada espuria): "Nunquamne vidisti mare in littore tranquillum, in alto fluctibus agitari? Quot tranquillo mari navigantes, in alto pelago fluctibus repentinisque tempestatibus excepti, naufragium fecerunt" (MG 59,759).



20           Cf. Mt 4,18-22.



o ms. sufre



p sigue gu tach.



q rep.






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