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CAPITULO 9 -
De cuán rico y poderoso es con Dios el humildea
1. De aquí es que el humilde hace de Dios
todo lo que quiere y parece lo tiene a su mandado. Porque, como lo entiende y
conoce, sabe cómo lo ha de tratar y llevar o cómo se ha de haber con Su divina
Majestad.
Acá solemos
decir cuando una persona discreta alcanza de otra lo que quiere: "Señor,
tomóle el pulso, conocióle su condición". Entiéndense el uno con el otro,
así no hay que espantar que el uno sea señor de todo cuanto en el otro hay. ¡Oh, poderoso Dios!,
y ¿en qué consiste que el humilde sea señor de tu cielo, de tus riquezas y de
tus bienes, y aun del mismo Dios? En que se entienden y se conocen. Sólo Dios
sabe cuál es el corazón verdaderamente humilde, y el verdaderamente humilde
sabe quién sea Dios, y como quien tan bien le sabe a Dios su condición
tratándole según ella, de todo Dios se apodera. De suerte que diciendo Francisco que Dios es todas las cosas,
juntamente lo llama suyo, porque anda todo junto para el verdadero humilde:
conocimiento de Dios, rendimiento de corazón y tener a Dios a su mandado.
Porqueb ¿qué otra cosac quiso decir David cuando dijo: Oculi
Domini super justos et aures eius in preces eorum1?, llamando allí a
losd humildes justos, según aquello que el mismo Cristo dicee:
Super quem respiciam nisi super p[auperculum]2f. Los ojos de
Dios están de cerca mirando a los humildes. En esto nos quiso dar a entender
que, así como el buen siervo tiene puestos los ojos y la atención de las orejas
sobre su amo a ver qué le manda para hacerlo, de esa misma suerte parece que se
hace Dios siervo y criado del humilde para hacer todo lo que quisiere, para
mirar con los ojos si con los suyos el humilde le hace señas; porque más
tardará en
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pedir o mandar que Dios en hacer. Sus orejas están sobre
la voz del hombre humilde para atender a lo que manda, aunque sea detener la
máquina de los cielos o volverlos atrás como si fueran [25v] relox
desconcertado, como hizo Dios en el mandato de Josué3 y en el ruego del
rey Eczechías, contrito y humillado4.
2. ¿Qué más
se puede decir de un novicio obediente, como aquel a quien mandaba san
Francisco que pusiese y plantase las lechugas al revés, lo de abajo arriba,
sino callar y obedecer como quiera que elg prelado lo manda? ¡Oh,
sancto Dios, qué de modos tuvieras tú, si quisieras, para que Josué alcanzara
su victoriah, y al rey se le alargara la vida, sin que el relox tan
bien concertado de esos cielos se detuvieran o atrasaran! Y, con todo eso, no
quiso sino atender a lo que el justo y humilde pide y quiere, porque de esos
tales es Dios novicio que se da en aprobación, para ser una misma cosa Dios y
el humilde; esto significa Francisco en decir que Dios es suyo.
Nunca
acái suele decir el inferior del superior "es mío"; antes al
revés, el superior dice del inferior que es suyo, como el amo del criado, del
siervo o del sclavo: "es mi siervo, mi sclavo, mi criado".
Finalmente, puede el superior del inferior a boca llena decir "es
mío", pero no al revés, el vasallo decir que el rey es suyo, y el súbdito
que el prelado es suyo, y el siervo decir que el amo es suyo; porque dice un no
sé qué de superioridad y sujeción sobre otro el que dice que aquella cosa es
suya, que parece es su dueño. Y con todo eso, siendo Dios Dios, que es todas
las cosas como Francisco dice, y él siendo en sus ojos nada, ¿qué dice?: que
Dios es suyo. Porque Dios por su bondad quiso en alguna manera hacer su
superior al humilde y sujetársele, de suerte que a boca llena pueda decir que
Dios es suyo.
3. Esto nos significaron aquellas palabras
que dice sanj Lucas de Cristo: que erat subditus illis5; que
estuvo Cristo sujeto a la Virgen y a Joseph; porque, aunque Cristo era niño,
era Dios grande, poderoso, y como Dios y hombre, se sujeta al hombre humilde.
¡Oh, buen Dios sancto!, ¿no decíades vos denantes por Job, capítulo 40,
mostrando vuestro poder: Nunquid poteris abstrahere Leviatan hamo, et fune
ligabis linguam eiusk?6 Mostrando Dios su poder, dice que él
sólo es el que puede sacar a Leviatán, bestia terrible y grande, de las aguas
donde él está encastillado, y el que con un corderillo le puede echar anzuelo y
asirlo de la boca y traerlo a su mandado, como hace el chiquillo con el
pajarillo que se lo dieron atado del pie.
Pues
esperad, Señor, y dadme licencia para que diga yo otra grandeza que la tengo
por mayor: nadie hay tan grande como vos pues sois todas las cosas y podéis más
que este pez grande. Y más encastillado y artillado estábades en vuestros
cielos, pues [26r] nadie os daba un
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alcance y, de quien os lo pretendía dar, os defendíades
por tener cerrados vuestros cielos y el hombre desterrado de ellos. Y con todo
eso, con volar tan alto, confesáis vos que vuestra sposa os hirió el corazón
con un cabello que de su trenzado se desmandó por el cuello abajo7; y
con ser vos tan grande y tan poderoso, y un cabello, que significa un
pensamiento de un corazón humilde, os priende y ase y echa pigüelas para que,
bajando vos de esas alturas a la presa del corazón humilde, de él quedéis preso
y sujeto a su mandado, de suerte que pueda decir que sois su Dios.
4. ¡Oh,
soberana Virgen María!, que temía tomar en mi lengua vuestra profundíssima
humildad: que siendo vos tan humilde y desechada en vuestros ojos, volastes tan
alto que hicistes punta y cogistes al mismo Dios, el cual, asido y enlazado con
vuestros sanctos y humildes pensamientos, lo bajastes a la tierra, lo hicistes
vuestro y tan vuestro que fue vuestro propio hijo, y nos lo distes a nosotros
de suerte que fuese nuestro hermano. Esto significan aquellas misteriosas
palabras que esta celestial señora dice en su cántico: Quia respecxit
humilitatem ancilae suae, ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generaciones,
quia fecit michi magna8. Dos cosas entre otras dice la Virgen que le
vinieron de que Dios mirase y pusiese los ojos en su humildad: la una, que
todas las naciones la llamen bienaventurada; la segunda, que la hizo grande y
poderosa el que era grande. Creyéralo yo. Porque, si Dios puso los ojos en la
humildad de la Virgen y de ella fue captivo y prisionero, llano es que había de
ser bienaventurada humildad, que tal esclavo tenía sujeto y por suyo. Y si este
Dios es grande y la Virgen lo pesca y, niño chiquito como pajarillo, lo
envuelve en pobres pañales, grande es la que al grande sujeta y lo tiene por
hijo a su mandado.
5. Todo
esto alcanza el humilde, porque se entiende con Dios, porque lo conoce y sabe
llevarle la condición sujetando y rindiendo su corazón a su mandado y querer. ¡Oh, soberanos del
mundo, y qué lejos andáis de Dios y de que Dios sea vuestro, de que Dios haga
algo de lo que queréis o habéis menester! Estáis llenos de ignorancia y poco
saber de lo que quiere Dios, de su trato y condición; no sabéis sufrir y llevar
a Dios; así siempre andáis encontrados, pobres y menesterosos de lo que deseáis
y pretendéis, sin dar un alcance a la cosa más mínima de lo que pide vuestra
soberbia y anbición. De lo que dice san Francisco se entiende, porque si Dios
es todas las cosas y ninguna sin Dios tiene serl [26v] y perfección, y
vosotros por ser soberbios no tenéis a Dios, bien se sigue que estáis pobres y
carecéis de todo bien, sin speranzas de dar un alcance por ese camino a algo
que de entidad sea.
6. Ea,
hermanos míos, los que pretendemos ser ricos de virtudes y que Dios acuda a
enllenar nuestros vacíos y a los muchos menesteres
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que nuestra
naturaleza pobre ha menester, dispongámonos para conocer a este gran Dios. Que
de este conocimiento resultará en nuestro corazón una profundíssima humildad y
una plenitud de bienes, de suerte que seamos tan poderosos que nos vengamos a
hacer dueños de Dios, como san Francisco dice. ¡Oh, Señor mío, y si tú me
dieses gracia para que supiese yo por qué camino tengo de alcanzar esta
disposición, qué dichoso sería! Bien veo que la disposición para esa sabiduría
es la humildad, pero enséñame tú, Dios eterno, cómo tengo de ser humilde. Que
me temo estamos muchos ciegos y engañados no conociendo esta virtud y por
nuestra ignorancia haciéndonos mil trampantojos el demonio, vistiéndonos la
soberbia con traje de humildad y haciéndonos en creyentes, en la obscuridad de
la noche de nuestra ignorancia, quem Lía la legañosa es Raquel la
hermosa, contentándonos con decir que ésa es la fecunda y la que pare, y Raquel
es la estéril9. ¡Oh, sancto Dios, y qué de ellos hay en el
mundo burlados y engañados en esta materia. Los cuales, si estuvieran sus
entendimientos informados con luz del cielo, no se dejaran engañar ni se
casaran con la soberbia y presumciónn, satisfaciéndose y enllenándoles
el ojo el ver que los officios y dignidades son hijos de las buenas
diligencias, de la solicitud y cuidado de las dádivas y sobornos.
Yo confieso que es verdad. Tanbién confieso que son hijos
de Lía, la que está llena de legañas, y si ahora no las conocen, pasará la
noche de esta vida, ir se han las tinieblas, vendrá la luz del día y tiempo
claro de la otra vida, y entonces echarán de ver esta verdad y cómo lloran sus
malos partos y arruinan su fecundidad, estiman dar y tieneno en más la
hermosura de Raquel, aunque estéril, que cuantas riquezas se pueden imaginar en
el mundo. Allí será donde se estimará y verá cuánto [27r] vale la humildad
stéril, la que en este mundo no parió ni tuvo más hijo que a Benjamín, de cuyo
parto murió10. Así es el verdadero humilde: pobre de bienes temporales,
de majestad, grandeza y honra, contentándose con un solo Dios en este mundo;
pobre que por su humildad y pequeñez lo podemos comparar a Benjamín; y que, por
alcanzarlo y tenerlo, pierda una y mil veces si fuere necesario la vida antes
que haber sido príncipe y rey.
7. ¿Quién,
Señor mío, puede dar luz en estas tinieblas para conocer por blanco lo que es
blanco, y por negro lo que es negrop, por humildad lo que es humildad,
y por presumción lo que es soberbia, sino tú, Dios eterno, que eres eterna
sabiduría y luz inaccesible, con quien no tienen que ver ni en qué se poder
hermanar las tinieblas, que así lo dice tu siervo Pablo: Quae convencio lucis
ad tenebras11? ¡Oh, Señor mío, y si de veras y en spíritu y verdad nos
abrieses los ojos, particularmente a los que profesan vida más recogida y
reformadaq para saber en qué está
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esta
humildad que así te agrada, qué gran cosa sería! Porque me temo, Señor, que hay
muchos que con engañosa confianza se dan por contentos con sayales y pies
descalzos, y temo no haya algunos que tengan el corazón lejos de ti. ¡Oh, padres y
hermanos míos!, que ya he dicho muchas veces que la humildad no está en lo que
se ve y se oye, sino en lo que no se ve y se calla. No ponga nadie los ojos en
sus pies descalzos y pobres sayales, deje eso que por de fuera se cai y de
fuera se queda. Allá está la humildad verdadera en el corazón desnudo, pobre,
callado y en su pensamiento no merecedor de la r tierra que pissa. ¿Qué me sirve a mí decir que no quiero el
officio ni valgo para el beneficio, si el corazón soberbio está desdiciendo mi
lengua mentirosas? Si la humildad fuera el apoyo y engaño que hacemos a
los hombres, esa representación exterior bastaba; y aun, ya ya, estoy por decir
no hay bobos en el mundo, ya todos conocen cuáles son burlas, imaginaciones,
cumplimientos.
8. Es la soberbia grande bestia, no cabe
en el corazón del hombre por mucho que lo ensanche con sus dilatados
pensamientos, porquet, cuando más seguro está, saca las orejas o la
cabeza por la boca, se descubre por palabras o meneos disimulados. No es animal
la soberbia tan domable que le podréis echar grillos o cadenas para que se esté
queda y escondida allá dentro en el corazón siquiera por un rato, mientras se
representa [27v] un rato humildad fingida acá fuera; no ve la hora, como
representante orgulloso, de salir a decir su dicho. Así, de la riña y porfía
que hay entre lo de adentro y lo de afuera, se conocen las palabras y señas
esteriores ser florecillas de poca dura, humildad pinctada, sumisión y
rendimiento retratado, que a la primer lluvia o helada de un disgusto o
mortificación no vaya todo agua abajo. Que, en fin, todo cuanto el soberbio disimula,
todo es sembrado entre espinas, sobre piedras y en el camino, que todo se mal
logra por no tener el corazón humor de humildad que lo conserve, sino piedras y
espinas que lo ahoguen. Y ya tanbién se sabe de la parábola, que decimos que
Cristo propuso al pueblo, que la semilla que cai en el camino y con tierra no
se cubre, que vienen las aves del cielo, se lo comen y se lo llevan12.
Yo tengo por cosa muy cierta que las palabras humildes y compostura recatada
del soberbio, cuando son anzuelos de sus pretensiones, el diablo se las lleva y
se ríe de la fiesta que el necio le hace, pues sabe con tanta evidencia que
dentro de poco tiempo se desnudará del vestido enprestado y traje de
cumplimiento, y quedará con su soberbia, que es de propia cosechau.
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