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CAPITULO
7 - Cómo el verdadero humilde se vuelve y hace invisible a los ojos de los hombres.
Y cómo, no tiniendo palabras para descubrirse a sí, tiene muchasa y
misteriosas sentencias para descubrir quién sea Dios
1. Yo
no querría salir del intento principal que he tomado en estos cuatro o cinco
capítulos, que es tratar de la humildad en cuanto es virtud que su vivienda
tiene muy adentro en lo scondido del corazón, siendo y haciendo tan pequeño al
justo en quien se halla que aun hablar no sabe ni palabras tiene para se poder
descubrir. Es, me parece, como el alma apartada del cuerpo, que es invisible,
oye sin orejas, ve sin ojos, percibe sin discursos y habla sin lengua. ¡Oh,
cuánta verdad es esto y cuánta semejanza tiene con el humilde y con la
humildad! Que el humilde se desparece, se deshace y aniquila hasta no dejar en sí
cosa que vuestros ojos vean, vuestras manos palpen y orejas oigan.
No parece puedo hurtar el cuerpob una y muchas
veces al exemplo que nos dio el gran Baptista: que, ofreciéndole el ser Cristo,
se fue deshaciendo y apocando tanto que nada dejó que en él se pudiese
verc, oír, palpar o mirar; porque, negando ser profeta, Elías y Cristo,
aunque dijo que era voz1, la voz por sí sola nada es si no le acompaña
con la palabra o con alguna pronunciación que haga palabra. Pues decir san Juan
que es voz sin palabra es decir que es nada sin Cristo, que es la palabra del
Padre2, y que en él nada hay que mirar ni oír ni de que poder echar
mano; porque el verdadero humilde de entre las manos se nos va y desparece.
Mirad a Cristo cuando lo quieren levantar por [18r] rey, que se les desliza de
entre las manos, huye y se esconde3.
2. Tampoco
tiene palabras el humilde porque es pequeñuelo y aún no aprendió letras.
Miradlo cuando a Cristod en su pasión le preguntan y dicen que hable y
vuelva por sí o que haga milagros y dé muestra de quién es, que ni a lo uno ni
a lo otro acude, ni una sola palabra habla en su defensa, ni un milagro hace en
su abono4. ¿Qué es esto? ¿Qué? Que la humildad no tiene lengua ni
palabras para volver por sí, ni manos para se defender, porque aquel en quien
está y se halla, lo hace tan pequeño que aun hablar no sabe y defenderse no
puede. Por eso el propheta Esaías comparó a Cristo en su pasión a la oveja
cuando la llevan al matadero5, atada de pies y manos; y animal que
entre los demás es el que menos molesta con sus balidos.
¡Oh, sancto Dios mío!, y quién pudiera traer a tus pies a
todos los soberbios del mundo para que, aprendiendo de ti, Señor mío, verdadera
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humildad, dejaran sus soberbias, hinchazones,
estruendos, ruidos y campanadas, que con su poco saber pretenden dar en el
mundo; y aprendieran cuáles son las muestras de la verdadera humildad y cómo no
consisten en hablar ni defenderse, sino en padecer por Cristo crucificado, en gustar
más perecer culpado y malhechor que no por salir del rescoldo dar en las llamas
y ascuas, y por salir de penas y afrentas, dar en presumciones. ¡Oh, Señor!, y
qué bien en tan buena ocasión, como la de tu pasión, aprenderían cómo la
humildad no tiene muestras ni rostro para parecer y darse a conocer, sino
espaldas para sufrir, no tiene palabras para responder ni ojos para mirar;
pues, puniéndole a este gran Dios y maestro nuestro título sobre la cruz de
rey, bajada la cabeza muere6, los ojos quebrados y cubiertos de sangre,
para nos enseñar que ha de estar Dios premiando a los humildes y levantándolos
y ellos inclinando la cabeza y cerrando los ojos, mirándose a sí propios poco
merecedores de tanto bien.
Y aquí también queda declarado el segundo intento que
aquí íbamos diciendo: cómo para el humilde ni hay premio en la tierra ni él lo
quiere porque siempre se juzga por indigno de él; y, si alguno le ha de dar
Dios por su misericordia, gusta y quiere que se lo guarde para la otra vida
donde todas las cosas permanecen [18v] en un propio ser, siendo siempre la
virtud virtud y la humildad humildad, sin que la exaltación la trueque ni la
dignidad y grandeza la disminuya y apoque.
3. Dos
cosas he dicho aquí que tienen necesidad de confirmación: cómo el humilde no
tiene lengua ni palabras y cómo en todas las ocasiones que con ellas se ha de
hacer, enmudece; y lo segundo, cómo no tiene ojos para ver, pues vive bajando
la cabeza, mirándose a sí y a su poquedad a quien juzgando por nada, nada dice
que ve. Déme Dios sabiduría y conocimiento de estas dos verdades para que con
veras pueda yo descubrirlas y declararlas a quien pretende y quiere ser
humilde, para que todos huigamos de los engaños del mundo, que quiere muestras
de humildad y busca habladores y gentee que, tiniendo ojos de lince,
anda con ellos buscando y pintando lo que no es como si fuese y vendiendo por
vino vinagre, y alquimia por oro, y llamando virtud a lo que es hipocresía y
humildad a lo que es soberbia y desprecio a lo que es presumción de spíritu.
4. Digo,
pues, que al humilde le faltan palabras. Estas palabras que le faltan y esta
mudez que tiene es para introducirse a sí por grande y poderoso, porque, como
queda dicho, así como el soberbio se desvanece en sus pensamientos, el humilde
se deshace y disparece de entre las manos y no se halla o en él no halla algo
que de contar sea; porque, como todo lo que en él hayf lo ve claro
recibido de Dios, en ello como en dádivas de Su divina Majestad halla al mismo
Dios, y a sí tan pobre y nada que de todo y de su propio ser tiene necesidad
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de recebirlo
dado o enprestado de la mano de Dios. Y así la lengua que pretendía ocuparse en
decir quién era, toda ella se ocupa en decir quién no es, y desea ser lenguas
infinitas para decir cómo él no es sino Dios en él, pues todo lo que en él
halla son dádivas graciosas de la poderosa mano de Dios. Y así, para tratar de
Dios y de los bienes que de su mano cada día ha recebido, no podemos decir que
el humilde no tiene lenguag ni palabras, sino muchash
acompañadas con una ciencia y sabiduría altíssima con que concluirá a todos los
sabios del mundo.
Oigamos lo
que dice san Pablo: [19r] Non reputam me aliquid scire nisi Christum et hunc
crucificxum7, que no sabe nada sino a Cristo crucificado; que nada en
sí tiene que saber, porque se estima y considera en nada, y que sólo estima el
saber y conocer a Cristo crucificado, pues quien sabe y conoce a Cristo, mucho
sabe y conoce porque en Cristo hay mucho que saber y conocer, porque es Dios
eterno y la sabiduría infinita del Padre. Y quien tanto sabe, parece que mucho
hablará para dar a entender y conocer eso que sabe. Así lo hace, que él propio
dice scribiendo a los corintios: O corinti, os meum patet ad vos8; que
traía su boca siempre abierta, que no la cerraba, siempre predicaba, hablaba y
scribía descubriendo las grandezas de este crucificado que sabía y conocía.
5. No quiero
traer exemplos de esta verdad en los sanctos, que bien sabidos y conocidos
están de todos los hombres la humildad por una parte que profesaban los sanctos
y doctores de la Iglesia, y su continuo trabajo en predicar, enseñar y
escribir. Sólo quisiera hablar y descubrir las sanctas y copiosas palabras que
he visto en algunos rústicos humildes, ignorantes del mundo y sabios del cielo:
que parecen, siendo por una parte un poco de tierra, por otra parte son ríos
caudalosos y mares anchos que no se agotan ni los alcanzaran de cuenta si de
noche y de día hablasen, porque como hablani de Dios, y Dios no tiene
fin, no lo tienen sus palabras, que también tienen en ese propio Dios su
principio y origen.
En cuyo testimonio bajó el Spíritu Sancto en lenguas de
fuego9 dando a entender cómo al humilde no le basta una lengua con que
poder decir ni explicar lo que él no es y lo que Dios es en él y los bienes que
de su mano recibe. Dice más, que estas lenguas bajaron del cielo, dando a
entender cómo las lenguas de los humildes son arcaduces que enllenan en aquel
abismo y mar grande de la sabiduría de Dios, y que no eran lenguas de la
tierra, porque ésas se cansan y se agotan y todo lo de acá es corto, cansado y
mendigo para tratar las cosas de allá. Dice que las lenguas son muchas porque,
como ahora decíamos comparándolas a alcaduces, mientras unas vacían otras están
enllenando; [19v] de suerte que, así como la rueda en las norias siempre vierte
y está derramando agua sin que haya intervalo o cesación en ella, de esa
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misma suerte el humilde siempre tiene qué hablar y qué
decir de Dios sin cansarse porque, como se le dan muchas lenguas, siempre
parece que tiene lengua que le mudar según incansablemente está tratando de
Dios. Dice que
eran lenguas de fuego porque en esta materia, así como al caballo que se le
escalienta la boca no hay quien lo detenga, de esa misma suerte el humilde en
tratar cosas de Dios es desbocado. Que eso quiere decir san Pablo cuando dice
que trai siempre la boca abierta, que parece no hay quien le vaya a la mano.
También tienen lenguas de fuego, porque, siendo por una parte el humilde
rústico y zafio, tiene palabras sutiles, delgadas, agudas, ligeras y fáciles
para descubrir quién es Dios, según las propiedades que tiene el fuego. De
suerte que al humilde, si le faltan palabras para decir y dar muestras de sí,
no le faltan mil lenguas para tratar de Dios. Si no tiene lengua para mentir
diciendo de sí lo que no es, tiene copia de palabras para decir y descubrir lo
que es Dios. Y si algunas muestras se pudieran dar de humildad en la tierra,
eran ver al humilde mudo, sin lengua y palabras para sí, y lengua y palabras
para Dios, de suerte que, despareciéndose él entre sí, sólo topa y halla a Dios
en sí. Como hacía san Pablo que, buscándose a sí, no se hallaba sino a Dios en
él: Jam non ego sed vivit in me Christus10.
6. Otroj modo tienek el
humilde de hablar, el cual no consiste en palabras sino en la vida y espíritu
con que habla, dice u obra cualquier cosa. De suerte que,
hablando el humilde pocas palabras y ésas vivas y llenas de spíritu, donde entran
esas palabras cortas y pocas descubren más y más altas sentencias que se pueden
decir ni explicar con grandes pláticas y escritos. Así dijo san Pablo que la
palabra de Dios es viva y eficaz: Vivus est sermo Dei et eficax, penetrabilior
omni gladio11; que es una palabra viva que, arrojada y echada en el
corazón del hombre, esa palabra, sin que esté ahí con ella su predicador, ella
[20r] por sí predica y enseña, porque es como el grano de trigo que, arrojado y
sepultado en la tierra, nace, vive, crece, reverdece y se multiplica. Es
palabra viva y que penetra, que no se queda por de fuera en sólo su sonido y el
eco de fuera; allá se entra en el alma y, como ayer oí decir yo a un rústico,
no se puede abreviar y enjaular porque, como es palabra viva y tiene el Spíritu
de Dios, apodérase de todo el hombre y anda y pasea toda la casa sin dejar en
ella retrete o escondridijol.
¡Oh, qué
alto modo de hablar del humilde: hablar pocas palabras y que ésas cada una de
por sí hable y descubra quién es Dios y quién la lengua que las envía! Así como
los sembrados cuando nacen descubren la bondad de los temporales y la grandeza
de los labradores que los sembraron, de esa misma suerte las palabras que
siembra y arroja el humilde, ésas descubren quién es Dios que tal vida les da y
quién es el humilde que las siembra.
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7. Ahora pregunto yo. Si un hombre tuviera
un pleito y siendo él uno solo que puede hablar y volver por sí informando de
la verdad, salieran de través veinte procuradores sabios, prudentes, discretos,
que todos ellos arguyeran, persuadieran e informaran, llano es que fuera
particular grandeza del pleiteante. ¡Oh, Dios sancto!, y cómo en esto muestras
tu grandeza y poder cuando, pretendiendo el granjeo de las almas, no habiendo
quien en ese caso informe sino el humilde, das tal vida y espíritu a sus
palabras que cada una de ellas se vuelve un procurador que dentro del alma y
corazón del hombre habla, informa y arguye en su favor y por la parte del
humilde. Que bien dijo san Pablo scribiendo a los Corintios prima capítulo 2:
Sermo meus et predicacio mea non in persuabilibus humanae sapienciae verbis,
sed in ostensione spiritus et virtutis12; no ponemos la eficacia y el
cuidado en multiplicar y concertar razones humanas formadas con humana
sabiduría, sed in ostensione spiritus et virtutis, en la virtud y espíritu
[20v] que dentro de sí lleva encerrado; en eso es en quien confiamos y
esperamos los provechos y fructos, en el ser y virtud que Dios da a esas
palabras.
Como si un
tirador disparase de su arco muchas saetas y no matase ni enpeciese a la
persona que tira, y después tirase una saeta enarbolada y derribase con ella,
entonces podría decir que no fiaba de las saetas sino de la yerva que la última
saeta llevaba. Así dice san Pablo: no ponemos la mira en arrojar
palabras por esos aires que, como saetas enplumadas, las palabras de la tierra
el aire las lleva, pero ponémosla en la yerva y virtud que Diosm
comunica a las pocas que hablamos. El spíritu que en sí llevan encerrado, ése
es el que derriba príncipes y reyes de sus estrados y tronos, el que hace
inclinar y bajar enperadores de su alteza y rendirlos a los pies de pobres
pescadores. ¡Oh, sancto rey David!, qué bien dijiste: Sicut sagitae in manu
potentis ita filii scusorum13; estos hijos del crucificado que se
engendraron con los trabajos de la cruz, con sus azotes y tormentos, ésos son
como saetas en mano poderosa; que ésas, como llevan fuerza, sin torcer a una
mano ni a otra van derechas su camino, hieren y derriban. Y así los sanctos
apóstoles derribaban, vencían y alcanzaban celestiales e increíbles victorias,
no tanto con retóricas ni razones cortadasn, sed in ostensione spiritus
et virtutis, con spíritu y virtud peleaban y vencían.
8. Advertid,
dice el glorioso Pablo en la propia epístola y capítulo, que sapienciam
loquimur inter perfectos, sapienciam vero non huius seculi, neque
principumo huius seculi, qui destruuntur, sed loquimur Dei sapienciam
in misterio, quae abscondita est14. ¡Oh Dios sancto, y qué palabras de
consuelo para los perfectos, para los que tiene deseo de aprovechar y conocer a
Dios, y qué desconsuelo para los malos y soberbios! Dice san Pablo: sabiduría
hablamos y misterios abscondidos, que hacen los provechos que hemos dicho, pero
esa sabiduría y esos misterios es sabiduría abscondida [21r]
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que sólo se sabe, se conoce y aprovecha cuando hablamos
entre perfectos, entre humildes que la desenvuelven y meditan buscando en ella
los misterios que Dios tiene encerrados. Habiéndose estos tales como los que en
el seno y al calor del pecho vivifican la semilla y granos de la seda para que
se vuelvan gusanos, que es lo que decía David: In corde meo abscondi eloquia
tua ut non pecem tibi15. Que la guardan y esconden en el corazón, eso quiere decir loquimur
Dei sapienciam inter perfectos. Es sciencia, sabiduría, misterio, virtud y
spíritu lo que hablamos cuando tratamos con gente que trata de perfeción y de
buscar a Dios y su verdadero desengaño. No tratamos, dice san Pablo, sabiduría de la
tierra ni de príncipes, que los que de ésa tratan y hablan, con ella se
destruyen y matan; no sólo no aprovecha a los que oyen, sino destruye y manca a
los que hablan y se visten de ella.
9. A un enfermo
que tiene fríos y calenturas bien poco le sirve la ropa que por de fuera le
echan para lo abrigar, porque tiene metido el frío en los güesos y en las
entrañas; y mientras no le dan medicina que entre allá dentro y eche fuera
aquel mal vecino, de poco le sirve la ropa y abrigo que aplica el enfermero. Lo
propio es en la calentura que después le sobreviene: que ya acertadamente los
médicos mandan que no les pongan pañitos de agua rosada en la frente, porque,
no curándoles las calenturas, las estorban y detienen para que no salgan fuera.
De esto sirve la sabiduría y sciencia de este siglo: de vestido y ropa por de
fuera al corazón que está helado por de dentro, y tiene la tibieza y frío en el
alma, que no sirve sino de agrumar al enfermo y dejarlo molido sobre su
enfermedad, estorbar y detener que no salga afuera el mal que está dentro.
A quien habló y dijo Dios en el Apocalipsi: Utinam
frigidus aut calidus esses, sed quia tepidus es, incipiam te evomere16,
ojalá fueras frío o caliente, pero eres tibio, tienes de lo uno y de lo otro,
será fuerza el vomitarte. Tienes, como si dijera, el frío metido en las
entrañas, y el calor, recato y buena aparencia por de fuera [21v]. Ese
cumplimiento y hipocresía que en el rostro parece, inpide y estorba a la frialdad
del corazón que no salga afuera; y ese rostro macilento y helado con que
cumples con el mundo, estorba alp corazón que no se desafogue. De
suerte que todas las exterioridades contrarias a lo que allá dentro se reza y
hace, sólo sirven de agrumar, moler y cargar a la pobre bestia que se hizo
ganapán de los mundanos y quiso cumplir con ellos a costa de su estómago no
comiendo y a costa de sus güesos y costillas cargándose de cosas que el aire
las lleva. Aquí es donde llega la sciencia y sabiduría de este siglo; no ahonda
más que esto ni sirve de más que el hisopillo de acargatona con que lardean los
labios del pobre enfermo. ¡Ay de las entrañas y de los interiores que se están
abrasando con codiciasq, deshonestidades y presumciones, que se quedan
en su fuerza royendo
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el alma y el
corazón hasta dar cabo de él sin que coja enfermero que se compadezca del tal
enfermo! Porque, como el demonio lo sobrelleva con estas cosas exteriores,
sciencia y prudencia de este siglo, no se queja ni dice dónde le duele para que
siquiera de compasión se le aplique algún remedio conforme su dolencia.
10. ¡Oh, Dios sancto, y cuánto más valiera
que estos tales fueran ignorantes y no tuvieran ojos, antes que tener sciencia
que se la lleva el viento y ojos pintados que, en fin, viéndolos hechos topos,
no faltara alguno que, siquiera de compasión o de obligación de su officio, les
diera la mano y los guiara por donde se salvaran! Pero hacen de los
valientes, dicen que saben, y son ignorantes; que ven, y son ciegos; así
caminan solos, acompañados de su ignorancia, ceguera y necedad. ¿Qué se puede
aguardar sino que tales compañeros den con él en un despeñadero y en la casa
del olvido?; siendo merecedor que nadie en su caída y muerte se acuerde dél,
quien en vida no se quiso acordar de Dios y procurar conocerle con sciencia y
sabiduría que nos descubre sus misterios [22r] y nos enseña virtud y r
espíritu de quien dice san Pablo que se habla y trata entre
perfectos17: sabiduría que tiene alma, virtud y espíritu; sabiduría
cuyo ecos, si resuena en las orejas, tiene virtud que penetra y entra
allá dentro a echar las enfermedades secretas y a dar a conocer a su dueño.
Esta es la que del todo vuelve a un justo fervoroso, encendido, hecho un fuego
y llama que enciende y quema aquellos con quien habla. Esta es el agua viva con que Cristo
convida para matar la sed. Es la fuente que está saltando y
excaturiendo18 hacia la vida eterna19.
A quien esta
sabiduría se le comunica, no se le da el pan hecho migajas, sino entero porque
ya se ha recebido por hijo. Este tal ya no se puede contar entre los pobres de
este mundo, sino entre los ricos del cielo, pues ya se le abrieron los tesoros
de la sciencia y sabiduría de Dios20 y se le dio lo que se estima sobre
el oro y piedras preciosas21. ¡Ojalá, Dios mío, por quien tú eres, no
mirando nuestra poquedad y miseria, nos hicieses vasos scogidos de este
soberano licor y alcoholases nuestros ojos con este divino colirio y alumbrases
nuestros entendimientos con esta luz! ¡Ay, lumbres, y de cuánta importancia sería,
qué pocos tropezones con ella se darían, en qué pocos yerros cairíamos! Todo sería bueno, todo acertado, todo
escogido, porque este bien no da lugar ni se compadece con las tinieblas y
males deste mundo, no admite presumciones, no descubre fantasías, no dispierta
soberbias, no es locuaz ni parlera. Es una sciencia que anda junta y pegada con
el mismo Dios, de suerte que el que la tiene, tiene y posee un summo bien que lo
enllena todo y satisface sin que quiera más; antes, conociendo la cortedad de
su entendimiento, temiendo no dar quince de corto y que
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le falten fuerzas para tanto como le dan, una y mil
veces dice: Satis est, satis est22. Porque esta es la sciencia y
sabiduría que juega a dos hitos: descubre a Dios y su grandeza, y humíllanos
mostrando nuestra bajeza, de suerte que, tiniendo palabras para decir quién es
Dios, nos faltan para descubrirnos a nos.
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