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CAPITULO 15
- Del grande bien que tiene el alma que tiene humildad. Y cómo Cristo reservó y
guardó para sí el ser maestro de ella
1. Puesto
caso que mi intento no haya sido hablar de propósito de la humildad, no sé yo
qué pueda ser la causa que no acierto a desasirme de tratar de ella, siquiera
por palabras, las cuales es fuerza queden tan inperfectas como lo es tratar de
la cosa que no se tiene, se sabe o se conoce qué sea, siendo ella una virtud a
quien no es posible los ojos del hombre le den un alcance, de suerte que,
mientras más bajan a buscarla, más se baja ella a esconderse. Y si con alguien
se topa, buscándola a ella que nos risponda, estemos ciertos que no es la
humildad, porque donde ella está no puede haber presumción de que hay humildad.
Es un pozo
hondo y es un mar sin suelo, en quien el quea nada, siempre es nada y
jamás halla suelo firme sobre quien pueda fabricar cosa alguna. Y siendo la
humildad un ser el hombre nada, es ella una virtud tan grande que todo lo puede,
todo lo alcanza y posee, según en los capítulos arriba queda dicho. Sobre esa nada del
hombre y grandeza de esta virtud es sobre quien se asientan y toman firme
fundamento todas las demás virtudes1; y donde ella no vive, las demás
no habitan, y donde ella se deshace las demás se destruyen. Acá solemos decir que el humo es el que
echa al hombre de su casa; y al soldado más fuerte con humo se rinde. Vuelta
esta virtud en presumción y soberbia, deshecha y vuelta humo, las demás
virtudes se salen de casa
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y el mismo hombre por fuerte que sea se rinde y sujeta a
los vicios más viles y apocados de cuantos hay en el mundo.
2. Humo, soberbia
y presumción echó los ángeles del cielo y, si ellos no salieran, Dios les
dijera el lugar, quia non abitabit in medio domus meae qui facit
superbiam2. No puede sufrir David tal humanarices, y dice que, por
quien él es, que en su casa no tenga vivienda el que hace soberbia, el que
enciende fuego y hace lumbre, el que tiene necesidad de grande chimenea para
que se desahogue la casa. Donde
se note que, para llamar a uno carnal, le llaman deshonesto, al que mata,
homicida y al soberbio no le llama aquí David soberbio, sino "el que hace
soberbia".
Pues
pregunto yo: ¿soberbia cómo se fabrica y se hace? Digo que entre todos los
vicios éste se hace y jamás se acaba; que el deshonesto y el homicida, cumplida
su voluntad y en alcanzando lo que desean y pretenden, ya acabó su officio;
pero jamás acaba el del soberbio. En empezando a entrar la soberbia en un
corazón altivo, siempre está martillando y fabricando: Superbia eorum qui te
oderunt, ascendit semper3. Siempre el altivo sube y se levanta sin
hallar término ni fin a sus pretensiones. En ellas es como el pinctor que, como
cada día se va más perficionando en su arte y aprendiendo más, [41v] jamás pone
en la imagen que pincta: Fulano me fecit, sino Fulano faciebat; no ponen los
pinctores en la tabla que pinctaron: Fulano me hizo, sino Fulano la hacía, que
fue decir: aunque os parezca bien esa imagen, mejor la hará el dueño si
tornárades a le encomendar otra semejante. Así es el soberbio, que jamás en su
arte llega con la obra adonde pasan sus pensamientos y deseos. Así siempre
hacen y siempre trabajan, piensan y fabrican en ese officio; de suerte que si
os espantare ver la solicitud, cuidado, enredos y enbustes con que alcanzaron
una dignidad, advertid que, como gente que en su arte se va cada día más
perficionando, mañana, si se les ofrece otra ocasión semejante a esa, harán
mayores tramas, urdimbresb, engaños y enbelecos. Y eso es decir David
que el que hace soberbia y el que habla cosas inicuas no había de vivir en su
casa.
3. Y adviértase
lo segundo: que a la soberbia le arrimó el hablar iniquidades, porque, así como
al humilde le atribuimos el silencio y la cortedad de palabras, de esa misma
suerte al soberbio se le atribuye la locuacidad y la iniquidad y quintaesencia
de la maldad en sus palabras. Lo cual bien al vivo se vido en Lucifer y sus
secuaces: que, en el punto que entró este vicio y se apoderó de ellos, al
instante dieron en hablar blasfemias y palabras contra Dios4. Estos son
los que Dios no consiente estén en su casa, sino que su propia presumción y
humo los eche de ella. Yc ésta fue la que destruyó y deshizo las demás
virtudes, dones y gracias sobrenaturales que Dios había puesto en ellos, y aun
quien
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cercenó y cortó las alas a los dones y gracias
naturales, y quien de ángeles de luz hizo demonios de tinieblas, y quien de
cielo hizo infierno perpetuo; quien del primer parto parió demonios y para
tales hijos y tal madre se le acommodó para su regalo cama de fuego para
siempre, y de segundo parto de que se enpreñó en el paraíso parió y formó
monstruos tan desproporcionados que quiso juntar un terrón de tierra con la
sabiduría de Dios y saber lo bueno y lo malo. Produjo esta mala hierba spinas, abrojos, necesidades, hambre,
cansancio, etc. Es quien descompuso y desordenó el mundo y quien al hombre lo
desencuadernó, de suerte que, como dice David, no se hallará paz hasta entre
los propios güesos del hombre5. Pues así como la soberbia es principio
y origen de todo peccado, principio y origen de toda miseria y pena, de esa
misma suerte la humildad es el cimiento, el fundamento, la casa y estabilidad
de las otras virtudes, y ella propia tiene su fundamento en el mismo Dios, de
cuyo conocimiento le nace al hombre el echar de ver cuán nada sea.
Ahora pues,
si la humildad tiene su fundamento, casa y morada en la [42r] presencia del
mismo Dios, ¿quién irá a buscar esta virtud en tal fundamento y en tal casa,
que una y mill veces no se pierda a sí de vista y se divierta de lo que va a
buscar, hallando en la grandeza de ese Dios infinidad de atributos y
perfecciones, que la menor de ellasd no requiera otro entendimiento y
conocimiento mucho más alto que el suyo para descubrir un algo de lo mucho que
allí está encerrado?
4. ¡Oh, qué gran cosa si de esta manera
nos perdiésemos en Dios!: que perdiéndonos a nosotros mismos de vista, a
nuestras virtudes, cosas, hallásemos a Dios; o si yo buscando palabras para
descubrir la humildad, me topase con Dios y en él hiciese mi asiento, y
quiriendo enseñar quién es la humildad para que la buscásemos,
enseñasee cómo hemos de hallar a Dios, que ése es el atajo y el camino
cierto y derecho para hallar humildad. Y el que pensare ha de topar con ella
sin encontrarse con Dios es muy ignorante, porque como Su Majestad sea un
abismo de perfecciones y un depósito de todo lo bueno, aquí hemos de acudir a
que Su Majestad nos comunique lo que tanto inporta.
Esto es en
tal manera que, habiéndonos Dios dado para otras virtudes maestros diferentes,
para ser humildes no, no nos quiso remitir a nadie, sino que su propio Hijo
quiso fuese nuestro maestro6. Y así dice él propio por san [Mateo]: Discite
a me, quia mitis sum et humilis corde7; deprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón. A su eterno Padre puso por exemplo del amor de los
enemigos (Mat. 5f): Ut sitis filii Patris vestri, qui in celis
est8. A Abrahán por dechado de buenas obras (Joan. 8g): Si
filii Abrahe estis, opera Abrahe facite9. De la confianza en
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Dios, puso a las aves del cielo para que nos la
enseñasen, diciendo que sin sembrar ni coger ni sperar a los tiempos ni al
agua, Dios las apacienta y sustenta, y ninguna de ellas muere de hambre (Math.
6): Videte volatilia celi, quae neque serunt neque metunt neque congregant in
horrea, et Dominus pascit illa10. Del día del juicio y sus señales,
puso a la higuera: Ab arbore fici discite parabolam (Math. 1411 [sic]),
y [a] Salamón12. De la prudencia, a la hormiga, que en el verano con
tanta solicitud puebla y enllena sus trojes para el invierno (Proverbios 6):
Vade, piger, ad formicam13. Pero en caso de humildad no nos remite a
nadie, sino que lo reserva para sí: Yo sólo por mí quiero ser vuestro maestro
de humildad y que me tengáis por vuestro dechado, que importa mucho que salgáis
buenos discípulos de esta virtud.
No importa
poco el remitirnos a sí para aprender y saber algo de esta virtud. Ver aquella
majestad y grandezah de Dios, en cuya comparación no hay monte, por
enpinado que sea, que no se humille, no hay cedro tan alto, que dé con sus
ramas en el cielo, que no se abaje, no hay gigante que no sea hormiga y quede
desecho. Aun acá lo vemos: que una mujer hermosa a otra que no es tanto la hace
fea, y un hombre grande a otro menor lo hace pequeño. Pues ¿qué será el hombre
junto, pegado y cotejado con Dios? [42v] ¿Lo que es tan nada por tantas partes
como el hombre, con quien es un Dios tan infinito por cualquier parte que el
hombre lo considere? Todas las cosas de la tierra, dice el propheta [Isaías],
conparadas con Dios, [son] como si no fuesen14. Pues ¿qué será un
hombre solo y tan solo como es el que de su cosecha nada tiene que de
consideración sea?
5. ¡Oh, Dios
inmenso e infinito, y qué bien dices que vayan los hombres a aprender así
humildad y a conocer y ver cuán pequeños y nada son! Esi Dios una medida tan sin medida
de nuestra pequeñez que jamás el hombre acaba de entender lo poco que sea, si
no es cuando con una consideración entra en este abismo de ser, y en este mar y
piélago profundo de infinitas perfecciones. ¡Oh, qué lejos anda
de este tanteo y cercanía quien piensa que es algo! ¿Por qué el rústico se
estima y piensa que es rico y rey en su aldea? Porque no salió de ella ni entró
en la corte; que si fuera do está el rey con sus grandes, procurárase esconder
debajo de los poyos y bancos do esa gente se arrima y ahí estaría temeroso si
los alabarderos y gente de guarda lo habían de echar a palos. No considera el soberbio quién es Dios, no
le pasa por la imaginación entrar por esos cielos con el pensamiento donde como
en corte habita Dios con sus grandes, y así piensa que es o que sabe algo
siendo nada y sabiendo menos que nada pues no conoce a Dios.
Entre los demonios, decimos que Lucifer es grande y el
mayor; y entre los malos y peccadores el soberbio es a quien llamamos el
supremo,
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pero entre los buenos es nada, es escoria, es risa y,
por mejor decir, demonio.
Entra Cristo en el barco de Pedro; y de verle obrar y
hacer una maravilla en la mar, da voces y dice que se vaya de entre un tan
grande peccador15. Que se afrenta el justo y no sabe dónde entrarse
cuando se ve o considera en presencia de tal Dios y de tan grande Majestad. Que
fue el asombro que en el lavatorio de los pies tuvo el mismo Pedro cuando dijo:
"¿Tú, Señor, me lavas a mí los pies?"16. ¡Oh, qué humildad
apriende Pedro, viendo susj pies pobres junto a manos tan ricas, pies
tan llenos de polvo con manos tan llenas de cielos! Acerquémonos a Dios y
estemos ciertos que de esa cercanía hemos de aprender grande y profunda
humildad, como el mismo Cristo nos convida diciendo: Discite a me17.
6. Digo lo segundo, que es de grande
importancia el considerar esta virtud en el mismo Cristo, para que nosotros la
aprendamos. Cuando [43r] entramos en una güerta y vemos que la fructa no está
muy madura, echamos mano de aquella que picó el pájaro porque la tenemos por
más sazonada. Esta virtud en el hombre nunca jamás acaba de madurar, de suerte
que, si por una parte lo miramos y nos parece humilde, por otras muchas lo
hallaremos hombre. Sólo en Cristo esta virtud llegó donde había de llegar. Allí la hemos de
coger, y de él debemos aprender como de verdadero maestro; que las cosas que
tomó a su cargo y entre manos las perficionó y acabó, de suerte que de allí no
pudieron pasar. Que él propio en muchos lugares dice, donde, haciendo mención
de las obras que su Padre le había encomendado, al hacer llama perficionar,
acabar y consumar18.
Ahora pues, si fuésemos a la plaza a comprar alguna cosa,
llano es que entraríamos en la tienda del mayor mercader y tratante en aquello
que habíamos de comprar, en casa del mejor maestro y official de lo que
buscamos, porque no nos engañen, como se dice, por nuestros dineros. Siéndonos
pues tan necesaria la humildad que sin vestirnos de ella no entraremos en el
reino de los cielos, como Cristo dijo cuando, puniendo un niño en medio de sus
apóstoles y discípulos, les dijo que si no fuesen como aquel niño no entrarían
en el reino de los cielosk19. Aunque en esta virtud han tratado
y tratan los sanctos, pero no tan grandes maestros que su humildad no haya
tenido algunas quiebras y roturas, como vimos en los apóstoles que, siendo
ellos tan humildes y bajos, trataron de mayorías y dignidades20; sólo
en Cristo está esta virtud en su puncto y en sus cabales, el que la supo
sazonar y llegar donde debía, el que, siendo Dios verdadero tan grande y tan
rico de bienes, semetipsum exinanivit, formam servi accipiens21, se
vació quedándose Dios entero y se humilló hasta llegar a tomar forma de
peccador. Y
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así convino que se humillase, puesto caso que él sólo
quiso ser nuestro maestro en esta virtud, que en ella fuese un marl
profundo sin suelo, para que el más humilde que aquí llegase a aprender no
hallase cabo de lo que pretendía y deseaba.
Seas tú, Dios mío, bendito, que acá en las scuelas y
universidades se pelean por oír de buen maestro y aprender de hombre docto; y
siendo tú, Dios verdadero, la sabiduría del eterno Padre, el que enseñas esta
virtud, no veo, en el aula y estudio donde se lee, oyente que de consideración
sea; y si hay quien oiga, no hay quien aprienda, obre o repita una lición de
tantas como en esta materia leíste en el discurso de tu vida.
7. Sólo
hallo por discípula verdadera a tu benditíssima Madre, la cual ve tus obras y
oye tus palabras, todas ellas las apriende y guarda [43v] en su corazón, como
dice san Lucas22: que asentaba aquello que en Cristo veía como piedras
fundamentales en su corazón, sin dejar perder nada, para ella fabricar otra
casa de humildad a la traza que en su hijo veía; y no sólo las guardaba sino
las confería: Conferens in corde suo23. Conferir, entre estudiantes,
quiere decir pasar lo que han oído, repetirlo, cotejarlo y hacer comparación.
Pues, habiendo nacido el Hijo de Dios en un pesebre desnudo, helado, llorando y
sujeto por querer y por nuestro exemplo a las leyes de los peccadores, viendo
pues la Virgen tales obras, dice que todo lo guardaba en su corazón y lo
confería. Y como dice el divino Crisóstomo, Homilia de Nativitate Domini ex
Luca, thomo 2: porque era sancta y había leído las sanctas Scrituras y entendía
los prophetas, cuando en ellos hallasse scritas extraordinarias grandezas de su
hijo y por otra parte lo viese tan pobre y humilde, estaría confiriendo y
haciendo comparación, cotejando y adjetivando lo que había oído de la boca del
ángel y lo que había leído en los prophetas con lo que delante los ojos veía y
tenía24. Si el ángel dijo: Quod nascetur ex te sanctum, vocabitur
filius Dei25, sancto y Hijo de Dios y circuncidarse; grande que no cabe
en los cielos y estrechado en un pesebre; cercado de millares de ejércitos de
ángeles y spíritus divinos, y aquí acompañado de animales; cercado de gloria
que [en] su casa no cabe y aquí envuelto en pañales; allí grande, inmenso,
infinito, inmortal y aquí niño chiquito, pasible, mortal.
¡Oh, qué lición la que aquí lee Dios tan grande y tan
dificultosa! Esta es la que en su corazón pasa y confiere la Virgen, no porque
la dude ni dificulte porque bien sabía que todo le era a Dios
posible26, pero pásala y confiérela dentro de su corazón por el asombro
y admiración
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que le causa ver un sustantivo como su hijo, que todas
las cosas sustenta y encierra en sí, ver que en la lición de humildad que lee
se declina en compañía de cosas tan bajas. De suerte que, conviniéndole los
casos de la declinación muy diferentemente que en el capítulo pasado decíamos que
los declinaba el hombre, todos le convienen: el nominativo por tener ya nombre
de niño pequeño el que es tan inmenso y grande; el genitivo por ser ya nuestro
y de los peccadores el que era señor de cielos y tierra, se ha hecho nuestro
siervo; y siendo él para quien son las alabanzas de cielo y tierra, ya para Su
Majestad se guardan las injurias y afrentas, gustando él de padecer y morir por
los propios que le crucifican, que son los dos casos [44r] y de dativo y
acusativo; y siendo el mismo Dios, haciéndose hombre, se quiso hacer nuestro
abogado e intercesor rogando a su Padre por los hombres27, que es el
vocativo; naciendo y muriendo tan pobre que para el nacimiento tiene un pesebre
y para la muerte una cruz, que es el ablativo. Esto era lo que confería la soberanam Virgen y la lición
que pasaba. Estas declinaciones consideraba cómo bajaban por tales casos, cómo
a su hijo sucedían y habían de suceder.
8. Esta es la lición que ha de aprender y
pasar el que de veras desea ser humilde para que, asombrado de tales
declinaciones y casos, no se maraville ni asombre de lo que Dios le pidiere a
él; ni por grande que sea y sustancia que tenga, no disprecie el trato, junta y
conversación con el pobre. Decline y baje porn diferentes casos y acontecimientos
de humildad, hasta dar consigo en una nada que de sí debe considerar. Considere
que Dios se hizo hombre para juntarse con el hombre, porque antes en nada
convenían. Y tampoco ahora convendrán, si Dios se abaja y el hombre se sube y
se levanta, que mal dice nuestra soberbia con tanta humildad de Cristo, tanto
disprecio de Dios hombre en un pesebre con tanta codicia del hombre que se
quiere hacer Dios, tanta limpieza con tanta deshonestidad. Es necesario, para
que apriendas y aproveches, que concordes tu vida con la de Cristo.
¡Oh,
sancto Dios, y quién podrá decir de tu grandeza abreviada y de la poquedad y
miseria del hombre extendida! ¡Oh, qué hallará el hombre de cosas que enmendar
en sí y que cercenar! Cuando no consideráramos más de lo visible en Cristo y lo
que a los ojos de los hombres obraba, no sé yo quién tendrá cara para parecer
con sus sobradas pretensiones y dilatados pensamientos en presencia de un Dios
tan abreviado. ¡Cristo en un pesebre y el hombre en ricas camas! Coteja,
hermano, y junta: el establo de Cristo con tus palacios; sus mantillas pobres
con tus brocados; su desecho con tu estimación; sus pies descalzos por el suelo
con tu calzado y caballos; sus caminos, solicitud y cuidado con tu descuido y
tibieza; su pan de cebada con tus comidas regaladas. Pues ¿qué, si llegáramos a
la humiliación y abatimiento de cruz, con tu soberbia y presumción?
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9. No sé
qué hombre mira esto y halla su vida tan distante y apartada de la de Cristo, y
vive descuidado guardando cielo y premio que sólo se da a los humildes
verdaderos, como dijo san Agustín In Joanem tractatu 45: Humilis est janua
Christus; qui intrat per hanc januam oportet humiliet se, ut sano capite posit
intrare. Humilis est via. Humiliter per eam, neque superbis equis neque elatis, iter
faciendum est corribus28. ¿Bueno es que sea [44v] la puerta angosta y
humilde, y que quiera el hombre entrar por ella erecta cervice, levantada la
cerviz y enhiesta la cabeza, sin descalabrarse? ¿Que entre Cristo en su reino
inclinando la cabeza en un madero, y que quiera el gusanillo del hombre entrar
levantándola en sus imaginaciones? ¿Que sea Cristo el camino del cielo, y camino humilde, y que
quiera la scoria del mundo caminar por él con soberbia y elación usando coches
y caballos?
Junta,
hermano, tu vida con la de Cristo, aviene la una con la otra, coteja tus
costumbres con sus obras, et fac tibi secundum exemplar quod tibi in monte
monstratum est29. Di, ¿cómo te enseñan? Obra como allí hacen. Y cuando
te veas tan desconforme y tan sin aparencia a la misma verdad, avergüénzate,
confúndete. Y el confundirte sea de aquella manera que dice Dios, Génesis 11,
cuando los de Babilonia quisieron levantar torre que llegase al cielo:
Descendamus et confundamus linguam eorum30, descendamos y
confundámosles sus lenguas. Lo cual fue trocándoles el lenguaje, palabras y
razones antiguas; y con esto no pasó más adelante su pretensión.
Abramos, mis
hermanos, los ojos y advirtamos cómo Dios, viendo nuestro orgullo y
desmesurados pensamientos en nuestras pretensiones, para sólo confundirnos bajó
de su cielo a un pesebre y a morir por el hombre, y muerte de cruz. De esta venida ha de
sacar el hombre confusión y trueco en sus razones y palabras, de suerte que a
la pobreza ya la llame riqueza y, al contrario, a las riquezas, pobreza; a las
afrentas, injurias y oprobrios, que por Cristo se llevan, se han de llamar
honras; a la cruz, gloria; a la muerte, vida; y a la cárcel, libertad. Esta es la lengua nueva que Cristo enseña
viniendo al mundo. Y como dice el divino Agustino: Omnis hujus nativitatis,
schola humilitatis est officina31. Nada hay en el nacimiento temporal
de Cristo que no sea cátreda, scuela y officina donde se enseña humildad y se
confunde nuestra soberbia, para que el hombre aprienda vida nueva, lición
nueva, olvidando lo viejo que del viejo Adán habíe aprendido, desnudándose de
lo antiguo para vestirse del hombre nuevo que es Cristo32. El nos dé su gracia
para que, como debemos, nos aprovechemos de tal maestro y de tales liciones.
Etc.
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[45r] Jhs. Mª
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