- 1035 -
CAPITULO 16
- Cómo siendo nuestro Dios maestro de la verdadera humildad, en su presencia
aprienden todas las criaturas del mundo
1. Dos
o tres principios tiene la humildad, de donde nace y trai su origen, según de
lo arriba tratado se podrá sacar: el conocimiento de Dios, conocimiento de sí
propio y conocimiento de que lo poco o mucho que en él hay nace de la majestad
y grandeza de Dios, que usando de su misericordia quiso comunicar algo de la
infinidad de perfecciones que en él hay. Y aunque es verdad que lo esencial que
en esto puedo decir lo debo ya de tener tratado en los capítulos superiores,
pero con todo eso, como quien a solas y con verdad engendra y produce humildad
verdadera en el corazón del hombre son estas dos o tres cosas, me parece que,
habiendo de tratar de humildad, no acertaría a salir de aquí. Así, el que esto
leyere no debe cansarse si viere con unos propios términos tocar dos veces una
propia cosa.
2. ¿Qué hombre, pregunto yo, abría en el
mundo que, tiniendo solos mill ducados de hacienda, se quisiese tener y jactar
por rico delante de otro que se los hubiese dado de limosna o enprestado de más
de cien mill que tenía de renta? ¿Pues qué, si junto con eso, este hombre fuese
su criado, siervo o sclavo? ¿Y qué si estos mill ducados se los hubiese
dado, no para que los desperdicie y gaste en lo que él quisiese, sino según el
orden que se le diese? Por cualquier parte de éstas que considerase las partes
que él tenía en orden a la riqueza de que se podía gloriar, le harían batir las
alas y bajar las velas para no volar y caminar a la furia de los vientos, sino
por tierra baja. No le suceda
lo que al otro vinatero, de quien se dice en Prado spiritual: que, habiendo
malganado alguna cantidad de dineros a echar agua al vino que vendía, le
sucedió que, llevando su caudal un día al río donde se desenbarcaba algún bajel
o nave de vino, puso su bolsa a la orilla del río mientras contrataba o
compraba; un milano, cuando vido la bolsa de cuero, pensó que era pedazo de
carne, abatióse al suelo y levantóla en alto y, cuando la enpezó a picar,
cuando vido que no era de su manjar, dejóla caer en el río; y así el agua se
llevó lo que era suyo, pues con agua había ganado el tal caudal1.
3. Es recia cosa que, siendo el hombre una
poca de agua vertida que corre al abismo de la nada, como la otra sabia mujer
dijo a David: Quia sicut aqua dilabimur2, quiera el hombre venderse por
vino; y, cuando mucho, por algunas mercedes que Dios le haya hecho habiéndole
con ellas aguado su poquedad y nada, quiera con su soberbia y presumción
venderse por vino puro. Merece este tal que todo el caudal que ha
- 1036 -
adquirido y granjeado en estas ventas y reventas se lo
lleve el milano o, por mejor decir, levantándose él en alto, se le desvare y
deslice la carga y dé con ella en el lugar de cuya es, [45v] y se quede como
denantes estaba.
Hay muchas cosas que se deshacen y exsalan en vapores,
como lo vemos en las nubes que, estando muchas veces que parece que se quiere
el mundo hundir de agua, sopló un poquito de aire cierzo y las volvió y
convirtió en nada; y así muchas veces decimos, cuando las nubes van muy altas,
que no quiere llover porque allí el aire, como está más en su punto, las
resuelve. Y lo propio vemos del azogue, que, echado en el fuego, se vuelve
humo. Lo propio tienen las riquezas y grandezas del mundo: que, si se suben a
lo alto, dan en tan bajo que se vuelven niebla, exalaciones y nada; y si
aciertan a caer en un pecho encendido en soberbia y presumción, se vuelven,
como el azogue, humo. Y aun en el sol lo vemos: que no quiere engendrar y
producir el oro y la plata encima de la tierra, sino en las entrañas más bajas
y escondidas, produciendo encima de ella hierbezuelas y florecillas. Y aun pudo
ser que fuese esto propio lo que dijo David: Ascendit homo ada cor
altum et exaltabitur Deus3. Súbeseb el hombre a lo alto y
húyele Dios, porque donde este sol de justicia produce el oro y la plata de las
virtudes y gracias es en la profundidad del corazón humilde.
4. Este
corazón, cuando está delante de Dios, está tan avergonzado y confuso que, no
hallando dónde se esconder, huye de sí propio y da consigo en la nada;
pareciéndole que allí tendrá más seguridad de muchas cosas de que se le podría
hacer cargo delante de tal majestad y grandeza de Dios estando en sí y en la
manifestación de su ser y grandeza que allí delante quisiese fingir. Esto
parece nos lo da bien a entender el sancto rey David en el psalmo 138, en cuya
presencia estaba cuando decía: Domine, probasti me et cognovisti me4,
tú, Señor, me probaste y conociste; tú, Señor, conociste muy bien lo que yo era
antes que fuese rey, que era un pobre pastorcillo. Cognovisti sesionem meam et
resureccionem meam5; también sabes la alteza del officio y estado donde
me he levantado y donde tu misericordia me ha resucitado y sacado, como si
dijera, de la sepultura del olvido, pues tan muerto y olvidado estaba cuando
andaba tras las ovejuelas de mi padre; y ahora me has puesto entre los que
viven en la cumbre de la dignidad, cetro y mando, y entre aquellos de quien
hace caso el mundo. Y no sólo, Señor, entendiste estas cosas de acá fuera, como
son lo poco que yo era y lo mucho a que me has levantado, sino también
intellecxisti cogitaciones meas de longe6, dende tus eternidades tenías
conocidos mis pensamientos. Semitam meam et funiculum meum
investigasti7; y aun mis inclinaciones y movimientos, con tanta
delicadeza quec escudriñabas mis sendas y el cordel que por ellas
- 1037 -
se tiraba. Como [46r] quien es tan delicado y mirado
en cosa de tanta cuenta que aun la raya no quiere que se pise de los senderos
angostos que a un alma llevan a Dios, sino que quiere que vayan por lo derecho
sin torcer cosa alguna, ni declinar a diestro o a sinistrod, quiere el
alma muy en fil y ajustada, sin que las balanzas de la rectitud suban o bajen,
desdiciendo, o por carta de más o de menos de lo que deben, como quien da en
estremos viciosos.
Esto es envestigar la cuerda, como hacen los jueces de
cañadas, que vienen a visitar los linderos de las dehesas y prados: que si
algún labrador arando su haza rompió los mojones o linderos ajenos, les llevan
la pena. Así David
daba la buena suerte a quien reposaba entre dos suertes sin romper la una o la
otra, sino caminando por lo derecho: Si dormiatis medios cleros, etc8.
Parece que se ha Dios con los hombres como en España con los ganados que van a
Estremo9: quee les tienen señaladas ya sus veredas por donde
han de echar; y a los lados de una parte y otra hay sembrados en quien no es
lícito hacer daño. Ya Dios a un alma le tiene señaladas sus veredas (si es
religioso, algo más estrechas) estando por uno y otro lado tierras y partes
vedadas en quien no le es lícito torcerse, porque visita y examina Dios la
cuerda que tiene tirada entre nuestra suerte y el mundo y carne por una parte,
y los fueros del demonio por otra.
5. En los tres versos siguientes va David
desmenuzando y encareciendo el conocimiento que Dios tiene dél, así de sus
palabras, pensamientos y de todo lo que en el hombre se puede imaginar, viejo o
nuevo, presente o pasado, antiguo o por venir. Y como decíamos arriba que es
propiedad de un alma humilde que, viéndose cargada de bienes recebidos de Dios,
viéndose delante de tan alta y grande majestad, busca rincones donde esconderse
y a más no poder desea desparecerse y dar consigo en un abismo de nada y
abatimiento viendo a su cargo tantas obligaciones de que ha de dar cuenta, de
esa misma suerte David, viéndose delante de Dios, cuyo conocimiento y ciencia
del hombre es tan infalible y delicada que en él examina lo poco y lo
muchof, como quien teme cuentas tan delicadas como son las de los
pensamientos en todo tiempo, raya y nivel tirado por donde Dios dejó orden que
un alma echase, y juntamente tan cargado de beneficios, pues lo primero de que
se hace cargo es su sesión y su resurrección, lo que fue cuando sólo fue
zagalejo en los ganados de su padre y lo que es cuando, de ahí levantado, es
poderoso rey de Israel, propheta con otros mill títulos y renombres de que la
misericordia de Dios le quiso hacer participante. Temeroso de todas estas cosas
y de verse tan cargado de obligaciones [46v] ante quien es fiel ejecutor, dice
el sancto rey luego: Quo ibo a spiritu tuo et quo a facie tua fugiam?10
¿Dónde me esconderé, Señor? "Si subiere al cielo allí estás, si huyere al
infierno te hallaré presente"11. Y
- 1038 -
lo propio será si algún día quisiere madrugar y tomar
alas y con ellas huir a las cavas y agujeros que en las peñas hace la
mar12. Etenim illuc manus tua deducet me, et tenebit me dextera
tua13; no habrás, Señor, menester enviar tras mí alguaciles, postas ni
correos, que tu mano derecha es bien larga y con ella me echarás mano y
tornarás para que esté a cuentas.
Que parece en esto se ha David como cuando un alcalde de
corte sale a visita de plaza y tiendas: que, viendo que allí prende, acá pena,
ya por el peso falso y la medida falta, ya por la mercaduría ser vedada o tal
cual no convenienteg, viendo otro, no obstante que a su parecer no
tiene en qué [le] cojan, con todo eso parece que por entonces siente mucho de hallarse
en la plaza en aquella ocasión y quisiera desamparar la tienda, huir y dejarla;
pero como sabe que el juez trai tantos alguaciles que do quiera que vayan lo
han de descubrir y traer, no se atreve, sino hace pie y confía y espera los
buenos sucesos. De esa misma suerte considera David a Dios como scudriñador de
los pensamientos y átomos más delicados en que un hombre ha faltado, como juez
que a todos toma cuentas. Quisiera,
temeroso de tal scrutinio, como persona tan humilde que teme la no tal correspondencia
como debe, esconderse y desaparecerse y dar consigo donde su nada pareciera
algo. Pero ve que no puede, porque el poder de Dios es grande, pues con su
brazo derecho alcanzará al que más vuela, y sus ojos verán y descubrirán al más
escondido. Y así dice: Et dicxi forsitam tenebrae conculcabunt me14.
Por ventura, así como el pobre queda bien scondido en la casa del rey porque al
desechado nadie lo irá a buscar en casa de tanta grandeza, ¿podráse el rey
esconder debajo de los pies de las tinieblas y en casa de tanta bajeza, donde
nadie imagine que allí había de dar consigo un poderoso rey? No por cierto,
porque, nox illuminacio mea in deliciis meis, quia tenebrae non obscurabuntur a
te, et nox sicut dies illuminabitur; sicut tenebrae eius, ita et lumen
eius15. Que es decir: ni habrá tinieblas para Dios ni para mí, porque
para Su Majestad nada hay que haga sombra, todo es uno para [47r] Dios, luz y
tinieblas; y para mí, cuando yo esté más contento por estar más scondido, a la
noche hará que me alumbre y que sea el sol que me descubra.
6. Son éstos
efectos de una profunda humildad, de un justo temor de sus muchas obligaciones,
las cuales se descubren muy al vivo en presencia de su bienhechor. Y viendo que
con ellas y con la correspondencia que debe no se puede esconder, todas se las
deja en las manos a quien se las dio, y él se retira pobre, desnudo y sin nada
en la nada. Como quien
dice: todo cuanto en mí hay, Señor, es tuyo, tú me lo diste, reconócelo por
tal. Que yo soy de suerte que me tendría por dichoso si no me alcanzases en lo
corrido más que sólo en lo principal. Este no se te puede negar. Dispuesto
estoy para que de mí
- 1039 -
hagas lo que
fueres servido. Si quisieres, Señor, que tornemos a cuentas y a tratar, corra
por ti la pérdida y la ganancia. La gananciah que sea tuya, a tu honra
y gloria; y la pérdida, a que tú la perdones o la prevengas librándome de ella.
7. Vamos adelante con los pensamientos
humildes de un alma, por rica que sea delante de Dios, con conocimiento (como
dicen) de las partes. Consideremos una mujer aldeana de la sierra: que los
domingos se pone en el rostro una cubertura de albayalde, afeitada con su color
mal puesto, cargada de sayas y patenas, cintos y fajadores, a quien en su aldea
la tienen por hermosa y la llaman la galana; pero si después se viese delante
de una cortesana, que con sólo una basquiña o ropa simple sin otros afeites
tiene una admirable hermosura, es certíssimo que en tal ocasión querría
sconderse y desaparecerse, considerando lo poco bueno que de sí tienei
y cómo toda su bondad y hermosura de que la alaban es postiza; y a más no poder
en la ocasión presente, que sin pensar se le había ofrecido, se confesaría por
fea y desaliñada. ¡Oh, sancto Dios, y quién pudiera considerar la humildad de
un alma, cuando se ve delante de Dios que esencialmente es sancto, bueno, rico,
poderoso, con otra infinidad de atributos; y ella que toda su hermosura la
tiene communicada, enprestada y venida de acarreo, y que ella de su cosecha
nada tiene que de ver sea, antes, si Dios no la hubiera adornado con tantos y
tales dones, no hubiera quien la mirara! En tal ocasión esta alma se confunde y en su
pensamiento se absconde y desparece. En cualquier género de estimación que de
sí quiera hacer, da en una nada tan nada que siempre busca menos para menos
estimarse y más humillarse.
8. [47v] De
la luz que tienen los bienaventurados dice san Juan que su sol es el Cordero:
Et lucerna eius est agnus16. Pues pregunto yo: pues el sol está tan cerca de allá ¿por qué no
da luz allá en el cielo, pues también la da acá en la tierra? Digo que, como
dama aldeana, el sol no se debe de atrever a descubrir su hermosura allá
arriba. Quiero decir que esconde sus rayos y no se atreve a desenvolver sus
dorados cabellos, sino que, recogidos en sí, allá arriba estará con una
confusión, recato y miramiento que él propio se deshaga y humille abatiendo sus
alas abajo, contentándose con dar luz a los que vivimos en estas tinieblas. Porque en presencia
de Dios, que es luz por esencia, no parece ni tiene entrada lo que es
participado. Y, si no, consideremos: si tomáramos unas pocas de flores de estas
que se hacen a manos el invierno, de seda, holanda y papel, y pongámoslas en un
prado junto a otras que allí se nacieron, ¿no es cosa llana que las propias y
naturales se habíen de reír de ver quisiesen ponerse en su comparación, y
ellas, de afrentadas, quisieran tener pies para retirarse al invierno donde
suplían faltas en los rincones de los aposentos? Y lo propio sería en los retratos
que se
- 1040 -
hiciesen: que, por muy acabados, en presencia de sus
prototipos y originales desearían los llevasen a colgar a los
aposentosj obscuros donde tapan agujeros de paredes. Pues si criaturas
con criaturas se humillan de esta manera, ¿qué hará un alma sancta delante de
su Criador, y puesto lo que de suyo es nadak con lo que en sí es
infinito y de infinito poder?
9. Viene Abigaíl cargada con un poderoso
presente a David de pan, vino, carneros, pasas y otras muchas cosas. Y, arrodillada a sus
pies, mill veces le llama: señor mío. Y ella se llama sierva, ofreciendo todo lo que llevaba con unas
palabras y afectos extraordinarios; que pareciéndole era todo poco, lo quería
hacer mucho y de grande valor con el afecto que lo ofrecía17. Pues
veamos, discreta mujer, ¿para qué tanto comedimiento y cortesía,
particularmente que hacéis la ofrenda en tiempo que David está bien necesitado
de algo que llevar a la boca y cuando por los desiertos anda huyendo y muerto
de hambre y seréis bien recebida? Podrános responder que el multiplicar ella
las palabras y encender los afectos y fervorizarse en la ofrenda fue porque
David venía enojado por el desagradecimiento de su marido Nabal; [48r] y cuando
le hace cargos de las buenas obras que sus pastores habían recebido en el
desierto, y obligación de villano a rey, y a rey tan sancto como David, y a rey
sancto y enojado, era grande. Y así, por grande que fuera el presente, era grande
la obligación. Y así, con profunda humildad quiso ganar esta discreta mujer lo
que no alcanzase y llegase el presente, que tantas cosas, como hemos dicho, lo
deshacían y anichilaban. Y así millares de veces le llama "señor
mío", y ella se llama sierva.
Pues si en el caso presente pasa esto ¿por qué nos hemos
de espantar que, pareciendo delante de Dios un alma, aunque sea cargada de mill
bienes y resplandores, considerando los muchos cargos que Dios le hace (como
otro David a Nabal: que le había guardado sus ganados en los campos, favorecido
sus pastores y defendídole su hacienda; y así Dios hace cargos al alma más
justa de todos los recibos de su mano; y para hacerle estos cargos basta
parecer delante de tanta majestad, de quien dice David que palpebrae eius
interrogant filios hominum18; sólo con mirar al hombre, le está
preguntando y arguyendo que qué es lo que tiene que no lo recibiese de su mano)
y sólo con mirarle esta alma justa ve y conoce en él tiene razón de se enojar
con ella, pues no ha habido tal y tan buena correspondencia como debía y tenía
obligación? Pues lo
mucho que hubiere hecho, todo se queda muy atrás a lo mucho que se debe. Ve también y conoce
que es deuda debida de siervo a señor, de villano a rey. Así, aunque delante de
él se vea cargada de bienes que le presentar y dar en agradecimiento, todo se
le hace tan poco que querría esta alma en esta ocasión presente suplir siquiera
con
- 1041 -
palabras y encendidos afectos lo que a las obras falta. Y
así veremos que jamás no se cansa de llamar a su Dios en esta ocasión millares
de veces: ¡Señor mío, Dios mío, rey mío!; y a sí, sierva, sclava, pobre y
miserable.
10. Pero como
Dios conoce tan bien corazones, y el alma echa de ver cuán poco valen palabras
para quien tanto merece, es cierto enmudece y vuelve los ojos sobre sí,
deshaciendo en humildes pensamientos y puniéndose en ocasión de que Dios la
confortel, consuele y anime. Como otro rey Asuero a la hermosa Ester, de quien dice la Sagrada
Scritura, Esther 14 y 15: que, vestida de gloria y hermosura y con ornato de
reina, se fue a hablar al rey por su pueblo que tan oprimido estaba por la
persecución [48v] de Amán. La cual, acompañada con dos criadas, pareció ante el
rey, en cuya presencia regina corruit, et in pallorem colore mutato, lassum
super ancilam reclinavit caput19. Que perdió el color que tenía y lo
tomó de muerte, tanto quem, cayéndosele la cabeza, fue necesario
reclinarla sobre una de las criadas que llevaba. La causa de este desmayo y
descaimiento la da primero la Scritura en el propio capítulo, diciendo: Erat
enim rex indutus vestibus regiis, auroque fulgens, et preciosis lapidibus,
eratque terribilis aspectu20; que halló al reyn adornado con
vestiduras reales y resplandeciente con oro y piedras preciosas y de aspecto
terrible. Pero en aquella ocasión, viendo el rey desmayada a la reina,
consolóla con palabras blandas y amorosas, animándola para que dijese lo que
quería. Estando Ester hablando, dice la Scritura que rursus corruit et pene
exanimata est21; que tornó a desmayarse y a quedar como sin alma. Y
preguntándole la causa el rey, primero respondió: Vidi te, domine, quasi
angelum Dei et conturbatum est cor meum pre timore gloriae tuae22; hete
mirado, señor, como si fueras un ángel de Dios, y así heme turbado mirando tu
gloria.
¡Oh, sancto Dios! Si de solo mirar la gloria de un
ángel representada en los vestidos, oros y piedras preciosas de un rey, asombra
a una reina, adornada y vestida como reina; si le hace perder el color y poner
como muerta el aspecto terrible de un hombre, ¡qué mucho que un alma sancta,
temerosa de Dios, pareciendo ante tal presencia y majestad, como un humilde
considera en Dios, pierda el color, desmaye y se aniquile, de suerte que la
benignidad de Dios sea necesario le consuele y anime y conforte! Una reina ante un rey reina se es; y poca
es la diferencia que hay del uno al otro. Así el rey la consuela con estas
palabras: Noli metuere Ester, ego sum frater tuus23; yo soy tu hermano
y compañero, poca es la diferencia que hay entre entramos, no temas. Más, que
si el rey estaba vestido y adornado con la majestad de rey, la reina iba con
majestad de reina: Et circumdata est gloria sua24. Y por grande que
fuese la gloria del rey cuando en él se le representó a la
- 1042 -
reina un
ángel, mucha más era la hermosura de la reina, pues ésa fue causa que la
subiese Asuero a la dignidad que tenía. Y con haber tanta proporción e igualdad
entre el rey y la reina, en su presencia pierde el color, huye la sangre del
rostro y queda como sin alma.
Pues pregunto yo. Cuando un humilde parece ante Dios
-cuya majestad, grandeza y gloria no cabe en los cielos, cuyo poder e imperio
no aciertan a rastrearlo como él es todas juntas las criaturas- y el humilde no
va vestido con vestiduras reales -que eso es ser humilde: desnudarse un hombre
de lo que tiene- y no se considera como hermano, sino como siervo y esclavo,
¿cuál será su anichilación, su crecer en el desecharse en sus propios
pensamientos, el decir que no es él digno, etc.?
|