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CAPITULO 8 - Cómo el humilde es corto de vista para
entender algo de sí ya largob para contemplar y conocer
altíssimamente de Dios
1. Dos
cosas propusimos del humilde: que pedían confirmación para descubrir sus
muestras, si algunas se puedenc dar: la una, que no sabía hablar ni
tenía palabras para se descubrir; la segunda, que no tenía ojos para mirar.
Porque, aunque es verdad que el humilde es pequeño y tanto que se desparece y
deshace entre los ojos y manos para no parecer, con todo eso, siendo tan mínimo
en la tierra, es tan grande en el reino de los cielos que no se halla cómo ni
con qué darse a conocer sino con el modo más alto que los sanctos nos dan a
conocer a Dios, que es por negaciones. ¿Quién es el humilde? El que no sabe, sabiéndolo todo; el que no
entiende, conociendo; el que no habla, hablando; el que no ve, mirando. ¡Oh,
grandeza inmensa de la humildad y del humilde!, que es tan grande y tan elevado
que, siendo por una parte la misma bajeza y tan nada que no le conocemos, por
otra parte es tan grande que no lo comprehendemos, y, si por pequeño se nos
esconde a la vista, por grande se nos defiende de nuestro poco saber.
2. De la una
negación con que el humilde se nos encubre y descubre, que es no hablar, ya
hemos dicho en los dos capítulos pasados. Ahora en éste es necesario digamos de
la segunda: cuán corto es de vista para conocer en sí algo que sea de provecho.
Son sus ojos como antojos de larga vista que, viendo bien de lo que está lejos,
nada ven de cerca. Esto propio tiene el humilde: que, levantando los ojos del
alma, ve y conoce con luz del cielo las grandezas de Dios, sus misterios y
secretos scondidos; y, volviendo a mirar lo que está tan cerca de sí, como él
propio, no ve en sí nada que sea de consideración. O si no, digamos que es como
el que está en tinieblas y ve lejos de sí la luz: que, no viendo lo que está
junto a sí, ve lo lejos que está en la luz. En el que mira el sol se ve bien
esto: que, percibiendo cosas tan distantes y apartadas, si después se mira las
manos no las ve y el que tiene ojos para mirar un sol no los tiene para verse a
sí por verse hecho nadad. ¡Oh, sanctos humildes!, que os dé Dios
sabiduría y sciencia [23r] para conocer y saber muchoe de su grandeza,
y que os falte para
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ver algo en vuestra poquedad y miseria. Sí, que sus ojos
son antojos de larga vista, y es vista que, mirando al sol, se encandilan para
no ver la poquedad, hecha algo en sus personas.
3. Salga el
verdadero retrato y dibujo de los humildes, Francisco; y mirad lo que dice
gastando todas las noches en claro, diciendo: Deus meus et omnia, Deus meus et
omnia!1, ¡Dios mío y todas las cosas! ¡Dios mío y todas
las cosas! ¿Qué decís, Francisco? ¿Que Dios es vuestro y es todas
las cosas? ¿Pensáis que decís poco en esas palabras? Ahí encerráis todo lo que
pueden decir todos los teólogos del mundo y todo lo que pueden enseñar las
escuelas más subidas y levantadas, aunque entre la celestial y divina. En decir
que es vuestro descubrís y decís infinita bondad en Dios y infinita sabiduría. Con la bondad os ama, y con la sabiduría
buscó modos con que hacerse vuestrof. Y para amar Dios al hombre de la
manera que le amó y hacerse suyo del modo con que se hizo, necesario fue que en
Dios hubiese infinita bondad e infinita sabiduría, infinita misericordia e
infinita justicia con que, satisfaciendo su Hijo por el hombre, el hombre
quedase asuelto y libre de sus culpas. Decís, sancto humilde, que Dios es todas las
cosas. ¿Pensáis que decís poco en eso? No por cierto, que no dijo más el sancto
propheta Esaías con todo su espíritu de prophecía cuando dijo, tratando de la
grandeza e inmensidad de Dios en el capítulo 41: Quis mensus est pugilo aquas,
et caelos palmo ponderavit? Quis appendit tribus digitis molem terrae et libravit
in pondere montes et coles in statera?2 Como si dijera en persona del
mismo Dios: ¿Quién sino yo puede medir con el puño las aguas, y los cielos a
palmos? Si tengo tan
grande y poderosa la mano que sola ella puede ser medida del mar y de los cielos,
mirad qué tan grande será mi ser. Mas ¿quién sino yo contiene con tres solos
dedos toda la redondez de la tierra? ¿Ni quién podrá hacer lo que yo hago, que
peso en una balanza los montes y los collados más grandes y enpinados del mundo
sin que su peso sea bastante para derribarme el brazo ni darme peso ni
cansancio alguno?
4. Es este
peso donde tiene Dios en peso todas las cosas: su naturaleza divina, y sus tres
dedos, sus tres divinas personas. Y, siendo así que el peso de ordinario
comprehende y abraza en sí todo lo que se pesa en él, pero él no es de ello
comprehendido, será decirnos con aqueste lenguaje que Dios es tan inmenso que
todo lo comprehende y abraza, pero él es incomprehensible en su ser y no puede
ser abarcado de nadie. Todo
lo pesa y lo mide, pero a él nadie lo puede medir ni pesarg.
Sciencia es
que el propheta enseña, altíssima, deh la grandeza de Dios, que
Francisco la dice en una corta palabra: Deus meus et omnia. Dios es el que en sí
[23v] encierra todas las cosas, y en él están con
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particular eminencia, porque, si el propheta dice que
en el puño le cabe la mar y su palmo alcanza la longura del cielo, Francisco
dice que en ese puño y en esa mano caben todas las cosas. Concluye el propheta,
después de haber dicho esas cosas de la grandeza de Dios, y de ella saca una
illación y conclusión, diciendo: Cui ergo similem fecistis Deum? Aut quam imaginem
ponetis ei?3 Pues si esto es así, que Dios es tan grande, decidme,
hombres locos y desatinados, ¿a quién hacéis semejante a este Dios? O ¿quién os
parece que podrá competir con él en la grandeza? ¿Habrá alguno que parezca algo a su lado?, como si dijera. No por
cierto. Esto también dijo Francisco, pues, diciendo que Dios era todas las
cosas, en sí no hallaba qué fuese ni de sí halla qué decir. Y aun si bien lo
advertimos, en este dicho que dice de llamar a Dios suyo y todas las cosas
adelántase al dicho del propheta, porque, si el propheta dice que no hay
pintura ni dibujo de Dios tan grande ni quien se le asemeje, diciendo Francisco
que Dios es suyo, dice que sólo el humilde es el que se asemeja a Dios. Porque,
siendo Dios todas las cosas y siendo Dios del humilde, el humilde es todas las
cosas eni Dios siendo para sí nada y, por consiguiente, semejante a
Dios; y el que por una parte es tan pequeño que no parece a sus ojos algo que
suyo sea, es todas las cosas y todo lo que es Dios en el sentidoj que
Dios es suyo.
5. ¡Oh,
sabiduría inmensa la del humilde, que no vea de cerca y vea de lejos tanto que
en Dios vea y mire todas las cosas! Aquí llegók lo que Dios enseñó al
sancto Job por muchos capítulos acerca de su grandeza y poder, particularmente
lo que dice en el capítulo 40 en unas misteriosas palabras, descubriendo Dios
su grandeza: Nunquid poteris abstrahere leviatan hamo, et fune ligabis linguam
eius?4 ¿Por ventura, Job, serás tú poderoso para pescar a Leviatán y
sacarle del agua donde tiene su imperio y está encastillado? ¿Podrás por ventura enlazarle la lengua
con un cordel para jugar con él como quien juega con un pajarillo enlazado y
asido con unas pigüelas? Como quien dice: no habrá príncipe ni monarca en el
mundo ni habrá ángel ni seraphín en el cielo que tal pueda hacer, porque es
hazaña ésa que está para mí riservada; sólo yo soy el que solo puedo hacer eso.
En cuya confirmación por Eczechiel (Eczech. 29l)
dice el mismo Dios unas palabras al mismo tono: Ecce ego ad te, draco magne,
qui cubas in medio fluminum tuorum et dicis: meus est fluvius et ego feci
memetipsum; ponam frenum in macxillis tuis, etc.5 Palabras son que,
aunque es verdad que según el rigor de la letra se han de entender de Faraón
rey de Egipto, a quien llama rey y señor de los ríos por haber en su reino
tantos [24r], pero aplícanse también al demonio, porque razones tan arrogantes
y soberbias como decir "yo me hice a mí mismo y no conozco otro
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hacedor ni
otro Dios que me sea superior" a nadie le convienen tan bien como al
demonio. Contigo lo he, dice Dios, dragonazo infernal, que tienes tu trono en
medio de las aguas y dices con osadía y atrevimiento "mío es el río y no
tiene otro dueño; yo crié estas aguas y aun me hice a mí mismo". Pues yo
te juro, dice Dios, que ha de venir día que yo refrene tu locura y saque de las
aguas; te eche al desierto donde seas pasto de bestias; te eche grillos y
pigüelas para que no puedas andar tan a la ligera y volar tan sin riendas. Que
es lo que Cristo hizo cuando en la cruz entró en juicio con él y lo echó fuera
del mundo según el antiguo poder que tenía y según san Juan dice: Nunc judicium
est mundi, nunc princeps huius mundi eicietur foras6. ¿Y cuándo, Señor,
mostráis ese poder? Cuando es levantado en un madero, cuando más humillado.
6. Pues resumámoslo en una palabra. Dice
Dios a Job: ¿Quién tendrá tanto poder que llegue a aprisionar al demonio, a
maniatarlo, a refrenarlo, a hacerle que se retire sino yo? Esperad, señor, que
eso que decís y enseñáis Francisco lo dice en una palabra: y dice que sois Dios
y todas las cosas; el que sólo todo lo puede y nada se le pasa que no se le
rinda y sujete a su grandeza y poder. Y quien todo lo dice nada excluye, y así
tanbién dice que sólo vos sois el que se la puede jurar al demonio soberbio,
hacerle rinda las armas y echarlo sin poder del mundo. Y pues vos, Señor, amáis
tanto los humildes y de vuestra boca aprienden, y vos sois tan suyo que pueda
decir Francisco: Deus meus et omnia, dadle licencia para que añada una
palabrita sobre eso que decís. O, si no, pues lo preguntáis y ponéis en
cuestión diciendo: ¿quién podrá sacar, prender y pescar a Leviatán, sacarle del
agua y, como si fuera un pajarillom asido con un hilo, jugar con él?,
dadle a Francisco licencia que responda a la cuestión. Y veréis cómo dice
que el humilde puede todo eso, porque es señor de Dios. Y si Dios es suyo y
Dios todo lo puede, tanbién Francisco lo puede; y él, como poderoso con virtud
del cielo, aprisionaba al demonio que estaba encastillado en muchas almas y lo
sacaba librándolas de peccado y entregándolas libres al mismo Dios que las
crió. ¡Qué de veces pretendió el demonio burlar a Francisco, y quedaba de él
burlado y afrentado! ¡Oh, sancto Dios, qué de leviatanes, peores que faraones y
demonios, los prendía con su cordón y humildad, y los traía atados como
pajarillos, jugando con ellos por esos suelos, rendidos y sujetos a un hombre
desechado y despreciado del mundo! [24v] Según esto Franciscon, por
humilde, sabe lo que Dios enseña a sus muy amigos, y añade lo que Dios le da
licencia descubriendo en medio de la flaqueza y poquedad del humilde el poder
de Dios; que puede, dándole Dios fuerzas, lo que Dios puede según la virtud que
a ellas Dios les comunica.
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7. Pasemos
adelante y veamos lo que Francisco en estas palabras aprendió de Dios sin ir a
las escuelas ni universidades. Oigamos a los doctores lo que de Dios dicen y
enseñan, y hallarémoslo todo dibujado a lo fácil y a lo claro en las palabras
de Francisco. Dice pues el celebrado Trismagistro: Deus est sphera
inteligibiliso cuius centrum est ubique, circumferencia
nulibi7. Dios, dice,
es una sphera inteligible, perfectíssima y muy acabada, cuyo centro está en
toda parte, pero su circumferencia en ninguna. Fue decir que Dios todo est
centro, que es lo firme y estable del universo, porque su ser es firmíssimo y
no está sujeto a mudanza; y no tiene circumferencia, que es donde viene a
terminarse la sphera, porque es interminable y sin fin. El compararle a la
sphera no es otra cosa sino darnos a entender que Dios todo lo contiene y encierra
en sí mismo; porque, así como la sphera del cielo, no siendo comprehendida de
nadie, ella todo lo comprehende y abraza: el fuego, el aire, el agua y la
tierra con todas las demás criaturas visibles que debajo de la capacidad de los
cielos se contienen, así Dios, siendo como es en su ser infinito,
incomprehensible, inmenso, todo lo comprehende y abraza en sí mismo, de suerte
que no hay perfección ninguna criada que en sí no la deposite y encierre. Y aun
a esto parece que aludieron los griegos alecxandrinos según refieren Pierio en
sus jeroglíficos, Eusebio Cesariense8 y el glorioso Agustino9;
de quien dicen que dieron en hacer un dios formado -y como enbutido en él- [de]
todas cuantas maderas conocidas había en el mundo y de todas las diferencias de
metales sin dejar ninguno, significando en esto que no hay cosa chica ni grande
en toda la fábrica de este universo que Dios no la encierre y comprehenda en sí
mismo. Non hoc est et hoc non est, dice el glorioso Dionisio, sed omnia est et
omnium causa10; no hemos de decir: Dios est esto, no es aquello, sino
Dios es tan grande que todo lo es por eminencia como causa universal y
principio de todo.
8. Ea, glorioso Francisco, humilde
verdadero que a menos trabajos aprendisteis y con más facilidad enseñáis,
decidnos quién es Dios, pues no tiniendo ojos para ver en vos algo, veis un
todo junto en Dios. [25r] ¿Qué decís? ¿Qué? Que Dios es mío y es todas las
cosas, él es la esphera que todo lo abraza y comprehende
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y él de nadie es comprehendido. ¿Tenéis, glorioso sancto, qué añadir a
esto? Sí: que aunque es verdad que Dios es todas las cosas y es esfera que todo
lo encierra y él de nadie es comprehendido, pero adviértase que el humilde, el
que todo lo deja y desprecia, ése es dueño de Dios, pues a boca llena dice:
Deus meus et omnia, Dios mío y todas las cosas.
Tiene el
humilde ojos tan de lince y tan de larga vista que nada le huye ni se
transmonta de aquello que Su Majestad tiene determinado de le comunicar según su
capacidad y su gracia que para ello se le ha comunicadop. Allí ve su
grande e infinita misericordia, su poder, su justicia; y allí ve y conoce cómo
están con particular eminencia todas las cosas por grandes y pequeñas que sean,
siendo Su Majestad principio y fin de todas ellas, vida y ser de todo lo que lo
tiene, aun que sea el de una hormiga y pequeña criaturaq.
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