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CAPITULO 12 - En que se satisface de las digresiones que
se hacen en este tratado. Y cómo al humilde todo le viene a pelo en materia de
bien, honrándolo Dios, y en materia de mal por lo mucho que él desea padecer
por el mismo Dios
1. El hacer tantas digresiones y el tener
deseo de proseguir un intento siempre, o que por lo menos las cosas a que me
divierto sean hijos legítimos del principal intento, me hace fuerza a repetir
muchas veces lo que en el principio de algunos capítulos pasados he propuesto,
particularmente cuando no se ha enllenado con todo lo que pide o se pretende
decir. Confieso que, cuando las cosas están desencuadernadas y fuera de su lugar,
por buenas que sean parece que nos obligan y convidan a que les ayudemos a
llorar el haberlas traído arrastrando y de los cabellos. Y es muy ordinario
cosas graves y de peso, con la fuerza que se las hizo sacándolas de su propia
casa y dándoles la ajena fuera de propósito, traerlas desmelenadas y
descompuestas, parecer y postura que afea harto a la dama más hermosa. Denos
Dios su gracia y piedras labradas con su mano para que este edificio que
fabricamos y casa que componemos a la humildad, salga tal que todos gusten y
quierana vivir en ella.
2. Una cosa
les sé decir: que aunque los humildes son pequeños, les fabrica Dios [34r] una
casa tan grande que ninguna cosa buena y de premio les puede venir a pospelo ni
fuera de propósito. Como en las fábricas de los grandes palacios, que ningunos
materiales se desechanb, que lo que no vale para la antepuerta valdrá
para los sobrados o trascorrales. Y es cierto para el humilde, según son
grandes los deseos y afición que Dios le tiene, nada parece que le sobra, sino
que todo el mismo Dios ha menester ser quien es para ser premio y paga de los
que de veras se humillan.
Y aunque sea de paso, quiero notar lo que san Pablo dice
de Cristo tratando de su humildad y de la paga que de parte de su Padre
correspondió a aquella humillación. Dice pues en la epístola [a los
filipenses]: Humiliavit semetipsum dominus Iesus obediens usque ad mortem,
mortem auten crucis. Propter quod et Deus exaltavit illum, et donavit illi
nomem, quod est super omne nomen1. Donde quiriéndonos dar a entender la paga tan sin término y sin
medida que da Dios al humilde, dice que Cristo se humilló obedeciendo hasta la
muerte y muerte de cruz, pero a la exaltación no le pone fin ni término. Como si dijera:
aunque es verdad que las obras de Cristo fueron infinitas y de infinito valor,
en cuanto a la execución, obra y ejercicios, su término tuvieron y se acabaron,
fueron obras puntuales; y aunque es verdad que los méritos de su vida y muerte
duran y durarán para siempre sin fin en su efecto, pero Cristo
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jam non moritur2, ya murió y no muere. Digo yo
que esa muerte que entonces fue puntual nos la dio dilatada y tirada en el
sacramento del altar, para que siempre la tuviésemos fresca delante de los
ojos. De suerte que aquellas obras que Cristo hizo entre nosotros, tuvieron su
ejercicio mientrasc vivió, y llegaron hasta la muerte. Así dice san Pablo que Cristo se humilló
hasta la muerte y muerte de cruz. Allí tuvo su remate y fin su abyección, su
desechod y desprecio; y por eso su Padre lo levantó y le dio nombre
sobre todo nombre. ¿Hasta dónde lo levantó? ¿Y hasta dónde llegó ese nombre,
glorioso Pablo? No tiene hasta dónde, eso no tiene fin, paradero ni remate.
Levantólo; considerad vos todo cuanto quisiéredes y pudiéredes, más lo levantó;
y más que cuantos nombres hay, puede haber y se pueden imaginar, más sube su
nombre y más alto vuela [34v] y más sube, sin hallar el apóstol, con tener
tales ojos, dónde llega su exaltación.
Todo esto
para nos dar a entender que el humilde, en su humillación, tiene fin, y que ya
se sabe dónde puede llegar su desprecio y abatimiento así de parte de la
grandeza de la obra como de parte de la duración del tiempo, pues no puede
pasar de la muerte ni puede ser mayor que despreciar y dar la vida, y mill que
mill tuviera, por su Dios. Pero el premio y paga que da Dios a los humildes,
ése no se sabe dónde llega, no hay ojos, por de lince que sean, quee
denf alcance a su fin y paradero. Finalmente, nada le sobra de lo que
se le da y de lo que dél dijéremos, y nada en materia de bien le viene a
pospelo ni fuera de propósito ni deja de venir bien.
3. Podría
tanbién ser la causa que, como el humilde es pobre de todas las cosas, todas le
cuadran y vienen bien; como si a un pobre desnudo le diesen un vestido, sea del
tamaño y color que fuese, no puede dejar de venirle bien y ser aquélla la color
que buscaba y había menester; y fuera yerro preguntarle al pobre si tomaría un
sayo chico o si fuese grande, grande o blanco o colorado, o de frisa o paño,
seda o brocado. Todo le cuadra y viene bien al cuerpo desnudo, que es lo que
por otro refrán decimos: que a buena hambre no hay pan malo. Está el humilde
tan desnudo de su interés que, si lo visten de injurias y afrentas, ésas le
cuadran y vienen bien; si lo maltratan y desprecian, parece que esos malos
tratamientos le vienen nacidos y que para él se hicieron según los lleva con
paciencia y sufrimiento; si lo alaban y honran, ése es el vestido que
Diosg le corta y mide a su talle y proporción, contentándose con lo que
Dios en él obra. Finalmente, es un divino camaleón, que se vuelve del color que
Dios es servido de tratarle, sin que haya color para que en él no se halle buen
color y gana para lo recebir.
4. Según esto, si en los intentos
principales que llevamos nos divirtiéramosh algo y el que lo leyere,
[si] leyere algunas digresiones, no
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las tenga por fuera de propósito [35r], pues al
humilde todo le cuadra y viene bien, sea sayo chico o sea grande, sea bien o
mal guisado, que en él hay hambre y vacío para todo sin que nada le parezca pan
malo en materia de humildad. Como Cristo en el aprenderla nos remitía a sí sin
nos querer dar otro maestro3, en él hallamos y hallaremos exemplos de
todo lo que quisiéremos, siendo el más humilde de todos los humildes. Llama manjar, comida
y pan floreado a sus trabajos y penas, azotes y muerte de cruz. El propio lo
dice por san Juan, cuando sus apóstoles y discípulos fueron a Samaría a comprar
de comer; cuando lo trujeron y le pidieron que comiesei,
respondej (Joan. 4k): Ego cibum habeo manducare quem vos
nescitis, yo tengo otro manjar que vosotros no sabéis. Dudaban los apóstoles si
alguien le hubiese traído de comer, entonces les declaró Cristo el misterio
diciendo: Meus cibus est ut faciam voluntatem eius, qui missit me, ut perficiam
opus eius4, mi comida es hacer la voluntad de mi Padre y el perficionar
la obra para que me envió. Esta
no se perficionó y acabó hasta que, dando su spíritu a su Padre en la cruz,
dijo: Consumatum est5. De manera que, según esto, sobre la comida y
pan que los discípulos train de Samaría, es pan floreado el padecer por el
hombre, pues, entre los dos platos, aquél desecha y éste escoge.
Tanbién llama clara al corriente y caudall tan
turbio de tantas injurias y afrentas como en la cruz le decían6,
puesm, habiendo caído sobre él tanta lluvia, dice que tiene
sed7 y quiere más y más padecer por el hombre. ¡Oh, sancto Dios!, que
tus fiestas, tus paschuas, banquetes y comidas los libras y pones en afrentas y
trabajos de que no te ves harto, como si vinieran muy bien guisados, por ser el
deseo tan grande que tienes de padecer por el hombre que nada te satisface ni
enllena las medidas de ese amor encendidíssimo que arde en tu pecho. ¿Cómo,
Señor mío, con tal exemplo ha de haber pan malo para el humilde y para el que
de veras te quiere y desea imitar? ¿Cómo ha de haber ropa o vestido que no le cuadre, color que no le
diga?
5. Pues
en satisfacer a nuestras digresiones nos hemos detenido en este capítulo,
cerrémosle con pedir a todos nuestros hermanos, que pretenden alcanzar esta
humildad: que, si la quieren tener y encontrar con ella, ensanchen el corazón
[35v] y alarguen el paso para retratar en sus personas un Cristo crucificado,
hambriento por padecer, sediento por sufrir. De suerte que, por mucho que los desprecie
el prelado, riña o reprehenda, sea tan grande su sed y deseo de padecer que
nada llegue ni satisfaga. Sean sus vacíos tan profundos que en ellos todo se
hunda, y nada parezca para decir o contar por injuria o trabajo que les haya
sobrevenido. Siempre pidan más padecer, más sufrir, y estén ciertos
que, por mucho que pidieren y les viniere,
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nada llega ni llegará [a] aquellos premios eternos,
como dice el glorioso Pablo: que non sunt condignae pasiones huius temporis ad
futuram gloriamn8. Alégrense que, si a golpes y ao
martilladas los engrandecen y ensanchan, como el platero la plancha de oro,
grande es el sayo y vestido que Dios les tiene aparejado, pues, acabándose en
este mundo y en esta vida sus abyecciones, sus premios durarán por los siglos
de los siglos. Amén.
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