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CAPITULO 10
- Con qué medios viene el justo a alcanzar la humildad, y los bienes que con
ella se dana
1. Ea, pues,
mis hermanos los que esto leyeren, vayan conmigo y todos de veras consideremos
las premissas de que pretendemos sacar las riquezas y poder que un justo tiene
para con Dios. Dijimos que elb justo que conoce a Dios, hace la
voluntad del mismo Dios y le lleva (como acá solemos decir) su condición, que
ése tiene a Dios y de Su Majestad hace lo que el tal justo quiere. Este conocimiento, decimos que lo tiene y
da Dios a un corazón humilde. Hemos dicho tanbién que esta humildad no
consiste en exterioridades solas, sino en corazones rendidos y desembarazados.
Demos ahora
otro documento que nos ayude a esta disposición, que de nuestra parte tanto nos
importa para este altíssimo conocimiento de Dios, de quien nace la verdadera
humildad. Y es que Dios, por nuestra flaqueza, se comunica y da a conocer a un
alma en unas tinieblas y obscuridad clara, donde Su divina Majestad, por el
modo que él es servido, engendra y produce una noticia en el entendimiento del
humilde; que si lo viera con mill luces y soles no quedara tan cierto,
satisfecho y enterado de aquello que [28r] Dios fue servido de le dar a
conocer. Destas tinieblas y obscuridades claras, donde el humilde halla el
conocimiento de grandes cosas de Dios, hay muchos lugares de la Scritura que de
ellas hacen mención. David dice que Dios puso en tinieblas sus escondridijos1,
y en otro lugar dice que su lumbre es como sus tinieblas: Et nox illuminacio
mea in deliciis meis2; que alumbra Dios con sus tinieblas y obscuridad
para que en ellas veamos los yerros y faltas que hacemos en medio de nuestra sciencia
y sabiduría. Esto presupuesto, si Dios se da a conocer en tinieblas, paréceme a
mí que todo lo que nos absentare estas tinieblas y quitare esta obscuridad, que
nos quitará este conocimiento. ¿Quién, pregunto yo, puede quitar estas dichosas
tinieblas y esta rutilante obscuridad, sino las luces exteriores, las
prudencias humanas, la sabiduría deste siglo, las astucias y cuidados de la
tierra? Ahí es donde
un alma se encandila para no ver lo que tanto le inporta, como conocer a Dios y
sus misterios. Este derramarse en cosas exteriores, este perderse de vista en
las grandezas de la tierra hace perder la vista, adentro, de las cosas del
cielo.
2. Pregunta Holcoth, autor grave de la
orden de los predicadores, en el libro que scribió sobre los de la Sabiduría3,
que por qué razón el murciélago tiene tan flaca la vista, que no puede ver el
día ni el sol dél sin cegarse luego, de suerte quec se obligue a
estarse metidod comiendo tierra en los agujeros y aberturas de las
paredes. Y responde
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que la causa es porque el humor cristalino, que dijo el
Philósopho4 ser necesario para los ojos, se convirtió en la materia de
aquellas alas que tiene tan desproporcionadas al cuerpo, que no son de pluma
sino de cuero; así, por las alas, y ésas no buenas, perdieron la vista que les
fuera de más importancia. Veis aquí un retrato vivo del soberbio, el cual los
ojos, vista y luz, que había de tener para contemplar y meditar los bienes del
cielo, echólo en alas con que volar, muy desproporcionadas a su tamaño y
cuerpo, pretendiendo officios y dignidades sobre sus fuerzas, y quedóse sin
ojos para ver y conocer al mismo Dios; vista y luz que tanto le inportaba
trocóla por alas para volar en la noche de estae vida, aguardando a
gozar la otra, que para el justo será día, en los escondridijos y despeñaderos
del infierno.
Esto es lo que adelante dijimos haber afirmado de estos
tales [28v] el glorioso san Pablo, Romanorum 1º: Evanuerunt in cogitacionibus
suis et obscuratum est insipiens cor eorum5; echaron en pensamientos y
en imaginaciones lo que habían de echar en conocimiento de Dios. De ahí les
vino tener un corazón lleno de obscuridad y de tinieblas. Lo uno fue causa de lo otro, lo primero de
lo segundo y lo segundo de lo primero, que donde hay diversos respectos y
consideraciones bien es posible. De la ceguedad y tinieblas les viene a los
soberbios sus presumciones, y de su vanidad su ceguera.
3. Pero el
justo, desembarazado de todas las cosas de la tierra, recogido allá dentro,
echando en vista lo que había de echar en alas, tiénela larga para contemplar y
meditar los misterios ocultos y encubiertos de Dios.
No hay cosa
más delicada y que con más facilidad se estorbe e inpida como la vista: una
poquita de tierra, un polvillo de poca consideración la quita o por lo menos la
enturbia. Esa es la razón por qué los limpios de corazón, en su testamento
Cristo les promete el ver a Dios: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt6,
dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Esta es la causa por
qué el humilde nada quiere deste mundo, porque todo ello es tierra que ciega y
enturbia esta vista; y que todas las grandezas que acá se pueden imaginar son
alas que consumen y chupan el cristal de la humildad, con que el justo tiene
ojos para ver y contemplar las grandezas de Dios. Más quiere ser gusano
y vivir sin alas en la tierra que con alas en el fuego, hecho ceniza.
4. Todas las
cosas que dieron en crecer hacia arriba antes que echar raíces hacia abajo,
apenas son cuando ya dejan de ser, son hierbas y matas delicadas, cuya flor y
fructa no puede ver el sol porque en saliendo la quema y abrasa; como lo vemos
en el heno que nació en el tejado, de quien dice [Cristo] que hoy nace y mañana
se lleva seco
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al
pajar7. Lo propio tienen todo género de flores, y aun las calabazas
que, sin acuerdo y firmeza, quisieron estenderse por las güertas y jardines
como si todo el campo fuera suyo; con brevedad pasan su jornada y carrera, a
semejanza de los soberbios, de quien dice David que ponen su asiento sobre el
cedro más alto del monte Líbano8. Que, en fin, como gente güeca que
pretendía dar buena campanada y que sonase bien su nombre, buscó torre y [29r]
campanario bien alto; o como centinelas que están oteando la dignidad y officio
para le echar mano, se subieron al monte y se levantaron sobre las torres de
los cedros. Pero duróles poco su exaltación y subida, pues a vueltas de cabeza
no parecieron. Que traza es de satanás subir a uno para hacerlo bajar
trompicando y que baje con tantas descalabraduras y heridas como sin saber y
orden subió scalones, habiéndose con ellos como el águila con la tortuga, que,
subiéndola en alto, la arroja sobre peñas para quebrarle la concha y que le
sirva de sustento9. Ténganos Dios de su poderosa mano por quien él es,
dénos peso y asiento firme en la tierra para que no nos levante el viento y dé
con nosotros donde no valgamos sino para pasto y sustento de la muerte.
Ojalá
ensanchase Dios y dilatase nuestras raíces por la tierra con un profundo
conocimiento de lo que somos, para que fuésemos de dura y nuestra perseverancia
y vista aguardase y sufriese la del sol de justicia Cristo; y no fuésemos
peores que las florecillas del campo, de quien ahora decíamos que apenas
entraron en la tierra cuando ya quisieron salir a gozar de la fresca mañana,
enturbiándoles su hermosura el calor del sol, a quien no pudieron sufrir,
porque es muy cierto que a quien amanece temprano, temprano ha de anochecer. Así sucede a los
soberbios, que por querer gozar de una pequeña alborada que les salió de su
corta sciencia y letras y más que si fuera de un triste candil, se quedaron a
escuras en breve siéndoles toda la vida noche. A quien más les valiera sufrir y
gozar las heladas del invierno, escarchas y ventiscas debajo de la tierra,
echando raíces de profunda humildad, que no les había de faltar ni tardarse
mucho el abril y mayo de la primavera, que a los justos se da en la otra vida, que
para siempre les ha de durar viendo y gozando de aquel hermoso sol de justicia
Cristo Jesús. Así lo dice el mismo Cristo a sus scogidos, tratándoles de las
señales del juicio, las cuales compara a los árbores en la primavera cuando
enpiezan a echar fructo, que regocijan y alegran a los que los miran10.
5. [29v] Gran cosa es vender y tratar al
fiado, porque, en fin, no hay plazo que no llegue ni término que no se cumpla.
Así, nada quiere el humilde en la tierra, porque la fee le dice que cerca está
el reino de los cielos; y que presto se llegará aquel día y hora en que abrirá
Dios sus cambios y pagará largamente y con larga mano los plazos corridos con
premios que para siempre estarán y permanecerán sin absentárseles y írseles de
entre las manos. Quedándose en su presencia
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los
soberbios bien corridos, porque aquellos premios no corrieron por su cuenta,
pues ellos fueron una gente que todo se les fue en correr tras la vanidad y
locura; y asíf se quedarán para vanos y locos. Así se quedan los
sembrados que por ser de regadío crecieron sin tiempo, y las calabazas que en
breve quisieron hacer mucho. Por eso es bueno gozar todas las cosas a su
tiempo. Y siendo el que en este mundo vivimos tiempo de llorar y trabajar, eso
debemos hacer para que en la otra vida no nos quedemos soplando las manos, que
eso merece quien aquí duerme y no trabaja; que, cuando dispierte, dispierte
vano y vacío.
6. No es vanidad la del humilde por vivir
pobre y menesteroso en esta vida. Que si lo es tanto que aun padres no se le
conocen por los haber dejado y renuciado por Cristo crucificado, este mismo
Señor los recibe en la otra y adopta por hijos haciéndoles herederos de su
reino. Así lo dicen los soberbios y de esta verdad nos dan testimonio, que pasa
registrada por sus ojos: Nos insensati vitam illorum existimabamus insaniam et
vitam illorum sine honore; ecce quomodo computati sunt inter filios Dei, et
inter sanctos sors illorum est11. Teníamos, dicen en la otra vida los
soberbios, a los humildes por vanos, locos e insensatos, y ahora los vemos
entre los hijos de Dios y que su suerte es la dichosa de los bienaventurados;
nos insensati, ahora vemos que nosotros somos los locos y los desatinados, pues
por gustos, y gustos bien amargos, de un día, hemos querido perder dulcemente
eterna presencia de Dios y compañía de los sanctos en la otra.
¡Oh,
dichosos humildes y mill veces dichosos!, que si mientras [30r] en este mundo
vivís, estáis vacíos por la parte que mira a la tierra, ricos y honrados estáis
por la parte que mira al cielo, pues Dios de tan cerca os mira sin speranza por
esa parte de eclipsaros. Sois humildes como la luna, que, cuando mengua la
parte que mira a la tierra, se va enllenando la parte de arriba que mira al
cielo, la cual es imposible eclipsarse, porque el eclipse se hace cuando entre
el sol y la luna demedia la tierra.
El corazón
del soberbio muy de ordinario anda obscurecido y eclipsado, porque, aunque Dios
lo mire y alumbre como lo hace con todo hombre que viene al mundo, como dice
san Juan12, hácese incapaz de esa luz y claridad, estórbala puniendo
tierra en medio, pensamientos de vanidad y tierra; y si dice que como luna se
va tras el sol y busca a Dios, siempre deja en medio su interés propio y el
cumplimiento de sus deseos y apetitos. Pero el humilde, que por la parte de acá
abajo se scurece y entre los hombres parece ignorante y vano, por la parte que
mira a Dios camina con luz, claridadg y plenitud de bienes celestiales,
los cuales, mientras así fuere humilde, no se le pueden eclipsar, porque entre
él y Dios no demedia tierra; todo es cielo, todo claridad, todo bondad y todo
Diosh.
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