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CAPITULO 11 - De la grande dicha que los humildes tienen
con Dios y, por el contrario, de la miseria y caída de los soberbiosa
1. ¡Oh,
dichosos humildes!, que si en este mundo estáis pobres, en el otro presto
seréis ricos, y tanto que seréis los albaceas del testamento de Dios
distribuyendo por vuestras manos aquellos thesoros eternos. Lo cual nos lo dio
a entender san Juan cuando de las manos de Cristo nos dijo, cuando las vido
humilladas, mojadas en una poca de agua lavando los pies cenagosos de Judas y
polvorientos de los demás apóstoles, que todas las cosas las había entregado al
Padre en sus manos1. Eso merecen las manos limpias del humilde que no
quiso nada, y fueron manos de fiar: que ponga Dios en ellas su cielo para que
lo repartan a los ricos que lo merecieron. Así lo dice Cristo: "Dichosos
los pobres de spíritu"2, a quien san Agustín llama
humildes3, porque vuestro es el reino de los cielos. Y en otro lugar
dice el mismo Cristo a los ricos que tengan a estos pobres humildes [30v] por
amigos y compañeros, porque en la otra vida, cuando ellos vayan pobres y desaposesionados
de los bienes de acá, los reciban y favorezcan en sus casas y moradas4.
2. Dichosos
humildes, que si en este mundo abatidos, en el otro levantados. Así lo dice la Virgen en su cántico: Fecit
potenciam in brachio suo, dispersit superbos mente cordis sui, deposuit
potentes de sede et exaltavit humiles5; que hace Dios una obra fuerte,
digna de su poderosa mano. Y ¿qué obra es ésta, Virgen sanctíssima, que tanta
fuerza y poder es menester que para ella es necesario entrevenga el brazo de
Dios? ¿Qué? Derramar, esparcir y disperdiciar a los soberbios de entendimiento
en sus propios pensamientos; de suerte que, así como el caminante que se ve en
medio de un páramo sin saber dó está no atinará a parte ninguna, de esa misma
suerte se ha Dios con los soberbios, que los disparrama y disperdicia en sus
propios pensamientos, que sin saber dónde están con nada de lo que pretenden
atinan. Y esto hácelo Dios con mano poderosa con los soberbios de
pensamientosb; con los que ya están sentados en las sillas, esa propia
mano los derriba y apea; sube y levanta a los humildes que están bajos y
abatidos.
Pues
pregunto yo: ¿para eso es necesario tanto poder, tanta fuerza que sea necesario
intervenga el brazo de Dios y su poder, si toda la tierra la tiene Su Majestad,
como dice Esaías, colgada de tres dedos?6 Siendo una partecilla pequeña
la de los soberbios y otra la de los humildes, con un dedo parece bastaba para
confundir los unos y levantar
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los otros. Los egipcios, viéndose tan perseguidos y
aniquilados con tantas plagas como les venían por mano de Moisésc, ¿no
dijeron: Digitus Dei est hic7? ¿Este no es el dedo de Dios? Pues, si el dedo de Dios, dado y
communicado al hombre, hace tales maravillas como se sabe hicieron las manos de
Moisés en Egipto tiniendo por conclusión la muerte de sus primogénitos, y los
príncipes y reyes con todo su ejército ahogados en el mar, si éste es el
dedod de Dios en el hombre, ¿qué será la mano de Dios en Dios y, junto
con ella, su poder, de quien la Virgen dice usa Dios para abajar soberbios y
levantar humildes?
Más, Job
estaba tan rico y poderoso como [31r] todos sabemos, tan subido, levantado,
prosperado y enriquecido, y un solo toque de esta mano lo bajó de esa alteza y
lo echó y puso en un muladar, cargado de lepra y tan pobre que andaba a buscar
un amigo que lo consolase8. Pues pregunto yo: ¿no bastaba ese toque
para deshacer, desbaratar y anichilar al soberbio? ¿No le bastaba como a otro
Job quitarle los hijos, quemarle los sembrados, robarle los ganados, derribarle
las casas y palacios, bajarle el gargo a quien se servía de tantos criados, que
no tenga en quien poner los ojos sino en gusanos que le roen la vida y no le
dejan sino el desnudo y descarnado pellejo sobre sus güesos? ¿Qué mayor miseria
se puede imaginar? Pues ésa se hace con un toque de la mano de Dios, como él
propio dice: Miseremini mei, miseremini mei, saltem vos, amici mei, quia manus
Domini tetigit me9. Más, con ese mismo toque de mano lo tornó a
levantar y a sacar del muladar y a doblarle todas las cosas que antes tenía,
sembrados, casas, ganados, prosperidades y contentos.
3. Pues eso parece que bastaba tanbién
para el humilde por paga: que lo subieran y levantaran a lo doblado de lo que
fue abatido y despreciado en la tierra, se le diera honra doblada y grandeza en
dos tantos. No, no así, dice la Virgen, más y mayor abatimiento para el
soberbio, más y mayor exaltación para el humilde. Considerad cuantas
caídas y miserias ha habido en el mundo, todas son toques del dedo de Dios en
comparación de las que dará [a] los soberbios. Todas las exaltaciones, honras y
grandezas que se han visto en el mundo son de poca consideración en comparación
de las que tendrán los humildes. Porque esas dos obras las toma Dios tan a su
cargo y las hace tan propias suyas que, no quiriendo encomendar el castigo de
los unos y el premio de los otros a nadie, quiere pase por su mano y por su
brazo, llamando esa obra "obra del poder y brazo de Dios".
¡Sancto
Dios! ¿A quién no se le erizan los cabellos, quién no teme y tiembla aguardando
tal golpe? ¿Que no le basten a un soberbio tantas plagas como sobre Egipto
vinieron, pues entre ellas huboe no sólo persecución de la tierra, de
los ríos, de las nubes, del mar, sino también de ángeles que con espada
desenvainada mataban y degollaban [31v]
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egiptos?f Quedó asolada la tierra, sangrientas
las aguas, apedreados los sembrados, quitada la salud, y por remate la
muerte10. ¿No bastará
esto, Dios sancto, para castigo del altivo y presumtuoso? ¿Y para premio de los
humildes no bastará que con ellos hagas lo que con los hebreos cuando los
sacaste de entre los egipcios, ahogando a quien los perseguía y maltrataba,
sacándolos a ellos libres con millares de maravillas que con ellos obrabas,
cantando ellos hipnos yg psalmos?11 ¿Qué lengua podrá decir los
gustos, premios y bienes que con aquella gente usaste en cuarenta años de
camino que por el desierto tuvieron, dándoles por remate una tierra que llevaba
leche y miel, y quedándose el mismo Dios por su señor, amparo y
defensa?12 El sancto rey David, que con luz del cielo trató esta
jornada y salida, entrada y posesión que tuvieron en la tierra que desearon,
enpieza y no acaba13.
4. Otro tanto como esto parece bastara por
premio y paga para el humilde para cuando salga de este mundo bárbaro. No, dice
la Virgen, todo eso es poco y pequeño castigo para los unos, pequeño y liviano
premio para los otros. Más y mayor abatimiento es el que tendrán los soberbios
al fin y remate de su vida, porque en eso se remirah y esmera Dios,
haciendo ese castigo castigo de su poderosa mano; y mayor premio, paga y honra
el que dará a los humildes, oprimidos en este mundo.
Ea, pues,
soberbios y presumtuosos, enpezad, enpezad con tiempo a llorar vuestra miseria
y abatimiento, pues es y será tan grande que todas las que hay y [ha] habido en
este mundo son juguetes de los dedos de Dios en su comparación, de suerte que,
con tantos castigos como se han oído y visto en este mundo, no llegan ni tienen
que ver con los que vendrán sobre el soberbio.
¡Oh, sancto
Dios!, si para un castigo como tú amenazaste a la casa de Elí, sacerdote, por
su descuido y golosina de sus hijos, dices que el que lo oyese había de tapar
sus orejas, siendo un castigo que sólo quien lo oyó, oyó y vido
muertes14, ¿quién tendrái orejas para oír ni ojos para ver los
castigos que tan por tuyos los tomas que los haces obras de tu poderoso brazo?
Haznos, Dios mío, por quien tú eres, humildes para que con ellos nos
regucijemos y alegremos, considerando que sus premios y exaltación ha de ser
obra grande y tan grande que todo el brazo de Dios ha de entender en ella. Si
los sanctos, Dios mío, viéndose obligados de los bienes que de tu poderosa mano
en este mundo reciben, les falta lengua para lo agradecer y palabras para lo
referir; y el gozo de esos pequeños bienes, con la esperanza de los que
aguardan, los derriba en el suelo y los deja como desanimados por haber huido
el alma de afrentada por no tener con qué agradecer la más mínima parte de lo
que recibe, ¿qué será cuando se vea cargada, no de los bienes
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[32r] de acá,
sino de los eternos e inmensos, en cuya comparación todo lo pasado se deshace,
desparece y aniquila, como la niebla en presencia del sol? ¿Quién, Señor mío, tendrá lengua ni
fuerzas para sustentar tanto peso, si tú no dieses una gracia y don tan
poderoso que fuese suficiente contrapeso de tal peso? ¿Quién con tales nuevas
no busca y profesa humildad y con los humildes espera y se regocija? ¡Oh,
Señor, y si entre los humildes fuese yo desechado y entre los desechados
abatido y despreciado, qué gran cosa y consuelo sería! Dame tú, Dios mío,
gracia para que esto ame y esto quiera simple y llanamente, sin otro interés ni
paga, que esto está a mi cuenta y esotro a la tuya. Sea yo, Señor mío, siervo
fiel en estas cosas que, aunque grandes, tú las llamas pequeñas, que cierto
puedo estar que tú eres señor y amo que pagas sobre lo que yo merezco y se me
debe.
5. ¡Oh, qué dichosas azadonadas las que el
humilde da en la viña de Dios sin hacer concierto ni ponerse al regateo de
cuanto más cuanto, pues no hay tanto que tanto monte cuanto Dios le dará! San
Pablo dice que "ni la oreja oyó ni el ojo vido lo que Dios les tiene
preparado"15. Adviertan por charidad que san Pablo, para
decir que a los justos humildes les aguarda, echó mano de lo que los ojos ven y
de lo que las orejas oyen. Son dos sentidos los menos cansables de los que el
hombre tiene, los que más tarde se satisfacen y hartan. La lengua se cansa de
hablar en una hora y el gusto de comer en un rato y el tacto de tocar y las
narices de oler, pero las orejas y los ojos parece que son incansables y que
apenas se satisfacen. Y, con ser medidas tan largas y grandes, no cabe en ellas
lo que Dios tiene preparado para los que en esta vida no tienen ojos para con
ellos buscar premios ni orejas para aguardar promesas.
Sea
mucho de norabuena, Señor; con tarja y sin tarja, con cuenta y sin cuenta, quiero
que me cuentes entre los humildes y que me recibas en tu servicio. Las cuentas
queden, Señor mío, a tu cuenta, que en fin eres Dios verdadero y no echarás
dado falso, porque el agraviar tú al justo fuera agraviar tu bondad que sólo
desea dar y entregar bienes, y dejara de ser bondad la que por otro camino
echara. Buen fiadorj tengo, sobre buen abono sirvo, si como debo me
dispongo, pues quien abona tu palabra, Señor mío, él es lo bueno que en ti hay.
Y siendo esa bondad una propia cosa con tu ser, todo Dios entero es el obligado
y el fiador y el que dejara de ser Dios antes que dejar de cumplir lo que
promete.
6. ¡Oh,
palabra eterna, y qué bien abonada estás! El cielo y la tierra, dice Cristo, [32v] se deshará y no faltará
una tilde ni un ápice de todo cuanto al justo se le promete16. Así lo
entiendo yo, Señor, porque estos ápices no tienen menor arrimo ni resguardo que
el ser de Dios, ahí se apuntan y señalan los menores puntos que vos hacéis en
la Scritura con que tratáis con los hombres. Según esto, Señor, no hay
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que espantar que el humilde se dé mill puntadas en la
boca, enmudezca y calle antes que ser en vuestra casa jornalero asalariado. Es muy corto saber el delk hombre
para saber pedir. Por mucho que abra la boca y menee su lengua al
tantol que Dios le ha de dar, son sus palabras muy cortas y muy
limitadas, pues, siendo mucho más larga la vista y las orejas, no llegan, sino
que se quedan inmensamente más bajas de ver y oír lo que Dios ha de dar al
humilde. Bueno es, Señor, dejar eso en vuestra mano, que es mano larga y
dadivosa y mano de Dios manirroto.
Allá se lo
hayan los soberbios, ciegos e ignorantes, que ni saben lo que se hacen ni lo
que piden cuando piden y se contentan con premios y pagas en este mundo. ¡Oh,
ceguera inmensa! ¡Oh, tinieblas obscuras, que se quieran privar de tan
summo bien, como a los humildes aguarda, sólo por pagarse ellos de su mano,
mano tan strecha y limitada, y mano que no la tienen ni Dios se la da para que
la estiendan y enpleen si no es en la scoria y bajezas de la tierra, y todo lo
que al fin buscan y se les da es tierra que se ha de quedar en la tierra y
ellos sus manos vacías!
7. Tornemos
a lo que la Virgen dice del poder que hace y muestra Dios derramando y
confundiendo los pensamientos de los soberbios, derribándoles de sus sillas y
asientos, y levantando a los humildes. Parece que, cuando esto dijo, la Virgen
tenía presente y en la memoria lo que Dios hizo con los engreídos y
presumtuosos de la torre de Babilonia, y con Lucifer y sus secuaces. Aquéllos
los confundió, derramó y disperdició en lenguas diferentes, de suerte que
cuando unos supieran lo que se hablaban, otros no sabían lo que se oían, y así
cesó y no pasó adelante tal locura como era querer hacer una torre que llegase
al cielo17. Y esto es dispersit superbos mente cordis sui18;
que cuando el soberbio en su corazón hace torre de viento que llegue al cielo,
y ahí pare, no tenga palabras que nadie se las entienda, sino que pida ladrillo
y le den cal y fuego que le abrase hasta que cesen tales pensamientos. Pues
aquella confusión de los descendientes de Noé fue tan grande y obra tan heroica
que dice Diosm: Venite, descendamus et confundamus [33r] linguam
eorum19; como quien parece pone acá tanta fuerza en hacer y salir con
una cosa que, aunque es uno solo el que la hace, dice "vamos y acabemos
con esto", que es decir que, si solo no bastara, procurara hacerse veinte
para todos veinte acudir a ello. ¡Sancto Dios!, que aborreces tanto pensamientos
altivos y presumtuosos que, siendo un Dios, todas tres divinas personas se
invocan para tal inpresa y confusión; y si no fuera más de una persona, y el
destruir los soberbios pidiera muchas, ésa era ocasión en que el mismo Dios
hiciera sus diligencias para hacerse muchos y no dejar de salir con
taln obra.
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8. Lo
segundo que, digo, me parece tenía la Virgen delante, cuando dijo deposuit
potentes de sede,20 fue a Lucifer y a sus secuaces, que son los que,
estribando en sus fuerzas, quisieron hacer guerra a Dios y levantar su silla a
lo más alto; lo cual le dio tan en cara al mismo Dios que, con ser el cielo
lugar de paz, se volvió de guerra y tomaron la causa los ángeles buenos y
humildes, y no pararon hasta limpiar el cielo de tan mala canalla21. Y
ésta tanbién fue obra poderosa y grande, señalada como si fuera de todo el
brazo de Dios, el cual Su Majestad ofrece para deponer y bajar a los soberbios,
porque según son de soberbios, parecerles ha que para ellos el dedo y mano de
Dios es poco. Pues vivan desengañados, dice la Virgen, que si para deponerlos y
abajarlos fuera necesario todo el brazo poderoso de Dios, allí lo tiene y para
eso lo guarda: Fecit potenciam in brachio suo, dispersit superbos mente cordis
sui, deposuit potentes de sede et exaltavit humiles22.
9. Lo
tercero que esta bendita Señora tenía delante de los ojos cuando dijo estas
palabras era lo que en tan breve le había pasado con el ángel y con las obras
que Dios había usado y obrado con ella: de hacerse hombre en sus entrañas.
Cuando ella, confusa de la grandeza de la obra y de su pequeñez y bajeza,
encogida dentro de sí, tan llena de temor y vergüenza, tuvo tantos dares y
tomares con el ángel, entregándose por sierva y esclava, pareciéndole que aun
eso no merecía; y con todo eso, vido que la grandeza de Dios, y con el poder de
su mano, tomó carne en sus entrañas y la levantó a tan grandeo dignidad
como era ser madre de Dios, que en sí encierra cierto modo de infinidad. Esto
pasa, Señor, así bajáis los soberbios y levantáis los humildes. Obra es ésta de vuestra poderosa mano.
Más veía la
Virgen: que por esta obra de la encarnación y redención del género humano, se
habían de enllenar con humildes las [33v] sillas que se vaciaron de los ángeles
soberbios, y que esta bajeza de los unos enllenando las sillas vacías con los
otros no le había de costar a Dios menos que morir en una cruz. Esta obra es
grande, y tan grande que todo el brazo de Dios ha menester entender en ella:
Fecit potenciam in brachio suo.
10. Concluyamos con decir que en la casa de
Dios los humildes son los ricos, ésos los levantados, ésos los prosperados,
porque, si como hemos dicho, en este mundo son pobres, allá ricos; si aquí
abatidos, allá levantados; y si aquí desnudos, allá vestidos de gloria; y si
aquí desconocidos, allá alabados. ¡Dichosa humildad, gloriosos abatimientos y
mill veces dichosos los frailecillos descalzos que, habiendo desnudado los
cuerpos de todo lo que es honra y contentos, desnudan los corazones de propios
pensamientos para que por ese camino tengan ojos claros y vean en Dios grandes
cosas, las cuales tiene para se las entregar cuando de este mundo salgan!
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