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CAPITULO 14
- Cómo el verdadero religioso debe buscar esta humildad y por qué caminos y con
qué medios la hallará. Y cómo, cuando más deshecho el humilde, más rico porque
entonces tiene a Dios
1. ¡Oh, padres y hermanos míos, los que
tratamos de oración y decimos que meditamos y contemplamos dos [o] tres horas
cada día, cómo me temo no debemos de topar en ella con Dios, sino con nosotros
propios, pues veo que de esa contemplación no salimos deshechos, sino hechos,
pues tan poco se ve crecer esta humildad y este deshacernos y anichilarnos! Diráme un religioso
que no sabe cómo deshacerse, más que ponerse en el officio y estado en que está
de fraile descalzo, desnudo y pobre. No quiero yo añadir a la humildad más
cosas exteriores, aunque pudiera ser hallara entre nosotros hartas cosas que le
poder ofrecer y que el mismo Dios las estimara y a la humildad le vinieran a
pelo. No quiero yo
decir que en el aprecio del mundo fueran cosas grandes; basta que lo fueran en
los ojos de Dios. Y si estimó y apreció sobre grandes thesoros [39r] el
cornadillo de la vieja pobre1, no haría menos si el religioso pobre, no
tiniendo qué le ofrecer sino un solo alfiler, ése le dejase y de una pequeña
niñería que tuviese en la celda se desapropiase. Que, si al tahúr por pobre que
sea no le falta qué jugar, al que quiere y gusta de ofrecer algo por Dios, de
entre su pobreza hallaría la manta de la cama y el pedazo de hábito roto. No es
éste encarecimiento, pues no lo fue para Martín dar a Dios en limosna su media
capa.
2. No trato ahora de esas limosnas y
ofrecimientos de cosas exteriores. Del interior trato, el cual por pobre que
sea siempre lo hallaremos rico de pensamientos, de que con veras nos podríamos
cada día desnudar para ser más humildes. Porque este nuestro corazón siempre
brota y produce cosas nuevas de que, desnudándolo, a él le haríamos provecho, y
a Dios servicio, y a la humildad cortesíaa. Y eso que le parece
poquedad, así en lo interior como en lo exterior, no lo desprecie, que en mucho
lo estima Dios. No desprecia un príncipe y rey un ramillete de flores
entretexidas con hierbas ordinarias, aunque él sea poderoso y en su casa se
hallen otras mayores riquezas, antes lo recibe y guarda, estima y agradece. De esa
misma suerte hace Dios con la cortedad de nuestros bienes: que, tiniéndolos Su
Majestadb en sí tantos y tan grandes y fuera de sí en sus escogidos,
los nuestros los precia y en tanto grado que, siendo como digo ellos en sí de
poca consideración y como unas flacas florecillas, los llama piedra preciosa,
la cual hallada, convoca [a] sus amigos que le den el parabién2. Bien es y summa
felicidad del hombre que a Dios se le vayan los ojos tras las spiguillas que le
ofrece
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Abelc de sus sembrados3, y que esos
pensamientos cortos de tu corazón los estime Dios y tenga por ofrenda de
inmensa consideración.
3. Según
esto, no hay más que de aquí adelante te sientes, hermano, muy de espacio y de
tu jardín y güerto cercenes y cortes flores de pensamientos y propósitos, y los
vistas y acompañes con las hierbezuelas que lleva este tu hombre exterior,
aunque sea la jarra de agua que dejas [39v] de beber por amor de Dios, los
piojos que dejas de quitar y la commodidad en el asiento que podías tener. Todo
esto trai la humildad consigo: no tener nada propio que sea suyo; de todos los
bienes, gustos y commodidades se desnuda y ofrece a Dios, gustandod de
quedar tan pobre que nada conozca en la casa que vive.
Estoy por decir y así lo digo que esto es dar algo y
dejar poco para tener mucho y poseerlo todo, porque si el humilde de esas
poquedades se desapropia para tener posesión y propiedad en el mismo Dios, todo
lo tiene pues Dios es todas las cosas. ¡Oh, qué sciencia y qué gramática ésta
del humilde, de tan pocos sabida y sólo de este corazón solo y humillado
entendida! Dice el
humilde que, por no merecer tratar con Dios y por ser indigno de ese bien, se
arroja en una profundidad y abismo de la nada; y por ahí no sólo no se desvía
de Dios, sino se allega y acerca. Por un exemplo lo entenderemos: consideremos
un hombre que está en el centro y mitad de la tierra, que toda ella está
cercada del cielo por igual proporción, y que este hombre dijese: "Yo no
quiero subir hacia arriba, o porque no puedo o porque no quiero, sino bajar
hacia abajo, que me es más fácil". Pues pregunto yo: si el cielo por todas
partes está con igual proporción y distancia del lugar en que este hombre está,
por ese camino por do baja, ¿por ahí no se acerca más al cielo? No quiriéndose
acercar por la parte que le había de costar grande trabajo, se acercó por la
parte que le fue fácil, sí por cierto. Esto propio le pasa al humilde, que por
todas partes está cercado de Dios: que considerándose indigno de subir y ser
levantado, se humilla y se baja en sus pensamientos hasta un abismo de nada, y
por ahí se acerca más a Dios. Aunque por sus peccados se considere en el
infierno, quia si discendero in infernum, ades4; allí halla a Dios. Y
el que por su humildad no lo quiso en la exaltación, en que le había de costar
summo trabajo, lo halló con facilidad en el abatimiento.
4. Esta es
la gramática [40r] que digo yo nunca acabamos de percebir en tantos años como
ha que nos llamamos religiosos y andamos a la escuela donde se apriende y
enseña. Toda la cual consiste en bien declinar, bajando el gargo y cresta de
nuestro orgulloso natural, y en bien adjetivar y juntar: nuestra nada con aquel
piélago de ser y poder de Dios, nuestros peccados con su misericordia, sus méritos
con su justicia, nuestra ignorancia con su sabiduría. Que de tal junta y
concordancia
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nace una verdadera declinación por todos los casos sin
que en ninguno falte o yerre el que de veras así ajetivare. Porque de esa junta
le nace saber que el nominativo, que es la persona que hace y obra en él todo
lo bueno, es Dios de quien son todas las cosas, y él entre ellas, que es el
genitivo; y que de esa junta nace un amor verdadero entre Dios y el que con él
se junta, de suerte que Dios se le communique y dé con una particular
influencia, que es el dativo; donde el humilde cobra fuerzas para padecer, que
es el acusativo, y atrevimiento para lo invocar y llamar, que es el vocativo; y
como persona que aquí se ve tan rica y prosperada de bienes ajenos, le nace el
desapropiarse de los propios, aunque sean de summo valor, que es el ablativo.
5. ¡Oh, dichosa gramática, dichosa junta y
declinación, en la cual, bajando, un hombre se junta con Dios y junto lo tiene
todo sin que nada le falte! Ea, mis hermanos, de hoy en adelante nadie se haya
pobre para con Dios, desnúdese de cuanto tiene, ponga los ojos en un Bartolomé,
que, no tiniendo ya qué dar, dio el pellejo y vestido interiore; no le
faltará otro de gracia y gloria a quien esto hicieref. Rompa ese
corazón, déselo a pedazos, que ése quiere Su Majestad y tras ése anda y así lo
quiere, como dice el propheta Joel: Scindite corda vestra et non vestimenta
vestra5; no quiero lo de fuera si lo de dentro se queda entero. El
corazón rompido y contrito bien lo recebirá Dios y tomará, como denantes
decíamos, la media capa de Martín, la manta vieja y pedazo de hábito en que
envolverlo [40v] y guardarlo como reliquia y cosa de precio y de valor. Esté
consoladíssimo cuando así esté deshecho el religioso, porque entonces está más
rehecho; cuando más bajo, más levantado; cuando más sclavo, más rey; cuando más
pobre, más rico, hasta hacerse señor del mismo Dios, porque de eso lo hace
digno el hacerse él siervo.
6. Del maná dice la Scritura, Exodi 16, que
el maná, cuando lo hería el sol, seg deshacía y deshecho se volvía
gusanos6. Eso tiene el humilde que, alumbrándolo Dios y hiriéndolo con
sus rayos como sol de justicia, lo deshace y, deshecho, se hace Diosh
su siervo y amigo y gusano. A todo eso llega la humildad, a convertir a un
hombre deshecho en un Cristo crucificado que se llamó gusano7. Que
parece anda Dios con el hombre a porfía, porque en materia de humildad no
quiere que nadie se la gane y que, siendo él el quei enseña y lee estas
liciones, no quiere que sea el discípulo sobre el maestro8. Y si el
justo se deshace y, deshaciéndose, se hace siervo y sclavo, en medio de esos
derretimientos halla el humilde al mismo Dios tan humillado por su bien que lo
halla hecho gusano hollado y pisado en un madero. No quiere que el humilde se
le vaya por pies. Que, aunque el gusano no los tiene, tiene una cosa buena: que
su madre es la tierra y no se le conoce padre. Y si el
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humilde lo que más puede bajar es hasta no hallar en sí
cosa que no sea tierra, en esa consideración de tierra ahí tiene Dios su
nacimiento, sin industrias ni presumciones de alguna altivez que en el hombre
haya que sirvan de padre, quiriendo atribuir el hallazgo de un tan summo bien a
su industria o diligencia.
7. Si la humildad no tiene alas para
volar, levantarse y engreírse, tampoco las tiene el gusano para absentarse, y
así Cristo y los humildes andan siempre juntos. ¡Dios mío y todas mis cosas!,
que quien todo lo dejó por el mismo Dios, bien es que el mismo Dios, que es
todo, todo sea del humilde. Dios, por quien es, nos dé el conocimiento de esta
virtud, el procurarla, el tenerla, para que por ese camino alcancemos lo que
deseamos, pretendemos. Aménj.
[41r] Jhs. Mª
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